Artículo 1:
¿Es la esperanza lo mismo que el deseo o anhelo?
lat
Objeciones por las que parece que la esperanza es lo mismo que el
deseo o anhelo.
1. En efecto, la esperanza se considera como una de las cuatro
principales pasiones. Pero San Agustín, al enumerar las cuatro
principales pasiones, pone el anhelo en lugar de la esperanza, como
consta en XIV De civ. Dei. Luego la esperanza es
lo mismo que el anhelo o deseo.
2. Las pasiones se diferencian por sus objetos. Pero el
objeto de la esperanza y del anhelo es el mismo, esto es, el bien
futuro. Luego la esperanza es lo mismo que el anhelo o
deseo.
3. Si se dice que la esperanza añade al deseo la
posibilidad de conseguir el bien futuro, se replica: Lo que es
accidental al objeto, no cambia la especie de la pasión. Pero el ser
posible es accidental al bien futuro, que es objeto del anhelo o deseo
y de la esperanza. Luego la esperanza no es una pasión específicamente
diferente del deseo o anhelo.
Contra esto: a potencias diversas corresponden pasiones diversas, que
se diferencian específicamente. Pero la esperanza reside en el
irascible; mientras el deseo y el anhelo, en el concupiscible. Luego
la esperanza se diferencia específicamente del deseo o
anhelo.
Respondo: La especie de la pasión se determina
por el objeto. Ahora bien, acerca del objeto de la esperanza se tienen
en cuenta cuatro condiciones. Primera, que sea un bien; pues,
propiamente hablando, no hay esperanza sino del bien. Segunda, que sea
futuro, pues la esperanza no se refiere al bien presente ya poseído. Y
en esto se diferencia la esperanza del gozo, que se refiere al bien
presente. Tercera, se requiere que sea una cosa ardua que se consigue
con dificultad, pues no se dice que alguien espera una cosa mínima
cuando está en su poder obtenerla inmediatamente. Y en esto se
diferencia la esperanza del deseo o anhelo, que mira absolutamente al
bien futuro, por lo cual pertenece al concupiscible, mientras que la
esperanza pertenece al irascible. Cuarta, que ese objeto arduo sea
posible de conseguir, pues nadie espera lo que es absolutamente
inasequible. Y en esto se diferencia la esperanza de la
desesperación.
Así, pues, es evidente que la esperanza se diferencia del deseo, como
las pasiones del irascible se diferencian de las
pasiones del concupiscible. Y por esta razón la esperanza presupone el
deseo, como también todas las pasiones del irascible presuponen las
pasiones del concupiscible, según se ha dicho anteriormente (q.25 a.1).
A las objeciones:
1. San Agustín pone el anhelo en
lugar de la esperanza, porque ambas miran al bien futuro, y porque el
bien que no es arduo se reputa como nada; de manera que el anhelo
parezca tender, sobre todo, al bien arduo, al cual tiende también la
esperanza.
2. El objeto de la esperanza no es
el bien futuro absolutamente, sino como arduo y difícil de conseguir,
como queda dicho (en la sol.).
3. El objeto de la esperanza no
sólo añade la posibilidad al objeto del deseo, sino también la
arduidad, que hace que la esperanza pertenezca a otra potencia, esto
es, a la irascible, que mira a lo arduo, como ya se ha expuesto (
1 q.81 a.2; supra q.23 a.1). Además, lo posible y lo imposible no
son enteramente accidentales con respecto al objeto de la potencia
apetitiva. Porque el apetito es principio de movimiento, y nada se
mueve hacia una cosa sino bajo la razón de posible; ninguno, en
efecto, se mueve hacia lo que juzga imposible de conseguir. Y por
esto, la esperanza se diferencia de la desesperación según la
diferencia entre lo posible y lo imposible.
Artículo 2:
¿Reside la esperanza en la potencia aprehensiva o en la
apetitiva?
lat
Objeciones por las que parece que la esperanza pertenece a la
potencia cognoscitiva.
1. En efecto, la esperanza parece ser cierta expectación, pues dice
el Apóstol en Rom 8,25: Si esperamos, pues, lo que no
vemos, aguardamos por la paciencia. Pero la expectación parece
pertenecer a la potencia cognoscitiva, de la que es propio esperar
con atención. Luego la esperanza pertenece a la potencia
cognoscitiva.
2. La esperanza, al parecer, se identifica con la confianza.
Pero la confianza, lo mismo que la fe, parece pertenecer a la potencia
cognoscitiva. Luego también la esperanza.
3. La certeza es una propiedad de la potencia
cognoscitiva. Pero la certeza se atribuye a la esperanza. Luego la
esperanza pertenece a la potencia cognoscitiva.
Contra esto: la esperanza mira al bien, como se ha dicho (
a.1). Pero el
bien, en cuanto tal, no es objeto de la potencia cognoscitiva. Luego
la esperanza no pertenece a la potencia cognoscitiva, sino a la
apetitiva.
Respondo: Implicando la esperanza una cierta
extensión del apetito hacia el bien, pertenece claramente a la
potencia apetitiva, pues el movimiento hacia las cosas corresponde
propiamente al apetito, mientras que la acción de la potencia
cognoscitiva se perfecciona no por el movimiento del que conoce hacia
las cosas, sino, más bien, en cuanto las cosas conocidas están en el
que conoce. Pero como la potencia cognoscitiva mueve a la apetitiva
presentándole su objeto, según los diversos aspectos del objeto
aprehendido, siguen diversos movimientos en la potencia apetitiva. En
efecto, uno es el movimiento que resulta en el apetito de la
aprehensión del bien, y otro de la aprehensión del mal. Y de la misma
manera son diversos los movimientos que siguen a la aprehensión de
algo presente o futuro, absoluto o arduo, posible o imposible. Y
conforme a esto, la esperanza es un movimiento de la potencia
apetitiva, que sigue a la aprehensión de un bien futuro, arduo y
posible de obtener, esto es, la extensión del apetito a este
bien.
A las objeciones:
1. Como la esperanza mira al bien
posible, surge en el hombre un doble movimiento de esperanza, como
doble es el modo de serle posible una cosa, esto es: por su propio
poder y por el poder de otro. Por tanto, lo que uno espera conseguir
por su propio poder no se dice aguardarlo expectante,
sino esperarlo solamente. Pero, propiamente hablando, se dice esperar
con expectación (exspectare) lo que se espera por el auxilio
ajeno, de modo que se dice exspectare (en latín) como
implicando el fijar la mirada en otro (ex alio spectare), es
decir, en cuanto que la potencia aprehensiva, yendo adelante, no sólo
mira al bien que intenta conseguir, sino también a aquello por cuyo
poder espera conseguirlo, según lo que dice Eclo 51,10: Miraba en
busca del socorro de los hombres. Luego el movimiento de la
esperanza a veces se llama expectación a causa de la previa inspección
por parte de la potencia cognoscitiva.
2. Lo que el hombre desea y juzga
poder conseguir, cree que lo conseguirá, y el movimiento que sigue en
el apetito se llama confianza, por esa fe previa de la potencia
cognoscitiva. Porque el movimiento apetitivo recibe su nombre del
conocimiento precedente, como el efecto de la causa más conocida; pues
la potencia aprehensiva conoce su acto mejor que el acto de la
potencia apetitiva.
3. La certeza se atribuye no sólo
al movimiento del apetito sensitivo, sino también al del apetito
natural; así se dice que la piedra tiende con certeza hacia abajo. Y
esto es debido a la infalibilidad que le viene de la certeza del
conocimiento, que precede al movimiento del apetito sensitivo, o
incluso natural.
Artículo 3:
¿Se da la esperanza en los animales?
lat
Objeciones por las que parece que no se da la esperanza en los
animales.
1. En efecto, la esperanza se refiere al bien futuro, como dice el
Damasceno. Pero conocer el futuro no es propio de los
animales, que tienen solamente conocimiento sensitivo, el cual no se
extiende al futuro. Luego la esperanza no se da en los
animales.
2. El objeto de la esperanza es el bien posible de alcanzar.
Pero lo posible y lo imposible son diferencias de lo verdadero y lo
falso, que existe sólo en la mente, como dice el Filósofo en VI Metaphys. Luego la esperanza no se da en los
animales, que carecen de entendimiento.
3. Dice San Agustín, en Super Gen. ad
litt., que los animales se mueven por las cosas
que ven. Pero la esperanza no es de lo que se ve, porque lo que
uno ve, ¿cómo esperarlo?, según dice Rom 8,24. Luego la esperanza
no se da en los animales.
Contra esto: la esperanza es una pasión del irascible. Pero en los
brutos se da el irascible. Luego también la esperanza.
Respondo: Las pasiones interiores de los
animales pueden descubrirse por los movimientos exteriores. Estos
manifiestan que en los animales se da la esperanza. En efecto, si un perro ve
una liebre o el halcón un ave que están demasiado distantes, no se mueven
hacia ellas, como si no esperasen poder alcanzarlas.
Mas si se hallan cerca, van hacia ellas en la esperanza de apresarlas.
Porque, como se ha dicho anteriormente (
q.1 a.2;
q.26 a.1;
q.35 a.1),
el apetito sensitivo de los animales e incluso el apetito natural de las cosas
insensibles siguen a la aprehensión
de un entendimiento, como asimismo el apetito de la naturaleza intelectiva,
que se denomina voluntad. Pero en esto hay
una diferencia, porque la voluntad es movida por la aprehensión
del entendimiento unido, mientras el movimiento del apetito natural sigue
a la aprehensión del entendimiento separado, que es el autor de la naturaleza,
e igualmente el apetito sensitivo de los animales, que obran también
por un cierto instinto
natural. De ahí que se observe un proceso semejante al de las obras de arte.
Y de este modo se dan en los animales la esperanza y desesperación.
A las objeciones:
1. Aunque los animales no conozcan
lo futuro, no obstante, el animal se mueve por instinto natural hacia
algo futuro como si lo previese. Porque este instinto les ha sido dado
por el entendimiento divino, que prevé las cosas futuras.
2. El objeto de la esperanza no es
lo posible en cuanto diferencia de lo verdadero, porque bajo ese
aspecto sigue a la relación del predicado con el sujeto; sino que el
objeto de la esperanza es lo posible que se dice tal respecto de una
potencia. Así es como se divide lo posible en V Metaphys., es decir, en los dos posibles
mencionados.
3. Aunque lo futuro no cae bajo la
vista, sin embargo, lo que el animal ve al presente mueve su apetito
hacia algo futuro para perseguirlo o evitarlo.
Artículo 4:
¿Es la esperanza contraria a la desesperación?
lat
Objeciones por las que parece que la desesperación no es contraria a la esperanza.
1. En efecto, según dice X Metaphys., una
cosa tiene un solo contrario. Pero el temor es contrario a la
esperanza. Luego la desesperación no le es contraria.
2. Los contrarios parecen ser acerca de la misma cosa. Pero
la esperanza y la desesperación no son acerca de la misma cosa, pues
la esperanza mira al bien, mientras la desesperación es por razón de
algún mal que impide la consecución del bien. Luego la esperanza no es
contraria a la desesperación.
3. El movimiento es contrario al movimiento, mientras que
el reposo se opone al movimiento como privación. Pero la desesperación
parece implicar inmovilidad más bien que movimiento. Luego no es
contraria a la esperanza, que importa un movimiento de extensión hacia
el bien esperado.
Contra esto: está que la desesperación, por su mismo nombre, es
contraria a la esperanza.
Respondo: Como se ha indicado anteriormente
(
q.23 a.2), en las mutaciones hay dos clases de contrariedad. Una, por
acercamiento a términos contrarios, y tal contrariedad solamente se
encuentra en las operaciones del concupiscible, como son contrarios el
amor y el odio. Otra, por aproximación y alejamiento respecto del
mismo término, y tal contrariedad se encuentra en las pasiones del
irascible, como se ha dicho anteriormente (
q.23 a.2). Ahora bien, el
objeto de la esperanza, que es el bien arduo, se presenta,
ciertamente, con carácter atrayente, en tanto se considera como
posible de obtener, y bajo este aspecto tiende hacia él la esperanza,
que implica una cierta aproximación. Pero en cuanto se
le considera como imposible de obtener, se presenta con carácter
repelente, porque, como dice III
Ethic.:
Cuando se llega a algo imposible, los hombres se retiran. Y
bajo este aspecto mira al objeto la desesperación. De ahí que implique
un movimiento de retirada. Y por esta razón es contraria a la
esperanza como el alejamiento al acercamiento.
A las objeciones:
1. El temor es contrario a la
esperanza por razón de la contrariedad de los objetos, es decir, del
bien y del mal, y esta contrariedad se encuentra en las pasiones del
irascible, en cuanto se derivan de las pasiones del concupiscible.
Pero la desesperación le es contraria solamente en cuanto a la
contrariedad de acercamiento y alejamiento.
2. La desesperación no mira al mal
bajo la razón de mal, pero a veces mira accidentalmente al mal, en
cuanto hace imposible la consecución de algún bien. Mas puede darse la
desesperación por el mero sobreexceso del bien.
3. La desesperación no importa
solamente privación de esperanza, sino también alejamiento de la cosa
deseada por juzgar imposible su consecución. Por consiguiente, la
desesperación, como asimismo la esperanza, presupone el deseo, pues de
aquello que no cae bajo nuestro deseo, ni tenemos esperanza ni
desesperación. Y por esta razón cada una de ellas mira al bien que cae
bajo el deseo.
Artículo 5:
¿Es la experiencia causa de la esperanza?
lat
Objeciones por las que parece que la experiencia no es causa de la
esperanza.
1. En efecto, la experiencia pertenece a la potencia cognoscitiva,
por lo cual dice el Filósofo en II
Ethic. que
la virtud intelectual necesita experiencia y tiempo. Ahora bien,
la esperanza no reside en la potencia cognoscitiva, sino en la
apetitiva, según se ha dicho (
a.2). Luego la experiencia no es causa
de la esperanza.
2. Dice el Filósofo en II Rhetoric.
que Los viejos son difíciles para la esperanza, a causa de la
experiencia. Por lo cual parece que la experiencia es causa de la
falta de esperanza. Pero una misma cosa no es causa de los opuestos.
Luego la experiencia no es causa de la esperanza.
3. Afirma el Filósofo en II De caelo
que decir algo de todo y no dejar pasar nada, es a veces señal de
necedad. Pero que el hombre lo intente todo parece ser propio de
una gran esperanza, mientras que la necedad proviene de la
inexperiencia. Luego la inexperiencia, más bien que la experiencia,
parece ser causa de la esperanza.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III Ethic., que algunos tienen buena esperanza, por haber vencido muchas veces y a muchos, lo cual pertenece a la experiencia. Luego la experiencia es causa de la esperanza.
Respondo: Como se ha indicado antes (
a.1), el
objeto de la esperanza es el bien futuro, arduo y posible de
conseguir. Luego una cosa puede ser causa de la esperanza, o porque
hace que algo sea posible al hombre, o porque hace que éste juzgue que
algo le es posible. Del primer modo es causa de esperanza todo lo que
aumenta el poder del hombre, como las riquezas, la fortaleza y, entre
otras cosas, también la experiencia; pues por la experiencia adquiere
el hombre la facultad de hacer algo con facilidad, de donde resulta la
esperanza. Por lo cual dice Vegecio en el libro
De re
militan:
Nadie teme hacer lo que confía haber
aprendido bien.
Del segundo modo es causa de esperanza todo lo que hace juzgar a uno
que algo le es posible. Y así, tanto la instrucción como cualquier
género de persuasión pueden ser causa de esperanza. Y de este modo
también la experiencia es causa de la esperanza, a saber, en cuanto
por la experiencia se forma el hombre la idea de que
le es posible algo que consideraba imposible antes de su experiencia.
Pero de este modo la experiencia puede ser también causa de la falta
de esperanza. Porque así como por la experiencia se forma el hombre la
idea de que le es posible algo que antes juzgaba imposible, así, al
contrario, la experiencia le hace considerar como imposible lo que
juzgaba posible.
Así pues, la experiencia es causa de la esperanza de dos modos,
mientras que es causa de la falta de esperanza de un solo modo. Y por
esta razón podemos decir que es más bien causa de la
esperanza.
A las objeciones:
1. En el orden de la práctica, la
experiencia no sólo produce ciencia, sino también cierto hábito, por
razón de la costumbre, que hace más fácil la operación. Además, la
misma virtud intelectual contribuye a facilitar la operación, pues
demuestra ser algo posible. Y de este modo es causa de la
esperanza.
2. En los viejos hay falta de
esperanza a causa de la experiencia, en cuanto la experiencia les
persuade de su imposibilidad. Por esto se añade allí
que para ellos muchas cosas fueron a peor.
3. La necesidad y la inexperiencia
pueden ser causa de esperanza accidentalmente, esto es, descartando la
ciencia, por la que se juzga verdaderamente que algo no es posible. De
ahí que por la misma razón por la que la experiencia es causa de la
falta de esperanza, sea la inexperiencia causa de esperanza.
Artículo 6:
¿Abunda la esperanza en los jóvenes y en los ebrios?
lat
Objeciones por las que parece que la juventud y la embriaguez no son
causa de la esperanza.
1. En efecto, la esperanza importa certeza y firmeza. Por eso Heb
6,19 compara la esperanza al áncora. Pero los jóvenes y los ebrios
están faltos de firmeza, pues su ánimo es fácilmente mudable. Luego la
juventud y la embriaguez no son causa de la esperanza.
2. Lo que aumenta el poder es especialmente causa de
esperanza, como se ha dicho antes (
a.5). Pero la juventud y la
embriaguez llevan aneja cierta debilidad. Luego no son causa de la
esperanza.
3. La experiencia es causa de esperanza, como queda dicho
(
a.5). Pero a los jóvenes les falta experiencia. Luego la juventud no
es causa de la esperanza.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III Ethic. que los ebrios tienen buena esperanza. Y en II Rhetoric. dice que los jóvenes tienen buena esperanza.
Respondo: La juventud, según afirma el Filósofo
en II
Rhetoric., es causa de esperanza por tres
razones, que pueden tomarse de las tres condiciones del bien que es
objeto de la esperanza; a saber, que es futuro, arduo y posible, según
se ha indicado (
a.1). En efecto, los jóvenes tienen mucho futuro y
poco pasado. Y, por tanto, como la memoria es de lo pasado, y la
esperanza, de lo futuro, tienen pocos recuerdos, pero viven mucho de
la esperanza. Por otra parte, los jóvenes, por el calor de la
naturaleza, abundan en espíritus vitales, y por eso se les ensancha el
corazón. Por eso los jóvenes son animosos y tienen buena esperanza. De
la misma manera, también aquellos que no han sufrido reveses ni han
experimentado obstáculos en sus esfuerzos juzgan con facilidad que una
cosa les es posible. De ahí que los jóvenes, por su inexperiencia de
los obstáculos y deficiencias, fácilmente consideren posible una cosa.
Y por eso son de buena esperanza.
Dos de estas cosas se hallan también en los ebrios, a saber, el calor
y la abundancia de espíritus por causa del vino, y, además, la
inadvertencia de los peligros y deficiencias. Y, por la misma razón,
todos los necios y los que obran sin deliberación lo intentan todo y
tienen mucha esperanza.
A las objeciones:
1. Aunque en los jóvenes y en los
ebrios no haya en realidad firmeza, la hay, no obstante, en ellos
según su propia estimación, pues piensan conseguir con certeza lo que
esperan.
2. E igualmente hay que decir a la segunda: que los jóvenes y
los ebrios son débiles en realidad, pero, según su propia estimación,
son poderosos, porque ignoran sus defectos.
3. No sólo la experiencia, sino
también la inexperiencia es en cierto modo causa de esperanza, como
queda dicho (
a.5 ad 3).
Artículo 7:
¿Es la esperanza causa del amor?
lat
Objeciones por las que parece que la esperanza no es causa del
amor.
1. Porque, según San Agustín, en XIV De civ. Dei, la primera de las afecciones del alma es el amor. Pero la esperanza es una afección del alma. Luego el amor precede a la esperanza, y, por consiguiente, la esperanza no causa el amor.
2. El deseo precede a la esperanza. Pero el deseo es causado
por el amor, según se ha dicho (
q.25 a.2;
q.28 a.6 ad 2). Luego
también la esperanza sigue al amor y, en consecuencia, no lo
causa.
3. La esperanza produce delectación, como se ha dicho
(
q.32 a.3). Pero la delectación no se da sino respecto del bien amado.
Luego el amor precede a la esperanza.
Contra esto: está lo que sobre aquello de Mt 1,2: Abrahán engendró a Isaac;Isaac engendró a Jacob, dice la Glosa, esto es, la fe a
la esperanza, la esperanza a la caridad. Ahora bien, la caridad es
amor. Luego el amor es causado por la esperanza.
Respondo: La esperanza puede mirar a dos cosas.
En efecto, mira como a su objeto al bien esperado. Pero como el bien
esperado es lo arduo posible, y a veces una cosa ardua se nos hace
posible no por nosotros, sino por medio de otros; por eso la esperanza
mira también a aquello por lo que algo se nos hace
posible.
Así pues, en cuanto la esperanza mira al bien esperado, es causada
por el amor, pues no hay esperanza sino del bien deseado y amado. Mas,
en cuanto la esperanza mira a aquel por quien se nos hace posible
algo, entonces el amor es causado por la esperanza, y no viceversa.
Pues por el hecho de que esperamos que nos pueden venir bienes por
medio de alguien, nos dirigimos hacia él como hacia nuestro bien, y de
esta manera comenzamos a amarle. Ahora bien, por el hecho de amar a
alguien no esperamos de él sino accidentalmente, esto es, en cuanto
creemos ser amados recíprocamente por él. Por consiguiente, el ser
amados por alguien nos hace esperar en él, pero nuestro amor a él lo
causa la esperanza que tenemos en él.
A las objeciones: es evidente por lo expuesto
arriba.
Artículo 8:
¿Contribuye la esperanza a la operación o más bien la
impide?
lat
Objeciones por las que parece que la esperanza no ayuda a la
operación, sino más bien la impide.
1. En efecto, la seguridad pertenece a la esperanza. Pero la
seguridad produce negligencia, la cual impide la operación. Luego la
esperanza impide la operación.
2. La tristeza impide la operación, como se ha dicho
anteriormente (
q.37 a.3). Pero la esperanza algunas veces causa
tristeza, pues dice Prov 13,12:
La esperanza que se dilata aflige
el alma. Luego la esperanza impide la operación.
3. La desesperación es contraria a la esperanza, como
queda dicho (
a.4). Pero la desesperación, sobre todo en asuntos
bélicos, ayuda a la operación, pues dice 2 Re 3,26 que
es cosa
peligrosa la desesperación. Luego la esperanza produce el efecto
contrario, impidiendo la operación.
Contra esto: está lo que dice 1 Cor 9,10, que el que ara debe arar
con la esperanza de percibir el fruto. Y la
misma razón vale para todo lo demás.
Respondo: La esperanza implica de suyo ayudar a
la operación, haciéndola más intensa. Y esto por dos motivos. Primero,
por razón de su objeto, que es el bien arduo posible. Pues la
apreciación de lo arduo excita la atención, mientras la persuasión de
que es posible no da tregua al esfuerzo, siguiéndose de aquí que el
hombre obra diligentemente a causa de la esperanza. Segundo, por razón
de su efecto, pues la esperanza, como se ha dicho (
q.32 a.3), causa
delectación, que sirve de ayuda a la operación, según se ha expuesto
anteriormente (
q.33 a.4). La esperanza, por tanto, ayuda a la
operación.
A las objeciones:
1. La esperanza mira al bien que ha
de conseguirse, mientras la seguridad mira al mal que ha de evitarse.
De ahí que la seguridad parezca oponerse al temor más bien que
pertenecer a la esperanza. Y sin embargo, la seguridad no causa
negligencia, a no ser en cuanto disminuye la apreciación de lo arduo,
con lo cual se disminuye también la razón de esperanza. Pues aquellas
cosas en las que el hombre no teme ningún obstáculo, no se consideran
ya como arduas.
2. La esperanza de suyo produce
delectación, y sólo accidentalmente causa tristeza, como se ha
expuesto anteriormente (
q.32 a.3 ad 3).
3. La desesperación en la guerra
se hace peligrosa a causa de la esperanza que la acompaña. Aquellos,
en efecto, que desesperan de la huida, se desalientan en cuanto a
escaparse, pero esperan vengar su muerte. Y, en consecuencia, a causa
de esta esperanza luchan con más coraje y resultan así peligrosos para
los enemigos.