Artículo 1:
¿Puede ser natural la profecía?
lat
Objeciones por las que parece que la profecía puede ser
natural.
1. Según San Gregorio, en IV Dialog., a veces la
misma fuerza de las almas, con su penetración, prevé alguna cosa.
Y San Agustín dice, en XII Super Gen. ad litt.,
que es propio del alma humana, abstraída de los sentidos, prever el
futuro. Como esto es, precisamente, la profecía, sigúese que el alma
puede naturalmente alcanzar la profecía.
2. El conocimiento por parte del alma humana es más poderoso
en la vigilia que en el sueño. Ahora bien: hay quienes, durante el
sueño, prevén naturalmente hechos futuros, como demuestra el Filósofo
en su obra De Somno et Vigil. Luego con mayor razón puede el
hombre conocer naturalmente el futuro.
3. El hombre es, por naturaleza, más perfecto que los
animales brutos. Pero hay animales brutos que prevén hechos futuros
que les conciernen. Así, las hormigas conocen de antemano las lluvias
futuras, lo cual es evidente por el hecho de que antes de que llueva
empiezan a amontonar el trigo en sus graneros. Igualmente, los peces
conocen con anterioridad las tempestades que van a sucederse, como se
deduce del hecho de que se mueven para alejarse de los lugares
afectados por ellas. Luego con mucha mayor razón pueden los hombres
conocer con anterioridad, de un modo natural, los hechos futuros que
les atañen, y que son el objeto de la profecía. Por consiguiente, ésta
es natural.
4. Se dice en Prov 29,18: Cuando falte la profecía, se
disipará el pueblo, lo cual quiere decir que la profecía es
necesaria para la conservación del hombre. Ahora bien: la
naturaleza no falta en lo necesario. Por tanto, parece que la
profecía es natural.
Contra esto: está lo que se dice en 2 Pe 1,21: La profecía no ha
sido proferida por humana voluntad; antes bien, movidos del Espíritu
Santo, hablaron los hombres de Dios. Luego la profecía no proviene
de la naturaleza, sino que es un regalo del Espíritu
Santo.
Respondo: Como ya observamos antes (
q.171 a.6 ad 2), la profecía puede ser un conocimiento previo de los hechos
futuros bajo dos aspectos: en sí mismos y en sus causas. Lo primero es
propio del entendimiento divino, a cuya eternidad están presentes
todas las cosas, como dijimos en la
Primera Parte (
q.14 a.13;
q.57 a.3;
q.86 a.4). Tal conocimiento previo de lo futuro no puede
proceder, pues, de la naturaleza, sino sólo de la revelación
divina.
Ahora bien: los hechos futuros en sus causas pueden ser conocidos de
antemano también por el hombre de un modo natural. Así, el médico
conoce de antemano si el enfermo va a curarse o a morir en algunas
causas cuyo orden a determinados efectos conoce por experiencia. Tal
conocimiento de los hechos futuros puede venir al hombre de la
naturaleza de dos modos. Según el primero, el alma, por su misma
naturaleza, puede conocer al instante los hechos futuros. Así, según
San Agustín en XII Super Gen. ad litt., algunos pretendieron que el alma poseía en sí misma un poder de
adivinación. Esto parece responder a la doctrina
de Platón, según el cual las almas conocen todas las
cosas por participación de las ideas, pero este conocimiento queda
oscurecido al unirse ellas al cuerpo, en unos más que en otros, según
la distinta pureza del cuerpo. Según eso, podría decirse que los
hombres cuyas almas no están muy oscurecidas por su unión al cuerpo
pueden conocer de antemano esas cosas por ciencia propia. Contra esta
teoría objeta San Agustín: ¿Por qué no puede el
alma tener siempre esa capacidad adivinatoria, aunque quiere tenerla
siempre?
Pero, como parece más cierto, el conocimiento viene al alma a través
de los objetos sensibles, conforme a la opinión de Aristóteles, que
expusimos en la Primera Parte (q.84 a.6). Diremos, pues, con
más propiedad que los hombres no poseen conocimiento previo de tales
hechos futuros, sino que pueden adquirirlo por vía experimental, la
cual se ve ayudada en ellos por la disposición natural, según la cual
se halla en él la perfección de la facultad imaginativa y la claridad
de la inteligencia.
Sin embargo, este conocimiento previo es distinto del primero, que se
obtiene por revelación divina bajo dos aspectos. En primer lugar,
porque aquél puede tener por objeto toda clase de acontecimientos y es
infalible, mientras que este conocimiento previo que puede adquirirse
por vía natural se limita a ciertos efectos a los que puede extenderse
la experiencia humana. En segundo lugar, porque el conocimiento
profético propiamente tal posee una verdad inmutable; no así el
conocimiento previo natural, que puede estar sujeto a
error.
El primer conocimiento previo pertenece propiamente a la profecía;
pero no el segundo, porque, como ya dijimos (q.171 a.3 corp.), el
conocimiento profético tiene por objeto aquellos hechos que exceden
totalmente el conocimiento humano. Por eso podemos afirmar que la
profecía propiamente dicha no puede proceder de la naturaleza, sino
únicamente de la revelación divina.
A las objeciones:
1. El alma, mediante la
abstracción de las cosas corpóreas, se hace más apta para percibir el
influjo de las sustancias espirituales y también de los sutiles
movimientos causados en la imaginación humana por la impresión de las
causas naturales, cuya percepción le es difícil cuando se halla
ocupada en cosas sensibles. Por eso dice San Gregorio
que el alma, cuando se acerca a la muerte, conoce con anterioridad
algunos hechos futuros, debido a su agudeza natural, en cuanto que
percibe aun las más pequeñas impresiones. También pueden conocerse los
hechos futuros mediante revelación de un ángel. Pero eso no se debe a
su propia virtud, ya que, como dice San Agustín en XII Super Gen.
ad litt., de ser así, podría conocer por su propia
virtud los hechos futuros siempre que quisiera, lo cual es
evidentemente falso.
2. El conocimiento previo de los
hechos futuros que tiene lugar en los sueños tiene su origen o en la
revelación de las sustancias espirituales, o por una causa corpórea,
como dijimos antes (
q.95 a.6), al tratar de la adivinación. En ambos
casos se realiza mejor en sueños que en la vigilia, ya que el alma en
estado de vigilia está más pendiente de las cosas externas sensibles,
por lo cual es menor su poder para percibir las impresiones de las
sustancias espirituales e, incluso, de las causas naturales. Pero en
cuanto a la percepción del juicio, la mente está más dispuesta en la
vigilia que durante el sueño.
3. Tampoco los animales conocen
con anterioridad los efectos futuros, a no ser en cuanto que ello es
posible por sus causas, que mueven su fantasía. En esto incluso
aventajan al hombre, cuya fantasía, sobre todo en estado de vigilia,
se mueve más por la razón que por la impresión de las causas
naturales, y la razón actúa en el hombre con más fuerza lo que en los
animales hace la impresión de las causas naturales. Y ayuda al hombre,
aún más, la gracia divina que inspira a los profetas.
4. La luz profética se extiende
también a la dirección de los actos humanos, y por eso la profecía es
necesaria para el gobierno del pueblo, sobre todo en orden al culto
divino, para el cual no basta la naturaleza, sino que es necesaria la
gracia.
Artículo 2:
¿Se realiza la revelación profética por medio de los
ángeles?
lat
Objeciones por las que parece que la revelación profética no se hace
por medio de los ángeles.
1. En Sab 7,27 se dice: La sabiduría de Dios se derrama en las
almas santas, haciendo amigos de Dios y profetas. Ahora bien: hace
amigos de Dios de un modo inmediato. Luego también hace a los profetas
de un modo inmediato, y no por medio de los ángeles.
2. La profecía se cuenta entre las gracias gratis dadas.
Pero dichas gracias proceden del Espíritu Santo, según el texto que
dice (1 Cor 12,4): Hay diversidad de dones, pero uno mismo es el
Espíritu. Por tanto, la profecía no se realiza por medio de
ángeles.
3. Dice Casiodoro que la profecía es una
revelación divina. Pero, si se realizara por mediación de los
ángeles, se diría que es una revelación angélica. Por tanto, no se
realiza por medio de los ángeles.
Contra esto: está el testimonio de Dionisio, quien dice en IV Cael.
Hier.: Nuestros gloriosos padres recibieron las
visiones por medio de las virtudes celestes. Luego la revelación
profética se realiza por mediación de los ángeles.
Respondo: Como afirma el Apóstol en Rom 13,1, las cosas que proceden de Dios están ordenadas. Y, según dice
Dionisio, este orden de la divinidad consiste en
gobernar las cosas inferiores por las de grado medio. Ahora bien:
los ángeles ocupan un lugar intermedio entre Dios y los hombres. Por
eso las iluminaciones y revelaciones divinas son transmitidas por Dios
a los hombres por medio de los ángeles. Y, realizándose el
conocimiento profético mediante una iluminación y revelación divina,
síguese que se realiza por medio de los ángeles.
A las objeciones:
1. La caridad, por la cual el
hombre se hace amigo de Dios, es una perfección de la voluntad, en la
cual sólo Dios puede actuar. Pero la profecía es una perfección del
entendimiento, en la cual puede actuar también el ángel, como dijimos
en la
Primera Parte (
q.111 a.1). Por ello, la razón no es la
misma en ambos casos.
2. Las gracias gratis dadas se
atribuyen al Espíritu Santo como principio primero, el cual, sin
embargo, las produce en los hombres mediante el ministerio de los
ángeles.
3. La operación de un instrumento
se atribuye al agente principal, en virtud del cual actúa. Y dado que
un ministro es como un instrumento, por eso se dice que es divina la
revelación profética, que se realiza mediante el ministerio de los
ángeles.
Artículo 3:
¿Se precisa una disposición natural para la profecía?
lat
Objeciones por las que parece que se requiere una disposición natural
para la profecía.
1. La profecía es recibida en el profeta por una disposición de quien
la recibe. En efecto, a propósito de Am 1,2: El Señor rugirá en
Sión, dice la Glosa de San Jerónimo: Es
natural que quienes hacen una comparación la tomen de aquellas cosas
que les son familiares por conocerlas. Así, por ejemplo, los marineros
comparan a sus enemigos con los vientos, y a los daños con un
naufragio. Así también Amos, que fue pastor de ganado, compara el
temor de Dios con el rugido del león. Ahora bien: todo cuanto es
recibido en un sujeto según el modo del que lo recibe requiere una
disposición natural. Luego la profecía exige una disposición
natural.
2. La especulación profética es más elevada que la de la
ciencia adquirida. Pero la falta de disposición natural es un
obstáculo para la especulación de la ciencia adquirida, ya que muchos,
por falta de disposición natural, no pueden llegar a la especulación
científica. Luego con mucho mayor motivo se requerirá una disposición
natural para la contemplación profética.
3. La falta de disposición natural es un obstáculo mayor
que un impedimento accidental. Pero una
indisposición accidental que sobreviene impide la especulación
profética, puesto que San Jerónimo, al comentar a San
Mateo, dice que en el tiempo en que se realiza el
acto conyugal no se da la presencia del Espíritu Santo, aunque parezca
profeta el que está realizando la generación. Por consiguiente,
con mucha mayor razón, es un obstáculo para la profecía la falta de
disposición natural, con lo cual parece que es un requisito para la
profecía una buena disposición natural.
Contra esto: está el testimonio de San Gregorio, quien dice en la Homilía de Pentecostés: Llena el Espíritu Santo a un joven
citarista y lo convierte en salmista; a un pastor de ganados que
prepara los higos del sicómoro y lo hace profeta. Por tanto, no es
necesaria una disposición previa para la profecía, sino que depende
exclusivamente de la voluntad del Espíritu Santo, del que se dice en 1
Cor 12,11: Todas estas cosas las obra el único y mismo Espíritu,
que distribuye a cada uno según quiere.
Respondo: Como apuntamos antes (
a.1), la
profecía propiamente dicha procede de inspiración divina, mientras que
la que proviene de una causa natural se llama profecía impropiamente.
Ahora bien: hay que tener en cuenta que, así como Dios, al ser causa
universal en el obrar, no necesita una materia ni disposición de la
materia misma en los efectos corpóreos, sino que puede proporcionar, a
la vez, la materia, la disposición y la forma, tampoco exige una
disposición previa en los efectos espirituales, sino que puede
proporcionar, junto con el efecto espiritual, la disposición
conveniente que el orden natural requiere. Más aún: podría, mediante
la creación, producir a la vez el mismo sujeto, de modo que en la
creación dispusiera al alma para la profecía y le diera la gracia
profética.
A las objeciones:
1. Es indiferente a la profecía
con qué semejanzas se exprese. Por eso la operación divina no causa en
esto ningún cambio en el profeta, sino que únicamente suprime lo que
sea contrario a la profecía.
2. La especulación científica es
producto de una causa natural. Ahora bien: la naturaleza no puede
operar si falta una disposición previa en la materia. Pero esto no
puede decirse de Dios, que es causa de la profecía.
3. Alguna mala disposición
natural, si no se quita, podría impedir la revelación profética. Por
ejemplo, si uno estuviera totalmente privado del sentido común.
También sería un obstáculo para profetizar el que uno estuviera bajo
el influjo de una pasión fuerte de ira o de concupiscencia, como
sucede con el coito o con cualquiera otra pasión. Pero esta falta de
disposición natural es removida por la virtud divina, que es la causa
de la profecía.
Artículo 4:
¿Se requiere la rectitud de costumbres para la profecía?
lat
Objeciones por las que parece que se requiere rectitud de costumbres
para la profecía.
1. En Sab 7,27 se dice que la Sabiduría de Dios, a través de las
edades, se derrama en las almas santas, haciendo amigos de Dios y
profetas. Pero no puede existir santidad sin rectitud de
costumbres y sin una gracia que nos hace gratos a Dios. Luego no puede
darse profecía sin rectitud de costumbres y sin gracia, que nos hace
gratos a Dios.
2. Sólo a los amigos se revelan los secretos, según se dice
en Jn 15,15: Os he llamado amigos porque os he comunicado todo
cuanto oí a mi Padre. Ahora bien: Dios revela sus secretos a
los profetas, tal como se dice en Am 3,7. Luego parece que los
profetas son amigos de Dios. Y como esto no es posible sin la caridad,
parece que no puede haber profecía sin caridad, la cual tampoco se da
sin la gracia, que nos hace gratos a Dios.
3. Leemos en Mt 7,15: Cuidado con los falsos profetas,
que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos
rapaces. Pero todos cuantos carecen de gracia interior parecen ser
lobos rapaces y son, por consiguiente, falsos profetas. Por tanto,
nadie es profeta verdadero si no es bueno por la gracia.
4. El Filósofo, en su obra De Somn. et
Vigil., dice que, si la adivinación de los
sueños es un don divino, no es conveniente otorgarla a
cualquiera, sino sólo a los hombres óptimos. Ahora bien: consta
que la profecía es un don de Dios. Luego el don de profecía sólo se
concede a los hombres óptimos.
Contra esto: está el pasaje de Mt 7,22-23, donde a los que habían dicho: Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre?, se les responde: Nunca os conocí. Pero el Señor conoce a los que son
suyos, tal como se dice en 2 Tim 2,19. Por tanto, la profecía
puede darse en aquellos que no son de Dios por la gracia.
Respondo: La rectitud de costumbres puede
considerarse de dos modos. Primeramente, en su raíz interna, que es la
gracia que hace grato. En segundo lugar, en cuanto a las pasiones
internas del alma y a las acciones externas. La gracia se concede
principalmente para que el alma humana se una a Dios por la caridad.
Por eso dice San Agustín en XV
De Trínit.:
A no ser que se le conceda a uno el Espíritu Santo, que le haga
amar a Dios y al prójimo, no es trasladado de la izquierda a la
derecha. Luego todo aquello que puede darse sin caridad puede
existir sin gracia, que nos hace gratos, y, por consiguiente, sin
rectitud de costumbres. Ahora bien: la profecía puede darse sin
caridad, como demuestra un doble argumento. En primer lugar, por el
acto de cada uno: la profecía pertenece al entendimiento, cuyo acto es
anterior al de la voluntad, a la cual perfecciona la caridad. Por eso
el Apóstol, en 1 Cor 13,1-2, incluye la profecía entre las gracias
pertenecientes al entendimiento y que pueden existir sin la caridad.
En segundo lugar, por el fin de cada una: la profecía, al igual que
otras gracias gratis dadas, se concede para utilidad de la Iglesia,
conforme se dice en 1 Cor 12,7:
A cada uno se le otorga la
manifestación del Espíritu para común utilidad, y no se ordena
directamente a unir con Dios los afectos del profeta, como hace la
caridad. Por ello, la profecía puede darse sin rectitud de costumbres
en cuanto a la raíz primera de esta rectitud.
Pero, si consideramos la rectitud de costumbres según las pasiones
del alma y las acciones externas, la maldad de costumbres supone un
impedimento para la profecía, porque para ésta se requiere la
elevación de la mente a la contemplación de lo espiritual, y la mente
queda impedida por una pasión vehemente y por una dedicación
desordenada a las cosas externas. Por eso se dice de los hijos de
los profetas, en 4 Re 4,38, que vivían con Eliseo, llevando
una vida solitaria para no verse privados del don de profecía a causa
de ocupaciones mundanas.
A las objeciones:
1. El don de profecía se concede,
a veces, tanto para utilidad de los demás como para ilustración de la
propia mente. Es en el alma de los profetas donde la Sabiduría divina se comunica por la gracia que nos hace gratos, haciéndolos
amigos de Dios y profetas. Otros, por el contrario, reciben el don
de profecía sólo para utilidad de los demás, siendo una especie de
instrumentos de la obra divina. Por eso dice San Jerónimo en el Comentario a Mt.: Profetizar, hacer milagros y
arrojar demonios no es, a veces, mérito de quien lo realiza, sino que
es la invocación de Cristo la que los obra, o se concede bien para
condenación de los que lo invocan o bien para utilidad de aquellos que
ven u oyen tales prodigios.
2. San Gregorio dice, al exponer
esto: Cuando amamos las cosas celestiales que
hemos oído, ya conocemos lo que amamos, porque el amor mismo ya es un
conocimiento. Luego El ya les había dado a conocer todas las cosas,
por cuanto que, purificados de los deseos terrenos, ardían en llamas
del sumo amor. De este modo, no siempre eran revelados a los
profetas los secretos divinos.
3. No todos los malos son lobos
rapaces, sino únicamente aquellos que se proponen hacer daño a los
demás, ya que, según dice el Crisóstomo al comentar a San
Mateo, los doctores católicos, cuando sean
pecadores, serán esclavos de la carne, pero no lobos rapaces, porque
no se proponen perder a los cristianos. Y puesto que la profecía
se ordena a la utilidad de los demás, es claro que esos tales son
falsos profetas, porque no son enviados por Dios para
esto.
4. Los dones divinos no siempre se
otorgan a los mejores esencialmente, sino, a veces, a
los mejores en cuanto a la percepción de un don determinado. Y así,
Dios concede el don de profecía a aquellos a quienes El juzga bueno
dárselo.
Artículo 5:
¿Procede de los demonios alguna profecía?
lat
Objeciones por las que parece que ninguna profecía viene de los
demonios.
1. La profecía es una revelación divina, como dice
Casiodoro. Ahora bien: no es divino lo que hace un
demonio. Luego ninguna profecía procede de los demonios.
2. Para el conocimiento profético se requiere una
iluminación, como dijimos antes (
q.171 a.2.3). Pero los demonios no
iluminan el entendimiento humano, como dijimos en la
Primera
Parte (
q.109 a.3). Luego ninguna profecía puede proceder de los
demonios.
3. No es eficaz el signo que puede valer para cosas
contrarias. Pero la profecía es un signo de confirmación en la fe. Por
eso, al comentar Rom 12,6: Ya sea profecía, según la medida de la
fe, dice la Glosa: Nótese que en la
enumeración de las gracias empieza por la profecía, que es el primer
argumento a favor de que nuestra fe es racional, ya que los creyentes
profetizaban una vez recibido el Espíritu Santo. Luego la profecía
no puede ser otorgada por los demonios.
Contra esto: está lo que se dice en 2 Re 18,19: Júntame a todo
Israel en el monte Carmelo, a los trescientos cincuenta profetas del
Baal y a los cuatrocientos profetas de los bosques que comen a la mesa
de Jezabel. Pero éstos eran profetas de los demonios. Por
consiguiente, parece que también de los demonios procede alguna
profecía.
Respondo: Como hicimos notar antes (
q.171 a.1), la profecía implica un conocimiento de cosas alejadas del
conocimiento humano. Ahora bien: es evidente que un entendimiento de
orden superior puede conocer algunas cosas que están lejos del
conocimiento de un entendimiento inferior. Pero sobre el entendimiento
humano está no sólo el entendimiento divino, sino también el de los
ángeles buenos y malos, por razón de su naturaleza. Por eso los
demonios, incluso por conocimiento natural, saben algunas cosas que no
están al alcance del conocimiento humano y pueden revelarlas a los
hombres. Sólo Dios conoce las cosas que se hallan absolutamente
alejadas, y por eso la profecía propia y esencialmente dicha es
únicamente producto de la revelación divina. Pero también la
revelación hecha a través de los demonios puede llamarse profecía en
cierto sentido. De ahí que aquellos a los que es revelado algo por los
demonios no sean llamados, en la Escritura, profetas propiamente
dichos, sino con alguna adición: por ejemplo,
falsos profetas
o
profetas de los ídolos. Por eso escribe San Agustín en XII
Super Gen. ad litt.:
Cuando un espíritu
malo arrebata a algunos hombres a éstas, es decir, a percibir
visiones,
los hace o demoníacos, o posesos, o falsos
profetas.
A las objeciones:
1. Casiodoro, en ese pasaje,
define la profecía propiamente dicha.
2. Los demonios comunican a los
hombres las cosas que saben, no mediante una iluminación del
entendimiento, sino por alguna visión imaginativa o hablándoles
sensiblemente. En esto se distingue la falsa profecía de la
verdadera.
3. La profecía divina puede
distinguirse de la diabólica mediante algunos signos, incluso
externos. Por eso el Crisóstomo dice, al comentar a San
Mateo, que algunos profetizan con espíritu
diabólico, como los adivinos; pero pueden distinguirse porque el diablo
dice, a veces, cosas falsas, lo cual no hace nunca el Espíritu
Santo. Y así leemos en Dt 18,21-22: Y si te dices en tu
corazón: ¿cómo voy a conocer la palabra que ha dicho el Señor?, ten
esto por señal: Cuando un profeta te hable en nombre del Señor, si lo
que dijo no se cumple, es algo que no ha dicho el Señor.
Artículo 6:
¿Predicen los profetas del demonio, alguna vez, cosas
verdaderas?
lat
Objeciones por las que parece que los profetas de los demonios nunca
predicen cosas verdaderas.
1. Dice San Ambrosio que todo lo verdadero,
quienquiera que sea el que lo diga, proviene de Dios. Pero los
profetas de los demonios no hablan movidos por el Espíritu Santo,
porque no existe concordia entre Cristo y Belial, tal como
leemos en 2 Cor 6,15. Luego parece que éstos nunca predicen cosas
verdaderas.
2. Así como los profetas verdaderos son inspirados por el
Espíritu de la verdad, así los profetas de los demonios son inspirados
por el espíritu de la mentira, según se dice en 3 Re 22,22:
Saldré, y seré espíritu mentiroso en boca de todos sus profetas.
Pero los profetas inspirados por el Espíritu Santo nunca dicen
mentira, como antes observamos (
a.5 ad 3;
q.171 a.6). Luego los
profetas de los demonios nunca dicen la verdad.
3. En Jn 8,44 se dice del diablo: Cuando habla la
mentira, habla de lo suyo propio, porque él es mentiroso y padre de
ella, es decir, de la mentira. Ahora bien: cuando inspira a sus
profetas, el diablo no habla sino de lo suyo propio, puesto que no ha
sido constituido ministro de Dios para anunciar la verdad, ya que no hay concordia entre la luz y las tinieblas, como se dice en 2
Cor 6,14. Luego los profetas de los demonios nunca predicen cosas
verdaderas.
Contra esto: está el hecho de que, sobre Núm 22,14, cierta Glosa comenta que Balaam era adivino, hablaba
por ministerio de los demonios y a veces conocía las cosas futuras por
arte de magia. Ahora bien: él anunció muchas cosas verdaderas,
como lo que leemos en Núm 24,17: Saldrá una estrella de Jacob y se
levantará la vara de Israel. Por tanto, también los profetas de
los demonios anuncian cosas verdaderas.
Respondo: La misma relación que entre la
bondad y las cosas existe entre la verdad y el conocimiento. Pero es
imposible encontrar en las cosas algo que esté totalmente privado del
bien. De igual modo, también es imposible que exista un conocimiento
totalmente falso sin mezcla de algo de verdad. Por eso dice
Beda que no hay ninguna doctrina falsa en la que no
vaya mezclado, a veces, algo de verdad con la falsedad. Por eso
incluso la doctrina de los demonios, con la que instruyen a sus
profetas, contiene algo de verdad, que la hace aceptable, pues el
entendimiento es llevado a lo falso por la apariencia de verdad del
mismo modo que la voluntad es conducida al mal mediante la apariencia
de bondad. Por eso dice el Crisóstomo en Super
Mt.: Al diablo le ha sido otorgado decir a
veces la verdad, para recomendar con esta rara verdad sus
mentiras.
A las objeciones:
1. Los profetas de los demonios no
hablan siempre por revelación de éstos, sino que lo hacen, a veces,
bajo inspiración divina, como vemos claramente en el caso de Balaam,
del que en Núm 22,8ss se dice que le habló Dios, aunque era un profeta
demoníaco, ya que Dios utiliza también a los malos para utilidad de
los buenos. De ahí que anuncie algunas verdades por medio de los
profetas de los demonios, bien para que la verdad aparezca más digna
de crédito, al contar incluso con el testimonio de los enemigos, o
también porque, cuando los hombres dan crédito a éstos, son llevados a
la verdad por sus palabras. Y por eso también las Sibilas predijeron
cosas ciertas sobre Cristo.
Pero, incluso cuando los profetas de los demonios son instruidos por
éstos, predicen algunas cosas ciertas. Unas veces en virtud de su
propia naturaleza, cuyo autor es el Espíritu Santo, y a veces también
por revelación de los espíritus buenos, como observa San Agustín en
XII Super Gen. ad litt.. Así, incluso lo
verdadero que anuncian los demonios procede del Espíritu
Santo.
2. El profeta verdadero es
inspirado por el Espíritu de verdad, en el que no hay falsedad, y por
ello no dice mentira. Por el contrario, el profeta de la falsedad no
siempre es instruido por el espíritu de la falsedad, sino que a veces
el espíritu de la mentira dice cosas verdaderas, y otras veces cosas
falsas, como ya dijimos (In corp.; ad 1).
3. Parece que es propio de los
demonios lo que tienen de sí mismos: mentiras y pecados. Pero lo que
les pertenece por naturaleza no les viene de sí mismos, sino de Dios,
y en virtud de su propia naturaleza anuncian, a veces, cosas
verdaderas, como ya dijimos antes (ad 1). Dios se sirve también de
ellos para manifestar la verdad que ha de ser ejecutada por ellos,
cuando les son revelados los misterios divinos por mediación de los
ángeles, como ya dijimos (ad 1;
q.109 a.4 ad 1).