La posición de la iglesia respecto al control de la natalidad es la más absolutamente espiritual de todas
sus posiciones, y puesto que todos nosotros
somos materialistas en lo profundo de nuestro corazón,
no debe sorprender que provoque tensiones.
A mí me gustaría que los sacerdotes dejaran
de defenderla aduciendo que el mundo podría
soportar cuarenta mil millones.
Me alegraré el día que digan: «Esto es lo
correcto, queridos hijos; aunque nos pudramos
unos encima de otros, como puede que ocurra. Practiquen
la abstinencia, o prepárense para amontonarse…»
Lo cual -tema particular aparte- me suena en buena sintonía con lo que decía sobre mi insatisfacción
con la militancia católica antiabortista. A mí también
me alegraría que curas y laicos hablaran -mutatis mutandis- así. (Y no, no se trata de izquierdas vs derechas, ni de optimistas vs pesimistas, ni de duros vs blandos. Es otra cosa.) Prepárense
Dice Flannery O’Connor, en una carta de hace 50 años,
medio al pasar, acaso irresponsablemente: