El burro de Balaam era un burro, nomás.
Ergo, podemos suponer que cuando dijo lo que dijo
no sabía lo que decía.
De última, él no hacía más que descargarse.
Pero pareciera que Dios habló por su boca.
Así al menos lo interpretan muchos.
Ayer nuestro presidente se quejó de que nuestros
obispos hablan como si fueran políticos.
Ahora bien: nuestro presidente es un burro, nomás.
Ergo, etcétera.