El bate de oro : XXIII. Lo que vio Renford
La salud de Maese Harvey, de Seymour's, era tan delicada que era absolutamente imprescindible que se incorporase un bollo caliente o más durante el recreo de quince minutos que dividía en dos las clases de la mañana. Al día siguiente de la sesión de práctica entre Trevor y O'Hara, estaba atravesando el patio del junior en dirección a la tienda, cuando oyó una melodiosa voz de tenor que lo llamaba por su nombre. Era Renford. Se detuvo, para permitir que su amigo lo alcanzase , y luego hizo ademán de seguir su camino hacia la tienda. Pero Renford propuso un cambio de planes.
–No vayamos a la tienda –dijo–. Quiero hablarte.
–¿Y no puedes hablar en la tienda?
–No de lo que quiero contarte. Es privado. Vamos a dar una vuelta.
Harvey dudó. Había pocas cosas en la vida que le gustasen más que un poco de cotilleo escolar (tema preferido: escándalos), pero los bollos calientes recién salidos del horno eran una de ellas. Esta vez, empero, decidió alimentar el espíritu a expensas del cuerpo. Aceptó la invitación de Renford.
–¿De qué se trata? –preguntó, mientras avanzaban hacia el campo de rugby–. ¿Qué ha estado pasando?
–Es de lo más excitante –dijo Renford.
–¿Qué hay?
–No debes decírselo a nadie.
–Claro que no. Por supuesto.
–Bueno; hubo una pelea de las gordas, y soy uno de los únicos que sabe algo hasta ahora.
–¿Una pelea? –Harvey comenzaba a interesarse–. ¿Entre quiénes?
Renford hizo una pausa antes de impartir sus novedades, como para enfatizar su importancia.
–Fue entre O'Hara y Rand-Brown –dijo por fin.
–¡Por Júpiter! –dijo Harvey. Entonces penetró en su cerebro la sospecha.
–Mira, Renford –dijo–, si estás tratando de tomarme el pelo...
–De ningún modo, pedazo de asno –replicó Renford indignado–. Es completamente cierto. Lo vi con mis propios ojos.
–Por Júpiter, ¿en serio? ¿Dónde fue? ¿Cuándo? ¿Fue buena? ¿Quién ganó?
–Fue la mejor que vi en mi vida.
–¿Y O'Hara le ganó? Espero que sí. O'Hara es un muy buen tipo.
–Sí. Hicieron seis rounds. Rand-Brown terminó noqueado a mitad del sexto.
–¿Qué? ¿En serio quieres decir que lo noquearon, o sólo arrugó?
–No. Lo noqueó en serio. Estuvo en el suelo un rato largo. Por Júpiter, deberías haberlo visto. O'Hara estuvo increíble en el sexto round. Le entraba por todos lados.
–Cuenta, cuenta –dijo Harvey; y Renford contó.
–Me había levantado temprano –dijo– para dar de comer a los hurones, e iba cruzando el patio del senior hacia las pistas de fives con la comida, cuando vi a O'Hara y Moriarty cerca de la segunda pista. O'Hara sabe todo lo de los hurones, así que no traté de esquivarlos ni nada. Llegué y comencé a decirle algo. Me pareció que al principio no se alegraba mucho de verme. Le pregunté si estaba por jugar a fives. Me dijo que no, y me dijo a qué había ido en realidad. Dijo que él y Rand-Brown habían tenido una discusión y que habían quedado en encontrarse a las cinco en una de las pistas de fives. Por supuesto, apenas oí eso me dieron ganas de ver, así que le dije que si no le molestaba me iba a quedar. Me dijo que no le importaba, si no se lo decía a nadie, así que le dije que no le iba a decir a nadie salvo a ti, y él dijo que estaba bien, y que en ese caso podía quedarme si quería. Así fue como lo vi todo. Bueno, esperamos unos minutos y al cabo apareció Rand-Brown, con ese animal de Merrett, el que está en nuestra residencia, para hacerle de segundo. Era exactamente, sabes, como esos duelos que salen en los libros. Entonces O'Hara dijo que yo era el único que tenía un reloj allí (él y Rand-Brown tenían puestas ropas de rugby, y Merrett y Moriarty no habían traído sus cronómetros), así que podía hacer de árbitro. Yo dije que bueno, y entramos en la segunda pista. Tú sabes, la más grande. Yo me quedé fuera, en los bancos, mirando por el alambrado que está arriba de la puerta, para no estar en el medio cuando empezaran a darse. O'Hara y Rand-Brown se quitaron los blazers y pulóveres y se los tiraron a Moriarty y Merrett, y después Moriarty y Merrett se fueron cada uno a un rincón, y O'Hara y Rand-Brown fueron al centro y se quedaron parados, uno frente al otro. Rand-Brown era mucho más pesado (calculo que unos seis kilos), y además más alto y de brazos más largos. Pero O'Hara parecía en mejor estado. Rand-Brown se veía bastante flojo.
"Canté "¡Tiempo!" a través del alambrado y empezaron de inmediato. O'Hara propuso que se dieran la mano pero Rand-Brown no quiso. Así que empezaron.
"El primer round fue tremendo, muy rápido. Iban y venían por toda la pista. O'Hara era mucho más rápido, y parecía que Rand-Brown no podía cubrir ninguno de sus golpes. Pero pegaba con una potencia de espanto, con trompadas grandes y pesadas, y O'Hara las recibía siempre en la cara. Al final ligó una en la boca que lo volteó. Se levantó en un segundo y ya iba a atacar de nuevo cuando miré el reloj y me di cuenta de que les había dado casi medio minuto de más. Así que grité "¡Tiempo!" y me propuse estar más atento al reloj en el próximo round. Estaba tan excitado viéndolos que me olvidé que supuestamente tenía que controlarles el tiempo. Habían pedido un solo minuto entre los rounds, pero como les había dado medio minuto de más en el primero metí un poco más en el descanso, así que cuando los mandé de nuevo estaban bastante repuestos.
"El segundo round fue muy parecido al primero, y lo mismo el tercero. O'Hara seguía llevándose la peor parte. Lo voltearon tres o cuatro veces más, y una de las veces, cuando había llevado a Rand-Brown contra una de las paredes, tiró un golpe y erró, y se raspó muy feo los nudillos contra la pared. Fue a la mitad del tercer round, y durante lo que quedaba de tiempo Rand-Brown hizo lo que quiso; o sea, durante casi dos minutos. Llevó a O'Hara de aquí para allá a fuerza de golpes. Yo tenía tantas ganas de que ganara O'Hara que estuve tentado de terminarlo antes para darle tiempo de que se recuperase. Pero me pareció que hubiera estado mal, así que les di los tres minutos completos.
"Apenas comenzó el cuarto round me di cuenta de que las cosas iban a cambiar un poco. O'Hara dejó de atacar y lo esperó, y cuando el otro llegaba lo recibía con un contraataque furioso, casi siempre al cuerpo. Al cabo de un rato Rand-Brown empezó a tener más cuidado, y ya no atacaba, así que el cuarto fue el más tranquilo. En el último minuto casi no se pegaron. Lo único que hacían era moverse para buscar el claro. Pero en el quinto O'Hara empezó a ir para adelante. Más o menos a la mitad metió una piña matadora, justo en el plexo, que casi dobló a Rand-Brown por la mitad, y ahí empezó a atacar de nuevo. Al final del round Rand-Brown se veía muy mal. El sexto round fue espléndido. Nunca vi que dos tipos se buscaran así. Fue un solo entrevero, de punta a punta. Y entonces (no llegué a ver cómo, porque fue muy rápido) cuando iba cosa de un minuto y medio, se oyó como un ¡crac!, y lo siguiente que vi era que Rand-Brown estaba en el piso y parecía destruido. Cayó redondo. Tocó el piso con los talones y la cabeza al mismo tiempo.
"Conté los diez al modo profesional, tú sabes, como en el National Sporting Club, y después dije "el ganador es O'Hara". Fue un momento glorioso para mí. Al cabo de otro medio minuto Rand-Brown estaba bien de nuevo, y se levantó y volvió a la residencia con Merrett, y O'Hara y Moriarty salieron hacia Dexter's, y yo les di de comer a los hurones y volví para desayunar.
–Rand-Brown no vino a desayunar –dijo Harvey.
–No. Se metió en la cama. Me pregunto qué va a pasar ahora. ¿Tú qué crees, habrá lío?
–Me parece que no –dijo Harvey–. Nunca arman lío acerca de las peleas, y ninguno de los dos es prefecto, así que no importa si se ponen a pelear. Pero, digo yo...
–¿Qué hay?
–Ojalá –dijo Harvey con una profunda pena en la voz–, ojalá me hubiese tocado a mí dar de comer a los hurones.
–Menos mal que no –dijo Renford, alegre–. No me hubiera perdido esta agarrada por nada del mundo. Hey, ahí va la campana. Más vale que corramos.
Cuando Trevor, esa misma tarde, pasó por Seymour's para ver a Rand-Brown, decidido a desafiarlo a combate mortal, y se encontró con que O'Hara se le había adelantado, debería haber sentido alivio. Pero lo que en realidad sintió fue un enojo sin límites. Le pareció que O'Hara había sobrepasado los límites de la amistad. Estaba muy bien de su parte que se hubiese hecho cargo de saldar la cuenta pendiente con Rand-Brown, para ahorrarle un muy mal cuarto de hora a Trevor, pero Trevor era una de esas personas que se oponen de firme a que los demás se inmiscuyan en sus asuntos privados. Fue en busca de O'Hara y presentó su queja. Dos minutos después, la dorada elocuencia de O'Hara lo había tranquilizado, haciéndole ver el tema desde un punto de vista completamente distinto. Lo que O'Hara le hizo notar fue que el asunto, al fin y al cabo, no se relacionaba con Trevor, sino con el propio O'Hara. Le preguntó: ¿quién habría salido más perjudicado por las maniobras de Rand-Brown en relación con el bate perdido? Bueno, siguió diciendo, entonces ¿quién tenía más derecho a pelear con Rand-Brown? Y Trevor tuvo que confesar que tenía razón.
–Entonces –dijo–, ¿supongo que no tendré que hacer nada al respecto?
–Así es –dijo O'Hara.
–Pero va a ser muy feo ver a ese tipo después de todo esto –dijo Trevor al cabo de un rato–. ¿Te parece probable que se vaya al final del curso?
–Se va esta misma semana –dijo O'Hara–. Es uno de los que Dexter cogió en el sótano, aquella noche. No volverás a ver gran cosa de Rand-Brown.
–Trataré de vivir con ello –dijo Trevor.
–También yo –replicó O'Hara–. Y no creo que a Milton lo apene demasiado.
–No –dijo Trevor–, pero te diré lo que sí lo pondrá enfermo: que te hayas agarrado a Rand-Brown para ti solo. Es algo que le hubiera gustado hacer a él por su cuenta.