Después de haber tratado de cada una de las virtudes y vicios
pertenecientes a todas las condiciones y estados del hombre, vamos a
estudiar ahora los que pertenecen especialmente a algunos hombres.
Existe una triple diferencia entre los hombres por razón de los
hábitos y actos del alma racional. La primera proviene de las gracias
gratis dadas, ya que, como se dice en 1 Cor 12,4ss,
hay división
de gracias, y a uno se le da, por el Espíritu, la palabra de
sabiduría, a otro la palabra de ciencia, etcétera. La segunda
diferencia se toma de los diversos géneros de vida, es decir, activa y
contemplativa (
q.179), que se distinguen por los diversos ejercicios
en que cada uno se ocupa. Por eso, en el mismo pasaje (v.6), se dice
que
hay diversidad de operaciones. En efecto, son distintas
las actividades de Marta, que
se preocupaba y andaba afanosa en los
oficios de la casa, lo cual pertenece a la vida activa, y las de
María, la cual,
sentada a los pies del Señor, escuchaba sus
palabras, lo cual pertenece a la vida contemplativa, tal como
leemos en Lc 10,39ss. La tercera diferencia se toma de los diversos
oficios y estados (
q.183), conforme a lo que se dice en Ef 4,11:
Y
El constituyó a los unos apóstoles, a los otros profetas, a éstos
evangelistas, a aquéllos pastores y doctores. Esto pertenece a los
diversos ministerios, de los cuales se dice en 1 Cor 12,5:
Hay
diversidad de ministerios.
Sobre las gracias gratis dadas, de las que hablamos en primer lugar,
hay que tener en cuenta que algunas pertenecen al conocimiento, otras
a la locución (q.176) y otras a la operación (q.178). Pero todo lo
referente al conocimiento puede englobarse bajo el nombre de profecía, ya que la revelación profética se extiende no sólo a los
sucesos futuros de los hombres, sino también a las cosas divinas,
tanto por parte de las cosas que se proponen a todos para que las
crean, y que pertenecen a la fe, como de los misterios más
altos para los más perfectos, que pertenecen a la sabiduría.
Existe también la revelación profética de cosas pertenecientes a las
sustancias espirituales que nos llevan al bien o al mal, y que
pertenece a la discreción de espíritus. Y se extiende también
a la dirección de los actos humanos, que incumbe a la ciencia,
como veremos más adelante (a.3). Por eso hemos de tratar primeramente
de la profecía y del rapto (q.175), que es un grado de la
misma.
Sobre la profecía debemos considerar cuatro materias: su esencia, la
causa de la misma (q.172), el modo del conocimiento profético (q.173)
y la división de la profecía (q.174).
Sobre lo primero se plantean seis preguntas:
- ¿Pertenece la profecía al conocimiento?
- ¿Es la profecía un hábito?
- ¿Se refiere exclusivamente a los futuros contingentes?
- ¿Conoce el profeta todo cuanto es objeto de la profecía?
- ¿Distingue el profeta lo que entiende por el don de profecía de lo que entiende naturalmente?
- ¿Cabe error en la profecía?
Artículo 1:
¿Pertenece la profecía al conocimiento?
lat
Objeciones por las que parece que la profecía no pertenece al
conocimiento.
1. En Eclo 48,14 se dice que el cadáver de Eliseo profetizó.
Y más adelante, en 49,18, se dice de José que sus huesos fueron
trasladados y profetizó después de muerto. Ahora bien: ni en el
cuerpo ni en los huesos queda nada de conocimiento después de la
muerte. Luego la profecía no pertenece al conocimiento.
2. Aún más: en 1 Cor se dice: El que profetiza habla a los
hombres para su edificación. Pero la locución es efecto del
conocimiento, no el conocimiento mismo. Por tanto, parece que la
profecía no pertenece al conocimiento.
3. Toda perfección cognoscitiva excluye la necedad y la
locura. Pero éstas pueden darse con la profecía, puesto que en Os 9,7
se dice: Sábete, Israel, que el profeta es un insensato y un
loco. Luego la profecía no es una perfección cognoscitiva.
4. Del mismo modo que la revelación pertenece al
entendimiento, parece que la inspiración pertenece al afecto, puesto
que lleva consigo una moción. Pero, según Casiodoro, la
profecía es inspiración o revelación. Luego parece que la
profecía no es más propia del entendimiento que del
afecto.
Contra esto: está lo que se dice en 1 Re 9,9: El que hoy es llamado
profeta se llamaba en otros tiempos vidente. Ahora bien: la visión
pertenece al conocimiento. Luego la profecía pertenece al
conocimiento.
Respondo: La profecía consiste principalmente
en conocimiento, porque los profetas conocen cosas que están lejos del
conocimiento humano. Por eso podemos decir que profeta se deriva de
φανος,
que significa aparición, ya que se les aparecen algunas cosas lejanas.
De ahí que San Isidoro diga en sus
Etymol.:
En el Antiguo Testamento se llamaban videntes, porque veían lo que los
demás no veían y contemplaban las cosas que estaban ocultas en el
misterio. Y así los gentiles los llamaban
vates,
debido a la virtud de su mente.
Pero ya que, como se dice en 1 Cor 12,7, a cada uno se le otorga
la manifestación del Espíritu para común utilidad. Y más adelante,
en 14,12, se dice: Procurad abundar en ellos para edificación de
la Iglesia. De lo cual se deduce que la profecía consiste,
secundariamente, en una locución, en cuanto que los profetas anuncian,
para edificación de los demás, las cosas que conocen por revelación de
Dios, conforme a lo que se dice en Is 21,10: Os he anunciado lo
que oí al Señor de los Ejércitos y Dios de Israel. Según esto,
como dice San Isidoro en sus Etymol., pueden
llamarse profetas como prae-fatores, es decir, que hablan
de lejos y predicen verdades futuras.
Las cosas reveladas divinamente, y que están por encima del
conocimiento humano, no pueden ser confirmadas por la razón humana,
porque ésta no las alcanza sino por obra del poder divino, según lo
que se dice en Mc 16,20: Ellos se fueron, predicando por todas
partes, cooperando con ellos el Señor y confirmando su palabra con los
signos consiguientes. De ahí que, en tercer lugar, pertenezca a la
profecía la realización de milagros, como confirmación del anuncio
profético. Por eso se dice en Dt 34,10-11: No ha vuelto a surgir
en Israel profeta semejante a Moisés, con quien cara a cara tratase
Yahveh, ni en cuanto a las maravillas y portentos.
A las objeciones:
1. Los textos aducidos hablan de
la profecía tomada en el tercer aspecto, que se ocupa de la
comprobación de la misma.
2. El Apóstol, en el texto
aducido, habla del anuncio profético.
3. Los que son tenidos por
profetas locos y necios no son auténticos, sino falsos profetas, de
los cuales se dice en Jer 23,16: No escuchéis lo que os profetizan
los profetas: os engañan. Lo que os dicen son visiones suyas, no
procede de la boca de Yahveh. Y en Ez 13,3 se dice también de
ellos: Así dice el Señor: ¡Ay de los profetas insensatos que andan
en su propio camino, sin haber visto nada!
4. En la profecía es preciso que
la mente se eleve a la percepción de las cosas
divinas. Por eso se dice en Ez 2,1: Hijo de hombre, ponte en pie,
que voy a hablarte. Y esta elevación de la atención se realiza
bajo la moción del Espíritu Santo. Por eso añade en el v.2: Y
entró dentro de mí el Espíritu, que me puso en pie. Después de que
la mente se ha elevado hacia lo alto, percibe las cosas divinas. Y así
leemos a continuación: Y escuché al que hablaba. Por
consiguiente, en la profecía se requiere inspiración en cuanto a la
elevación de la mente, de acuerdo con lo que se dice en Job 32,8: La inspiración del Omnipotente da inteligencia. La revelación se
requiere para la percepción divina, en lo cual consiste la perfección
de la profecía, y mediante ella se corre el velo de la oscuridad y de
la ignorancia, según lo que se dice en Job 12,22: El es quien
revela lo oculto en las tinieblas.
Artículo 2:
¿Es la profecía un hábito?
lat
Objeciones por las que parece que la profecía es un
hábito.
1. Como se dice en II
Ethic., hay tres cosas
en el alma:
potencias, pasiones y
hábitos. Pero la
profecía no es una potencia. Si lo fuera, se daría en todos los
hombres, porque todos tienen potencias en su alma. Tampoco es una
pasión, ya que las pasiones pertenecen a la potencia apetitiva, como
dijimos antes (
1-2 q.22 a.2), mientras que la profecía pertenece
principalmente al conocimiento, como también ya quedó dicho (
a.1).
Luego la profecía es un hábito.
2. Toda perfección del alma que no está siempre en acto es
un hábito. Ahora bien: la profecía es una perfección del alma que no
está siempre en acto. De lo contrario, no podría decirse que el
profeta está dormido. Luego parece que la profecía es un
hábito.
3. La profecía se enumera entre las gracias gratis dadas.
Pero la gracia es algo habitual en el alma, como ya dijimos (
1-2 q.109 a.6.9;
q.110 a.2). Por consiguiente, la profecía es un
hábito.
Contra esto: está el hecho de que el hábito es algo con lo que uno
obra cuando quiere, como dice el Comentarista en III De
Anima. Pero hay quien no puede hacer uso de la
profecía cuando quiere, como se nos cuenta en 4 Re 3,15 de Elíseo,
que, habiéndole interrogado Josafat sobre un suceso futuro, y no
teniendo entonces el espíritu de profecía, hizo llamar a un arpista
para que el espíritu de profecía descendiera sobre él mediante la
alabanza de la sabiduría y llenara su mente del conocimiento de las
cosas futuras, como dice San Gregorio en Super
Ez.. Luego la profecía no es un
hábito.
Respondo: Como dice el Apóstol en Ef 5,13,
cuanto se da a conocer es por la luz, porque, así como la
manifestación de la visión corporal se hace mediante la luz corpórea,
así la manifestación de la visión intelectual se hace mediante una luz
intelectual. Luego es preciso que haya proporción entre la
manifestación y la luz que la origina, como entre el efecto y la
causa. Dado, pues, que la profecía pertenece al conocimiento que
supera el orden natural, como ya dijimos (
a.1), síguese que para la
profecía se requiere una luz inteligible superior a toda luz de la
razón natural. Por eso se dice en Miq 7,8:
Cuando me halle sentado
en las tinieblas, el Señor será mi luz. Ahora bien: la luz puede
darse en alguien de dos modos: como una forma permanente, tal como se
da la luz corpórea en el sol y en el fuego, y como una pasión o
impresión transeúnte, como se da la luz en el aire. En cuanto a la luz
profética, no está en la mente del profeta de un modo permanente. De
lo contrario, el profeta estaría siempre profetizando, lo cual es
falso, como dice San Gregorio en
Super Ez:
A
veces carecen del espíritu de profecía, el cual no está siempre
presente en su mente, de modo que, cuando no lo poseen, comprendan,
por esto, que es un don de Dios cuando lo tienen. Por eso dijo
Eliseo de la mujer de Sunam:
Su alma está sumida en la tristeza, y
el Señor me lo ocultó y no me lo dio a conocer. La razón de esto
es que la luz intelectual que está en un sujeto de forma permanente y
perfecta perfecciona el entendimiento principalmente con el
conocimiento del principio de aquellas cosas que se dan a conocer
mediante esa luz. Así, por la luz del entendimiento agente, el
entendimiento conoce principalmente los primeros principios de todas
las cosas que se conocen naturalmente. Ahora bien: el principio de las
cosas pertenecientes al conocimiento sobrenatural, que
se dan a conocer por la profecía, es el mismo Dios, al que los
profetas no ven en su esencia. Pero lo ven en el cielo los
bienaventurados, en los cuales esta luz está como una forma permanente
y perfecta, según lo que se dice en el salmo 35,10:
En tu luz
veremos la luz.
Por tanto, la luz profética reside en el alma del profeta como una
pasión o impresión pasajera. Esto es lo que se nos dice en Ex 33,22: Y cuando pase mi gloria te meteré en el hueco de la roca. Y en
3 Re 19,11 se dice a Elias: Sal fuera y ponte en el monte delante
del Señor, porque va a pasar el Señor. De ahí que, así como el
aire necesita siempre una nueva iluminación, así también la mente del
profeta necesita una nueva revelación, como el discípulo que todavía
no ha aprendido los principios del arte necesita ser instruido en cada
caso. Por eso se dice en Is 50,4: Cada mañana despierta mis oídos,
para que oiga como discípulo. Con este modo de hablar indica la
profecía. Y así decimos que habló el Señor a tal o cual
profeta, o que le fue dirigida la palabra del Señor, o que la mano del Señor se posó sobre él. Queda claro, así, que la
profecía, propiamente hablando, no es un hábito.
A las objeciones:
1. Esa división del Filósofo no
abarca todo lo que hay en el alma, sino las cosas que pueden ser
principios de actos morales, que son, a veces, producidos por la
pasión, otras veces por un hábito y otras por una potencia sola, como
aparece claro en aquellos que, debido al juicio de la razón, realizan
algo antes de poseer un hábito. Sin embargo, la profecía puede
reducirse a pasión, tomando como pasión toda recepción, en el sentido
en el que el Filósofo habla de ella en III De Anima, al escribir que el entender es una pasión. En efecto, de igual modo que, en el conocimiento natural, el entendimiento posible recibe la luz del entendimiento agente, también en el conocimiento profético el entendimiento humano recibe la ilustración de la luz divina.
2. Al igual que, en el orden
humano, al desaparecer la pasión queda cierta disposición para volver
a recibir lo mismo, como la leña que, una vez encendida, se enciende
de nuevo más fácilmente, así también en el entendimiento del profeta,
una vez que desaparece la ilustración actual, queda cierta disposición
para recibir nuevamente la ilustración divina. Así es también como la
mente, una vez movida a devoción, vuelve más fácilmente a ella. De ahí
que San Agustín, en
De Orando Deum, diga que
es necesario orar con frecuencia para que no se apague del todo la
devoción adquirida.
Puede decirse, no obstante, que uno es llamado profeta por su misión
divina incluso cuando se ha terminado su actual ilustración profética,
según lo que se dice en Jer 1,5: Te he constituido profeta para
las gentes.
3. Todo don de la gracia eleva al
hombre hacia algo superior a la naturaleza humana. Esto sucede de dos
modos. En primer lugar, en cuanto a la sustancia del acto, como son el
hacer milagros y el conocer las cosas inciertas y ocultas de la
sabiduría divina. Para estos actos el hombre no recibe una gracia
habitual. En segundo lugar, se dice que algo es superior a la
naturaleza humana en cuanto al modo del acto, no en cuanto a la
sustancia del mismo: el amar a Dios y conocerlo en el espejo de las
criaturas. Para esto sí se da una gracia habitual.
Artículo 3:
¿Son los futuros contingentes el único objeto de la
profecía?
lat
Objeciones por las que parece que la profecía trata únicamente de los
futuros contingentes.
1. Dice Casiodoro que la profecía es una
inspiración y revelación divina que anuncia los sucesos de las cosas
con verdad inconmovible. Pero los sucesos pertenecen a los
futuros contingentes. Luego la revelación profética se ocupa sólo de
los futuros contingentes.
2. La gracia de
la profecía se distingue de
la
sabiduría y de
la fe, las cuales tienen por objeto cosas
divinas; de
la discreción de espíritus, que trata de los
espíritus creados, y de
la ciencia, que trata de las cosas
humanas, como aparece claramente en 1 Cor 12,8ss. Pero el hábito y el
acto se distinguen por sus objetos, como es claro por
lo que ya dijimos (
1-2 q.18 a.5;
q.54 a.2). Luego parece que la
profecía no trata de ninguna de estas cosas y que, por consiguiente,
su único objeto son los futuros contingentes.
3. La diversidad de objetos da lugar a diversidad de
especies, como es evidente por lo dicho antes (
1-2 q.18 a.5;
q.54 a.2). Luego si una profecía se refiere a los futuros contingentes y
otra profecía se ocupa de otras cosas, parece que no se trata de la
misma especie de profecía.
Contra esto: está lo que dice San Gregorio en Super
Ez.: que unas profecías se ocupan de lo
futuro, como la que aparece en Is 7,14: he aquí que una virgen
concebirá y dará a luz a un hijo; otras del pasado, como lo
que se dice en Gén 1: en el principio creó Dios el cielo y la
tierra; y otras del presente, como se dice en 1 Cor
14,24-25: Pero si profetizando todos entrare algún infiel o no
iniciado, se sentirá argüido de todos, juzgado por todos. Por
tanto, la profecía no tiene por único objeto los futuros
contingentes.
Respondo: La manifestación hecha por medio de
una luz puede extenderse a todas aquellas cosas que están sujetas a
dicha luz. Así, la visión corporal se extiende a todos los colores, y
el conocimiento natural se extiende a todas las cosas que están bajo
la luz del entendimiento agente. Ahora bien: el conocimiento profético
tiene lugar mediante una luz divina, con la que pueden conocerse todas
las cosas, sean divinas o humanas, espirituales o corporales. Y así,
la revelación profética se extiende a todas estas cosas. Por el
ministerio de los espíritus celestes fue hecha la revelación de lo
perteneciente a la excelencia de Dios y de los ángeles. Así se dice en
Is 6,1:
Vi al Señor sentado sobre un trono excelso y elevado.
También se anuncian las cosas tocantes a los cuerpos naturales, según
leemos en Is 40,12:
¿Quién midió las aguas con el hueco de la
mano? También habla de las costumbres de los hombres, conforme a
lo que leemos en Is 58,7:
Parte tu pan con el hambriento. Y,
finalmente, se refiere también a los sucesos futuros, según se dice en
Is 47,9:
Ambas cosas te vendrán juntas el mismo día: la esterilidad
y la viudez.
Hay que tener en cuenta, no obstante, que, dado que la profecía tiene
por objeto cosas que están lejos de nuestro conocimiento, una cosa
será tanto más propia de la profecía cuanto más lejos esté del
conocimiento humano. En esto distinguimos tres grados. El primero es
el de las cosas que están lejos del conocimiento de un hombre en
particular, bien se trate de conocimiento sensitivo o intelectual,
pero no lejos del conocimiento de todos los hombres. Por ejemplo, uno
conoce por medio de los sentidos las cosas que tiene a la vista,
mientras que otro no las conoce porque están lejos de él. Así, Eliseo
supo, proféticamente, lo que había hecho Giezi, su discípulo, en su
ausencia, como se narra en 4 Re 5,26. De igual modo, incluso lo que
uno sabe por demostración puede revelarse proféticamente a
otro.
El segundo grado es el de aquellas cosas que están por encima del
conocimiento de todos los hombres, no porque no sean cognoscibles en
sí mismas, sino por la limitación del conocimiento humano, como sucede
con el misterio de la Trinidad, que fue revelado por los serafines al
decir: Santo, Santo, Santo, como leemos en Is
6,3.
El último grado es el de las cosas que están lejos del conocimiento
de todos los hombres porque no son cognoscibles en sí mismas, como son
los futuros contingentes, cuya verdad no está determinada. Y puesto
que aquello que es universal y existe por sí mismo es más importante
que lo que es particular y existe por razón de otro, por eso pertenece
a la profecía principalmente la revelación de los sucesos futuros, de
donde se toma el nombre de profecía. A este respecto dice San
Gregorio, al comentar a Ezequiel: Dado que se
llama profecía por el hecho de predecir las cosas futuras, cuando
habla de cosas pasadas o presentes deja de serlo.
A las objeciones:
1. En la objeción se define la
profecía por lo que significa propiamente el nombre de
profecía.
2. Tomada así, la profecía se distingue de otras gracias gratis
dadas. Con esto respondemos a la
objeción segunda.
No obstante, puede decirse que todas las cosas que son objeto de
profecía coinciden en no ser cognoscibles por el hombre sin una
revelación divina. Por el contrario, las cosas que pertenecen a la sabiduría, a la ciencia y a la interpretación de la
palabra pueden ser conocidas por la razón natural, si bien la
ilustración de la luz divina las da a conocer de un
modo más sublime. En cuanto a la fe, aunque su objeto lo constituyen
cosas que el hombre no puede ver, no es propio de ella conocer las
cosas que se creen, sino que el hombre asienta con certeza a aquello
que otros conocen.
3. Lo formal en el conocimiento
profético es la luz divina, cuya unidad da a la profecía la unidad de
especie, aunque sean diversas las cosas que se dan a conocer
proféticamente mediante la luz divina.
Artículo 4:
¿Conoce el profeta, por inspiración divina, todo cuanto se puede
conocer proféticamente?
lat
Objeciones por las que parece que el profeta conoce, por inspiración
divina, todo cuanto puede conocerse proféticamente.
1. En Am 3,7 se dice: No hace nada el Señor Dios sin revelar su
designio a sus siervos, los profetas. Ahora bien: todo cuanto es
revelado proféticamente se refiere a obras ejecutadas por Dios. Por
consiguiente, ninguna de estas obras deja de ser revelada a los
profetas.
2. Las obras de Dios son perfectas, como se dice en
Dt 32,4. Pero la profecía es una revelación divina, como dijimos (
a.1 obj.4;
a.3 obj.1). Luego es perfecta, y no lo sería si no fuera
revelado al profeta todo cuanto puede ser objeto de profecía, ya que
es perfecto
aquello a lo que no falta nada, como se dice en
III
Physic.. Luego al profeta se le revela todo
cuanto puede ser objeto de profecía.
3. La luz divina, que es causa de la profecía, es más
fuerte que la luz de la razón natural, que da lugar a la ciencia
humana. Ahora bien: el hombre que posee una ciencia conoce todo lo
referente a ella. Así, el gramático conoce todo lo referente a la
gramática. Por tanto, parece que el profeta ha de conocer todo lo que
puede ser objeto de profecía.
Contra esto: está la autoridad de San Gregorio, quien dice, en el Comentario a Ezequiel, que a veces el espíritu
de profecía da a conocer al profeta las cosas presentes y no las
futuras, mientras que otras veces le da a conocer las futuras y no las
presentes.
Respondo: No es preciso que cosas distintas se
den juntamente, a no ser en algo común que las une y de lo cual
dependen, como ya dijimos antes (
1-2 q.65 a.1.2) sobre las virtudes:
todas han de estar juntas por causa de la prudencia y de la caridad.
Ahora bien: todas aquellas cosas que son consideradas por medio de un
principio se hallan unidas en él y dependen también de él. Por eso,
quien conoce perfectamente un principio en toda su virtualidad,
conoce, a la vez, todas aquellas cosas cuyo conocimiento es posible
mediante el mismo. Por el contrario, si se desconoce, o sólo se conoce
parcialmente ese principio, ya no es necesario conocer todas las cosas
por él, sino que cada una de ellas ha de darse a conocer por sí misma,
y, por consiguiente, es posible conocer unas cosas e ignorar otras.
Pero el principio mediante el cual se conocen las cosas manifestadas
proféticamente por la luz divina es la verdad primera, que no es vista
en sí misma por los profetas. Por eso no es preciso que conozcan todas
las cosas que pueden alcanzarse mediante la profecía, sino que cada
uno de ellos conoce algunas de ellas según la revelación especial que
se le da de una cosa o de otra.
A las objeciones:
1. El Señor revela a los profetas
todas las cosas necesarias para la instrucción del pueblo fiel; pero
no a todos ellos, sino parte de ellas a unos y parte a
otros.
2. La profecía puede considerarse
como algo imperfecto en el orden de la revelación divina. Por eso en 1
Cor 13,8-9 se dice que las profecías se acabarán, y que profetizamos en parte, es decir, de un modo imperfecto. La
perfección de la revelación divina se logrará en el cielo; de ahí que
podamos leer a continuación (v.10): cuando llegue lo perfecto se
acabará lo que es parcial. Por tanto, no es necesario que no se le
escape nada al profeta, sino que no se le escape nada de aquello a lo
que se ordena la profecía.
3. Quien posee una ciencia conoce
los principios de la misma, de los cuales depende todo lo
perteneciente a ella. Por ello, el que posee perfectamente el hábito
de una ciencia conoce todo cuanto a ella pertenece. Pero mediante la
profecía no se conoce en sí mismo el principio de
todas las cosas que pueden conocerse mediante la profecía, puesto que
es el mismo Dios. Por consiguiente, no vale la comparación.
Artículo 5:
¿Distingue el profeta, siempre, lo que dice por su cuenta y lo que
dice movido por el espíritu profético?
lat
Objeciones por las que parece que el profeta distingue siempre lo que
dice movido por su propio espíritu de lo que dice por el espíritu de
profecía.
1. Según atestigua San Agustín en VI
Confess.,
su madre
decía que ella podía distinguir, por no sé qué gusto que
no podía explicar con palabras, la diferencia entre las revelaciones
de Dios y los sueños de su alma. Ahora bien: la profecía es
una revelación divina, según dijimos antes (
a.1 obj.4;
a.3 obj.1).
Luego el profeta distingue siempre entre lo que dice por espíritu
profético y lo que dice por espíritu propio.
2. Dios no manda nada imposible, según dice San
Jerónimo. Pero, según leemos en Jer 23,28, se manda a
los profetas: El profeta que tenga un sueño, que lo cuente como
sueño; el que reciba palabra mía, que pregone fielmente mi
palabra. Por tanto, el profeta distingue siempre entre lo que dice
por el espíritu profético y lo que dice por su propio
espíritu.
3. La certeza proporcionada por la luz divina es mayor que
la que proporciona la luz de la razón natural. Pero aquel que posee
una ciencia mediante la luz de la razón natural sabe ciertamente que
la posee. Luego el que posee la profecía mediante la luz divina estará
mucho más seguro de que la posee.
Contra esto: está la autoridad de San Gregorio, quien escribe en el Comentario a Ez.: Conviene tener en cuenta
que, a veces, los santos profetas, cuando se les consulta, dada la
gran práctica que tienen de profetizar, dicen cosas por espíritu
propio y creen que están hablando bajo el espíritu
profético.
Respondo: La mente del profeta es ilustrada
por Dios de un doble modo: mediante una revelación expresa y
mediante cierto instinto, que, a veces, recibe la mente humana sin
saberlo, tal como dice San Agustín en II
Super Gen. ad
litt.. Por consiguiente, el profeta posee máxima
certeza sobre cosas que conoce expresamente por el espíritu profético
y está seguro de las que ha recibido por revelación divina. Por eso se
dice en Jer 26,15:
El Señor me ha enviado en verdad a vosotros,
para que hiciera llegar a vuestros oídos todas estas palabras. De
lo contrario, si el mismo profeta no tuviera certeza, dejaría de ser
cierta la fe que se basa en la enseñanza de los profetas. Pero tenemos
un ejemplo de la certeza profética en el hecho de que Abrám, avisado
en una visión profética, se dispuso a inmolar a su unigénito, lo cual
no habría hecho si no hubiera estado sumamente seguro de la revelación
divina.
En cuanto a las cosas que conoce por instinto, a veces es incapaz de
distinguir adecuadamente si las ha pensado por instinto divino o por
su propio espíritu, puesto que no todo lo que conocemos por espíritu
divino se nos manifiesta con certeza profética, porque ese instinto es
algo imperfecto en el orden de la profecía. Así hay que entender las
palabras de San Gregorio. Sin embargo, para que no puedan incurrir en
error, advertidos pronto por el Espíritu Santo, reciben de El la
verdad y se corrigen a sí mismos por haber dicho cosas falsas,
como dice San Gregorio más adelante.
A las objeciones: Las primeras se
basan en las cosas recibidas por el espíritu profético. Por ello son
manifiestas las respuestas a todas las objeciones.
Artículo 6:
¿Pueden ser falsas las cosas que se conocen o anuncian
proféticamente?
lat
Objeciones por las que parece que las cosas conocidas o anunciadas
proféticamente pueden ser falsas.
1. La profecía tiene por objeto futuros contingentes, como dijimos
antes (
a.3). Pero éstos pueden no suceder, ya que, de lo contrario,
sucederían necesariamente. Luego cabe el error en la
profecía.
2. Isaías anunció proféticamente a Ezequías al decirle (Is
38,1): Dispón de tu casa, porque vas a morir, no curarás. Sin
embargo, se le concedieron luego quince años más, como leemos en 4 Re
20,6 y en Is 38,5. Igualmente, dice el Señor en Jer 18,7-8: De
pronto decidiré yo arrancar, destruir y hacer perecer a un pueblo y a
un reino. Pero si este pueblo se convierte, arrepentido de las
maldades por las que yo le he amenazado, también yo me arrepiento de
las maldades que había determinado hacerle. Esto aparece también
en el caso de los ninivitas, según se dice en Jon 3,10: El Señor
se arrepintió del mal que les dijo que había de hacerles, y no lo
hizo. Luego la profecía puede estar sujeta a error.
3. Toda proposición condicional, si el antecedente es
absolutamente necesario, tiene también un consiguiente necesario, ya
que existe entre uno y otro la misma relación que entre la conclusión
y las premisas en el silogismo, y de premisas necesarias no puede
deducirse sino una conclusión necesaria, como se demuestra en I Posteriorum. Ahora bien: si la profecía no pudiera
estar sujeta a error, se seguiría que es cierta esta proposición: Si una cosa está profetizada, sucederá, ya que el antecedente es
absolutamente necesario por ser de algo pasado, y lo será, también, el
consiguiente. Pero, de ser esto cierto, la profecía dejaría de
referirse a hechos contingentes. Luego es falso que la profecía no
pueda estar sometida a error.
Contra esto: está el testimonio de Casiodoro, según el
cual la profecía es la inspiración o revelación
divina que anuncia con verdad inmutable los acontecimientos de las
cosas. Ahora bien: no podría ser inmutable una verdad si la
profecía pudiera estar sometida a error. Luego no cabe error en
ella.
Respondo: Como se deduce de lo ya dicho (
a.2),
la profecía es un conocimiento intelectual impreso en la mente del
profeta a modo de enseñanza por la revelación divina. Ahora bien: la
verdad del conocimiento en la mente del discípulo es idéntica a la que
existe en la mente del maestro, de igual modo que, en el orden
natural, la forma del engendrado es una semejanza con la del que
engendra. En este sentido dice también San Jerónimo que
la profecía es
un signo de la presciencia divina. Por eso
conviene que sean la misma verdad la del conocimiento profético y la
de la enunciación debida del conocimiento divino, en el cual no cabe
error, como vimos en la
Primera Parte (
q.16 a.8). Por
consiguiente, en la profecía no cabe error.
A las objeciones:
1. Como ya vimos en la
Primera
Parte (
q.14 a.13), la certeza de la presciencia divina no excluye
la contingencia de cada uno de los futuros, porque se refiere a ellos
como presentes y determinados
ad unum. Por eso también la
profecía, que es una semejanza
de la presciencia divina
impresa en la mente del profeta o un
signo de la misma, no
excluye, en su verdad inconmutable, la contingencia de los
futuros.
2. La presciencia divina mira los
futuros de dos modos: considerados en sí mismos, en cuanto que los ve
como presentes, y en sus causas, en cuanto que considera el orden de
la causa a los efectos. Y si bien, en cuanto futuros, están
determinados ad unum, no lo están si se les considera en sus
causas, dado que las cosas pueden suceder de otro modo. Y aunque estos
dos modos de conocer están siempre unidos en el conocimiento divino,
no lo están siempre en la revelación profética, porque la impresión
del agente no siempre alcanza toda la virtualidad de éste. De ahí que,
a veces, la revelación profética sea una semejanza impresa de la
presciencia divina en cuanto que considera los futuros contingentes en
sí mismos. En ese caso, los hechos suceden tal como han sido
profetizados, como con el texto de Is 7,14: He aquí que una virgen
concebirá. Pero otras veces la revelación profética es una
semejanza impresa de la presciencia divina en cuanto que conoce el
orden de las causas a los efectos, y entonces los hechos no suceden
tal como han sido profetizados. Ello no obstante, no quiere decir que
haya falsedad en la profecía, ya que el sentido de la profecía es que
la disposición de las causas inferiores, sean naturales o actos
humanos, es tal que lo anunciado haya de suceder. En este sentido hay
que entender las palabras de Isaías: Morirás y no sanarás. Es
decir, la disposición de tu cuerpo acabará con la muerte; al
igual que las palabras de Jon 3,4: Dentro de cuarenta días
Nínive será destruida, es decir, sus méritos
exigen que sea destruida. Y se dice que Dios se arrepintió,
de un modo metafórico, en cuanto que se comporta como uno que se
arrepiente, es decir, cambia la sentencia, aunque no muda el
consejo.
3. Son una misma la verdad de la
profecía y la de la presciencia divina, según dijimos antes
(In
corp.). De este modo es verdadera la condicional:
si algo está
profetizado, sucederá, del mismo modo que esta otra:
si una
cosa es conocida de antemano, sucederá. En efecto, en ambas es
imposible que no exista el antecedente. Por eso el consiguiente es
necesario, no en cuanto que es futuro para nosotros, sino en cuanto
que se considera como presente por estar sometido a la presciencia
divina, como dijimos en la
Primera Parte (
q.14 a.13 ad 2).