… al atacar a los liberales, lanzaba al cielo
esta blasfemia inconsciente: «¡Viva Dios!».
Se dice «Vive Dios que…»; pero ¿ «Viva Dios», en subjuntivo, en desiderativo?…
¡Acaso en imperativo!
La anécdota, claro, le viene al pelo a Unamuno para ilustrar
la agonía en que (según él)
se debate el cristiano, el
que quiere -y a duras penas puede- creer.
Yo no tengo un gran aprecio por esa manera unamuniana
de entender la vida de la fe, y por ese libro («La agonía del cristianismo») en particular.
Pero lo de este general tiene su gracia.Se dice «Vive Dios que…»; pero ¿ «Viva Dios», en subjuntivo, en desiderativo?…
¡Acaso en imperativo!
Yo diría más bien que el «Viva Dios» es una expresión probablemente desesperada; y que, sea cual sea el modo gramatical (subjuntivo, desiderativo… o imperativo) denota una religiosidad desviada. Y hasta diría que, si no se pone en forma afirmativa, la frase es -en efecto- una especie de blasfemia. Y agregaría un par de párrafos con citas para argumentar…
Pero hete aquí que la semana pasada (a poco de encontrar yo esa cita de Unamuno, que no recordaba en qué libro estaba) voy a misa y escucho que el salmo me hace polvo el argumento:
… ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Ensalzado sea el Dios que me salva!…
Y bueno. Dejémoslo así.¡Ensalzado sea el Dios que me salva!…
Naturalmente, si uno fuera alguna vocación o práctica en la redacción de ensayos intelectuales (para periódicos argentinos, sobre todo), fácilmente encontraría la manera de retocar los argumentos para que el dicho salmo cayera como una confirmación (encontrada como de casualidad) en lugar de una refutación. (Bla bla bla bla…. Esto explica por qué el salmo dice … bla bla bla… ). Y es más: tengo que resistir la tentación de intentarlo.
Pero dejémoslo ahí.
Quedémosnos con esto: en general, cuando uno encuentra en uno de esos ensayos tan seguros de sí mismos un párrafo que empieza con «Esto explica por qué…» o algo similar, conviene desconfiar.