Tal vez de acá aprendí —aunque estas cosas no se aprenden si de algún modo no se sabían de antes, si no se esperaban escuchar— a odiar esa ética liberal (de izquierda o derecha, lo mismo da en este caso) que ponen como axioma primero de la moral el «no causar daño al otro». Etica de mercaderes, como es del uso: el amor, comercio de disfrute; yo no te molesto, vos no me molestes; los crímenes del pensamiento (el adulterio del corazón), derogados y olvidados.
…
Te denuestan, pueblo mío, porque dicen que fuiste a imponer tu fe a tajo y mandoble, y lo triste es que no fue del todo así, sino que ibas también, y muy principalmente, a arrancar oro a los que lo acumularon; ibas a robar.
Si sólo hubieras ido a imponer tu fe…
Me revuelvo contra el que viene, tizona en la diestra y en la otra libro, a querer salvarme el alma a pesar mío, pero al cabo se cuida de mí y soy para él un hombre; más para aquel que no viene sino a sacar los ochavos engañándome con baratijas y chucherías, para éste no paso de ser un cliente, un parroquiano o vecero.
Hoy se da en ponderar esto y pedir una socíedad en que en puro policía no pueda hacerse daño, y acabemos por que nadie obre mal, aunque nadie sienta bien tampoco. Qué horrible condición de vida! Qué pesadumbre bajo la verdura sosegada! Qué quieto lago de ponzoñosas aguas!
No, no, y mil veces no! Dios nos dé antes un mundo en que todos sientan bien, aunque todos obren daño; en que los hombres se golpeen en la ceguera del cariño, y en que suframos todos en silencio por el mal que nos vemos arrastrados a infligir a los demás. Sé generoso y arremete a tu hermano; dale de tu espíritu aunque sea golpes.
Hay algo mas intimo que eso que llamamos moral, y no es sino la jurisprudencia que escapa a la policía; hay algo más hondo que el Decálogo, que es una tabla de la ley, ¡tabla, tabla, y de ley!: hay un espíritu de amor.
Me diréis que no cabe sentir bien sin obrar bien, y que las buenas acciones brotan, como de su fuente, de los buenos sentimientos, y sólo de ellos.
Pero yo os contestaré, con Pablo de Tarso, que no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero hago, y os añadiré que el ángel que en nosotros duerme suele despertar cuando la bestia le arrastra, y al despertar llora su esclavitud y su desgracia. ¡Cuántos buenos sentimientos brotan de malas acciones a que la bestia nos precipita!
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Te denuestan, pueblo mío, porque dicen que fuiste a imponer tu fe a tajo y mandoble, y lo triste es que no fue del todo así, sino que ibas también, y muy principalmente, a arrancar oro a los que lo acumularon; ibas a robar.
Si sólo hubieras ido a imponer tu fe…
Me revuelvo contra el que viene, tizona en la diestra y en la otra libro, a querer salvarme el alma a pesar mío, pero al cabo se cuida de mí y soy para él un hombre; más para aquel que no viene sino a sacar los ochavos engañándome con baratijas y chucherías, para éste no paso de ser un cliente, un parroquiano o vecero.
Hoy se da en ponderar esto y pedir una socíedad en que en puro policía no pueda hacerse daño, y acabemos por que nadie obre mal, aunque nadie sienta bien tampoco. Qué horrible condición de vida! Qué pesadumbre bajo la verdura sosegada! Qué quieto lago de ponzoñosas aguas!
No, no, y mil veces no! Dios nos dé antes un mundo en que todos sientan bien, aunque todos obren daño; en que los hombres se golpeen en la ceguera del cariño, y en que suframos todos en silencio por el mal que nos vemos arrastrados a infligir a los demás. Sé generoso y arremete a tu hermano; dale de tu espíritu aunque sea golpes.
Hay algo mas intimo que eso que llamamos moral, y no es sino la jurisprudencia que escapa a la policía; hay algo más hondo que el Decálogo, que es una tabla de la ley, ¡tabla, tabla, y de ley!: hay un espíritu de amor.
Me diréis que no cabe sentir bien sin obrar bien, y que las buenas acciones brotan, como de su fuente, de los buenos sentimientos, y sólo de ellos.
Pero yo os contestaré, con Pablo de Tarso, que no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero hago, y os añadiré que el ángel que en nosotros duerme suele despertar cuando la bestia le arrastra, y al despertar llora su esclavitud y su desgracia. ¡Cuántos buenos sentimientos brotan de malas acciones a que la bestia nos precipita!
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