Artículo 1:
¿Hablaban todas las lenguas los que alcanzaron este
don?
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Objeciones por las que parece que los que alcanzaban el don de
lenguas no hablaban en todas las lenguas.
1. Los dones concedidos a algunos por la virtud divina son los
mejores en su género, como el agua convertida en buen vino, según
leemos en Jn 2,10. Pero los que recibieron el don de lenguas hablaban
mejor en su propia lengua, ya que, según la Glosa
a Heb 1,1, no tiene nada de extraño que la carta a los Hebreos
contenga una mayor elegancia que las otras, puesto que es normal que
cada uno se exprese mejor en su propia lengua. Las otras cartas las
escribió el Apóstol en una lengua extraña, es decir, en griego,
mientras que ésta la escribió en hebreo. Luego los Apóstoles no
recibieron, por gracia gratis dada, el conocimiento de todas las
lenguas.
2. La naturaleza no emplea muchos medios en hacer lo que
puede hacerse mediante uno solo, y mucho menos Dios, que obra de un
modo más ordenado que la naturaleza. Ahora bien: Dios podía hacer que
sus discípulos, hablando una sola lengua, fueran comprendidos por
todos. De ahí que, sobre el pasaje de Hechos 2,6: cada uno los oía
hablar en su propia lengua, diga la Glosa: Porque hablaban las lenguas de todos o, hablando la suya, el
hebreo, eran entendidos por cada uno como si hablaran en la suya.
Parece, pues, que no poseyeron el don de hablar todas las
lenguas.
3. Y además: todas las gracias se derivan de Cristo a su cuerpo, que es la Iglesia, según se dice en Jn 1,16: De su plenitud
recibimos todos. Pero no está escrito que Cristo leyera sino una
sola lengua. Por tanto, parece que sus discípulos no recibieron el don
de lenguas para hablar todas ellas.
Contra esto: está lo que se dice en Act 2,4: Fueron llenos del
Espíritu Santo y empezaron a hablar en varias lenguas, tal como el
Espíritu Santo se lo concedía. A este respecto dice la Glosa de San Gregorio: El Espíritu Santo
apareció sobre los discípulos en lenguas de fuego y les concedió el
conocimiento de todas las lenguas.
Respondo: Los primeros discípulos de Cristo
fueron escogidos por él para que, recorriendo todo el mundo,
predicaran su fe por todas partes, según se dice en Mt 28,19: Id y
enseñad a todas las gentes. Ahora bien: no era conveniente que,
quienes eran enviados a instruir a los demás, necesitaran ser
instruidos por otros sobre cómo habían de hablar o de entender lo que
los otros decían, dado, sobre todo, que los enviados pertenecían a un
solo pueblo, al judío, según lo que se dice en Is 27,6: Vendrá un
día en que saldrán con ímpetu de Jacob y su descendencia llenará toda
la tierra. Además, estos enviados eran pobres y sin poder, y en un
principio no habrían encontrado fácilmente a alguien que interpretara
las palabras de otros, dado, sobre todo, que eran enviados a infieles.
Por ello fue necesario que Dios les ayudara mediante el don de
lenguas, a fin de que, del mismo modo que se había introducido la
diversidad de lenguas al darse las gentes a la
idolatría, como se dice en Gen ll,7ss, así, cuando las gentes volvían
al culto de un solo Dios, se pusiera remedio a esta diversidad
mediante el don de lenguas.
A las objeciones:
1. Como dice San Pablo en 1 Cor
12,7, la manifestación del Espíritu se da para común utilidad.
Por eso San Pablo y los demás apóstoles fueron instruidos por Dios en
las lenguas de todas las gentes en la medida en que era necesario para
la enseñanza de la fe. Pero en cuanto al ornato y elegancia, que se
adquieren mediante el estudio, el Apóstol estaba instruido en su
propia lengua y no en otra extraña. De igual modo fueron instruidos en
sabiduría y ciencia en la medida en que lo requería la enseñanza de la
fe, pero no en todo aquello que se conoce mediante la ciencia
adquirida, como pueden ser conclusiones de aritmética o de
geometría.
2. Aunque hubieran sido posibles
ambas cosas, es decir, que fueran entendidos por todos aun cuando
hablaran una sola lengua o que hablaran todas las lenguas, fue más
conveniente lo segundo para la perfección de la ciencia de aquéllos,
que así no sólo podían hablar, sino también entender lo que decían los
otros. Si todos entendieran la única lengua que ellos hablaran, o bien
se debería a la ciencia de los otros que los entendían, o sería una
ilusión, al percibir palabras muy distintas de las que pronunciaban
quienes hablaban. Por eso dice la Glosa que fue un
milagro más grande el que ellos hablaran las lenguas de todos. Y
San Pablo dice en 1 Cor 14,18: Doy gracias a Dios por hablar las
lenguas de todos vosotros.
3. Cristo, personalmente, predicó
a un solo pueblo, el judío. Por eso, aunque, sin duda alguna, sabía
todas las lenguas, no le fue necesario hablarlas.
Por ello dice San Agustín en Super lo.: A
pesar de que ahora reciben todos el Espíritu Santo, nadie habla las
lenguas de las gentes, porque la Iglesia misma habla las lenguas de
todos los pueblos, y el que no pertenece a ella, no recibe el Espíritu
Santo.
Artículo 2:
¿Es el don de lenguas más excelente que el de profecía?
lat
Objeciones por las que parece que el don de lenguas es más excelente
que el de profecía.
1. Las cosas pertenecientes a los mejores parecen ser también
mejores, según dice el Filósofo en III Topic.. Pero el don de lenguas es algo propio del Nuevo Testamento, pues en la Secuencia de Pentecostés se canta: El mismo otorga hoy a los apóstoles de Cristo un don insólito y jamás oído en todos los siglos. La profecía, en cambio, es más propia del Antiguo Testamento, según se dice en Heb 1,1: Muchísimas veces y en muchas maneras habló Dios en otro tiempo a nuestros padres por ministerio de los profetas. Por consiguiente, parece que el don de lenguas parece ser más excelente que el de profecía.
2. Parece ser más excelente aquello que nos ordena a Dios
que lo que nos ordena a los hombres. Pero el don de lenguas ordena al
hombre hacia Dios, mientras que la profecía lo ordena a los hombres,
ya que en 1 Cor 14,2-3 se dice: El que habla en lengua habla a
Dios, no a los hombres; mas el que profetiza habla a los hombres para
su edificación. Por tanto, parece que el don de lenguas es más
excelente que el de profecía.
3. El don de lenguas permanece de un modo habitual en
aquel que lo posee, que puede
usarlo cuando quiera. Por eso se
dice en 1 Cor 14,18:
Doy gracias a Dios porque hablo las lenguas
de todos vosotros. Esto no se da en el don de profecía, conforme
dijimos antes (
q.171 a.2). Parece, por consiguiente, que el don de
lenguas es más excelente que el de profecía.
4. Y además: La interpretación de los discursos parece estar
contenida bajo la profecía, porque las Escrituras son expuestas
por el mismo Espíritu que las compuso. Ahora bien: en 1 Cor 12,28 se
pone la interpretación de los discursos después de los géneros de
lengua. Por consiguiente, parece que el don de lenguas es más
excelente que el de profecía, al menos en parte.
Contra esto: está el testimonio del Apóstol en 1 Cor 14,5: Es mejor
el que profetiza que el que habla lenguas.
Respondo: El don de profecía es superior al de
lenguas bajo tres aspectos. Primero, porque el don de lenguas dice
relación a las diversas voces o signos de una verdad inteligible,
cuyos signos son también imágenes sensibles que aparecen en visión
imaginaria. De ahí que con Agustín, en XII
Super Gen. ad
litt., compare el don de lenguas con la visión
imaginaria. Por otra parte, ya dijimos (
q.173 a.1) que el don de
profecía consiste en la iluminación de la mente en orden a conocer la
verdad inteligible. Por tanto, así como la iluminación profética es
más excelente que la visión imaginaria, como ya dijimos (
q.173 a.2),
también la profecía es más excelente que el don de lenguas considerado
en sí mismo.
En segundo lugar, porque el don de profecía nos comunica cosas, lo
cual es mejor que comunicar voces, como hace el don de
lenguas.
En tercer lugar, porque el don de profecía es más útil. Y esto lo
demuestra el Apóstol, en 1 Cor 14, con tres razones. La primera
(v.5ss), porque la profecía es más útil a la edificación de la
Iglesia, a la cual no sirve el que habla lenguas, a no ser que le
acompañe la exposición. La segunda (v.14ss), por parte del mismo que
las habla: si hablara distintas lenguas sin entenderlas (lo cual se da
en el don de profecía), su edificación espiritual no se vería
beneficiada. La tercera razón (v.21ss), considerando a los infieles,
en cuyo favor parece que se concede principalmente el don de lenguas:
éstos, posiblemente, considerarían locos a aquellos que hablaran en
lenguas, como los judíos creyeron borrachos a los Apóstoles cuando
éstos hablaban en lenguas, como se dice en Act 2,13. En cambio,
mediante la profecía se convencerían los infieles, al darse a conocer
los pensamientos ocultos de su corazón.
A las objeciones:
1. Como ya observamos antes (
q.174 a.2 ad 1), constituye la excelencia el hecho de que uno no sólo sea
iluminado con una luz inteligible, sino que perciba la visión
imaginaria. También es propio de la perfección del Espíritu Santo no
sólo el llenar la mente con la luz profética y la fantasía con la
visión imaginaria, como sucedía en el Antiguo Testamento, sino el
instruir externamente a la lengua para que se exprese con distintos
signos de locución. Todo esto se realiza en el Nuevo Testamento, según
lo que se dice en 1 Cor 14,26:
Cada uno de vosotros tiene salmos,
doctrina, lengua y revelación profética.
2. Mediante el don de profecía, el
hombre es ordenado hacia Dios en su mente, lo cual es más noble que
ser ordenado mediante la locución. Y se dice que el que habla en
lenguas no habla para hombres, es decir, para la comprensión y
utilidad de éstos, sino sólo para la comprensión y alabanza de Dios.
Pero, mediante la profecía, uno se ordena a Dios y al prójimo. Por
tanto, es un don más perfecto.
3. La revelación profética se
ordena al conocimiento de todo lo sobrenatural. Por eso, de su
perfección deriva el que, en estado de imperfección de esta vida, no
pueda poseerse perfectamente de un modo habitual, sino de modo
imperfecto, como una pasión. En cambio, el don de lenguas hace
referencia a un conocimiento particular, el de las voces humanas, y no
se opone a la imperfección de esta vida el que pueda poseerse de un
modo perfecto y habitual.
4. La interpretación de los
discursos puede reducirse al don de profecía, en cuanto que la mente
es iluminada en orden a comprender y exponer cuanto haya de oscuro en
el discurso, sea por la dificultad de las cosas que se dicen o bien
por las semejanzas de cosas usadas, según se dice en Dan 1,16: He
oído de ti que puedes resolver las dudas y aclarar las
oscuridades. Por eso la interpretación de los discursos es mejor
que el don de lenguas, como demuestra el Apóstol en 1 Cor 14,5: Es
mejor el que profetiza que el que habla en lenguas, a menos que
también interprete. Sin embargo, la interpretación de los
discursos es considerada inferior al don de lenguas, porque la
interpretación de discursos se extiende también a la interpretación de
diversas clases de lenguas.