Bibliofilias

Terminé hace poco las «Memorias póstumas» (tres gruesos tomos) del General Paz. Muy interesante. Las mechaba con una «Historia argentina» de Busaniche (anti-unitario rabioso), como para conservar el equilibrio de perspectivas.
Estos días estoy leyendo: «Dios y nosotros«, de J. Danielou. Comentaremos.
Danielou pasó inevitablemente a segundo plano cuando el viernes descubrí revolviendo usados «Much obliged, Jeeves«, uno de los pocos de Wodehouse que me quedaban por leer; a $3, encima (habría pagado $30; como para compensar, agarré otros cuatro libros de la mesa de saldo, algunos de los cuales tal vez no lea nunca; entre ellos, una «Arqueologìa de Palestina»…).
Esta novela de Jeeves, una de las últimas, y por consiguiente, no de las mejores; pero disfrutable igual; me la devoré con gusto el fin de semana.
– [Bertie]… Who was it said someone was was intoxicated with the exuberance of his own verbosity ?
– [Tía Dalia] I don´t know.
– Jeeves would. It was Bernard Shaw, or Mark Twain, or Jack Dempsey, or somebody…


-[Bertie] Can nothing be done?
-[Tía Dalia] The best plan woul be for you to go to him and tell him how much we admire him for being Lord Sidcup and what a pity it would be for him to go back to a ghastl name like Spode.
-What’s the next best plan?


-Jeeves -I said- a somewhat peculiar situation has popped out of a trap, and I would be happy to have your comments on it. I am sorry to buti in when you are absorbed in your Spinoza and have probably just got to the part when the second corpse is discovered, but …
La novela es de 1971. Me dio un poco de tristeza notar que para ese entonces el idioma inglés aún no había perdido perdido la palabra «gay» (en su significado original, claro está). O tal vez Wodehouse no había enterado (o no se daba por enterado).

Otro hallazgo de la semana pasada fue un tomo usado de los Comentarios de Maldonado, a los evangelios de Marcos y Lucas. Comentaremos.

Hace poco, saliendo de viaje de fin de semana, manoteé de la biblioteca «Tienda de antigüedades» de Dickens, creyendo que era lectura pendiente. Recién al pasar la tercera parte empecé a sospechar que en alguna época inmemorial (tal vez en otra vida) ya la había leído. Sospecha que se fue confirmando lentamente, sin llegar nunca (ni siquiera al terminar) a la certeza completa. Y bueno. No digo que Dickens no tenga lo suyo, pero el melodrama a veces da un poco de impaciencia… vio. Recordé -o creí- recordar al paso que esta novela era un folletín que salía en algún diario de la época; y que cuando al final la nena muere -ups! conté el final!- hubo una tormenta de lectores indignados. Otros tiempos, en verdad.
No recuerdo dónde leí hace poco esta sugerencia a los bibliófilos, para hacernos recordar que estamos de paso: mirar nuestra biblioteca y pensar que, con seguridad, tal o cual libro no lo volveremos a abrir jamás. Bueno… «Tienda de antigüedades», muy probablemente, nunca lo volveré a abrir.
# | hernan | 17-octubre-2005