La lengua interior

Me comenta un lector:
Pedazo de ignorante: antes de traer de los pelos un verso de San Juan de la Cruz, podrías mostrarle un poco de respeto preguntándole primero a él mismo su sentido: lo tenés en tu biblioteca y lo tenés en Google. Si te hubieras tomado esa molestia (supongo que no te dieron ganas de hacerlo porque sospechabas el resultado; y no querías resignarte a perder una cita más, de esas que metés sin criterio para afectar la cultura que querrías tener) verías no hay ahí ninguna «gradación». Y sobre todo, te podría haber ahorrado la burrada de confundir la palabra dolencia (que de ahí viene «adolezco») con «dolor». Mejor dedicate a hacer paginitas web, gil. Das «pena».
Bueno; la verdad es que recibo pocos comentarios con correcciones. Y en este tono, ninguno que recuerde (este lo acabo de inventar yo, per codere). Por las dudas, aclaro que me gusta recibirlos (aunque fuera en este tono), y desde ya los agradezco, aun cuando frecuentemente cometa la grosería de no contestarlos.
Con respecto a este… sí, es muy posible que la cita de San Juan haya estado fuera de lugar. De todas maneras, supongo que aunque «dolencia» no sea sinónimo de «dolor», la raíz debe ser la misma (no?).
Y yendo a la interpretación del verso… lo menos que puedo decir es que la esa asociación dolencia-entendimiento pena-voluntad muerte-memoria… si la leyera de otra fuente la juzgaría un delirio sin fundamento. Ahora, dado que la interpretación es del mismo autor, habrá que rumiarlo con más paciencia. (La cuestión de cuán autorizadas o «verdaderas» son las interpretaciones del mismo autor, como las de San Juan acá, es muy interesante, pero no se me ocurrirá meterme ahí).

De paso, y confirmando que nunca viene mal abrir las obras de San Juan de la Cruz (aunque hoy debería haber abierto las de Santa Teresa), abrí medio al azar y cacé al vuelo esto, de las Cautelas para religiosos. Me impresionó la última observación, tan elemental pero tan fácil de olvidar, y que tiene algo que ver con lo que veníamos diciendo.
… ten por averiguado que en los conventos y comunidades nunca ha de faltar algo en qué tropezar, pues nunca faltan demonios que procuren derribar los santos, y Dios lo permite para ejercitarlos y probarlos.
Y, si tú no te guardas, como está dicho, como si no estuvieses en casa, no sabrás ser religioso, aunque más hagas, ni llegar a la santa desnudez y recogimiento, ni librarte de lo daños que hay en esto; porque no lo haciendo así, aunque más buen fin y celo lleves, en uno en otro te cogerá el demonio y harto cogido estás cuando ya das lugar a distraer el alma en algo de ello; y acuérdate de lo que dice el apóstol Santiago: Si alguno piensa que es religioso no refrenando su lengua, la religión de éste vana es (Sant. 1, 26). Lo cual se entiende no menos de la lengua interior que de la exterior.

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