El presidente de la
Conferencia Episcopal Española atribuye a
a San Gregorio de Elvira (+392) la expresión
«la nave de la Iglesia», en cuanto barca, en su obra «De arca Noé».
La asociación del arca con la Iglesia es clara y así la usa San Cipriano, en una aplicación de «sin la Iglesia no hay salvación», contra los cismáticos:
«La esposa de Cristo no puede ser adúltera, inmaculada y pura como es. Quien separándose de la Iglesia, se une a una adúltera, se separa de las promesas de la Iglesia, y no alcanzará los premios de Cristo quien abandona su Iglesia. Éste se convierte en un extraño, un sacrílego y un enemigo. No puede ya tener a Dios por padre quien no tiene a la Iglesia por madre. Si pudo salvarse alguien fuera del arca de Noé, también se salvará quien estuviera fuera de la Iglesia. Quien destruye la paz de Cristo y la concordia, actúa contra Cristo. Y quien recoje en otra parte, fuera de la Iglesia, desparrama la Iglesia de Cristo. Quien no mantiene esta unidad, tampoco tiene la ley de Dios, ni la fe en el Padre y el Hijo, ni la vida y la salvación».
(Sobre la unidad de la Iglesia 6,77)
En la Suma Teológica, refiriéndose a la necesidad del bautismo, dice Santo Tomás:
«La cosa significada es la unidad del cuerpo místico sin la que no puede haber salvación, ya que fuera de la Iglesia no hay salvación, como tampoco la había en tiempo del diluvio fuera del arca de Noé, que significaba la Iglesia».
Juan Pablo II cita a San Agustín en sus comentarios al salmo 92: «San Agustín desarrolla aún más ampliamente el símbolo de los torrentes y de los mares. Como ríos caudalosos de agua, es decir, llenos de Espíritu Santo, los apóstoles ya no tienen miedo y alzan finalmente su voz. Pero, «cuando Cristo comenzó a ser anunciado por tantas voces, el mar comenzó a agitarse». En la consternación del mar del mundo –escribe Agustín– la nave de la Iglesia parecía ondear con miedo, enfrentada a amenazas y persecuciones, pero «el Señor es admirable», «ha caminado sobre el mar y ha aplacado las aguas»
Y hay que tener en cuenta la asociación simbólica del mar con el mundo, tal como aparece en toda la Escritura. Y también en el mismo San Agustín.
La designación de naós para una parte de un templo es anterior a Jesús. (ver).
Por otra parte, creo que son interesantes algunos de estos trabajos porque llevan la cuestión de la planta del templo y los nombres griegos que la designan a Egipto y Grecia, mostrando las diferencias y los consecuentes problemas que plantea el templo y sus parte, tal como lo nombra Jesús según el Nuevo Testamento, por la significación del Templo (para los judíos y para Él mismo) y por la asociación con su Cuerpo, incluso.
Al parecer, los romanos ya llamaban indistintamente naós o navis (naus) a estas partes de los templos, lo cual es una asociación comprensible, fonéticamente…
La asociación del arca con la Iglesia es clara y así la usa San Cipriano, en una aplicación de «sin la Iglesia no hay salvación», contra los cismáticos:
«La esposa de Cristo no puede ser adúltera, inmaculada y pura como es. Quien separándose de la Iglesia, se une a una adúltera, se separa de las promesas de la Iglesia, y no alcanzará los premios de Cristo quien abandona su Iglesia. Éste se convierte en un extraño, un sacrílego y un enemigo. No puede ya tener a Dios por padre quien no tiene a la Iglesia por madre. Si pudo salvarse alguien fuera del arca de Noé, también se salvará quien estuviera fuera de la Iglesia. Quien destruye la paz de Cristo y la concordia, actúa contra Cristo. Y quien recoje en otra parte, fuera de la Iglesia, desparrama la Iglesia de Cristo. Quien no mantiene esta unidad, tampoco tiene la ley de Dios, ni la fe en el Padre y el Hijo, ni la vida y la salvación».
(Sobre la unidad de la Iglesia 6,77)
En la Suma Teológica, refiriéndose a la necesidad del bautismo, dice Santo Tomás:
«La cosa significada es la unidad del cuerpo místico sin la que no puede haber salvación, ya que fuera de la Iglesia no hay salvación, como tampoco la había en tiempo del diluvio fuera del arca de Noé, que significaba la Iglesia».
Juan Pablo II cita a San Agustín en sus comentarios al salmo 92: «San Agustín desarrolla aún más ampliamente el símbolo de los torrentes y de los mares. Como ríos caudalosos de agua, es decir, llenos de Espíritu Santo, los apóstoles ya no tienen miedo y alzan finalmente su voz. Pero, «cuando Cristo comenzó a ser anunciado por tantas voces, el mar comenzó a agitarse». En la consternación del mar del mundo –escribe Agustín– la nave de la Iglesia parecía ondear con miedo, enfrentada a amenazas y persecuciones, pero «el Señor es admirable», «ha caminado sobre el mar y ha aplacado las aguas»
Y hay que tener en cuenta la asociación simbólica del mar con el mundo, tal como aparece en toda la Escritura. Y también en el mismo San Agustín.
La designación de naós para una parte de un templo es anterior a Jesús. (ver).
Por otra parte, creo que son interesantes algunos de estos trabajos porque llevan la cuestión de la planta del templo y los nombres griegos que la designan a Egipto y Grecia, mostrando las diferencias y los consecuentes problemas que plantea el templo y sus parte, tal como lo nombra Jesús según el Nuevo Testamento, por la significación del Templo (para los judíos y para Él mismo) y por la asociación con su Cuerpo, incluso.
Al parecer, los romanos ya llamaban indistintamente naós o navis (naus) a estas partes de los templos, lo cual es una asociación comprensible, fonéticamente…