Un loquito de un hospicio
me dijo en cierta ocasión:
«Ni son todos lo que están,
ni están todos los que son.»
Intraducible, ahora que lo pienso («Nor they are all what they are nor they are all those that are» , traduce Google… pobre..!)…
Y de paso: ¡que rabien los de e-prime! (los que quieren desterrar
el verbo «ser» del lenguaje; tengo que hablar más de estos
locos -peligrosos- otro día…).
me dijo en cierta ocasión:
«Ni son todos lo que están,
ni están todos los que son.»
Bueno. La coplita es tan redonda, y su sentenciosidad es tan graciosa y tan lograda, que no es fácil esquivar la tentación de buscar analogías.
Porque lo que dice del hospicio lo podríamos aplicar a muchos otros lugares-ambientes-instituciones… a casi cualquiera, en realidad.
A la Iglesia, sin ir más lejos… (en algún sentido de la palabra, al menos … me atajo yo, por si me cae algún inquisidor encima!).
Se me ocurre imaginar a San Pedro, a la entrada del Cielo, como el único portero que puede (por fin!) asegurarnos la contraria: que ahí -y sólo ahí- «están todos los que son y son todos lo que están».