El bate de oro : XVI. El partido contra Ripton

En relación con los partidos entre Ripton y Wrykyn, es curioso constatar el siguiente hecho: que los de Ripton siempre parecían ser más grandes. Siempre tenían unos forwards gigantescos, con el aspecto de ser capaces de hacer un hueco en una pirámide empujando. Es posible que a los ojos de los wrykinianos se vieran más grandes de lo que en realidad eran. La gente no parece tan grande cuando uno se ha acostumbrado a verla. Nadie en la escuela, por ejemplo, veía a Milton como a alguien particularmente corpulento para ser forward de una escuela, y sin embargo ese día estaba tras o cuatro kilos por encima de cualquier otro de los ocupantes del campo. Pero en conjunto el pack de Ripton era mucho más pesado que sus rivales. Corría entre los cursos inferiores de Wrykyn la leyenda de que en Ripton los dejaban quedarse hasta los veinticinco años sólo para que jugaran al rugby. Es difícil que esto tuviese sustento en la realidad. Muy pocas leyendas de los cursos inferiores lo tienen.

Jevons, capitán de Ripton, había jugado ya durante tres temporadas contra Trevor (era tres-cuartos de centro izquierda), y se habían convertido en amigos íntimos. Trevor había ido con Milton y Allardyce a recibir al equipo en la estación, y los escoltaron hacia la escuela.

–¿Y cómo os ha ido, desde las Navidades? –preguntó Jevons.

–Bastante bien. Sabes que perdimos a Paget, ¿no?

–Era ese tipo rápido del wing, ¿no?

–Sí.

–Bueno, nosotros también hemos perdido a uno.

–Sí, claro, el forward pelirrojo, lo recuerdo.

–Eso debería dejarnos bastante parejos. ¿Cómo está el terreno?

–Algo resbaladizo, supongo. Anoche tuvimos un poco de lluvia.

El terreno estaba algo resbaladizo. Lo mismo que la pelota. Cuando Milton pateó la largada, contra pendiente y con el poco viento que tenía a favor, los outsides de los dos equipos descubrieron que les resultaba difícil retenerla. Jevons la capturó en su veinticinco y la dejó caer. Se formó el primer scrum en el corazón del campo enemigo.

Un rugido profundo y en aumento, llegado de ambos lados de la cancha, saludó la ventaja de la escuela. Pocas veces cesó del todo mientras duró el juego: el sonido monótono pero impresionante de quinientas voces gritando la misma palabra. Valía la pena oírlo. A veces el sonido dejaba de ser parejo para dar lugar a un crescendo excitado cuando un tres-cuartos local se escapaba, o cuando el back de la escuela detenía un ataque en un alarde de técnica defensiva. A veces el griterío se transformaba en un aplauso, cuando la escuela era atacada y alguno alcanzaba el touch con una patada larga. Pero el ocupante de las cuerdas rugía, firme e incesantemente, y con toda la fuerza de sus pulmones, una sola palabra: "¡Wrykyn!".

Fue un scrum largo. Los forwards empujaron y forcejearon durante dos minutos completos, ora de un lado, ora del otro, ganando unas pocas pulgadas. El pack de Wrykyn apretaba cuanto podía, pero resultaba evidente que el oponente era más pesado. Ripton tenía la pelota y la iba a conservar. Su idea era abrirse camino con ella, e ir al rush. Entonces, de pronto, uno de sus forwards pateó el balón, y en ese preciso instante cedió la resistencia del pack de Wrykyn y el scrum se rompió. La pelota salió del lado de Wrykyn, y Allardyce la lanzó en dirección de Deacon, que estaba de half con él.

–¡Salió! –gritó el half de Ripton que llevaba el scrum–. Abrirse. Salió.

Y su colega de la izquierda voló para detener a Trevor, que había recibido el pase de Deacon y venía corriendo por la derecha.

La carrera de Trevor fue espléndida. Una vez que se soltaba, era un tres-cuartos muy difícil de parar. Jevons y el half de Ripton lo alcanzaron casi al mismo tiempo, y cada uno de ellos aflojó el paso durante una fracción de segundo, para dejar que el otro tacleara. Mientras dudaban, Trevor los pasó. Había aprendido hacía mucho que, una vez arrancado, lo que verdaderamente daba rédito era seguir adelante.

Vio que Rand-Brown venía a recibir el pase, así que cuando llegó al back le envió la pelota a la altura de la cintura. Entonces lo alcanzó el back y cayó con un golpe sordo, pero llegó a tener una visión, por el rabillo del ojo, de cómo la pelota rebotaba en las manos del wing tres-cuartos y salía por el touch. Rand-Brown había arruinado el pase con su técnica de costumbre y se había perdido un try hecho.

El juez de línea corrió flameando su bandera, pero el árbitro tenía otro punto de vista.

Knock on, dentro –dijo–; scrum aquí.

"Aquí", según notó Trevor con disgusto infinito, era a unas tres yardas de la línea de gol. Con que Rand-Brown sólo hubiese tomado el pase podría haber anotado.

Los forwards de Ripton comenzaban ahora a amigarse con sus pies, y se llevaron el scrum por delante. Un guerrero de aspecto truculento, con uno de esos protectores que se atan con correas debajo del mentón y que aumentan en un cincuenta por ciento la ferocidad del aspecto de un forward, se abrió camino con la pelota a sus pies y cruzó todo el terreno, con el pack pegado a sus talones. Trevor llegó demasiado tarde para detener el rush, que había llegado hasta el touch-line derecho, y el peligro fue inminente hasta que Strachan cayó sobre el balón, en el veinticinco de Wrykyn.

Pero la escuela todavía lo estaba pasando mal. El enemigo presionaba con ardor, y la menor combinación entre sus tres-cuartos terminaría en try casi con seguridad. Por suerte, Allardyce y Deacon eran una pareja de halves mejor que la que les había tocado marcar. Además, los forwards de Ripton empujaban sin velocidad, y Allardyce por lo general llegaba a enterrar a su hombre en el barro antes de que pudiese pasar.

Se disponía a atorar a su oponente por décima vez cuando resbaló. Al salir la pelota, estaba en cuatro patas, y el exponente de Ripton, comprobando con suma satisfacción que no había sido tacleado, arrojó la pelota hacia la izquierda, por donde rondaba un wing tres-cuartos.

Era el tipo que le tocaba marcar a Rand-Brown, y una vez más el sustituto de Barry demostró de qué madera estaban hechas sus dotes de tacleador. Luego de su momento de duda acostumbrado, se lanzó al cuello del riptoniano. El riptoniano lo desvió de un modo que recordaba los días de gloria del viejo Premio del Ring (el handing-off era siempre un poco vigoroso en el partido Ripton vs. Wrykyn) y pasó sobre la línea final derca del rincón.

En las touch-lines se hizo presente la angustia. Trevor parecía rabioso, pero no hizo comentarios. El equipo se alineó en silencio.

Hace falta una muy buena patada para convertir un try desde la línea. El tiro de Jevon fue bastante largo, pero no llegó. Ripton ganaba por un try a cero.

Hubo unos cuantos scrums más cerca de la línea central y un buen intento de drop por parte del back de Ripton, y llegó el descanso, si que se modificase el marcador.

Durante el intervalo se repartieron limones. Nada mejor que un limón durante el descanso. Refresca la boca, apaga la sed, estimula el deseo de ir a por ellos otra vez, y mejora el juego.

Es posible que el equipo de Wrykyn haya elegido mejor sus limones en esa ocasión; lo cierto es que apenas se reinició el partido Clowes corrió todo el campo de juego, esquivó a los tres-cuartos, punteó la pelota por sobre la cabeza del back y anotó un try verdaderamente brillante, del tipo que Paget había sabido anotar durante el curso pasado. El ocupante del touch-line se encendió de modo extraordinario y comenzó a tratar de calcular el resultado final, sobre la base de que, puesto que se había anotado el try durante los primeros dos minutos, se anotarían diez en los veinte minutos siguientes, etcétera.

Pero estos cálculos se apoyaban en premisas falsas. Luego de que Strachan no llegara a convertir, el partido continuó con un try por bando, y el juego se asentó en el medio: ninguno pudo ya penetrar la defensa del otro. Jevons escapó una vez para Ripton, pero Trevor lo bajó sin inconvenientes, y una vez Rand-Brown dejó pasar a su hombre, igual que antes, pero allí estaba Strachan esperándolo y el esfuerzo quedó en la nada. Del lado de Wrykyn lo único que se hacía era taclear. Los forwards eran derrotados una y otra vez por el pack más pesado, y rara vez sacaban la pelota. Allardyce interceptó un pase cuando quedaban unos diez minutos de juego y llegó hasta el back. Pero el back, que era un hombre hábil y con tres temporadas de experiencia en el equipo, lo derribó científicamente antes de que pudiese alcanzar la línea.

En resumen, parecía que el juego se encaminaba a un empate. La defensa de Wrykyn (con la excepción de Rand-Brown) era demasiado buena como para que la penetrasen, mientras que los forwards de Ripton, al ganar siempre la pelota en el scrum, no dejaba atacar a su adversario. Faltaban cinco minutos cuando el centro tres-cuartos derecho de Ripton, que trató de puntear hacia el wing, pifió la patada y envió la pelota directamente a las manos del colega de Trevor en el centro. Antes de que su marca pudiese llegar se había escurrido, con Trevor detrás. El back, como corresponde, viendo que venían hacia él dos hombres, fue a por el que tenía la pelota. Pero para cuando lo hubo volteado la pelota ya no estaba allí. La tenía Trevor, que iba corriendo entre los postes.

Esta vez Strachan anotó los dos puntos extra sin dificultad.

Ripton dio lo mejor de sí durante los minutos restantes pero sin resultados. El juego terminó con Wrykyn un gol arriba: un gol y un try contra un try. Por segunda vez en la temporada el partido contra Ripton terminaba en victoria, algo que sucedía muy de vez en cuando.

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La sala senior de Seymour's festejó a lo grande esa noche. Una nube de cojines voladores oscurecía el cielo, y el ocasional bromista que apagaba el gas lo ponía más oscuro todavía. Milton había salido, porque había ido a la cena que seguía al partido con Ripton, y quien quedaba al mando de la residencia en ausencia suya era Mill. Y la sala senior no guardaba ningún tipo de respeto hacia Mill.

Barry se unió al regocijo lo mejor que pudo con su tobillo torcido, pero no se sentía feliz. Todavía sufría la decepción por no estar en el primer quince.

A eso de las ocho, cuando las cosas se estaban poniendo verdaderamente animadas y parecía que el ruido en cualquier momento iba a hacer estallar la ventana, la puerta se abrió de golpe y entró Milton.

–¿Qué está pasando aquí? –preguntó–. Terminen ya.

De hecho, los revoltosos habían terminado en cuando él había entrado.

–¿Está Barry aquí? –preguntó.

–Sí –dijo aquel joven.

–Felicitaciones, Barry, estás en el primero. Acabamos de tener una reunión y te dimos colores. Trevor me pidió que te lo dijera.


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