Me pregunta alguien si el cristianismo
ha traído alguna mejoría a la humanidad.
Si el hombre ha sido
mejor —en algún sentido: más bueno, más feliz,
más sabio, más santo— después de la venida
de Cristo que antes.
Hay muchos que tendrán la respuesta rápida y segura, en uno u otro
sentido.
La mayoría incrédula asegurará que no;
que en el mejor de los casos podrá hablarse de una influencia
positiva en algunos aspectos, pero nada esencialmente
distinto del influjo que ha traído cualquier genio o reformador
moral, filosófico o espiritual; y eso es lo que fue Jesús, no más.
En el otro rincón, muchos cristianos afirmarán que sí, que
evidentísimamente el cristianismo cambió la faz del mundo; y
sin más trámite pasarán a quejarse del laicismo
anti-cristiano, y la ONU y la constitución
europea que se niega a reconocer las raíces cristianas, etc, etc.
Yo no estoy seguro de la respuesta —y como sabrán, creo, soy cristiano—.
El que me lo pregunta —que no lo es—, tampoco está seguro.
Y no me lo pregunta con ánimo polémico. Más aún: la pregunta le surge
como una posible «objeción» trasladada del ámbito del psicoanálisis:
después de casi un siglo, mucha gente -muchos psicoanalistas, también-
se están preguntando si el psicoánalisis ha cumplido su función
curativa, y ha hecho a sus pacientes más felices o sanos.
Ahora bien —piensa mi amigo—, si este test abre un juicio
contra el psicoanálisis, ¿no cabe abrir un juicio similar
sobre el cristianismo?
Sin preconceptos -en lo posible-
y mirando reposada y atentamente la historia del mundo
¿podemos afirmar que el cristianismo cambió para mejor
a la humanidad ? Y de no ser así, ¿eso no sería una objeción
grave contra el cristianismo? Y no sólo de
la religión en cuanto hecho social, sino en cuanto a su verdad: ¿Sería creíble
que la encarnación del único Dios creador, que muere
y resucita para redimirnos, no provoque un cambio fundamental
y visible en la historia del hombre en este mundo?
Yo no sé.
Tal vez algún lector quiera acercarme opiniones -propias
o ajenas- al respecto. Yo por mi parte trataré de pensar
un poco (no prometo nada). Veamos por lo pronto algunas
respuestas imaginables:
De las dos respuestas polarizadas -acríticas-, no hay mucho que decir.
Al incrédulo hostil sólo podríamos pedirle que no se apresure
con las conclusiones… pero después veremos eso.
Y al cristiano militante podríamos pedirle que ponga un ratito
la cabeza bajo la canilla de agua fría (mientras le aseguramos nuestra
solidario desprecio contra la ONU y el laicismo europeo, y etc ); y después nos sentaríamos
a tratar de discernir con honestidad intelectual -y en confianza, somos
todos cristianos, y ningún laicista progresista nos está escuchando… le diríamos-
si es real esa supuesta mejoría.
Algunas respuestas posibles (que sean buenas o verdaderas,
es otro asunto) se me ocurren que podrían ser :
1. La aparición del cristianismo fue verdaderamente una revolución
moral, espiritual y social. Si pudiéramos vivir unos días en la Roma
del siglo I o en los pueblos bárbaros, veríamos qué abismo nos separa.
El amor como virtud suprema, la fraternidad de todos los hombres,
la gradual abolición de la esclavitud, la reivindicación de la mujer,
el respeto por los niños, la compasión por los débiles, todos son
conquistas de raíz cristianas; ideales impensables sin el cristianismo.
2. El cristianismo fundó lo que se llama la «civilización
occidental», de cuyos valores aún los mismo ateos siguen alimentándose
sin reconocerlo. Y esa misma civilización, con todos sus peros, es
la que marca el paso al mundo. Y todas las conquistas modernas de las que
se afanan los progresistas, la dignidad de la persona humana,
y todo lo que lo rodea, son patrimonio cristiano. La misma noción
de progreso es cristiana -el cristianismo es un «mito» que tiene lugar
en la historia, contrariamente a las mitologías paganas;
el judeo-cristianismo rompe con las cosmologías circulares e inaugura
el tiempo lineal (y el progreso). Y la Encarnación recupera
el interés por lo terreno, contra platonismos y orientalismos que
despreciaban las ciencias experimentales; la ciencia moderna
también es impensable sin el cristianismo.
3. El cristianismo trajo un soplo de Bien puro sobre un mundo
dominado por los demonios. Y el triunfo de Cristo no resulta
desmentido por los ataques redoblados del diablo sobre
la humanidad; justamente, Cristo no vino a traer la paz sino
la espada, espirtualmente hablando; la batalla es ahora más
tremenda que antes. En el plano moral, entonces, no tiene mucho
sentido plantearse si estamos mejor que antes, como si las fuerzas
del mal no tuvieran su propia vida. Ciertamente, el mundo
de hoy no es un paraíso de bondad; pero, si no fuera por el cristianismo,
sería un infierno.
Ninguna de estas respuestas me convence del todo -y la última,
con variantes, recuerda
peligrosamente el razonamiento del curandero de Stevenson.
Igual, supongo que tienen su cuota de verdad.
Pero…
(continuará)