Abril 2009 Archives

Pillingshot esperaba disfrutar de una tarde tranquila de trabajo durante el preparatorio de ese jueves. El curso de que formaba parte tenía Tito Livio para el día siguiente; y Pillingshot nunca preparaba Tito Livio. Todos los grandes hombres tienen sus peculiaridades. A Lord Roberts le disgustaban los gatos. El Doctor Johnson solía dar un golpecito a todos los postes que encontraba en la calle. Pillingshot nunca preparaba Tito Livio.

En nuestro cuento semanal, Scott vuelve a las andadas: tras convertir a su ayudante en un sabueso temible, dirige sus esfuerzos (los de Pillingshot) a la labor periodística, fundando nada menos que El periódico de Pillingshot.

Charteris

Si lo hubieran dejado en manos de Clowes, la entrevista habría terminado con él moliendo a patadas a Ruthven hasta reducirlo a lo más parecido a una pasta humana que le hubiesen permitido las leyes sobre el asesinato. Tenía una incómoda sospecha de que Trevor lo decepcionaría en ese aspecto.

El picaporte se movió. Trevor entró y arrimó otra silla en silencio. Llevaba en el rostro una expresión de disgusto. Pero no tenía rastros de combate. La punta de su zapato no estaba gastada ni ajada como a Clowes le hubiese gustado verla. Era evidente que no había tomado medidas activas y físicas en pro del mejoramiento moral de Ruthven.

Al son de las chirimías anunciamos la publicación de la última entrega de El bate de oro: capítulos XXI-XXIV.

Charteris

Chapple no era uno de esos remolones amateurs. El amateur se escabulle dentro con un rubor que acentúa el matiz naturalmente sano de su rostro, engulle un poco de pan duro, se echa al estómago una taza de café frío y vuelve a salir corriendo, más lleno de buenas intenciones para el futuro que de alimento. No era así con Chapple. A él le gustaba disfrutar de sus comidas. Quería meterse acá abajo una buena cantidad, y la quería caliente y recién servida. Cuando la conciencia de Chapple trataba de hostigarlo, la conciencia la pasaba mal. Ya venía debilitada desde el primer round.

Prosiguiendo con nuestra ya secular costumbre del cuento semanal, presentamos La cortesía de los príncipes, el triste relato de cómo G. Montgomery Chapple trató de derrotar la pereza.

Charteris

Apenas se reinició el partido Clowes corrió todo el campo de juego, esquivó a los tres-cuartos, punteó la pelota por sobre la cabeza del back y anotó un try verdaderamente brillante, del tipo que Paget había sabido anotar durante el curso pasado. El ocupante del touch-line se encendió de modo extraordinario y comenzó a tratar de calcular el resultado final, sobre la base de que, puesto que se había anotado el try durante los primeros dos minutos, se anotarían diez en los veinte minutos siguientes, etcétera.

Pero estos cálculos se apoyaban en premisas falsas.

Presentamos la penúltima entrega de El bate de oro, compuesta por los capítulos XVII-XX.

Charteris

La opinión generalizada en la residencia de Seymour, Wrykyn, de la cual residencia era miembro Merrett, sostenía hasta el momento que éste era más bien un zapallo. Con su banjo podría borrar esa impresión.

Esta semana, en Dividiendo el botín, Theodore Merrett, joven tarambana con aspiraciones musicales, enfrenta las convenciones de su escuela para comprar el anhelado banjo.

Charteris

Lo que hacía más bien huera y pesada la vida de Pillingshot en St. Austin era el hecho de que le había tocado ser el fag de Scott. Y no es que Scott fuese en absoluto del tipo Matón-Con-Cejas-Como-Escarabajos. Muy por el contrario: mostraba un amable interés por el bienestar de Pillingshot y a veces llegaba a hacer sus estrofas de latín por él. Pero aun las naturalezas más nobles tienen sus defectos, y la de Scott no era la excepción. Era, a su manera, un humorista, y Pillingshot, que tenía una perspectiva seria de la vida, se veía presa por ello de una serie de confusiones e inconvenientes.

En el cuento de esta semana tenemos el agrado de presentar al joven Pillingshot, sufrido habitante de St. Austin's que malgrè lui termina siendo conocido como Pillingshot, detective.

Charteris

–Supón –dijo Shoeblossom a Barry, mientras volvían a la escuela a la mañana siguiente del día en que el estudio de Milton había pasado por las manos de la Liga–, supón que piensas que alguien ha hecho algo, pero no estas seguro de quién, pero sabes que fue alguien, ¿qué harías?

–¿De qué diantres estás hablando? –preguntó Barry.

–Quería plantearlo como un caso de A y B –explicó Shoeblossom.

–¿Qué es un caso de A y B?

–No lo sé –admitó Shoeblossom con franqueza–. Pero sale en un libro de Stevenson. Me imagino que quiere decir un caso en que se llama a la gente A y B, sin mencionar los nombres.

A buen paso vamos publicando las entregas de El bate de oro; esta vez, los capítulos XIII-XVI.

Charteris