Series divergentes

Camino a mi trabajo, el 86 pasa por unas cuadras no muy agradables, con paredes abundantes en graffitis. Yendo por Irigoyen, mirando hacia la izquierda, se ve la entrada de un cine porno para oficinistas, apenas reconocible; de hecho, y curiosamente, el incógnito ha aumentado con los años: no hay afiches ni avisos, apenas se vislumbra la ventanilla de la caja, casi sobre la vereda, con una persiana metálica blanca que nunca está completamente abierta. En la dicha persiana, entre pintadas varias, alguien ha escrito una conocia paradoja-falacia matemática, jugando con una serie (sumatoria de infinitos números):
S = 1 + 2 + 4 + 8 + ….
S = 1 + 2 (1 + 2 + 4 + ….)
S = 1 + 2 S
S = -1
Los pasos parecen correctos, pero el resultado es absurdo: no puede ser que una suma de números positivos sea igual a -1.
La explicación (y la moraleja … matemática), es que las series divergentes son engendros con dudoso derecho a la existencia. Si nos atrevemos a tratar con ellas como si fueran entes matemáticos hechos y derechos, nos hundiremos en el absurdo y la irracionalidad.
Esto, que cualquier estudiante de ingeniería sabe, fue duro de entender y aceptar: muchos grandes matemáticos de los siglos XVII y XVIII trabajaban con series divergentes, con poco o ningún pudor; sospechaban que estaban haciendo algo mal, pero los resultados muchas veces «cerraban». La necesidad de rigor empezó a hacerse sentir lentamente. Se lamentaba Abel en una carta de 1826:
Las series divergentes son una invención del diablo… Usándolas se puede llegar a cualquier conclusión, y es así como estas series han dado lugar a tantas falacias y paradojas…
[*]
Recién en el siglo XIX se aclaró el concepto de «convergencia», y se dictaminó que sólo es lícito operar con series convergentes. Y una condición necesaria (no suficiente) para que una serie lo sea, es que sus términos «tiendan a cero». No es el caso, claro, de la serie que motivó la paradoja: sus términos aumentan cada vez más, ergo, no puede converger.

Vaya uno a saber por qué alguno tuvo la ocurrencia de estampar esa paradoja en semejante lugar. Puedo imaginarme a algún estudiante de matemáticas, esperando el colectivo (pero los colectivos para en la mano opuesta), para satisfacción propia o para impresionar a sus amigos.
También podría imaginarme que alguno quiso hacer alguna alusión a la pornografía y la lujuria, esas cosas que divergen, siempre creciendo y no convergiendo a nada real. Sería demasiado imaginar, ya lo sé.
# | hernan | 24-enero-2006