Ahora bien: dedicarnos al Rosario significa, ante todo, rezarlo.
Tom de Disputations lo recuerda en su blog, haciendo honor a condición de dominico. Y yo también lo recuerdo acá en el mío, haciendo honor a mi propósito de
predicarme sobre todo y en primer lugar a mí mismo.
A tomar nota, pues.
En respuesta a un hipotético católico poco amigo de esta devoción, apunta Tom:
2. ¿Significa que no amo a María? No necesariamente. Si duda ud. tendrá su manera de amarla. Ahora, disculpe la curiosidad: ¿cuál diría ud. que es su particular manera? No es que deba hacerlo a través de una particular devoción, ni nada; pero también sabemos que el amor a María es parte esencial de la religión católica.
3. ¿Tal vez no sé rezar el Rosario? Pregunta difícil. Saber rezar el Rosario es algo más que saber qué oración pronunciar cuando pasamos tal cuenta y meditamos tal misterio. Para saber usar algo, debemos saber qué es ese algo y para qué lo usamos. «Es seguir las instrucciones del folleto, recorriendo las cuentas así…» y «Porque en esta época del año todos los católicos ‘practicantes’ lo hacen» son un qué y un por qué algo deficientes.
4. Al fin y al cabo ¿cuál es mi problema? Difícil decirlo. Imposible, en realidad, ya que no nos conocemos. Tal vez no haya ningún problema. La Iglesia tiene multitud de santos, y de una pequeña fracción de ellos consta que tenían dificultades con el Rosario. Tal vez tenga ud. expectativas descaminadas sobre ud. mismo, o sobre el Rosario. Tal vez su vida sea demasiado agitada y no pueda abocarse a la contemplación durante veinte minutos corridos —lo cual es malo, pero remediable.
Como representante de aquella «pequeña fracción de santos» se suele traer a Santa Teresita. Ahora, que un católico en tal situación encuentre consuelo identíficandose con la santa, está bien. La cuestión es que sea consuelo después de haber peleado, no antes.
Teresita, efectivamente, tenía muchas dificultades con el Rosario, y lo reconocía con sencillez.
Y no es el único, a mi ver, de estos … lunares. Tanto en cosas nimias como importantes, fuera del plano de los pecados y de los defectos culpables, creo encotrar en ella varios de estos puntos opacos; y acaso característicos
de estos tiempos, en contraste con otros santos de tiempos más esplendorosos.
Rasgos peligrosos —diría uno— en estos tiempos
blandos, con cristianos demasiado prontos a justificar su propias imperfecciones y tibiezas.
Una santa (una doctora de la Iglesia) que confiesa abiertamente que no soporta rezar el Rosario (por no hablar de otros rasgos, que dejamos para otro día)… eso no es eso lo que andamos necesitando… Eso diría uno, tal vez, si no se tratara de Teresita. Pero se trata de ella, y el caso es que, no sé muy bien por qué, esos lunares me la hacen más cercana y hasta más útil. Incluso, a la hora de intentar rezar el Rosario.