… otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa.»
Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.»
Lc 9:61
Leyendo los comentarios de Maldonado, encuentro acá un matiz;
bastante obvio, quizás, pero no para mí. Yo había imaginado
siempre a ese que «pone la mano en el arado y mira hacia atrás»
en el momento de emprender el trabajo —justo antes—, y la dirección
de la mirada referida al pasado. Pero (además de que
la asimilación de «atrás» y «pasado» es menos universal de lo que
parece, ya queda dicho) no es exactamente así como lo ve
Maldonado, junto con otros. La torpeza (el pecado) del labrador
consistiría en desviar la vista del frente mientras se está arando:
Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.»
Lc 9:61
… es una metáfora tomada de los labradores cuando aran; los cuales, para que el surco vaya bien derecho, sujetando la esteva con la mano, tienen los ojos clavados en el extremo del surco; y no puede arar derechamente quien vuelve atrás la cabeza. Hay oficios que se pueden hacer sin tanta fijeza. Para hablar, andar, pasear, no es preciso tener los ojos fijos; mas para arar bien, para escribir con renglones derechos, para pintar, etc, importa mucho no distraer la mirada.
Así sucede también con el reino de los cielos…
Me gusta; da más fuerza a la imagen, y al mensaje. La cuestión es mantener fija la atención.Naturalmente, después viene la pregunta de a quiénes se aplica esto (o en qué sentido debe tomarse acá lo de «ser apto para el reino de los cielos»), si es específicamente para el discípulo, y en qué amplitud del concepto, etc; pero en esa cuestión, tan frecuente, no nos meteremos por ahora.
Cosa de no distraer la mirada.