El bate de oro : XI. La copa entre residencias
Hasta cierto punto, Barry y sus amigos (o al menos Barry y Drummond) tuvieron el consuelo de que los partidos entre residencias comenzaran inmediatamente después de que fuesen expulsados de su estudio. Excepción hecha del partido contra Ripton, la copa entre residencias era el suceso más importante del curso de Pascua. Ni siquiera el comienzo de la temporada deportiva a principios de abril suscitaba tanto entusiasmo. Había doce residencias en Wrykyn, y se jugaba por el sistema de knocking-out. Bastaba una sola derrota para que una residencia quedara fuera de carrera. Podía jugar todos los "amistosos" que quisiese, pero por bien que jugara ya no podría levantar la copa. De este modo, a menudo sucedía que una residencia débil, tras arañar una victoria ante un rival más poderoso, se sorprendía de hallarse en la semi-final, o incluso en la final. Esto era más raro en rugby que en cricket, porque en rugby normalmente gana el mejor equipo.
Este año, la favorita era Donaldson's, aunque algunos apostaban por Seymour's. Donaldson's tenía a Trevor, cuyo liderazgo valía aun más que su juego. Ninguna otra residencia gozaba de un entrenamiento tan estricto. Si un miembro de Donaldson's estaba en el equipo de la residencia, se lo podía distinguir a simple vista. Si veíais a un tipo comiendo bizcochos de avena en la tienda, mientras miraba con ojo ávido las hileras de bollos y confituras, podíais asegurar sin temor a errar y sin necesidad de más evidencia que se trataba de un donaldsoniano. Los capitanes de las demás residencias acostumbraban a prescribir a sus hombres cierta dosis de autonegación en lo que se refería a la comida, pero Trevor apenas daba a los suyos lo suficiente como para no desfallecer (al menos de las cosas que realmente valía la pena comer). La consecuencia era que Donaldson's se presentaba al campo de juego puro músculo y hueso, y eso era malo para aquellos oponentes que se habían tomado la vida con más pachorra. Además de Trevor estaba Clowes, y habían tenido la mala suerte de no contar a con Paget. Si Paget se hubiese quedado ninguna otra residencia se hubiera atrevido a mirarlos siquiera. Pero con su partida el poderío del equipo se había acercado un poco al nivel de Seymour's.
Algunos incluso pensaban que Seymour's era más fuerte. Milton era el mejor forward de la escuela. Junto a él estaban los wings, Barry y Rand-Brown. Drummond era útil como half, y cinco de los demás tenían colores de primer o de segundo quince. No era un equipo fácil de batir.
Trevor había llegado a esta conclusión enseguida: –Si les ganamos a Seymour's, la copa es nuestra –le dijo a Clowes.
–Habrá que hacer lo mejor que podamos –fue la respuesta de Clowes.
Estaban observando cómo Seymour's acumulaba un score sideral contra un combinado reunido por uno de los profesores. La primera ronda de la competencia había terminado. Donaldson's había derrotado a Templar's, y Seymour's a la Residencia Central. Templar's era bastante mejor que la Central, y Donaldson's los había barrido por un puntaje más alto que lo que había conseguido Seymour's contra los suyos. Pero ni Trevor ni Clowes eran proclives a extraer augurios de este hecho. Seymour's se había tomado las cosas con calma después del descanso; Donaldson's había seguido yendo al frente hasta el final.
–Ahí va el cuarto try de Rand-Brown –dijo Clowes, mientras el wing tres-cuartos del segundo quince se echaba a la carrera y anotaba en una esquina.
–Sí. Éste es el tipo de juego que le conviene. El tipo que lo está marcando no sirve para nada. Barry ha anotado dos, y los dos fueron buenos tries.
–Oh, no cabe duda de que es el mejor –dijo Clowes–. Sólo mencioné que fue el cuarto de Rand-Bworn, como hecho anecdótico.
El juego continuó. Barry anotó su tercero.
–Nos ha tocado Appleby's en la próxima ronda –dijo Trevor–. No tendremos problemas.
–¿Cuándo es?
–El próximo jueves. El sábado es el partido con los Nomads. Luego está Ripton, al sábado siguiente.
–¿Quién les ha tocado a Seymour's?
–Day's. Será un lindo juego. Seymour's debería ganar, pero tendrán que dar todo lo que tengan. Day's tiene algunos buenos.
–Tiene un buen scrum –dijo Clowes–. Sí. Y son rápidos en la apertura, lo cual siempre es bueno. Ojalá derrotaran a Seymour's.
–Oh, no deberíamos preocuparnos por quién gane.
Appleby's no llegó a ofrecer una resistencia seria ante el ataque de Donaldson's. Fueron superados en todos los aspectos, y antes del descanso Donaldson's ya había anotado sus treinta puntos. Era una regla para los partidos internos de la escuela (y una buena regla, además) que cuando un equipo llevaba treinta puntos de ventaja el juego se detenía. Esto evitaba aquellas masacres que tanto hacen por extirpar el rugby del equipo derrotado; e impedía que el equipo ganador se volviese holgazán, porque los incitaba a anotar treinta puntos antes del entretiempo. Había algunas residencias, casos extremos de flojera, que podían pasar un par de temporadas sin jugar un solo segundo tiempo.
Luego de arrasar con los hombres de Appleby, el equipo de Donaldson corrió en masa al otro partido, para ver cómo le estaba yendo a Seymour's con Day's. Saltaba a la vista que era un juego interesante. El primer tiempo había sido acompañado por una gritería constante desde las cuerdas. Aunque llegaba tan temprano en la competencia, se trataba en realidad de la semifinal, puesto que el equipo que ganase tenía el pase casi asegurado a la final. La escuela había acudido multitudinariamente a presenciar el partido.
–Seymour parece hastiado de la vida –dijo Clowes–. Da la impresión de que a sus muchachos no les va del todo bien.
–¿Cómo va? –preguntó Trevor a un aficionado con gorro de Seymour's, el rostro colorado de tanto gritar.
–Un gol cada uno –replicó el aficionado, con voz ronca–. ¿Le ganaron a Appleby's?
–Sí. Treinta puntos antes del entretiempo. ¿Quién ha estado marcando aquí?
–Milton entró para nosotros. Pasó derecho hasta el touch. Hemos estado apretando todo el rato. Barry pudo pasar una vez, pero lo agarraron. Hey, aquí van de nuevo. ¡Fuerza, Sey-mour's!
La voz se le quebró en el agudo y tuvo que comerse una enorme tableta de chocolate como remedio para la ronquera.
–¿Quién anotó para Day's? –preguntó Clowes.
–Strachan. Rand-Brown lo dejó pasar desde su veinticinco. Rand-Brown es de lo más apestoso que he visto. Se le caen los pases, y Strachan lo pasa cada vez que quiere.
–¿Strachan está jugando en el wing?
Strachan era el full-back del primer quince.
–Sí. Pusieron al joven Bassett al fondo en su lugar. Sey-mour's. Fuerza, Seymour's. ¡Bien! ¿Vieron eso? ¿Alguna vez vieron algo así? –su voz volvió a quebrarse con el disgusto.
El seymourita que jugaba al centro, junto a Rand-Brown, había llegado hasta el back y soltado el pase para su wing, como hacen los buenos centros. Era un pase perfecto, salvo por ir más a la cabeza que al pecho. Nadie que tenga pretensiones de jugar más o menos bien la hubiese dejado escapar. Rand-Brown, sin embargo, lo logró. La pelota dio contra sus manos y rebotó hacia adelante. El árbitro hizo sonar su silbato convocando un scrum: se había perdido un try seguro.
En el scrum, los forwards de Seymour's se abrieron hacia la línea de gol, donde los recibió Bassett. Un minuto después la defensa había sido perforada y Drummond apoyaba la pelota una yarda detrás de la línea. Junto a Clowes, el aficionado consumió las últimas reliquias de su voz conmemorando el hecho de que su equipo llevaba la delantera.
–Drummond será bueno el año que viene –dijo Trevor. Y tomó nota mentalmente de decir a Allardyce, que el año que viene lo sucedería en la capitanía del rugby de la escuela, que tuviese un ojo puesto en el jugador de marras.
El triunfo de los seymouritas no duró mucho. Milton no logró convertir el try de Drummond. Barry consiguió la pelota tras el drop-out desde el veinticinco y la punteó hacia el touch. La salida no fue muy recta, de modo que se formó un scrum. La pelota salió hacia los halves de Day's y llegó hasta Strachan. Rand-Brown dudó, y luego intentó un inútil salto hacia el cuello del hombre del primer quince. Strachan lo desvió con facilidad y siguió corriendo. El full-back de Seymour's, que no era gran cosa, no pudo cruzarse a tiempo. Strachan corrió por detrás de los postes, el kick tuvo éxito, y ahora Day's ganaba por dos.
Luego el juego se desarrolló en el campo de Day's. Cinco minutos antes del final, Drummond recuperó la pelota de un scrum cerca de la línea, y en vez de pasarla a sus centros la cedió en el wing a Barry, que se coló cerca del corner. Esto dio a Seymour's un exiguo punto de ventaja, y así siguió el partido hasta el pitazo final.
Milton regresó a las residencias con Clowes y Trevor. No podía hablar de otra cosa que del encuentro, y sobre todo de la iniquidad de Rand-Brown. –Le dije de todo en la cancha –dijo–. No es algo que haga a menudo, pero ¿qué otra cosa se puede hacer con un tipo que juega así? Por su culpa nos perdimos tres tries cantados.
–¿En qué momento le propinaste tu reprimenda? –quiso saber Clowes.
–Cuando dejó pasar a Strachan la segunda vez, en el segundo tiempo. Le pregunté por qué cuernos insistía en tratar de jugar al rugby. Le dije que lo suyo era uno de esos clubes de pisaverdes. No fue gran cosa, pero es que estaba harto. Es hartante que te hagan esto cuando has estado apretando todo el rato y deberías estar metiendo tantos cada dos minutos.
–¿Y qué tuvo para alegar? –preguntó Clowes.
–Oh, se quejó un poco, hasta que le dije que lo tomaría a patadas si decía una palabra más. Entonces se calló.
–Deberías haberlo pateado. No puedes desaprovechar ni una sola oportunidad de practicar la patada. Nunca vi nada tan flojo como ese tiro tuyo después del try de Drummond.
–Me gustaría ver cómo le dabas tú a un tiro así. Estaba casi en la línea del touch. De todos modos, cuando juguemos con vosotros, no hará falta que convirtamos los tries. Podemos sacaros los treinta puntos sin eso. ¿No queréis darlo de baja?
–En realidad –dijo Clowes, confiado–, tenía pensado anotar siete tries yo solo. Cuando haya terminado con vosotros, lamentaréis haberos presentado.