Sus charlas con el padre D’Arcy, entonces, fueron algo atípicas. Y el cura estaba contento de esa atipicidad. Años después recordaba:
[Evelyn Waugh] era un hombre de convicciones muy fuertes
y de cabeza muy clara. Se había convencido
a sí mismo de un modo que no tenía nada que
ver con los sentimientos, solamente
con una pasíón intelectual, acerca de la verdad
de la fe católica, y estaba seguro de que así
debía salvar su alma.
De ahí que en las charlas que tuvo conmigo siempe quería saber exactamente el significado y el contenido de la fe católica, y a veces me interrumpía para hacer objeciones; una vez que lo entendía, me pedía que siguiera adelante.
Por eso, fue una de las personas que he conocido que daba más satisfacciones a su instructor en la fe… a diferencia de otras, que recuerdo que siempre estaban diciendo:
—»Sí, creo que eso encaja con mi experiencia…»
Evelyn jamás decía esas cosas. Lo que deseaba por encima de todo era enterarse de lo que Dios había revelado, no de lo que él sentía.
De ahí que en las charlas que tuvo conmigo siempe quería saber exactamente el significado y el contenido de la fe católica, y a veces me interrumpía para hacer objeciones; una vez que lo entendía, me pedía que siguiera adelante.
Por eso, fue una de las personas que he conocido que daba más satisfacciones a su instructor en la fe… a diferencia de otras, que recuerdo que siempre estaban diciendo:
—»Sí, creo que eso encaja con mi experiencia…»
Evelyn jamás decía esas cosas. Lo que deseaba por encima de todo era enterarse de lo que Dios había revelado, no de lo que él sentía.