Artículo 1:
¿Es adecuada la división de la profecía en profecía de
predestinación, de presciencia y de conminación?
lat
Objeciones por las que parece que no es conveniente la división hecha
en la Glosa a Mt 1,23: He aquí que la Virgen
concebirá, y en la cual se dice que la profecía, una es de
predestinación divina, la cual ha de cumplirse necesariamente sin
intervención de nuestro albedrío, y que es de la que tratamos aquí;
otra es de presciencia divina, y en ella interviene nuestro albedrío,
y otra se llama de conminación, y es un signo de amonestación
divina.
1. Aquello que forma parte de toda profecía no debe
considerarse como criterio para la división de la misma. Ahora bien:
toda profecía depende de la presciencia divina, puesto que los
profetas leen en el libro de la presciencia, como dice la Glosa. Luego no parece que la profecía de
presciencia deba considerarse como una especie de profecía.
2. De igual modo que hay profecías de conminación, también
las hay de promesa, y ambas presentan diferencias, ya que en Jer
18,7-8 se dice: De pronto hablaré contra un pueblo y contra un
reino para arrancarlo, destruirlo y hacerlo perecer; pero si este
pueblo se arrepiente de su maldad, también yo me arrepentiré,
texto que pertenece a la profecía conminatoria. A continuación
(v.9-10) habla de la profecía de promesa: De repente hablaré del
pueblo y del reino para edificarlo y plantarlo; pero si este pueblo
obra mal ante mis ojos, me arrepentiré del bien que había determinado
hacerle. Por tanto, así como hablamos de profecía de conminación,
debemos hablar también de profecía de promesa.
3. Dice San Isidoro en las Etimologías: Hay siete clases de profecía. La primera es el éxtasis, que es una enajenación de los sentidos, como cuando Pedro vio aquel lienzo que bajaba del cielo, lleno de varios animales. La segunda es la visión, como la de Isaías cuando dice: «Vi al Señor sentado...» La tercera es el sueño, como Jacob cuando vio, en sueños, la escala. La cuarta es mediante la nube, como el pasaje en que Dios habla a Moisés. La quinta, la voz del cielo, que se manifestó a Abrán diciéndole: «No mates a tu hijo». La sexta mediante parábolas, como las de Balaam. La séptima, la plenitud del Espirítu Santo, como sucede en casi todos los profetas. También habla de tres clases de visión: una, con los ojos del cuerpo; otra, con el espíritu imaginario, y la tercera, mediante la visión de la mente. Pero todas estas clases no figuran en la división propuesta (obj.1). Luego dicha división es insuficiente.
Contra esto: está la autoridad de San Jerónimo, a quien
se atribuye la Glosa.
Respondo: En materia moral, las especies de
los hábitos y de los actos se distinguen por sus objetos. Ahora bien:
el objeto de la profecía es aquello que en el conocimiento divino está
por encima de la facultad humana. Por eso, conforme a los diversos
objetos, se divide la profecía en distintas especies, según la primera
división propuesta (obj.1).
Ya dijimos antes (q.171 a.6 ad 2) que el futuro se halla en el
conocimiento divino bajo un doble aspecto. En primer
lugar, considerado en su causa, y da lugar a la profecía de
conminación, la cual no siempre se cumple, sino que en ella se anuncia
el orden de una causa a su efecto, el cual se ve impedido a veces por
algunos hechos que suceden. En segundo lugar, Dios conoce de antemano
algunas cosas en sí mismas, bien para hacerlas Él mismo, en cuyo caso
tenemos la profecía de predestinación, ya que, según San Juan
Damasceno, Dios predestina lo que no está en
nosotros, o para ser hechas por el libre albedrío del hombre,
dando lugar a la profecía de presciencia. Esta puede referirse a cosas
buenas y a cosas malas, lo cual no sucede con la profecía de
predestinación, que tiene siempre por objeto lo bueno.
Y puesto que la predestinación queda comprendida bajo la presciencia,
por eso en la Glosa, en el principio del
Salterio, se habla tan sólo de dos especies de profecía: de presciencia y de conminación.
A las objeciones:
1. La presciencia es propiamente
un conocimiento previo de los sucesos futuros en sí mismos, y en este
sentido se toma la especie de profecía así llamada. Pero si se refiere
a los sucesos futuros en sí mismos o en sus causas, entonces comprende
todas las especies de profecía.
2. La profecía de promesa
está incluida en la de conminación, porque en ambas es idéntica
la razón de verdad. Pero prevalece el nombre de conminación porque
Dios es más inclinado a condonar la pena que a retirar los beneficios
prometidos.
3. San Isidoro divide la profecía
según el modo de profetizar, con el cual, en cuanto a la ilustración
del entendimiento, se designa la plenitud del Espíritu Santo que él
pone en séptimo lugar. En cuanto a la impresión de las formas
imaginarias, pone tres: el sueño, en tercer lugar; la
visión, que pone en segundo lugar y se da en estado de vigilia y
abarca todas las cosas comunes, y el éxtasis, que se da
mediante la elevación de la mente a cosas más altas, y que él pone en
primer lugar. En lo tocante a los signos sensibles, pone tres. En
efecto, el signo sensible o bien es algún objeto corpóreo que se
presenta a la vista de un modo exterior, como la nube, que
pone en cuarto lugar, o es una voz formada exteriormente y que
afecta al oído humano, y es la que pone en quinto lugar, o es una voz
formada por el hombre y que expresa semejanza con alguna cosa, y
pertenece a la parábola, que él pone en sexto
lugar.
Artículo 2:
¿Aventaja la profecía que posee visión intelectual e imaginaria a la
que sólo dispone de visión intelectual?
lat
Objeciones por las que parece que la profecía que posee visión
intelectual e imaginaria aventaja a la que sólo posee visión
intelectual.
1. Dice San Agustín en XII Super Gen. ad litt., y figura en la Glosa sobre 1 Cor 14: Pero
el Espíritu habla misterios: Es menos profeta el que sólo ve en
espíritu las imágenes de las cosas significadas, y es más profeta el
que sólo está dotado de la inteligencia de las mismas; pero es profeta
por antonomasia el que sobresale en ambos aspectos. Ahora bien:
esto se dice del profeta que posee, a la vez, la visión intelectual y
la imaginaria. Luego esta profecía es más excelente.
2. Cuanto mayor es la virtud de una cosa, tanto mayor
distancia abarca. Ahora bien: la luz profética es propia sobre todo de
la mente, como se deduce de lo expuesto (
q.173 a.2). Luego parece que
es más perfecta la que se prolonga hasta la imaginación que aquella
que sólo existe en el entendimiento.
3. San Jerónimo, en el Prólogo al Libro de los
Reyes, distingue entre profetas y hagiógrafos. Todos aquellos a los que llama profetas, tales como
Isaías, Jeremías, etcétera, tuvieron la visión imaginaria a la vez que
la intelectual; no así los que él llama hagiógrafos, que escribían
bajo la inspiración del Espíritu Santo, como Job, David, Salomón y
otros. Luego parece más apropiado llamar profetas a aquellos que
poseen la visión imaginaria junto con la intelectual que a los que
sólo poseen la intelectual.
4. Dice Dionisio, en I Cael. Hier.,
que es imposible que luzca sobre nosotros el rayo divino si no
estamos envueltos en la variedad de los sagrados velos. Pero la
revelación profética se realiza mediante la proyección del rayo
divino. Por consiguiente, parece que no es posible sin los velos de
las imágenes sensibles.
Contra esto: está el hecho de que la Glosa dice en
el comienzo del salterio: Aventaja a los demás aquel género de
profecía que sin auxilio de hecho, dicho, visión o sueño, profetiza
sólo con la inspiración del Espíritu Santo.
Respondo: La dignidad de los medios se
considera principalmente por razón del fin. Ahora bien: el fin de la
profecía es la manifestación de alguna verdad que no está al alcance
del hombre. De ahí que, cuanto más excelente sea esa manifestación,
más digna será la profecía. Pero es evidente que la manifestación de
la verdad divina que se realiza mediante la contemplación desnuda de
la verdad es mejor que aquella que se realiza con la semejanza de
cosas corpóreas, ya que se aproxima más a la visión beatífica, en la
cual se contempla la verdad en la esencia de Dios. De ahí que la
profecía mediante la cual se contempla una virtud sobrenatural
desnuda, en su forma sobrenatural, sea más excelente que aquella en
que la verdad sobrenatural se manifiesta mediante la semejanza de
cosas corpóreas según una visión imaginaria.
También en esto se manifiesta más sublime la mente del profeta, así
como en la enseñanza humana se muestra como oyente de mejor
entendimiento aquel que puede captar la verdad inteligible, propuesta
por el maestro al desnudo, que aquel que necesita de ejemplos para ser
llevado a ella. Por eso se dice para ponderar la profecía de David, en
2 Re 23,3: Me habló el Fuerte de Israel. Y luego (v.4) añade: Como la luz de la aurora, al salir el sol, brilla en una mañana
sin nubes.
A las objeciones:
1. Cuando ha de revelarse una
verdad sobrenatural por medio de semejanzas corpóreas, entonces es más
excelente el profeta que posee ambas cosas: la luz intelectual y la
visión imaginaria, que el que tiene sólo una de ellas, porque en ese
caso la profecía es más perfecta. A esto se refiere San Agustín. Pero
la profecía en la que se revela la verdad inteligible desnuda es la
mejor de todas.
2. Son distintos el juicio sobre
las cosas que se buscan por sí mismas y el de las que se buscan en
orden a otra. En efecto, en aquellas que se buscan por sí mismas,
cuanto más numerosos y lejanos son los objetos a los que se extiende
la virtualidad del agente, más excelente es ésta, de igual modo que se
considera mejor médico aquel que puede sanar enfermedades más
numerosas y graves. Pero en las cosas que sólo se buscan por orden a
otra, cuanto el agente puede lograr su intento con ayudas más escasas
e inmediatas, tanto parece poseer mayor virtualidad, al igual que se
alaba más al médico que sana al enfermo con menos y más ligeros
medios. Ahora bien: la visión imaginaria no es necesaria, en la visión
profética, por sí misma, sino en orden a la manifestación de la
verdad. Por tanto, más excelente es la profecía cuanto menos necesita
de ella.
3. No hay ningún inconveniente en
que algo que es esencialmente mejor reciba menos propiamente una
denominación. Por ejemplo, siendo el conocimiento de los
bienaventurados más noble que el de los de este mundo, éste se llama
fe, por cuanto la fe lleva consigo una imperfección en el
conocimiento. De igual modo, la profecía lleva consigo cierta
oscuridad y alejamiento de la verdad inteligible, y por eso se llaman
propiamente profetas quienes ven mediante visiones imaginarias, aunque
es más noble la profecía que se realiza mediante una visión
intelectual. Pero si Dios infunde a alguien la luz intelectual, no en
orden a conocer cosas sobrenaturales, sino para conocer a la luz de la
certeza divina aquellas cosas que pueden conocerse mediante la razón
humana, entonces tal profecía intelectual es inferior a aquella otra
que va acompañada de una visión imaginaria que la conduce a la verdad
sobrenatural. Es ésta la profecía que poseyeron todos los que se
cuentan entre los profetas, los cuales se llaman especialmente
profetas por haber desempeñado un oficio profético y haber hablado en
nombre del Señor diciendo: Esto dice el Señor. No hacían esto
los hagiógrafos, algunos de los cuales hablaban más frecuentemente de
cosas que están al alcance de la razón, y no en nombre de
Dios, sino en el propio, aunque ayudados por la luz
divina.
4. La iluminación del rayo divino
en la vida presente no se realiza sin el velo de imágenes sensibles,
porque es connatural al hombre, en esta vida, el no entender sin
ellas. Sin embargo, a veces bastan esas imágenes abstraídas por los
sentidos de un modo ordinario, y no se exige ninguna visión imaginaria
proporcionada por Dios. De este modo se dice que la revelación
profética se realiza sin visión imaginaria.
Artículo 3:
¿Pueden distinguirse grados de profecía según la visión
imaginaria?
lat
Objeciones por las que parece que no pueden distinguirse grados de
profecía según la visión imaginaria.
1. Los grados de una cosa se toman no en cuanto que ésta se ordena a
otra, sino considerada en sí misma. Ahora bien: en la profecía se
busca esencialmente la visión imaginaria, conforme dijimos antes (
a.2 ad 2).
Luego parece que los grados de la profecía se distinguen por la
visión intelectual únicamente y no por la visión imaginaria.
2. Parece que en un profeta sólo debe haber un grado de
profecía. Pero a un mismo profeta se le comunica la revelación
mediante distintas visiones imaginarias. Por consiguiente, la
diversidad de visión imaginaria no da lugar a diversos grados de
profecía.
3. Según la Glosa al principio del
Salterio, la profecía consiste en dichos y hechos, sueños y
visiones. Por consiguiente, los grados de la profecía no deben
distinguirse por la visión imaginaria, a la que pertenecen la visión y
el sueño, más que por los dichos y hechos.
Contra esto: está el hecho de que el medio diversifica los grados del
conocimiento de igual modo que la ciencia propter quid, que se
alcanza por un medio más noble, es más excelente que la ciencia quia y que la opinión. Pero la visión imaginaria en la visión
profética es como un medio. Luego los grados de la profecía han de
distinguirse por la visión imaginaria.
Respondo: Como ya hicimos constar antes (
a.2 ad 3), la profecía mediante la cual se revela una verdad sobrenatural
por medio de una visión imaginaria ocupa un lugar intermedio entre la
profecía en la que se revela una verdad sobrenatural sin visión
imaginaria y aquella en la que, mediante una luz inteligible y sin
visión imaginaria, el hombre es orientado a conocer o a realizar
aquellas cosas que dicen relación a la convivencia humana. Ahora bien:
el conocimiento es más propio de la profecía que la acción. Por eso el
grado mínimo de profecía se da cuando uno, por instinto interior, es
movido a realizar alguna acción exterior, como se dice de Sansón en
Jue 15,14, que
se apoderó de él el espíritu de Yahveh y, como
hilos de lino quemados por el fuego, las ligaduras con que estaba
atado se aflojaron y se cayeron de sus manos. El segundo grado de
profecía se da cuando alguien es iluminado para conocer algunas cosas
que, no obstante, no están por encima de los limites del conocimiento
natural, como se dice de Salomón en 3 Re, que
profirió parábolas y
disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo
que nace en el muro, y acerca de los animales, aves, reptiles y
peces, y todo ello se debió a la inspiración divina, pues antes se
dice (v.29):
Dios concedió a Salomón sabiduría y prudencia
grande. Sin embargo, estos dos grados son inferiores a la profecía
propiamente dicha, porque no llegan a la virtud sobrenatural.
En cuanto a la profecía por la que se da a conocer una verdad
sobrenatural por medio de una visión imaginaria, se diferencia, en
primer lugar, por razón del sueño, por tener lugar mientras
uno duerme, y de la visión, por tener lugar en estado de
vigilia. Esta segunda pertenece a un grado más alto de profecía,
porque parece ser mayor luz profética la que lleva hacia lo
sobrenatural al alma ocupada en las cosas sensibles que la que la toma
abstraída de ellas durante el sueño. En segundo lugar, se distinguen
los grados de la profecía en cuanto a la expresión de los signos
imaginarios mediante los cuales se expresa la verdad inteligible. Y
puesto que los signos más expresivos de la verdad inteligible son las
palabras, parece que, si el profeta oye las palabras
que expresan la verdad inteligible, sea en estado de vigilia o de
sueño, se da un grado de profecía más alto que cuando ve algunas cosas
significativas de la verdad, como las siete espigas llenas,
que significan siete años de abundancia. En estos signos parece
que la profecía es más alta cuanto más expresos son los signos, como
sucedió cuando Jeremías vio el incendio de la ciudad bajo la imagen de una olla puesta al fuego, como se dice en Jer 1,13. En tercer
lugar, se manifiesta que hay un grado de profecía más alto cuando el
profeta no sólo ve los signos de las palabras o de los hechos, sino
que ve, en estado de sueño o de vigilia, a alguien que le habla o que
le muestra algo, porque esto demuestra que la mente del profeta se
acerca más a la causa revelante. En cuarto lugar, puede tomarse la
altura del grado de la profecía de la condición de quien se aparece,
porque si el que habla o demuestra, sea en estado de vigilia o de
sueño, se deja ver en forma de ángel, se da un grado de profecía más
alto que si aparece bajo forma de hombre. Y será más alto aún si
aparece en forma de Dios, según se dice en Is 6,1: Vi al Señor
sentado.
Por encima de todos estos grados está el tercer grado de profecía, en
el que la verdad inteligible y sobrenatural se muestra sin visión
imaginaria. Esta excede la razón de profecía propiamente dicha, como
ya dijimos (a.2 ad 3). De todo ello se sigue que los grados de
profecía propiamente dicha se distinguen según la visión
imaginaria.
A las objeciones:
1. No podemos distinguir los
grados de la luz inteligible a no ser mediante signos imaginarios o
sensibles, y así la diversidad de la luz intelectual la tomamos de la
diversidad de las cosas imaginadas.
2. Como observamos antes (
q.171 a.2), la profecía no se recibe como hábito, sino como pasión
transeúnte. Por eso no hay inconveniente en que a un mismo profeta se
le haga la revelación profética varias veces conforme a diversos
grados.
3. Los dichos y hechos a los que
se alude en el texto citado no pertenecen a la revelación de la
profecía, sino a la denunciación, la cual se realiza según la
disposición de aquellos a los que se anuncia lo que se ha revelado al
profeta, y esto se realiza a veces mediante dichos y otras veces
mediante hechos.
Artículo 4:
¿Fue Moisés el más insigne de los profetas?
lat
Objeciones por las que parece no fue Moisés el más insigne de los
profetas.
1. Dice la Glosa, al principio del Salterio,
que David es llamado el profeta por excelencia. Luego Moisés
no fue el más insigne.
2. Josué, que hizo que el sol y la luna se parasen, como se
dice en Jos 10,12-13, e Isaías, que hizo retroceder al sol, como
leemos en Is 38,8, hicieron milagros más grandes que Moisés, el cual
dividió el mar Rojo. Incluso lo hizo mayor Elias, de quien se dice en
Eclo 48,4-5: ¿Quién podrá gloriarse de compararse contigo, que
sacaste un muerto del infierno? Luego Moisés no fue el más insigne
de los profetas.
3. Se dice en Mt 11,11 que, entre los nacidos de mujer,
no apareció uno mayor que Juan el Bautista. Luego Moisés no fue el
más insigne de todos los profetas.
Contra esto: está lo que se dice en Dt 34,10: No ha vuelto a surgir
un profeta como Moisés.
Respondo: Aunque algún otro profeta haya
aventajado a Moisés en otro aspecto, él es, absolutamente hablando, el
más insigne de todos. En efecto, en la profecía, como ya dijimos (
a.3;
q.171 a.1), se considera el conocimiento, bien como visión
intelectual, bien como visión imaginativa, la denunciación y la
confirmación por medio de milagros. Luego Moisés fue más insigne que
los otros profetas. En primer lugar, en cuanto a la visión
intelectual, porque vio la esencia de Dios, al igual que San Pablo en
un rapto, como dice San Agustín en XII
Super Gen. ad
litt.. Por eso leemos, en Núm 12,8, que
ve a
Dios claramente, no por figuras.
En segundo lugar, en cuanto a la visión imaginaria, de la que gozaba
casi a su voluntad, no sólo oyendo las palabras, sino viendo al que se
las decía, tanto en sueños como en vigilia. Por eso
leemos, en Ex 33,11, que el Señor le hablaba cara a cara, como
suele el hombre hablar a su amigo.
En tercer lugar, en cuanto a la denunciación, por cuanto hablaba a
todo el pueblo fiel en nombre de Dios, como proponiendo nuevamente la
ley, mientras que los otros profetas hablaban al pueblo en nombre de
Dios para animarle a observar la ley de Moisés, según las palabras de
Mal 4,4: Acordaos de la ley de Moisés, mi siervo.
En cuarto lugar, en cuanto a la realización de los milagros, los hizo
exclusivamente en favor del pueblo fiel. Por eso se nos dice en Dt
34,10-11: No ha vuelto a surgir en Israel profeta semejante a
Moisés, con quien el Señor trató cara a cara, ni en cuanto a las
maravillas y portentos que Yahveh le mandó hacer en la tierra de
Egipto contra el Faraón y sus servidores y todo su
territorio.
A las objeciones:
1. El profeta David se acercó más
a la visión de Moisés en cuanto a la visión intelectual, porque ambos
recibieron la revelación de la verdad inteligible y sobrenatural sin
visión imaginaria. Pero la visión de Moisés fue más excelente en
cuanto al conocimiento de la divinidad, mientras que David conoció de
un modo más pleno el misterio de la Encarnación de
Cristo.
2. Los milagros de otros profetas
fueron mayores en cuanto a la sustancia del hecho, pero los de Moisés
fueron mayores en cuanto al modo de realizarlos, ya que los hizo para
todo el pueblo.
3. Juan pertenece al Nuevo
Testamento, cuyos ministros son superiores incluso a Moisés por el
hecho de contemplar la verdad al descubierto, como se dice en
2 Cor 3,7ss.
Artículo 5:
¿Existe en los bienaventurados algún grado de profecía?
lat
Objeciones por las que parece que existe algún grado de profecía en
los bienaventurados.
1. Moisés, como dijimos antes (
a.4), vio la esencia divina, y, no
obstante, es llamado profeta. Luego, por la misma razón, los
bienaventurados pueden ser llamados profetas.
2. La profecía es una revelación divina. Ahora bien:
también a los ángeles bienaventurados se les hacen revelaciones
divinas. Luego también a ellos se les puede llamar
profetas.
3. Cristo fue comprehensor ya desde el instante de su
concepción y, sin embargo, El se dice profeta en Mt 13,57 al decir: sólo en su patria y en su casa es menospreciado el profeta.
Luego también los comprehensores y los bienaventurados pueden ser
llamados profetas.
4. Y además: se dice de Samuel en Eclo 46,23: Hizo oír saliendo
de la tierra su voz profética para borrar la iniquidad del pueblo.
Por consiguiente, y por la misma razón, podemos llamar profetas a
otros santos después de su muerte.
Contra esto: está el hecho de que, en 2 Pe 1,19, la palabra
profética se compara con una lámpara que luce en lugar
tenebroso. Ahora bien: en los bienaventurados no hay tinieblas.
Luego no podemos llamarlos profetas.
Respondo: La profecía lleva consigo la visión
de una verdad sobrenatural que está lejos. Esto puede suceder por
doble motivo. En primer lugar, por parte del mismo conocimiento, en
cuanto que la verdad sobrenatural no es conocida en sí misma, sino en
algunos de sus efectos, y si se realiza por medio de figuras corpóreas
de las cosas, estará aún más lejos que si se realiza por efectos
inteligibles. Tal es, sobre todo, la visión profética que se realiza
mediante semejanzas de cosas corpóreas. Otro modo de estar lejos la
visión es por parte del mismo vidente, que no ha llegado a la última
perfección, según se dice en 2 Cor 5,6: Mientras vivimos en el
cuerpo, peregrinamos lejos del Señor. Pero de ninguno de estos
modos están lejos los bienaventurados. Por tanto, no podemos llamarlos
profetas.
A las objeciones:
1. Aquella visión de Moisés fue
momentánea, a modo de pasión, y no permanente como la bienaventuranza.
Por eso, aun cuando veía, estaba lejos, y tal visión no está
totalmente ajena a la noción de profecía.
2. A los ángeles se les otorga la
revelación divina no como a quienes están lejos, sino como a seres
totalmente unidos a Dios. Por eso tal revelación no es
profecía.
3. Cristo era, a la vez,
comprehensor y viador. Sólo como viador le compete la razón de
profeta.
4. Ni siquiera Samuel había
llegado todavía al estado de la bienaventuranza. Por consiguiente, si,
por voluntad de Dios, el alma de Samuel dio a conocer a Saúl el
resultado de la batalla, por habérselo revelado Dios, esto pertenece
al género de profecía. Pero este argumento no vale para los santos que
están en la bienaventuranza. Sin embargo, no hay inconveniente en que
esto haya sucedido por arte de los demonios, porque, aunque éstos no
pueden evocar el alma de un santo, ni obligarle a que haga algo, puede
suceder, por virtud divina, que, mientras consultan al demonio, el
mismo Dios comunique la verdad por medio de su mensajero, como, por
medio de Elias, respondió a los mensajeros del rey enviados a
consultar al dios de Acarón, como consta en 4 Re l,2ss.
Incluso puede decirse que no fue el alma de Samuel, sino el demonio,
quien habló en su nombre, y a quien el Sabio llama Samuel, y su
comunicación fue profecía según la opinión de Saúl y de los
presentes.
Artículo 6:
¿ Varían los grados de profecía según el correr de los
tiempos?
lat
Objeciones por las que parece que los grados de profecía cambian
según el correr de los tiempos.
1. La profecía se ordena al conocimiento de las cosas divinas, como
es evidente por lo ya dicho (
a.2). Pero, como dice San
Gregorio,
con el correr de los tiempos creció el
conocimiento de las cosas divinas. Luego deben distinguirse grados
de profecía según el correr de los tiempos.
2. La revelación profética se realiza por medio de una
alocución de Dios al hombre, mientras que los profetas pregonan de
palabra y por escrito lo que les ha sido revelado. Por eso se dice en
1 Re 3 que la palabra del Señor era preciosa, es decir, rara,
si bien luego fue comunicada a muchos. A eso se debe también el que
los libros de los profetas no fueran escritos antes de Isaías, a quien
se dijo: Toma una tabla grande y escribe en ella con estilo de
hombre, tal como leemos en Is 8,1. Después de esto, muchos
profetas escribieron sus profecías. Luego parece que crecieron los
grados de la profecía con el correr de los tiempos.
3. El Señor dice en Mt 11,13: La ley y los profetas
profetizaron hasta Juan. Posteriormente, el don de profecía en los
discípulos de Cristo fue mucho más excelente que lo que había sido en
los profetas antiguos, según se dice en Ef 3,5: No fue dado a
conocer a las generaciones pasadas, a los hijos de los hombres, el
misterio de Cristo como ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles
y profetas por el Espíritu. Por tanto, parece que, con el correr de
los tiempos, creció el grado de profecía.
Contra esto: está el hecho de que, según ya quedó dicho (
a.4), el más
excelente de los profetas fue Moisés, el cual, no obstante, fue
anterior a los demás. Luego el grado de profecía no creció con el
correr de los tiempos.
Respondo: Como ya expusimos antes (
a.2), la
profecía se ordena al conocimiento de la verdad divina, por cuya
contemplación no sólo somos instruidos, sino también gobernados en
nuestras obras, según se dice en el salmo 42,3:
Envía tu luz y tu
verdad, ellas me guiarán. Ahora bien: nuestra fe consiste
principalmente en dos cosas. En primer lugar, en el conocimiento
verdadero de Dios, conforme a lo que se dice en Heb 11,6:
Al que
se acerca a Dios le es necesario creer que El existe. En segundo
lugar, en el misterio de la Encarnación de Cristo, según se dice en Jn
14,1:
Creéis en Dios, creed también en mí. Por tanto, si
hablamos de la profecía en cuanto que se ordena a la fe en la
divinidad, creció según tres distintas etapas temporales: antes de la
ley, bajo la ley y bajo la gracia. En efecto, antes de la ley, Abrahán
y los otros padres fueron instruidos en lo tocante a la fe en la
divinidad. De ahí que sean llamados profetas, según lo que se dice en
el salmo 104,15:
No hagáis mal a mis profetas, lo cual se dice
especialmente por Abrahán e Isaac. Bajo la ley se hizo la revelación
profética de lo referente a la fe en la divinidad de un modo más
excelente que en el tiempo anterior, puesto que era necesario instruir
ya no sólo a personas y familias en especial, sino a todo el pueblo.
Por eso dice el Señor a Moisés en Ex 6,2-3:
Yo, el
Señor, que me mostré a Abrahán, Isaac y Jacob como Dios omnipotente,
pero no di a conocer mi nombre de Adonai. Es decir, los antiguos
padres fueron instruidos, en general, sobre la omnipotencia del Dios
único, pero Moisés fue instruido sobre la simplicidad de la esencia
divina cuando se le dijo, conforme a Ex 3,14:
Yo soy el que
soy, que es lo que expresan los judíos con el nombre de Adonai, a
causa de la veneración en que tenían aquel nombre inefable.
Posteriormente, en el tiempo de la gracia, el Hijo de Dios en persona
reveló el misterio de la Trinidad según el texto de Mt 28,19:
Id,
enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo.
Sin embargo, en cada una de estas etapas fue la primera revelación la
más excelente, y la primera revelación anterior a la ley se hizo a
Abrahán, en tiempo del cual empezaron los hombres a desviarse de la fe
en un Dios único, dándose a la idolatría. Antes no era necesaria tal
revelación, porque todos se mantenían fieles en el culto a un solo
Dios. A Isaac se le hizo una revelación inferior, como fundada en la
de Abrahán; por eso se le dijo, según Gén 26,24: Yo soy el Dios de
tu padre Abrahán. Asimismo, a Jacob se le dijo, conforme a Gén
28,13: Yo soy el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac.
En la etapa de la ley, también la primera revelación hecha a Moisés
fue más excelente, y sobre ella se funda todo el resto de revelación a
los profetas. De igual modo, en la etapa de la gracia toda la fe de la
Iglesia se funda sobre la revelación hecha a los Apóstoles sobre la fe
en la unidad y en la trinidad, según lo que leemos en Mt 16,18: Sobre esta piedra, es decir, la de tu confesión, edificaré mi
Iglesia.
En cambio, en cuanto a la Encarnación de Cristo, es evidente que
cuanto más cercanos estuvieron a Cristo, antes o después de El,
fueron, en general, instruidos más plenamente sobre ella, pero más los
posteriores a El que los anteriores, según dice San Pablo en Ef
3,5.
En lo referente a la dirección de los actos humanos, la revelación
profética se diferenció no según el curso del tiempo, sino según la
clase de materia, ya que, como se dice en Prov 29,18, cuando le
falte la profecía, el pueblo se desenfrenará. Por tanto, los
hombres fueron instruidos en todo tiempo, por Dios, sobre las cosas
que debían hacer, según era conveniente a la salvación de los
elegidos.
A las objeciones:
1. Las palabras de San Gregorio
hay que interpretarlas referidas al tiempo anterior a la Encarnación
de Cristo, en lo referente al conocimiento de este
misterio.
2. Como afirma San Agustín en
XVIII De Civ. Dei, asi como en la primera
época del reino de los asirios vivió Abrahán, a quien se hicieron las
promesas bien explícitas, así ocurrió en el comienzo de la Babilonia
occidental, es decir, de la ciudad de Roma, bajo cuyo dominio
había de venir Cristo, en el que se cumplieron aquellas promesas, a
saber: se resolverían los oráculos de los profetas, no sólo los
hablados, sino los escritos, es decir, las promesas hechas a
Abrahán. En efecto, aunque nunca faltaron los profetas al pueblo
israelita desde que empezaron a existir los reyes, fueron para
beneficio de ellos y no de los gentiles. Pero cuando la Escritura
profética se redacta más claramente, para ser útil a los gentiles en
alguna ocasión, se fundaba esta ciudad, es decir, Roma, que
había de gobernar sobre los gentiles. Por eso fue sobre todo en la
época de los reyes cuando abundaron más los profetas en aquel pueblo,
porque entonces éste no estaba oprimido por extraños, sino que tenía
su propio rey. De ahí que conviniera que fuera instruido por los
profetas sobre lo que debía hacer, puesto que gozaba de
libertad.
3. Los profetas que anunciaron la
llegada de Cristo no pudieron durar sino hasta Juan, quien
señaló con el dedo a Cristo presente. Sin embargo, como San Jerónimo
dice en el mismo pasaje, esto no significa que
después de Juan se excluyan los profetas, puesto que en los Hechos de
los Apóstoles se dice que Agabo profetizó, así como las cuatro
vírgenes hijas de Felipe. También San Juan escribió un libro
profético sobre el fin de la Iglesia, y en todas las épocas hubo
algunos que poseían el espíritu profético, no para dar a conocer
doctrinas nuevas, sino para dirigir la vida humana, como San Agustín
dice en V De Civ. Dei: que Teodosio Augusto envió un emisario a Juan, que vivía en el desierto de Egipto, de
quien por la fama siempre creciente había sabido que estaba dotado del
espíritu de profecía, y recibió de él el anuncio de la
victoria.