Esperando evangelizar

Un lector ateo (o-algo-así) me comenta que le agrada leer este blog porque -entre otras cosas- soy muy crítico para con mi iglesia. Y más:
«… no tratas de evangelizar, sino de comentar algunos aspectos, positivos o no, de la iglesia o la religión en general.»
Se agradece, y se aprecia.
Pero tengo malas noticias, para el lector —y acaso también para mí—: la verdad es que este blog sí pretende evangelizar. Si me apura, le diría que es la única razón de su existencia.
Y si no lo logra, pues … tal vez estamos haciendo algo mal (por eso le decía…).

«Ay de mí, si no evangelizara!», decía San Pablo.

¿Y qué es evangelizar? Trasmitir la buena noticia, claro está.
Pero, sí, ya sé. Se puede evangelizar de distintas maneras. Y la palabra suele usarse en varios sentidos.

En primer lugar, como sinónimo de apologética: defensa del catolicismo ante los ataques de los de afuera. Y es verdad que uno, por temperamento y por historia personal, no es muy adepto a ese tipo de actividad (sin negar que, en su medida y armoniosamente, tiene su justificación). Y es verdad que, por reacción contra las apologéticas fallutas y contraproducentes, por espíritu de contradicción, por prurito de «señalador de reyes desnudos» (y acaso por quedar bien con los ateos… me dice alguno) me voy del otro lado y llego a pintar con tonos demasiados negros a la cristiandad. Puede ser.

En segundo lugar: la palabra «evangelizar» hoy tiene un sentido aún más bastardeado (culpa de los evangelistas yanquis, supongo), como sinónimo de «propagandista» … que antecede al «vendedor», of course. Y hasta se ha establecido el término dentro de las jerarquías empresariales, y hoy uno, en una reunión de trabajo, corre el riesgo de recibir la tarjeta de un sonriente Chief Technology Evangelist; esa gente que está in the center of the digital universe.

Considerando todo esto, entonces… aquello que decía aquel lector me preocupa algo menos. Pero igual…

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