Notas : Sobre estas notas
No es imprescindible tener anotaciones para disfrutar leyendo a Wodehouse, sea en el original o en la traducción. Un pasaje como el que sigue no pierde su gracia:
Recuerdo que Jeeves me dijo un día a propósito de cómo no se puede nunca saber el tiempo que va a hacer, que muchas maravillosas mañanas había visto él besar las cimas de las montañas con sus rayos de sol, para obscurecerse y convertirse luego en una tarde sombría. Esto fue lo que le ocurrió a Gussie. Había irradiado resplandor como un reflector eléctrico hasta que le mencioné este aspecto del asunto, y de repente el resplandor se había desvanecido como si hubiesen dado vuelta el interruptor. [El código de los Wooster, cap. IV]
No pierde su gracia, decimos, por más que nadie nos avise que se trata de una paráfrasis del Soneto XXIII de Shakespeare:
Flatter the mountain-tops with sovereign eye,
Kissing with golden face the meadows green,
Gilding pale streams with heavenly alchemy;
Anon permit the basest clouds to ride
With ugly rack on his celestial face,
And from the forlorn world his visage hide,
Stealing unseen to west with this disgrace [...]
Como de costumbre, Bertram Wooster supone que el pasaje es creación de Jeeves, y nosotros no solemos estar mucho más avisados, salvo por cuanto conocemos a Bertie y adivinamos su error. De esta intuición, de la imagen de Jeeves recitando algo y a su patrón oyéndolo, y del fuerte contraste con la descripción de Gussie como un reflector que se apaga surge todavía el humor, y podemos gozar de él aunque no estemos en realidad muy por encima de Bertie.
Sin embargo, no fue ésa la intención de Wodehouse: para él la referencia nunca es oscura, y sólo se hace tal cuando nos alejamos de él en el tiempo y el entorno cultural – cuando dejamos de ser lectores de Shakespeare, ingleses de principios de siglo XX o norteamericanos de mediados. Toda literatura en general, y la humorística sobre todo, debe enfrentar el riesgo de perder su sentido en esas circunstancias, y entonces su desafío consiste precisamente en mantener algún tipo de sentido. Hemos dicho que Wodehouse suele lograrlo; ahora consideremos la tarea presente de reconstruir en la medida de lo posible los sentidos perdidos.
Puede decirse con bastante seguridad que el humor de Wodehouse está particularmente expuesto a este peligro. Wodehouse nunca deja de lado una referencia contemporánea, sin importarle que dentro de setenta años la gente probablemente no entienda de qué se trata. Volvemos a leer en El código (cap. III):
Inesperadamente, intervino Roderick Spode. Durante toda esta especie de proceso de Mary Dugan, había permanecido de pie, chupando pensativamente el cañón de su revólver y escuchando mi declaración como si la considerase muy frágil; pero, de repente, en su cara de granito, se dibujó un destello de expresión humana.
¿Quién fue Mary Dugan? ¿Por qué se la procesó, y en qué se parecía su proceso al interrogatorio de Bertie por el viejo Bassett? Podría ocurrírsenos que se trató de alguna criminal conocida, cuyo juició causó sensación, pero la respuesta es: The Trial of Mary Dugan (1929) fue una famosa película en los umbrales del cine hablado, donde la protagonista tiene que defenderse en juicio de una acusación de asesinato –un argumento que hace fundamentales las incipientes técnicas de manejo del diálogo. Éste es un dato con el que hoy sólo un cinéfilo puede estar familiarizado, pero que en 1938, año en que se publicó el libro, estaba fresco en la memoria del autor y sus lectores.
Y hay muchos otros aspectos de las obras de Wodehouse de cualquier época que pueden pedir anotaciones. Wodehouse fue aficionado a varios deportes y no duda en incorporar vocabulario de cada uno como si estuviese hablando con otro fanático. El caso extremo fue el golf, por el que desde los años '20 llegó a desarrollar tal entusiasmo que lo convirtió de hecho en el eje de todo un ciclo de relatos cortos. Sólo su maestría narrativa permite que esos relatos sigan siendo disfrutables para la mayoría que desconoce los fundamentos del juego. Lo mismo sucede en su primera época con el vocabulario del cricket –que lo apasiona, mal que nos pese a quienes lo confundimos con el croquet–, con el boxeo, el rugby, las carreras de caballos, etc. etc.
Wodehouse tampoco se priva de incorporar locuciones extranjeras. Durante la primera mitad del siglo XX el conocimiento de la lengua francesa y del latín estaba mucho más difundido que hoy, siendo la primera la lengua internacional de moda del momento y el segundo la base de la educación escolar. No es su culpa que el mapa lingüístico del mundo haya variado desde entonces.
Hay más: Londres y Nueva York de décadas pasadas, por ejemplo, con sus costumbres e instituciones, muchas veces necesitan cierta explicación. El habla popular, por otra parte, es un recurso común del humorista que por su natural limitación temporal o espacial necesita ser dilucidada aun para el propio hablante de la lengua original, más allá de lo poco que pueda hacer la traducción al respecto.
En, inglés, internet cuenta con una amplia tradición de anotar las obras de Wodehouse: algunos de los ejemplos más notables son Blandings, A Celebration of P.G. Wodehouse, Biblia Wodehousiana y Wodehouse Unchained, siendo esta última la fuente que hemos usado para nuestros ejemplos de El código de los Wooster.
Nuestras anotaciones son mucho menos ambiciosas que las citadas: alcanzan sólo a las obras traducidas o que se están traduciendo, lo cual se ve reflejado en su organización. En cada traducción se han introducido asteriscos para cada uno de los pasajes anotados: pasando el mouse por ellos se puede leer un resumen de la nota, y haciendo ¡click! se va a la nota propiamente dicha.
Las notas están distribuidas por el momento del siguiente modo:
• Las Notas generales reúnen explicaciones de referencias literarias, históricas, geográficas, etc. etc. que sirven para varias obras a la vez. Esto es especialmente así en las referencias literarias: Wodehouse es afecto a encariñarse con una cita y repetirla, variarla y enredarla hasta apropiársela, de modo que suele resultar más conveniente reunir este tipo de explicaciones en un solo sitio y no repetirla en cada caso. En esta lista se pueden reconocer algunos de sus favoritos: Shakespeare, la Biblia (texto de King James), Browning, Tennyson, o Burns; y se puede llamar la atención algunos pasajes especialmente visitados, como el adagio del gato en Macbeth. También van a parar allí notas de vocabulario general.
• En Obras, en cambio, se recogen explicaciones que sólo se aplican a una obra aislada –por lo menos hasta que la cita se repita, en cuyo caso la nota pasará probablemente a la lista anterior.
• La terminología del Golf necesariamente recibe un apartado especial, puesto que impregna la mayoría de sus obras de madurez.
• El apartado Escuelas contiene información necesaria para sumergirse en el extraño mundo de las public schools británicas, con un sistema educativo y social demasiado distinto del nuestro. Este apartado, en principio menor, se halla en una situación especial por cuanto nuestra colección de traducciones tempranas necesariamente incluye varias obras escolares.
• Relacionada con la anterior, por fin, la sección de Cricket trata de arrojar cierta luz sobre un deporte tan desconocido para el hispanoparlante como querido por el autor.