El cura -es un cura- empieza agradeciendo: «Gracias por aclararnos a todos los habitantes de EEUU el sentido de la palabra apostasía», … sigue más adelante con un dialogante «Ud. ha perdido la fe. Simplemente admítalo.» , y (tras otros párrafos de similar tono, que les ahorro) termina con esta corrección fraterna: «Mantengo la esperanza de que algún día ud. verá la luz y querrá reconciliarse con la Iglesia que ha traicionado. Si así fuera, llámeme. La oiré en confesión. Pero prepárese para una dura penitencia.»
La carta fue aplaudida por muchos católicos conservadores de por allá: esa es la manera de decir la verdad católica, y ojalá muchos hablaran con esa valentía y sin pelos en la lengua, y que aprendan esos obispos tibios y cobardes y anodidos que tenemos, y etc etc etc.
Tom de Disputations, con el buen sentido habitual, no se sumó al aplauso:
…Las palabras [de la carta] son lo que técnicamente
se conoce como «primer borrador«. El propósito
de un borrador tal es poner en palabras
la amargura, rabia e indignación que uno experimenta
al enfrentarse a quien encontramos visceralmente
ofensivo. Tras escribir este primer borrador, uno
lo pone aparte, para revisitarlo más tarde
con la cabeza fría.
Entonces se eliminan los insultos, las diatribas y los apelativos de colegio secundario, intentando tal vez reemplazarlos por expresiones más objetivas. Las razones que en aquel momento nos parecieron incontestables (habría que ser imbécil para pensar otra cosa!) son retocadas, arreglando sus ahora evidentes fallos como mejor podamos.
El resultado es el «segundo borrador»…
Luego este segundo borrador se hace circular (se trata, recordemos,
de una organización, con su staff de redactores, asesores y revisores… ), se critica,
se revisita, se corrige, se pule y finalmente se publica.
Que esa carta se haya publicado
así, en estado de primer borrador,
con toda su rabia amateur (Usenet-quality),
es —dice Tom—
una vergüenza para Human Life International.
Entonces se eliminan los insultos, las diatribas y los apelativos de colegio secundario, intentando tal vez reemplazarlos por expresiones más objetivas. Las razones que en aquel momento nos parecieron incontestables (habría que ser imbécil para pensar otra cosa!) son retocadas, arreglando sus ahora evidentes fallos como mejor podamos.
El resultado es el «segundo borrador»…
Bien. De acuerdo. Ahora, un par de vueltas de tuerca.
No me importan mucho ahora las partes de la pelea, ni aquella abortista ni aquellos antiabortistas de por allá. Sino, en todo caso, los vicios de la derecha católica de por acá (es claro que es fácil extenderlo a otros lugares y otras derechas -y hasta izquierdas-; pero acotemos).
No tenemos que ir lejos para buscar otros ejemplos de orgullosos publicadores de primeros borradores, que se jactan de hablar con voz más firme y más católica que los obispos.
– Oh, no… ¿Otra vez te la vas a agarrar con Caponnetto y Panorama y esa gente?
– Ponéle.
– Bueh, dale… Aunque convengamos que las proclamas de éstos no parecen primeros borradores: más bien textos muy revisados, aunque no para atemperar el tono sino para afilar mejor los insultos, eso sí…
– Más a mi favor.
– Como siempre, sí…. Pero bueno, concedido que haya similitudes de estilo ¿y con eso? Después de todo, ¿ qué hay de tan criticable en la carta de HLI (y en las proclamas de acá)? ¿Que falta a alguna norma de cortesía … periodística ? ¿Que sale a las cámaras sin maquillarse? Al fin y al cabo, será ofensivo, o chillón, o hiriente, todo lo que quieras; pero es auténtico. Dice la verdad, como la siente, sin sordina y sin anestesia. Y no es gratis. En el peor de los casos —suponiendo que esa manera de decir las cosas no es efectiva (y esto está por verse)— sólo será una falta de habilidad; mera táctica. Nada que debamos reprochar como si fuera un pecado.
– Ay, ay…
El asunto es … lo que venía diciendo; que para mí es una cuestión de espíritu —nada de mera táctica—. Creo que ese «primer borrador» que el corazón nos dicta … efectivamente, debemos retocarlo. No porque sea algo demasiado luminoso o fuerte para que mundo pueda tolerarlo; no se trata de maquillaje; ni de azúcar o soda que convenga poner para facilitar su recepción.
Yo más bien creo que esos primeros borradores nos están dictados por la parte más baja del alma; y hasta le aplicaría aquello de «lo que sale del corazón del hombre, eso es lo que mancha» (Mt 15:18).
No es, pues, «la verdad«.
Es lo que me parece, en mi limitada visión. Y no sé… es de suponer que estos católicos tendrán claro -es más, demasiado claro- que las pasiones humanas no son de por sí buenas… y que, tras el pecado original, tienden más bien a ser malas si la razón -y la oración- no las vigilan.
Pero no me parece (en mi limitada y falible visión, insisto) que les preocupen sus propias pasiones religiosas, que en algunos (en nosotros, si quieren) son más peligrosas, más dañinas, que las pasiones carnales.
Y no parecen querer preguntarse si esas vociferantes proclamas contra los enemigos de la religión católica que tanto disfrutan, (incluso en clave de «zafaduría adolescente») no son otra cosa que un desborde de pasiones; en el peor sentido de la palabra: «lo que nos mancha».