Dice la noticia que algunas parroquias mexicanas,
desesperando ya de lograr que los feligreses apaguen los
teléfonos celulares, han puesto en la
iglesia un dispositivo que bloquea la señal, con lo cual
nadie puede recibir un llamado durante la misa.
Yo puedo leer con algo de simpatía esta noticia,
odiando como el que más el sonido de los celulares
en la iglesia. Pero … hasta por ahí nomás.
No digo que la medida esté mal, entiendo el problema,
y, según las circunstancias, puede ser lo indicado.
Pero en todo caso, no es para festejar demasiado.
Porque esto, más que una victoria, es
una confesión de derrota. En cierta manera,
es tirar la basura debajo de la alfombra.
Porque de lo que se trata (o se trataba) era de
pelear contra la irrespetuosidad, la falta de sentido
de lo sacro, la incapacidad de los hombres de la ciudad
para desconectarse del mundo y dedicarle unos minutos
a Dios. Con esto, la lucha se termina; nos resignamos,
y nos conformamos con evitar la molestia para el resto.
(No es un tema exclusivamente religioso. Hay muchos otros
ejemplos. Esas rejas bajas con pinches que se colocan en bancos
y rebordes de ventanas y otros sitios de la ciudad, para que
la gente no se siente. Las rejas que se colocan alrededor de los monumentos. Los «reducidores de velocidad» en las calle de pueblo.
Y hasta el pueblo que llama al tirano extranjero
para liberarse del tirano propio).
Mala señal: tenemos que usar la tecnología para luchar contra
la tecnología; renunciamos a educar y a educarnos (beneficio
en primer lugar interior, y en segundo exterior, social).
Entre el tipo que entraba a misa sin apagar el celular (y que,
peor, cuando sonaba no lo apagaba, sino que atendía) y
se ligaba poca o mucha reprobación de la gente; y el que
entra igualmente despreocupado, y no molesta… porque
el celular ha sido bloqueado… ¿quién tiene más posibilidades
de progresar en su sensibilidad social y religiosa? El primero,
yo diría. Con el segundo… tiramos la toalla.
Porque la reverencia es antes que nada algo interior… ¿no?
Si no es así… podríamos traer inventos igualmente efectivos
para aumentar la devoción de los feligreses. Por ejemplo.. a ver…
¿vieron que cuando la gente va a comulgar casi nadie
hace algún tipo de reverencia (inclinación de cabeza),
como debería ser ?
Bueno, acá traigo la solución:
el «Reverenciador«. Esta maravilla de la tecnología, consiste
en una barrera que se adapta -por un sistema de óptica laser-
a la altura de la frente del comulgante: de esa manera,
el cristiano se ve obligado a agachar la cabeza para pasar por
debajo. Con lo cual su parroquia será la más reverente
y devota de toda la ciudad.
En fin. Si yo no estoy muy entusiasmado con estos adminículos
que la tecnología nos regala,
los comentaristas católicos de aciprensa, sí (les juro: leer esos comentarios me dejan mucho más
preocupado sobre el presente de la Iglesia que los panfletos de Pagina 12,
las marchas del orgullo gay, el Codigo Da Vinci y la editorial San Pablo juntos) :
«… magnífica idea. Nuevamente el Espíritu Santo ilumina al Hombre… » …
«no me cabe duda ha sido por inspiración Divina » … «El Señor los siga Bendiciendo con esta clase de INVENTOS«.
Yo, por principio (o por inclinación natural, o por falta de fe, vaya uno a saber)
soy muy reacio a decir que tal o cual cosa «es inspiración del Espíritu
Santo» o «es designio de Dios»… No me animaría a decirlo ni de
la obra de la Madre Teresa de Calcuta, ni tal o cual Concilio,
ni de casi nada. Me parece un poco …atrevido.
Ahora… decirlo de un aparato que bloquea
teléfonos celulares en la iglesia… me parece…. eh… me parece… que
este post está quedando demasiado largo.