Cuentos escolares : El extra de Jackson

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El extra de Jackson (La historia de cómo Wrykyn derrotó a Ripton en cricket) (Jackson's Extra (The story of How Wrykyn Beat Ripton at Cricket))

Cuento. Publicado por primera vez en Royal Magazine, junio de 1904; reimpreso en Tales of Wrykyn and Elsewhere y en Plum Stones.

Traducción: Diego Seguí, 2008.

Jackson es por el momento el bateador estrella de Wrykyn, pero su inconsciencia lo ha llevado a quedar de extra el día del partido decisivo. Es necesario recurrir a los poderes superiores para salir del paso.

Éste es otro episodio de la eterna historia de enfrentamientos entre Wrykyn y Ripton. Aparece aquí O'Hara el irlandés, que en El bate de oro (publicado por entregas unos meses antes) ya se había encargado de sacar de problemas a Harvey y Renford y de meter en ellos a Trevor.

El Jackson que protagoniza la historia ya había hecho su debut el año anterior en The Deserter, donde también era O'Hara quien lo sacaba de líos. Fuera de allí, sólo vemos apariciones fugaces en historias como Shields' y la copa de cricket. No debe confundirse con el gran Mike Jackson, compañero de Psmith, que no nacería hasta tres años después. Mike va a Wain's, y el nuestro a Spence's, y es muy difícil conjugar lo poco que se dice de su carrera deportiva con el recuento detallado que tenemos del progreso de Mike. Sin embargo, son demasiado similares: ambos son ases del bate pero tienen problemas de conducta que interfieren con su juego. Podría haberse tratado de la historia de uno de los varios hermanos adultos de Mike Jackson que descollaron en el cricket, pero las fechas no cierran, porque aquéllos debieron ser muy anteriores a la época de O'Hara. Como demuestra este mismo cuento, hubo muchos Jackson en la escuela (y en Monopolio de versos hay aun otro más, en Dexter's). Hay que ver el cuento, en todo caso, como un primer ensayo de un personaje que más tarde daría grandes satisfacciones.

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El extra de Jackson (La historia de cómo Wrykyn derrotó a Ripton en cricket)

El partido contra Ripton se había pactado para el dos de julio, en campo de Ripton.

Este año, la escuela de Wrykyn estaba más ansiosa que de costumbre por derrotar a Ripton. Wrykyn jugaba contra cinco escuelas al rugby, y contra cuatro al cricket, y en ambos juegos una victoria sobre Ripton compensaba dos derrotas en otros juegos.

Todas las public schools*Un internado pago para estudios secundarios. que mantienen un calendario fijo año tras año terminan por considerar un partido en particular como "el partido a ganar". A veces esto sucede porque la otra escuela ha tenido una larga seguidilla de victorias, o tal vez porque ninguna de las dos ha podido sacar mucha ventaja sobre la otra en cuanto a partidos ganados, sino que se pierde y gana alternadamente.

Ése era el caso entre Wrykyn y Ripton.

El último año Ripton había ganado por once carreras. El anterior, había sido Wrykyn quien saliera victorioso por dos wickets. Tres años atrás el partido había terminado empatado. Y así hasta el Diluvio.

Además, Wrykyn tenía otra razón para querer ganar este año. Una victoria sobre Ripton cerraría una temporada record, pues cada una de las otras tres escuelas había sido derrotada, y también el MCC*Marylebone Cricket Club. y los Ex-Wrykynianos. Wrykyn nunca había ganado estos dos juegos y todos los partidos contra escuelas juntos. Había vencido dos veces a las escuelas y a los ex-alumnos, sólo para caer ante lo que era prácticamente una selección del condado enviada por el MCC. Ésta era la pega de tener una temporada exitosa: mientras más partidos ganaba una escuela, más fuerte era el equipo que enviaban desde Lord's*El estadio de cricket del MCC, en Londres..

Este año, sin embargo, ese partido había llegado temprano, antes de que se divulgase la noticia del poderío de la escuela, y Wrykyn, tras despachar a los visitantes antes del almuerzo por noventa y siete, había pasado una tarde muy agradable anotando trescientos con seis wickets.

Fue en esa ocasión que Jackson, de Spence's, mostró la primera señal de lo que iba a hacer durante la temporada. Hizo ciento dieciocho sin cometer un solo error. Una semana después anotó cincuenta y cuatro contra los Emeriti; y después de eso su carrera, con la sola excepción de dos innings*Turno de bateo. de tres y cero respectivamente, había consistido en una serie de triunfos. Wrykyn se frotaba las manos y se preguntaba qué sucedería contra Ripton. Ahora bien: Jackson, aparte de lo que podía hacer en cricket, no brillaba demasiado en la escuela. Era uno de esos idiotas alegres que no tienen un átomo de prudencia en su composición.

Si algo lo aburría, no podía evitar demostrarlo. No dudaba en buscar de inmediato algún modo de divertirse. El trabajo de clase siempre lo aburría, de modo que Jackson se convirtió en el inventor de una serie de ingeniosos métodos para pasar el tiempo.

Por suerte para él, Mr. Spence (que era el maestro de su clase y también de su residencia) era el profesor encargado del cricket de la escuela. Así que, en casos en que otros maestros lo hubiesen dejado de extra*Clase que se toma por la tarde, fuera del horario ordinario, como castigo por mala conducta. en las tardes libres, Mr. Spence, que no quería privar al equipo de su mejor hombre, solía darle versos para copiar. Jackson los escribía durante el prep*Horario de estudio, normalmente por la tarde. esa misma tarde y todo era paz y tranquilidad.

Pero, por desgracia, el cuerpo de profesores no estaba compuesto solamente por maestros como Mr. Spence.

Había otros.

Y, con mucho, el peor de estos otros era Mr. Dexter.

Jackson no veía mucho a Mr. Dexter, pues no estaba ni en su residencia ni en su clase. Pero una vez lo vio. Y esto fue lo que sucedió.

El partido contra Ripton, como hemos dicho, estaba fijado para el dos de julio. La tarde del treinta de junio el capitán de cricket, Henfrey de Day's, encontró a Jackson camino de las nets*Área de práctica de cricket..

–Ah, Henfrey, una cosa –comentó Jackson como si lo que estaba por decir fuese nada fuera de lo común–. No voy a poder jugar el sábado.

–Trata de no ser más imbécil de lo necesario –solicitó Henfrey–. Ve a ponerte los pads.

–No es broma. Tengo que quedar de extra.

Si le hubieseis dicho a Henfrey que el Banco de Inglaterra acababa de quebrar sólo hubiese respondido "¡Oh!"

Si le hubieseis dicho que el país estaba al borde de una guerra hubiese replicado: "¿En serio? Pásame más tarde ese diario". Pero decidle, la noche anterior al partido contra Ripton, que su mejor bateador tiene que quedar en extra, y habréis captado verdaderamente su atención.

–¡Qué! –aulló.

–Lo siento –dijo Jackson.

–¿Quién te puso en extra?

–Dexter.

–¿Por qué?

–Por armar lío en clase de francés.

–Idiota, ¡cómo vas a ponerte a armar lío!

–¿Y qué otra cosa se puede hacer en francés? –preguntó Jackson.

–Sigue –dijo Henfrey esforzándose por mantener la calma–, cuéntame al menos cómo fue.

Y Jackson lo hizo.

–Por alguna razón –comenzó–, el viejo Gaudinois no pudo aparecer hoy; tenía fatiga mental o algo así.

M. Gaudinois era el profesor al que el Quinto Superior, la clase donde estaba Jackson, solía acudir dos veces por semana para clases de francés.

–¿Y bien? –dijo Henfrey.

–Y bueno, que me cuelguen si el Viejo no mandó a Dexter a hacerse cargo del francés del Quinto Superior. Es una canallada, sabes, mandar a un tipo como ése. Ya sabes cómo es Dexter. Te cae encima por cualquier cosa que hagas. Agarrarte con algo es para él el equivalente de pasar ocho horas en la playa. Detesto a los tipos así. No me molesta que sean estrictos; pero Dexter no juega limpio.

–Bueno, ¡no te distraigas! –dijo Henfrey, impaciente–; no estés toda la noche. Lo sé todo sobre Dexter. ¿Qué pasó?

El joven prosiguió con el tono herido de quien siente que se ha abusado ignominiosamente de él.

He aquí el núcleo de su historia:

Desde su más tierna infancia había tenido el hábito de considerar las clases de francés como dos horas semanales especialmente dedicadas a la diversión pura. Su conducta en la clase común era perfecta, comparada con lo que hacía en la de francés.

–Y de algún modo no se me ocurrió –dijo– que no se puede armar lío con Dexter como se puede armar lío con Gaudinois. Por así decirlo, siempre me pareció que tenía derecho a armarlo. Pero los otros chicos de la clase se quedaron quietos cuando vieron a Dexter y dejaron la jarana para la tarde. Supongo que fue por eso que me vio a mí en particular.

Tal había sido, efectivamente, el caso. La conducta ejemplar de aquéllos había servido de telón de fondo para Jackson. Su comportamiento, que en un aula caótica hubiese pasado desapercibido, se hizo ahora tan evidente que, exactamente un cuarto de hora después de su ingreso, fue enviado fuera del aula y pasó el resto de la escuela vespertina en el pasillo.

Hasta allí todo bien. No era una novedad para él que lo enviaran fuera del aula. De hecho, había llegado a considerar el ser expulsado como el fin legítimo de su diversión de la tarde, y por regla general llevaba un libro para leer en el pasillo. Una humilde disculpa ante M. Gaudinois a las cuatro en punto siempre lo dejaba en libertad.

Pero con Mr. Dexter era distinto. Las disculpas no servían. Intentó una, pero no obtuvo otra cosa que un rechazo severo. Ahora quedaba claro que la cosa iba en serio.

Una de las peculiaridades de Mr. Dexter era que, aunque casi siempre que hallaba en falta a un alumno lo hacía quedar de extra (lo cual significaba quedarse castigado entre las dos y las cuatro de la tarde del siguiente día libre trabajando en el aula), nunca le permitía conocer su destino. Con refinada crueldad lo dejaba permanecer en la esperanza de que sus pecados le habían sido perdonados hasta que, la tarde anterior al día libre, el portero copiaba del libro de lecciones extra los nombres de las víctimas y los pegaba fuera de la Tienda de la escuela.

Jackson, por lo tanto, y aunque Mr. Dexter no le había dicho una sola palabra al respecto, tenía casi la certeza de que estaría en la "lista negra" del sábado siguiente, y por lo tanto no podría ir con el resto del equipo a Ripton.

Henfrey, tras oír la historia, se explayó de modo amargo y con referencias personales sobre el tema de los lunáticos que hacían el imbécil en la escuela y ocasionaban la derrota ante Ripton quedándose de extra el día del partido.

Ya terminaba sus brillantes e iluminadores comentarios acerca del carácter de Jackson cuando asomó otro miembro del once, O'Hara de Dexter's.

–¿Qué está pasando? –inquirió.

Como su nombre sugiere, O'Hara era un muchacho irlandés. En materia de travesuras se parecía a Jackson, pero con la diferencia de que, mientras que este último a veces se metía en problemas, O'Hara nunca caía. Tenía un don maravilloso para escapar de todo daño, y una reputación notable por ayudar a otra gente a hacer lo mismo.

Cinco años de guerrilla constante contra Dexter, que tenía de su residencia el mismo concepto que un guardián tiene de una banda de convictos y los trataba del modo correspondiente, lo habían convertido en un joven de recursos sin límites. Henfrey partió a batear en las nets, y dejó que Jackson contase otra vez sus penas a O'Hara.

–Ya ves cómo es –concluyó Jackson–: todavía no ha dicho nada al respecto, pero sé que tiene la intención de meterme de extra.

–Dexter siempre hace eso –dijo O'Hara–. Conozco a ese tipo. No hay cómo esquivarlo, una vez que le has mostrado un punto flaco. ¿Supongo que ya trataste de pedir disculpas?

–Sí. No sirvió para nada. Te digo, es una porquería. Gaudinois siempre acepta las disculpas.

–Bueno, ya trataré de pensar en algo. Tiene que haber alguna salida. Yo he estado en situaciones mucho más difíciles.

Jackson partió muy aliviado. Sentía que sus asuntos quedaban en manos de un experto.

Luego de unos innings en las nets O'Hara se dirigió al departamento del portero. Quería ver si los temores de Jackson se habían hecho realidad. El portero no opuso resistencia a que inspeccionase el libro de extras. El viejo Bates siempre estaba dispuesto a complacer a O'Hara.

O'Hara pasó las páginas hasta llegar a la entrada "Sábado, 2 de Julio". Uno de los primeros ítems era: "Jackson. Mala conducta grave. R. Dexter". Agradeció a Bates, cerró el libro y se encaminó pensativo de regreso a su residencia.

–¿Y bien? –preguntó Jackson cuando se encontraron, a la mañana siguiente.

–¿Te ha dicho ya Dexter algo? –dijo O'Hara.

–Ni una palabra. Pero eso no significa nada.

–Significa muchísimo. Creo que ya lo tengo.

–¡Bien hecho! ¿De qué se trata?

–No puedo decírtelo. Ojalá pudiera. Te haría mucha gracia. Pero la idea es que, si después te preguntan, puedas decir que no sabías nada del tema. De todos modos ven con el equipo mañana.

–Pero ¿y si sale mi nombre para el extra?

–Eso ya está arreglado. No te preocupes.

–Pero, oye, tú sabes... –Faltar al extra era una hazaña con la que jamás se hubiese atrevido a soñar siquiera–. Se va a armar una tremenda.

–Ya lo he tenido en cuenta. Lo que tienes que hacer es mantenerte alejado hoy de Dexter e ir a Ripton mañana. Te doy mi palabra de que todo irá de perlas.

Jackson respiró profundamente, mantuvo un breve enfrentamiento con su timidez, y tomó su decisión.

–¡Está bien! –dijo–. Lo haré.

–¡Así me gusta! –dijo O'Hara–. Ahora, hay otra cosa. ¿Qué darías por no quedarte de extra mañana? Oh, no es para mí, sabes, sino gastos de representación. ¿Darías media corona?

–¡Media corona! ¡Ya lo creo! Sin pensarlo.

–Suéltala, entonces.

–Pero al menos podrías decirme de qué se trata –se quejó Jackson mientras extraía la moneda–. Detesto los misterios.

Pero O'Hara no dijo una palabra. Comparadas con él, las tumbas resultaban parlanchinas.

Esa tarde se colgó la lista de lecciones extra, con el nombre de Jackson en ella; y a las 8:30 de la mañana siguiente el equipo de Wrykyn, con Jackson en él, partió rumbo a Ripton.

Cada vez que Wrykyn jugaba lejos de casa se enviaban dos telegramas a la escuela, uno durante el recreo del almuerzo y otro cuando terminaba el partido. El primero de estos telegramas decía:

"Ripton, uno-seis-ocho por cinco. Almuerzo."

¡Ciento sesenta y ocho por cinco wickets! Era un buen comienzo. La escuela tuvo la sensación de que el equipo de Wrykyn tendría que dar todo de sí cuando le llegara el turno de batear.

A las siete en punto Mr. Dexter, que regresaba a su residencia para la cena, entró a la Tienda de la escuela para comprar algunas pelotas de fives*Juego similar al frontón.. Los fives su único pasatiempo.

Mientras esperaba a que lo atendiesen, su mirada fue atraída por dos telegramas clavados en la madera, sobre el mostrador. El primero era el que había sido enviado en el recreo del almuerzo.

El otro era el que había causado tanta conmoción en Wrykyn. También causó una considerable conmoción en el espíritu de Mr. Dexter. Se debía a una mezcla de rabia, sorpresa e incredulidad.

Éste era el telegrama:

"Ripton 219, Wrykyn 221 por 2. Trevor 52; Henfrey 20; Jackson 103 no*Not out, es decir, que no ha perdido su wicket.; O'Hara 41 no."

¡Sólo eso! ¡Nada más!

Mr. Dexter, tras asegurarse con una segunda inspección de que no estaba equivocado, fue directamente a ver al Director.

–Puse a Jackson en clase extra esta tarde, y no fue. –Ésta fue la esencia de un discurso bastante más largo.

–Pero, Mr. Dexter –dijo el Director–, creo que está usted equivocado. Jackson estuvo en la lección extra de hoy; yo mismo lo vi.

–¿Jackson el del equipo de cricket?

–Me refería a un muchacho más joven, W.P. Jackson, que está en su residencia. ¿No fue él el que usted me envió para la lección extra?

Una sombra cayó sobre el rostro de Mr. Dexter. Al igual que el famoso M.P., "olió gato encerrado; lo vio flotando en el aire"*Cita del periódico All the Year Round (de Charles Dickens)..

–Esto ha sido un truco –dijo–. Voy a ver a Jackson.

Vio a Jackson; es decir, a W.P. Jackson; catorce años; fag*Estudiante de los cursos inferiores que hace de sirviente para otro de los cursos superiores. común y corriente; señas particulares, ninguna.

–¿Qué es esto que oigo, Jackson? –dijo.

Jackson quedó con la boca abierta.

–¿Asistió usted a clase extra esta tarde?

–Sí, señor.

–¿Quién le dijo que fuera?

–Con su perdón, señor, vi mi nombre en la lista.

–Pero usted sabía que no había hecho nada para merecerlo.

–Con su perdón, señor, pensé que tal vez lo había hecho.

Tan cierto era esto (el fag promedio de Wrykyn efectivamente hacía gran cantidad de cosas por las que bien podía esperar ser puesto de extra) que Mr. Dexter quedó momentáneamente confundido. Pero sospechó que había allí algo más de lo que saltaba a la vista, y estaba resuelto a averiguar quién era el poder que operaba detrás de Jackson.

–¿Alguien le avisó a usted que estaba de extra? –preguntó.

–Con su perdón, señor, O'Hara me avisó.

En los ojos del maestro se encendió una luz de triunfo. El olor a gato encerrado se hacía más fuerte. O'Hara y él eran enemigos desde antiguo.

–Dígale a O'Hara que deseo verlo.

–Sí, señor.

Sale W.P. Jackson. Entra (más tarde) O'Hara.

–O'Hara, ¿por qué le dijo usted a Jackson que tenía clase extra esta tarde?

–Vi su nombre en la lista, señor.

–Y si me permite la pregunta, O'Hara, ¿tiene usted la costumbre de avisar a todos sus compañeros en ocasiones como ésta?

–No, señor –dijo O'Hara, impertérrito.

–Entonces, ¿por qué le avisó a Jackson?

–Me encontré con él en la residencia, y se lo mencioné de casualidad... como bromeando –añadió O'Hara.

–Ah, ¿como bromeando?

Silencio de dos minutos.

–Puede irse, O'Hara –dijo Dexter por fin–. Ya volverá a oír de este tema.

O'Hara no hizo ningún comentario; pero Mr. Dexter estaba equivocado. No volvió a oír del tema. El profesor advirtió que no tenía argumentos. Una segunda conversación con el Director lo confirmó en este punto de vista.

–He estado hablando con Jackson –dijo el Director–, y me dice que usted no le avisó que estaba castigado.

–Pero –añadió Mr. Dexter– su nombre estaba en la lista de lecciones extra.

–He examinado la lista, y observé que usted omitió poner las iniciales delante del apellido de Jackson. Usted escribió "Jackson", y nada más. Me parece que esto explica toda esta situación ligeramente risible –dijo el Director–. Si no se especifica a ningún Jackson en particular, es natural que el Jackson que tenga la conciencia más intranquila acepte el castigo. Ha sido una pequeña imprecisión de la justicia; pero no veo que haya nada que se pueda hacer ahora.

Y así terminó el asunto.

Fue un accidente, por supuesto; un muy curioso (y afortunado) accidente.

Y, por supuesto, fue solamente una conciencia intranquila lo que indujo al Jackson más joven a asistir a clase extra ese sábado. Sin embargo, sería interesante saber cómo fue que aquel joven ejemplar, quien el jueves se había hallado notablemente falto de todo penique, pudo gastar exactamente media corona en la Tienda de la escuela el viernes.

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