Mala suerte. Es que quería refrescar mis tiempos preadolescentes: después de Julio Verne, los libros de Agatha Christie fueron de mis primeros placeres librescos. Y hoy -aunque desde entonces la he releído muy poco- me sigue cayendo bien, a diferencia de tantas otras devociones pasadas. Una mujer con buen gusto y buen sentido, me parece.
Leo en algún lado una crítica que objeta los estereotipos (victorianos, quizás) de sus novelas. Personajes de ciertas nacionalidades (o razas o capas sociales) tienden a tener siempre determinadas disposiciones de carácter o intelecto… Y esto, ya se sabe, molesta sobremanera a nuestros críticos modernos con ínfulas de maestros sabios (con perdón del estereotipo).
Por mi parte: si los estereotipos (sobre todo cuando no surgen de la observación sino de la pereza mental) pueden molestarme, más me molestan estos críticos, qué quieren que les diga.
Hay un punto en que la guerra al estereotipo no es más que imbecilidad y desamor.

Hablando de policías políticamente correctos: me entero ahora de que una de sus novelas más memorables, «Los diez negritos» («Ten little niggers«, de una rima tradicional infantil), tuvo que cambiar de nombre en posteriores reediciones («And then there was none«).
Espero que algún día se haga una antología de estas tonterías, para diversión (…espero!) de nuestros nietos.
* Consejos vendo y para mí no tengo: el blogger que, terminando un post, sienta que tiene algo más para escribir y que piensa hacerlo acaso más adelante, hará bien en no decirlo: esas promesas vagas («más sobre esto más adelante») están de más y generan fastidio.