Artículo 1:
¿El temor es pecado?
lat
Objeciones por las que parece que el temor no es pecado.
1. El temor es una pasión, como queda dicho (
1-2 q.23 a.4;
q.41 a.1).
Pero, según leemos en II
Ethic., por las pasiones
ni se nos alaba ni se nos censura. Y como todo pecado es
reprobable, parece que el temor no es pecado.
2. Nada que se manda en la ley divina es pecado, porque la ley del Señor es perfecta, como leemos en el salmo 18,8. Pero
el temor se manda en la ley de Dios, porque se dice en Ef 6,5: Siervos, obedeced a vuestros amos según la carne con temor y
temblor. Por tanto, el temor no es pecado.
3. Nada que esté en la naturaleza del hombre es pecado,
porque el pecado es contrario a la naturaleza, como dice el
Damasceno en el libro II. Pero el temor es connatural
al hombre. Por eso dice el Filósofo en III Ethic. que estará loco o privado del sentido del dolor el que no teme nada, ni los terremotos, ni las inundaciones. Por tanto el temor no es pecado.
Contra esto: está lo que dice el Señor en Mt 10,28: No temáis a los
que matan el cuerpo. Y también leemos en Ez 2,6: No temáis ni
tengáis miedo a sus palabras.
Respondo: En los actos humanos se dice que
algo es pecado porque implica un desorden: pues el bien del acto
humano consiste en un cierto orden, como queda probado (
q.10 a.2;
q.114 a.1). Ahora bien: aquí el orden debido reside en que el apetito
se someta al régimen de la razón. Y la razón manda evitar ciertas
cosas y buscar otras; y entre las primeras, manda huir de unas más que
de otras; igualmente, entre las segundas, buscar unas más que otras; y
cuanto más debemos buscar un bien, tanto más debemos huir del
contrario. De ahí que la razón manda la búsqueda de unos bienes más
que la huida de otros males. Por tanto, cuando el apetito huye de lo
que la razón manda soportar para no desistir de lo que se debe buscar
con más fuerza, se da el temor desordenado, y tiene razón de pecado.
Por el contrario, cuando el apetito huye por temor de lo que, según la
razón, debe huir, entonces el apetito no es desordenado ni hay
pecado.
A las objeciones:
1. El temor tomado en sentido
general implica de suyo universalmente una huida; en este sentido no
importa razón de bien o de mal. Igualmente sucede con cualquier otra
pasión. Pero dice el Filósofo que las pasiones no son
dignas de elogio ni de vituperio, es decir, no son elogiados ni
vituperados los que se irritan o temen; sólo lo son si se
comportan en su ira o temor ordenada o
desordenadamente.
2. El temor que recomienda el
Apóstol es conforme a la razón, es decir, el siervo debe temer
apartarse de los deberes que debe prestar al amo.
3. La razón manda huir de los
males a los que el hombre no puede hacer frente y de cuya resistencia
no se deriva ningún bien. Y por eso el temor de tales males no es
pecado.
Artículo 2:
¿El pecado de temor se opone a la fortaleza?
lat
Objeciones por las que parece que el pecado de temor no se opone a la
fortaleza.
1. La fortaleza recae sobre los peligros de muerte, como se ha dicho
(
q.123 a.4). Pero el pecado de temor no siempre dice relación a los
peligros de muerte, pues comentando el salmo 127,1:
Dichosos todos
los que temen al Señor, dice la
Glosa que
el temor humano es aquel por el cual tememos padecer los peligros de
la carne o perder los bienes de este mundo. Y al
glosar el texto de Mt 26,44:
oró por tercera vez
diciendo aún las mismas palabras, etcétera, dice que hay un triple
temor malo, a saber:
el temor a la muerte, el temor al menosprecio
y el temor al dolor. Por tanto, el pecado de temor no se opone a
la fortaleza.
2. Lo que más se alaba en la fortaleza es el exponerse a los
peligros de muerte. Pero sucede a veces que uno se expone a la muerte
por temor a la esclavitud o a la deshonra, según San Agustín, en I De Civ. Dei, refiere de Catón, que se dio muerte
por no ser esclavo de César. Luego el pecado de temor no se opone a la
fortaleza, sino que más bien tiene algo en común con
ella.
3. Toda desesperación dimana de un temor. Sin embargo,
la desesperación no se opone a la fortaleza, sino más bien a la
esperanza, como hemos indicado anteriormente (
q.20 a.1;
1-2 q.40 a.4).
Luego tampoco el pecado de temor se opone a la fortaleza.
Contra esto: está el que el Filósofo, en II y
III Ethic., contrapone la timidez a la
fortaleza.
Respondo: Como hemos dicho (
q.19 a.3;
1-2 q.43 a.1), todo temor procede del amor, pues sólo se teme lo contrario de
lo que se ama. Ahora bien: el amor no está circunscrito a un género
concreto de virtud o de vicio, sino que el amor ordenado se incluye en
toda virtud; así, todo hombre virtuoso ama el bien propio de la
virtud, lo mismo que el amor desordenado se incluye en todo pecado, ya
que de tal amor surge el apetito desordenado. De modo semejante, el
temor desordenado se incluye en todo pecado; por ejemplo, el avaro
teme la pérdida del dinero, el voluptuoso la pérdida del placer, y así
sucesivamente. Pero el temor principal es el de los peligros de
muerte, según se prueba en II
Ethic.. Y por eso
el desorden de tal temor se opone a la fortaleza, que se ocupa de los
peligros de muerte. Por eso se dice por antonomasia que la timidez se
opone a la fortaleza.
A las objeciones:
1. Los argumentos de autoridad
aducidos se refieren al temor desordenado tomado en general, el cual
puede oponerse a distintas virtudes.
2. Los actos humanos se conocen
sobre todo por el fin, como se prueba por lo antedicho (
1-2 q.1 a.3;
q.18 a.6). Y propio del fuerte es exponerse a los peligros de muerte
por un bien, pero el que se expone a ellos para huir de la esclavitud
o de algo costoso, se deja vencer por el temor, y esto es contrario a
la fortaleza. De ahí que diga el Filósofo en III
Ethic. que
el morir por huir de la pobreza o de
la necesidad o de la tristeza no es propio del fuerte, sino del
tímido, ya que huir de la dificultad es debilidad.
3. Como hemos dicho (
1-2 q.45 a.2), así como la esperanza es principio de audacia, así el temor lo
es de desesperación. Por eso, del mismo modo que en el fuerte, que usa
la audacia con moderación, se presupone la esperanza, así, por el
contrario, la desesperación nace del temor. Pero no parece conveniente
que cualquier desesperación provenga de cualquier temor, sino del que
está dentro del mismo género. Pero la desesperación opuesta a la
esperanza pertenece a las cosas divinas, es decir, a un género
distinto del temor que se opone a la fortaleza, que se refiere a los
peligros de muerte. Por tanto, el argumento no es válido.
Artículo 3:
¿El temor es pecado mortal?
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Objeciones por las que parece que el temor no es pecado
mortal.
1. Como queda dicho (
1-2 q.23 a.1.4), el temor reside en el apetito
irascible, que forma parte de la sensualidad. Pero en la sensualidad
sólo hay pecado venial, según hemos visto (
1-2 q.74 a.3 ad 3;
a.4).
Por tanto, el temor no es pecado mortal.
2. Todo pecado mortal aparta totalmente el corazón de Dios.
Pero esto no sucede en el temor, porque sobre el texto de Jdt 7,3: El que es temeroso, etc., comenta la Glosa: Tímido es el que tiembla a primera vista ante los combates, pero
no se arredra en su corazón, sino que puede rehacerse y
reanimarse. Por tanto, el temor no es pecado mortal.
3. El pecado mortal no sólo aparta de la perfección,
sino también del precepto. Pero el temor no aparta del precepto, sino
sólo de la perfección; ya que, comentando las palabras del Dt 20,8: ¿Quién tiene miedo y siente desfallecer su corazón?, dice la
Glosa: Se nos enseña aquí que nadie puede
recibir la perfección de la contemplación o de la milicia espiritual
si teme despojarse de las riquezas terrenas. Por tanto, el temor
no es pecado mortal.
Contra esto: está el que por un solo pecado mortal uno merece la pena
del infierno. Y esta pena se debe a los tímidos, según palabras del Ap
21,8: Los tímidos, los infieles, los abominables, etc., tendrán su
parte en el estanque que arde con fuego y azufre, que es la segunda
muerte. Por tanto, la timidez es pecado mortal.
Respondo: Como hemos visto (
a.1), el temor es
pecado en cuanto desordenado, es decir, en cuanto rehuye lo que no
debiera rehuir según la razón. Ahora bien: este desorden en el temor a
veces consiste sólo en el apetito sensitivo, sin el consentimiento del
apetito racional, y en este sentido no puede ser pecado mortal, sino
sólo venial. Sin embargo, dicho desorden en el temor alcanza a veces
al apetito racional, que llamamos voluntad, la cual, por su libre
albedrío, rehuye algo en contra de la razón. Y tal desorden en el
temor unas veces es pecado mortal y otras venial. Si, pues, por el
temor que le hace huir del peligro de muerte, o de cualquier otro mal
temporal, uno está dispuesto a hacer algo prohibido o a omitir algo
preceptuado en la ley divina, tal temor es pecado mortal. En los otros
casos será venial.
A las objeciones:
1. La argumentación parte del
temor en cuanto cae bajo la sensualidad.
2. También la glosa puede
entenderse del temor que reside en la sensualidad. O puede decirse
mejor que está atemorizado totalmente en su corazón aquel cuyo ánimo
es irreparablemente vencido por el temor. Puede, no obstante, ocurrir
que, aun cuando el temor sea pecado mortal, sin embargo uno no se
atemorice tan obstinadamente que no pueda volverse atrás por
persuasiones, como cuando el que peca mortalmente, consintiendo en la
sensualidad, a veces se vuelve atrás, de suerte que no realiza lo que
se había propuesto.
3. La glosa se refiere al temor
que aparta al hombre de un bien que no es de la necesidad del
precepto, sino de la perfección del consejo. Tal temor no es pecado
mortal, y en ocasiones es venial, y otras veces ni siquiera es pecado,
como cuando uno tiene una causa razonable para temer.
Artículo 4:
¿El temor excusa de pecado?
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Objeciones por las que parece que el temor no excusa de
pecado.
1. El temor, como acabamos de decir (
a.1.3) es pecado. Pero el pecado
no excusa de pecado, sino que lo agrava. Por tanto, el temor no excusa
de pecado.
2. Si un temor excusara de pecado, sería sobre todo el temor
a la muerte, que se dice que recae sobre el varón constante 14. Pero este temor no parece que excusa de pecado, porque siendo la
muerte inminente para todos, no debiera temerse. Luego el temor no
excusa de pecado.
3. Todo temor o es de un mal temporal o espiritual. Pero
el temor de un mal espiritual no puede excusar de pecado, porque no
induce a pecar, sino más bien aparta del pecado. Incluso el temor de
un mal temporal tampoco excusa de pecado, puesto que según el
Filósofo, en III Ethic., no hay por qué
temer la pobreza, ni la enfermedad, ni cualquier otro mal que no
proceda de nuestra propia maldad. Por tanto, parece que el temor
en modo alguno excusa de pecado.
Contra esto: está lo que se dice en el Decreto,
c.1: El que por violencia y contra su voluntad ha sido ordenado
por los herejes, parece tener excusa.
Respondo: Como hemos visto (
a.1.3), el temor
en tanto tiene razón de pecado en cuanto es contra el orden de la
razón. Ahora bien: la razón juzga que unos males deben ser evitados
más que otros. Por eso, si al huir de unos males que, según la razón,
deben evitarse más que otros, no se huye de estos menores, no se
comete pecado. Y así debemos evitar más la muerte corporal que la
pérdida de los bienes; de ahí que si uno, por temor a la muerte,
prometiera o diese algo a los ladrones, estaría excusado de pecado, en
el que sí incurriría quien sin causa legítima lo diera a los
pecadores, dejando de lado a los buenos, a los cuales hay más
obligación de dar.
Por el contrario, si uno, al evitar por temor los males que según la
razón deben ser menos evitados, incurre en males que según la razón
deben ser más evitados, no podría ser excusado totalmente de pecado,
porque tal temor sería desordenado. Ahora bien: los males del alma
deben ser temidos más que los del cuerpo, y éstos más que los males de
las cosas exteriores. Por eso, si alguno incurre en los males del
alma, que son los pecados, por evitar los males del cuerpo, como
pueden ser los azotes o la muerte, o los males exteriores, como la
pérdida del dinero; o si tolera los males corporales para evitar la
pérdida del dinero, no está excusado totalmente de pecado. No
obstante, su pecado queda un tanto disminuido: porque lo que se hace
por temor es menos voluntario, ya que se impone al hombre una cierta
necesidad en su obrar ante la amenaza del temor. De ahí que diga el
Filósofo que lo que se hace por temor no es voluntario
totalmente, sino mezcla de voluntario e involuntario.
A las objeciones:
1. El temor no excusa en cuanto
pecado sino en lo que tiene de involuntario.
2. Aunque la muerte amenace a
todos necesariamente, sin embargo la misma disminución del tiempo de
vida ya es un mal y digno, por tanto, de ser temido.
3. Según los estoicos, que
opinaban que los bienes temporales no serán bienes del hombre, se
desprende consiguientemente que los males temporales no son males del
hombre y, por tanto, no deben temerse. Pero, según San Agustín, en su
libro De lib. arb., los bienes temporales son
los menores, en lo cual coincide con los peripatéticos. Y por eso los
males contrarios deben efectivamente ser temidos, aunque no en exceso,
de forma que por miedo a ellos nos apartemos del bien de la
virtud.