Lo primera defensa que se me ocurre es que sólo tengo cuarenta según el almanaque; según otros parámetros, tengo mucho menos —según algunos, doce o trece. Pero acaso sea justamente ese el problema, tal vez por eso es que uno se merece el calificativo.
Repaso rápido:
Viajes con mi tía, de Graham Greene. Legible pero nada más. Sin vuelo. De lo que menos me ha interesado de Greene.
Mont-Cinere. Primera novela de Julien Green, y primera que leo de este autor. Bien. Tiene su fuerza. Otro escritor para tener en cuenta.
Todos nuestros ayeres, de Natalia Ginzburg. Vi la edición, vieja, en mesa de ofertas, y creí recordar menciones elogiosas a esta escritora en blogs conocidos… Yo, completamente ignorante, de ella y del libro. La leí de un tirón. Muy interesante. Un estilo raro, (una novela casi sin diálogos), un ritmo de escritura extrañamente uniforme, sin valles ni picos, me recordaba una música de Bach… Notable. Después (me gusta, al igual que las películas, terminar y formarme un primer juicio antes de ir a buscar referencias y opiniones) vi que, en efecto, hay varios devotos por ahí (el ya mencionado Pseudópodo y Compostela; y éste había comentado esa novela).
¿Qué más? Algunas cositas de autores más transitados; una novela de Wodehouse -bueno como simpre; unos cuentos de L. Montgomery -demasiado romántico, pero sabe relatar… Una novela de Volkoff, Los hombres del zar; sobre Iván el terrible; creo que me ha aportado más en historia que en otra cosa. Y de Volkoff también he releído una novela de espionaje que había perdido: «El montaje». Buen escritor, seguramente. Pero… no sé, creo que me gusta menos que antes; creo encontrar intenciones extra-literarias que me dejan un regusto no del todo agradable. Me da un poco de resquemor, saben, el temita de los falsos consuelos para sectas en peligro de exitinción, la seducción de ser iniciado y ser del palo y etc… No sólo por esto (al menos directamente), la cuestión es que tengo mis sospechas sobre la -digamos- santidad artística de Volkoff. Tal vez manías mías.
Fuera del rubro novela (también a veces asumimos nuestra edad) algunos ensayos hay para mencionar, pero nada especialmente interesante. Salvo la Spe salvi, la encíclica del papa, notable en verdad; pero ya comentaremos en post aparte. Mencioné también «Cristo y la religiones de la tierra»; leí el primer tomo, religión en el mundo prehistórico europeo, un poco demasiado técnico para mí. Sí me sirvió para tomar conciencia de la barrera que nos impone la ausencia de escritura para conocer los pueblos prehistóricos; uno, acostumbrado a los progresos de la ciencia, tiende a creer que con el tiempo tendríamos que ir conociendo con cierto detalle el pasado; parece que no es así, hay todo un mundo que nos es en buena medida inaccesible.
Ante los libros «de ensayo», últimamente me veo algo hipercrítico, siento demasiada tendencia (no necesariamente fundada) a desconfiar de la honestidad intelectual del autor. Cierto que un libro como este no tiene demasiadas tesis que defender; pero algo hay. Por ejemplo, uno de los autores recalca tres aspectos de los pueblos prehistóricos y protohistóricos: monoteísmo de base (aunque frecuentemente apagado, con un dios supremo «ocioso» y casi sin culto), el recuerdo de los muertos como principal forma de culto (de hecho la mayor parte de los monumentos de piedra parecen estar dedicados a eso) y la abundancia de pueblos de estructura matriarcal (o al menos no puramente patriarcales). Yo, ni idea. Pero, entre otras cosas, me ha quedado dando vueltas algunas observaciones curiosas. Por ejemplo, esta: rastreando en el mundo grecorromano antiguo ejemplos de sucesiones reales no puramente patriarcales, trae (entre muchos otros) el caso de Ulises:
… ejemplos que demuestran que, si es el varón el que ejerce la función de déspota, es la mujer la que sola
posee y trasmite el derecho al trono.
Pensemos en la Itaca de Homero.
Desaparecido el rey Ulises ¿quién reina? Evidentemente, la reina. Y sin embargo, allí está Laertes, el padre, que aún vive, pero que no desempeña ninguna función; y no tenemos ningún elemento que nos permita creer que Laertes mismo fuera nunca rey. ¿Cómo entonces llegó a ser rey Ulises, si no heredó esta dignidad de su padre? Y está también Telémaco, el hijo del rey, que según la sucesión patriarcal debería heredar, pero que en realidad es un don nadie, ni rey en ejercicio ni príncipe bajo tutela.
No se habla para nada de sus derechos a la realeza; son en cambio los pretendientes quienes se esfuerzan en conseguir el favor de Penélope para adquirir, por su mano, la realeza. Su esposo será rey, como lo era Ulises cuando era su esposo. Y ¿qué hace el mismo Ulises cuando regresa?
No va simplemente a tierra y reclama su reino, sino que se
disfraza, porque antes debe cerciorarse de que Penélope lo acepta todavía, y ella es la que finalmente lo legitima.
Y acá tienen un ejemplo de mi criticismo al cuete. Yo, que no sé nada de etnología y de la prehistoria (ni de la historia, vamos), y que leí hace poco la Odisea (mal y tardíamente), leo esto y sospecho que me están queriendo
dar gato por liebre. Me gustaría poder confiar más,
creer que esa lectura es fiel y no forzada, pero…De paso (y aunque esto no es más que un ejemplo, anecdótico), me gustaría saber que opinan de este caso: ¿es esa la lectura común del regreso de Ulises? ¿Es obvio que Ulises se esconde para cerciorarse de la aceptación de Penélope? ¿Es cierto -o al menos plausible- que Ulises haya adquirido el trono por su casamiento con Penélope?
También menciona el caso de Agamenón y Egisto, y menciona otros más antiguos y numerosos que ha compilado Frazer en «La rama dorada» (otro libro que debería leer).