Tim Powers es un escritor yanqui de fantasía,
católico,
cuyo nombre conocí por recomendaciones en blogs yanquis.
Hace poco terminé una novela suya, que encontré
en las mesas de usados de Parque Rivadavia.
Creo que no tuve suerte, el libro
(«La fuerza de su mirada«,
The stress of her regard)
no parece ser de sus mejores obras; o será que no pude engancharme con la idea… o que no es para mí. La cuestión
es que sus 490 páginas se me hicieron exasperantes e interminables.
Está bien escrito, no digo que no. La trama es muy
original y audaz, no digo que no. Transcurre en la Europa del siglo XIX, y aparecen Byron, Shelley y Keats (no conozco casi nada de la poesía inglesa de ese tiempo, pero eso no fue problema). Todo gira en torno a vampirismos y demonios (lamias, sobre todo), súcubos e íncubos; sobrenaturalismos (o mejor, subnaturalismos) al por mayor y recreaciones de la mitología (la Esfinge de Tebas, el ojo de las Grayas, etc etc). Todo está llevado con pluma firme y bastante ingenio, pero -como decía un crítico por ahí- resulta un poco demasiado
(a little too much) para mi gusto.
El libro abunda en «revelaciones» (apócrifas y delirantes)
para iniciados; algunas más felices que otras. No sé si
lo que sigue es invento de este Powers, o si es cosa vieja;
de ser lo primero, me parece ingenioso. En todo caso, me hizo gracia:
Se trata de la bandejita que se usa (o se usaba… o debería usarse) en la misa durante la comunión de los fieles; se supone que su utilidad es evitar que, por accidente, una Hostia caiga al suelo cuando el sacerdote la pone en la boca del comulgante.
En realidad, según el libro, la razón que originó esta costumbre
es muy otra (téngase en cuenta que, siempre según la trama de la novela, el vampirismo fue una especie
de epidemia en la Europa de los siglos post/renacentistas).
El fin disimulado de la bandejita era evitar las comuniones sacrílegas de los vampiros… porque mirando el reflejo,
el sacerdote podía verificar que el comulgante fuera un humano
como Dios manda….