Artículo 1:
¿Es la audacia contraría al temor?
lat
Objeciones por las que parece que la audacia no es contraria al
temor.
1. En efecto, dice San Agustín en el libro Octoginta trium
quaest. que la audacia es un vicio. Ahora
bien, el vicio es contrario a la virtud. Luego, no siendo el temor
virtud, sino pasión, parece que la audacia no es contraria al
temor.
2. Una cosa tiene un solo contrario. Pero la esperanza es
contraria al temor. Luego la audacia no lo es.
3. Cada pasión excluye la pasión opuesta. Pero lo que se
excluye por el temor es la seguridad, pues dice San Agustín en II Confess. que el temor toma precauciones por la
seguridad. Luego la seguridad es contraria al temor. Luego la
audacia no lo es.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en II Rhetoric., que la audacia es contraria al temor.
Respondo: Es de la esencia de los contrarios
que haya entre ellos la máxima distancia, como se afirma en X Metaphys. Ahora bien, lo que más dista del temor es
la audacia, pues el temor rehuye el daño futuro a causa de su victoria
sobre el que teme, mientras la audacia afronta el peligro inminente
por razón de su propia victoria sobre el peligro mismo. Luego
manifiestamente la audacia es contraria al temor.
A las objeciones:
1. La ira, y la audacia y los
nombres de todas las pasiones pueden tomarse en dos sentidos. Primero,
en cuanto implican absolutamente los movimientos del apetito sensitivo
hacia algún objeto bueno o malo, y así son nombres de pasiones.
Segundo, en cuanto que juntamente con este movimiento implican un
alejamiento del orden de la razón, y así son nombres de vicios. Y en
este sentido habla San Agustín de la audacia, mientras que nosotros
hablamos ahora de la audacia según el primer sentido.
2. Una cosa bajo el mismo aspecto
no tiene muchos contrarios, pero nada impide que los tenga bajo
diversos aspectos. Y así se ha dicho anteriormente (
q.23 a.2) que las
pasiones del irascible tienen una doble contrariedad. La primera, por
la oposición del bien y del mal, y de este modo el temor es contrario
a la esperanza; la segunda, por la oposición del acercamiento y del
alejamiento, y así la audacia es contraria al temor, mientras que la
desesperación lo es a la esperanza.
3. La seguridad no significa algo
contrario al temor, sino la mera exclusión del temor, pues se dice
estar seguro aquel que no teme. Por tanto, la seguridad se opone al
temor como privación, y la audacia como contrario. Y así como lo
contrario incluye en sí la privación, así la audacia incluye la
seguridad.
Artículo 2:
¿Sigue Ia audacia a la esperanza?
lat
Objeciones por las que parece que la audacia no sigue a la
esperanza.
1. En efecto, la audacia es respecto de los males y cosas terribles,
como dice III
Ethic. Pero la esperanza mira al
bien, como se ha indicado anteriormente (
q.40 a.1). Luego tienen
diversos objetos y no son de un mismo orden. Luego la audacia no sigue
a la esperanza.
2. Como la audacia es contraria al temor, así la
desesperación lo es a la esperanza. Pero el temor no sigue a la
desesperación, antes bien la desesperación excluye el temor, como dice
el Filósofo en II Rhetoric. Luego la audacia no
sigue a la esperanza.
3. La audacia tiende a un bien, esto es, a la victoria.
Pero tender al bien arduo es propio de la esperanza. Luego la audacia
es lo mismo que la esperanza, y, por consiguiente, no sigue a
ésta.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III Ethic., que aquellos que tienen buena esperanza son audaces. Luego parece que la audacia sigue a la esperanza.
Respondo: Como ya se ha indicado muchas veces
(
q.22 a.2;
q.25 a.1;
q.41 a.1), todas estas pasiones del alma
pertenecen a la potencia apetitiva, y todo movimiento de la potencia
apetitiva se reduce a una prosecución o a una huida. Y la prosecución
o huida es de algo, ya directa, ya indirectamente. Directamente o de
suyo, la prosecución es del bien, y la huida, del mal; pero indirecta
o accidentalmente la prosecución puede ser del mal por razón de un
bien adjunto, y la huida, del bien, por razón de un mal anejo. Mas lo
que es accidental sigue a lo que es esencial y directo. Y, por
consiguiente, el acercamiento al mal sigue a la aproximación al bien,
como la huida del bien sigue a la huida del mal. Ahora bien, estas
cuatro cosas corresponden a cuatro pasiones: pues la prosecución del
bien pertenece a la esperanza; la huida del mal, al temor; la
aproximación al mal terrible, a la audacia; y la huida del bien, a la
desesperación. De donde resulta que la audacia sigue a la esperanza,
pues por lo mismo que alguien espera superar una cosa terrible
inminente, la persigue audazmente. Pero la desesperación sigue al
temor, pues la razón de que uno desespere es porque teme la dificultad
aneja al bien que debería esperar.
A las objeciones:
1. El argumento concluiría si el
bien y el mal fuesen objetos que no guardasen relación entre sí. Pero
como el mal tiene alguna relación con el bien, puesto que es posterior
al bien, como la privación lo es al hábito, por eso la audacia que
acomete al mal sigue a la esperanza que se dirige al
bien.
2. Aunque el bien es,
absolutamente hablando, antes que el mal, sin embargo, la huida se
debe al mal con anterioridad al bien, como la aproximación se debe al
bien con anterioridad al mal. Y, por lo tanto, así como la esperanza
es anterior a la audacia, así el temor lo es a la desesperación. Y de
igual modo que no siempre del temor se sigue la desesperación, sino
cuando fuere intenso, tampoco de la esperanza se sigue la audacia sino
cuando fuere vehemente.
3. La audacia, aunque es acerca de
un mal al que está unido el bien de la victoria en la apreciación del
audaz, mira, sin embargo, al mal, mientras que la esperanza mira al
bien adjunto. Y de la misma manera, la desesperación mira directamente
al bien que rehuye, mientras el temor mira al mal adjunto. Por
consiguiente, propiamente hablando, la audacia no es una parte de la
esperanza, sino su efecto, como tampoco la desesperación es parte del
temor, sino su efecto. Y por esta misma razón la audacia no puede ser
pasión principal.
Artículo 3:
¿Es algún defecto la causa de la audacia?
lat
Objeciones por las que parece que algún defecto es causa de la
audacia.
1. En efecto, dice el Filósofo, en el libro De
problematibus, que los amadores del vino son
fuertes y audaces. Pero del vino proviene el defecto de la
embriaguez. Luego la audacia es causada por un
defecto.
2. Dice el Filósofo en II Rhetoric.
que los que no han experimentado los peligros son audaces. Pero
la inexperiencia es un defecto. Luego la audacia es causada por un
defecto.
3. Los que han sufrido injusticias suelen ser más
audaces, como también las bestias cuando son heridas, según
dice III Ethic. Pero sufrir injusticia es un
defecto. Luego la audacia es causada por un defecto.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en II Rhetoric., que la causa de la audacia tiene lugar cuando hay en la imaginación esperanza de cosas saludables como existentes cerca, y de las cosas temibles o como no existentes, o existiendo lejanas. Pero lo que pertenece al defecto implica o separación de las cosas saludables o proximidad de las terribles. Luego nada de lo que pertenece al defecto es causa de la audacia.
Respondo: Como se ha indicado anteriormente
(
a.1 y
2), la audacia sigue a la esperanza y es contraria al temor.
Por lo cual todo lo que por su naturaleza está ordenado a causar la
esperanza o a excluir el temor es causa de la audacia. Y como el temor
y la esperanza, e incluso la audacia, consisten, por ser pasiones, en
un movimiento del apetito y en una transmutación corporal, la causa de
la audacia puede considerarse de dos maneras, ya en cuanto a suscitar
la esperanza, ya en cuanto a excluir el temor. La primera, por parte
del movimiento apetitivo; y la segunda, por parte de la transmutación
corporal.
Por parte del movimiento apetitivo que sigue a la aprehensión, se
suscita la esperanza, causa de la audacia, por aquello que nos hace
estimar como posible el conseguir la victoria, bien sea por el propio
poder, como la fortaleza corporal, la experiencia en los peligros, la
abundancia de riquezas y otras cosas similares; o bien por el poder de
otros, como la multitud de amigos o de cualesquiera otros auxiliares,
y principalmente si el hombre confía en la ayuda divina. Por lo
cual, quienes están en buena relación con las cosas divinas son más
audaces, según dice también el Filósofo en II Rhetoric. Y el temor se excluye, en cuanto a esta
manera, por el alejamiento de lo terrible amenazador; por ejemplo, no
teniendo enemigos por no haber causado daño a nadie, el hombre no ve
que le amenace peligro alguno, pues los peligros parecen amenazar
especialmente a quienes han causado daño a otros.
En cambio, por parte de la transmutación corporal, la audacia es
causada mediante la suscitación de la esperanza y la exclusión del
temor por aquellas cosas que producen calor alrededor del corazón. Por
lo cual dice el Filósofo en el libro De partibus
animalium que aquellos que tienen el corazón
pequeño cuantitativamente son más audaces, y los animales que tienen
el corazón grande cuantitativamente, son tímidos; porque el calor
natural no puede calentar tanto un corazón grande como uno pequeño,
del mismo modo que el fuego no puede calentar tanto una casa grande
como una pequeña. Y en el libro De problematibus dice que los que tienen pulmón sanguíneo son más audaces por el calor del corazón que resulta de ello. Y en el mismo lugar afirma que los amadores del vino son más audaces por el calor del vino. Por eso también se ha dicho anteriormente (q.40 a.6) que la embriaguez contribuye a dar buena esperanza, pues el calor del corazón rechaza el temor y suscita la esperanza por la extensión y amplitud del corazón.
A las objeciones:
1. La embriaguez causa la audacia,
no en cuanto es un defecto, sino en cuanto produce la dilatación del
corazón, y también en cuanto crea la imagen de una cierta
grandeza.
2. Los que no tienen experiencia
de los peligros son más audaces no por un defecto, sino
accidentalmente, es decir, en cuanto que por su inexperiencia no
conocen la propia debilidad ni la presencia de los peligros. Y así,
por la eliminación de la causa del temor, resulta la
audacia.
3. Como indica el Filósofo en
II
Rhetoric.,
los que han
sufrido injusticia se hacen más audaces, porque estiman que Dios
socorre a los que padecen injusticia.
Y de esta manera queda claro que ningún defecto causa la audacia a no
ser accidentalmente, en cuanto tiene adjunta alguna excelencia
verdadera o imaginaria, por parte de sí o por parte de
otro.
Artículo 4:
¿Son los audaces más valerosos al principio que en medio del
peligro?
lat
Objeciones por las que parece que los audaces no son más valerosos al
principio que en medio del peligro.
1. En efecto, el temblor es producido por el temor, que es contrario
a la audacia, como es evidente por lo dicho (
a.1;
q.44 a.3). Pero los
audaces a veces tiemblan al principio, como dice el
Filósofo en el libro
De problematibus. Luego no son más valerosos al principio que
hallándose en medio del peligro.
2. Con el aumento del objeto se acrecienta la pasión, de
modo que, si un bien es amable, también un mayor bien es más amable.
Pero lo arduo es el objeto de la audacia. Luego, aumentado lo arduo,
se aumenta la audacia. Ahora bien, el peligro resulta más arduo y
difícil cuando está presente. Luego entonces debe crecer más la
audacia.
3. Las heridas recibidas provocan la ira. Pero la ira
causa la audacia, pues dice el Filósofo en II Rhetoric. que la ira da atrevimiento. Luego cuando ya se hallan en medio del peligro y son heridos, parece que se hacen más audaces.
Contra esto: está lo que dice III Ethic., que los audaces son precipitados y animosos antes de los peligros, pero ya
en ellos se retiran.
Respondo: La audacia, siendo un movimiento del
apetito sensitivo, sigue a la aprehensión de la potencia sensitiva.
Ahora bien, la potencia sensitiva no compara ni examina cada una de
las circunstancias de una cosa, sino que forma un juicio inmediato.
Mas ocurre a veces que es imposible conocer en la aprehensión
inmediata todas las dificultades que se presentan en un asunto
determinado. De ahí que surja un movimiento de audacia para hacer
frente al peligro. Y por eso, cuando experimentan el peligro mismo,
sienten una dificultad mayor de la que se habían figurado. Y, en
consecuencia, ceden.
En cambio, la razón es capaz de examinar atentamente todo lo que
ofrece dificultad en un asunto. Y por eso, los fuertes, que afrontan
los peligros según el juicio de la razón, al principio parecen
remisos, porque no acometen con pasión, sino con la debida
deliberación. Mas cuando se hallan en medio de los peligros no
experimentan cosa alguna imprevista, sino que algunas veces son
menores de lo que habían pensado de antemano. Y por eso son más
perseverantes. O también porque afrontan los peligros por el bien de
la virtud, y su voluntad del bien se mantiene firme en ellos por
grandes que sean los peligros, mientras que los audaces lo hacen por
la mera apreciación que produce en ellos la esperanza y excluye el
temor, como se ha dicho (a.3).
A las objeciones:
1. También en los audaces
sobreviene el temblor a causa de la retirada del calor desde las
partes exteriores a las interiores, como asimismo en los que temen.
Pero en los audaces se retira el calor hacia el corazón, mientras que,
en los que temen, hacia la región inferior.
2. El objeto del amor es el bien
absolutamente considerado; por lo cual, aumentado el bien
absolutamente, aumenta el amor. En cambio, el objeto de la audacia es
un compuesto de bien y de mal; y el movimiento de la audacia hacia el
mal presupone el movimiento de la esperanza hacia el bien. Y por eso,
si se añade tanta dificultad al peligro que sobrepasa la esperanza, el
movimiento de la audacia no seguirá, sino que disminuirá. En
cambio, si el movimiento es de audacia, cuanto mayor
es el peligro, tanto mayor se reputa la audacia.
3. Una lesión no causa la ira, a
no ser que se suponga alguna esperanza, como se dirá más adelante
(
q.46 a.1). Y, por consiguiente, si el peligro fuere tan grande que
sobrepase la esperanza de la victoria, no se seguirá la ira. Pero en
verdad que, si se sigue la ira, aumentará la audacia.