Por suerte, falta mucho

El caso arquetípico que suelo recordar (o creo recordar) es este:

Yo tengo unos quince años, estoy leyendo «La agonía y el éxtasis» (una biografía novelada de Irving Stone sobre Miguel Ángel, mediocre, supongo ahora), con gusto y aquella típica voracidad, como quien bebe con sed. El libro es bastante gordo, cerca de 600 páginas; y en cierto momento me detengo a medir -comparando grosor de hojas pasadas y futuras- por dónde voy. Alegría, alivio, al comprobar que apenas si habré pasado la tercera parte. Me queda mucho, todavía. Bien.
Es sólo un ejemplo. Y es casi un rasgo mío, habría dicho. Pero…

Hacemos un corte, y pasamos al año 2005.

Estoy ahora en casa, viendo una película de Miyazaki (Kiki); en un momento, sin pensar, interrumpo el disfrute para hacer click (Pause) y mirar en el reproductor de divx cuánto me queda. Me falta mucho; apenas si habré pasado la tercera parte. Alegría. Play.

Recién al día siguiente -o más tarde- tomo conciencia de lo que hice, y me acuerdo de aquello.
Y recién entonces me doy cuenta, con algún sobresalto, de que aquello, en gran parte es cosa pasada. Sigo leyendo bastante, y con gusto; pero aquella preocupación adolescente de «no querer que termine»… aquello, tan frecuente entonces… ahora es muy raro. Acaso menos que raro …
Pucha… ¿de veras? A ver, me digo, seamos sinceros: ¿puede ser que ahora el «haber leído» me importe tanto o más que el hecho de leer? Puede ser, no puedo menos que contestarme. Y aun cuando suponga los motivos más nobles -que sería demasiado suponer- , aun cuando trate de convencerme de que no se trata de una especie de vanidad o avaricia idiota, de que me importa «haber leído» porque lo leído pasa a alimentarme de alguna manera, y porque de alguna manera lo revisitaré con mayor familiaridad y aprovechamiento, aún así… es un poquito triste.

Y así, al mismo tiempo, me siento contento y agradecido a Miyazaki por haberme devuelto esa alegría perdida; y un poco melancólico porque hasta después de recobrarla no me había percatado de que la había perdido.

De todas maneras, (y aparte de que percatarse siempre viene bien), gana la alegría.

# | hernan | 10-noviembre-2005