Datos a conciliar: los sufrimientos de Job por un lado, la justicia de Dios por el otro. Sobre este problema, parece, discurren Job y los amigos. Menos aparente es la diferencia: cuál es el punto fundamental que los separa, y por qué son más agradables a Dios los dichos de Job que los de sus amigos.
De lo mucho que se ha dicho, una de las observaciones más exitosas en estos tiempos es la del judío Martin Buber: la diferencia, dice él (digo yo, de memoria y de segunda mano) es que, puestos frente al problema, los amigos de Job hablan de Dios, mientras que Job habla a Dios.
No está mal; aunque desconfío de claves tan demasiadamente claras y satisfactorias, no está mal. Y podríamos seguir, por acá, o por otros caminos. Pero, para lo que acá queremos tratar, me quedo con otra diferencia, también de perspectiva, pero demasiado trivial para merecer nota en cualquier lugar que no sea este blog (y encima irrelevante para juzgar a los protagonistas, puesto que es una diferencia inevitable, impuesta por la situación en que se encuentran).
Job habla de (habla por) los dolores de Job. Los amigos … hablan de (hablan por) los dolores de Job. En un sentido, hablan de (hablan por) lo mismo, y la cuestión o aporía para ambos es la misma; pero en otro sentido, es enteramente otra cosa. Uno está plantado ante el dolor propio, los otros ante el dolor ajeno.
Y sería demasiado arbitrario (aun en este blog) sacar una moraleja de esto, pero dejo constancia del hecho, como aporte a lo que seguirá. Si Dios quiere.