Un cristiano —uno mismo, sin ir más lejos—se
siente ofendido en su religión (o su religiosidad)
por algo que pasa en el mundo.
Algo como «La última tentación de Cristo«, pongamos, como un ejemplo a mano entre mil
[*].
Y se indigna; se duele; se enardece.
Tal vez, pienso ahora, esto sea una especie
de pecado -un tropiezo en el camino-. Y acaso
podría aplicársele -estirando un poco la cosa-
aquello de tirar perlas a los chanchos.
Y no estoy pensando en el fervor que se derrama
sobre la película, sino más bien en la
religiosidad que se invierte en alimentar ese fervor.
* Quizás hubiera sido preferible tomar un ejemplo
en que la indignación sea más justificada. No estoy seguro, y no quiero darle más vueltas, porque voy a enturbiar más aún el asunto.