Otro aspecto bajo el que podemos considerar el acto virtuoso es si lo comparamos con el primer motivo, que es el amor de caridad. Y este segundo aspecto hace principalmente que un acto pertenezca a la perfección de vida, porque, como dice el Apóstol en Col 3,14: La caridad es el vínculo de perfección. Pero el martirio es, entre todos los actos virtuosos, el que más demuestra la perfección de la caridad, ya que se demuestra tener tanto mayor amor a una cosa cuando por ella se desprecia lo más amado y se elige sufrir lo que más se odia. Ahora bien: es obvio que entre todos los bienes de la vida presente el hombre ama sobre todo su propia vida, y por el contrario experimenta el mayor odio hacia la muerte, especialmente si es con dolores y tormentos corporales, por cuyo temor hasta los mismos animales se abstienen de los máximos placeres, como dice San Agustín en el libro Octoginta trium quaest.. Según esto, parece claro que el martirio es, entre los demás actos humanos, el más perfecto en su género, como signo de máxima caridad, conforme a las palabras de San Juan (15,13): Nadie tiene mayor amor que el dar uno la vida por sus amigos.
Suma teológica - Parte II-IIae - Cuestión 124
El martirio
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Ahora vamos a tratar del martirio (q.123 intr). Y sobre este
tema planteamos cinco problemas:
Artículo 1:
¿Es el martirio un acto de virtud?
lat
Objeciones por las que parece que el martirio no es un acto de
virtud.
1. Todo acto de virtud es voluntario. Pero el martirio a veces no es
voluntario, como está claro en el caso de los Inocentes muertos por
Cristo, de los cuales comenta San Hilario en Super
Mt. que fueron llevados al gozo de la eternidad
por la gloria del martirio. Por tanto, el martirio no es acto de
virtud.
2. Nada ilícito es acto de virtud. Pero el suicidio es
ilícito, como hemos dicho (q.64 a.5). Por él, sin embargo, se consuma
el martirio, pues dice San Agustín, en I De Civ.
Dei, que algunas santas mujeres, en tiempo de
persecución, para escapar de quienes atentaban contra su pureza, se
arrojaron a un río, encontrando así la muerte, y sus martirios son
celebrados con gran veneración en la Iglesia católica. Por tanto,
el martirio no es acto de virtud.
3. Es laudable el ofrecerse espontáneamente a realizar
un acto de virtud. Pero no lo es el ofrecerse al martirio, sino más
bien parece presuntuoso y peligroso. Por tanto, el martirio no es acto
de virtud.
Contra esto: está el que el premio de la bienaventuranza sólo se debe al
acto de virtud. Pero también se debe al martirio, según el texto de Mt
5,10: Dichosos los que padecen persecución por la justicia, porque
de ellos es el reino de los cielos. Por tanto, el martirio es acto
de virtud.
Respondo: Como hemos visto (q.123 a.12),
compete a la virtud permanecer en el bien de la razón. Dicho bien
consiste en la verdad como su propio objeto, y en la justicia como
efecto propio, según quedó claro anteriormente (q.109 a.12; q.123 a.12). Pero pertenece a la razón del martirio mantenerse firme en la
verdad y en la justicia contra los ataques de los perseguidores. Por
tanto, es evidente que el martirio es un acto de virtud.
A las objeciones:
1. Algunos dijeron
que a los Inocentes se les adelantó milagrosamente el uso del libre
albedrío, de forma que padecieron el martirio voluntariamente. Pero,
como esto no puede probarse por la autoridad de la Escritura, debe
decirse más bien que la gloria del martirio, que otros merecen por su
propia voluntad, lo consiguieron estos niños por la gracia de Dios, ya
que el derramamiento de sangre por Cristo hace las veces del bautismo.
De ahí que, así como en los niños bautizados actúan los méritos de
Cristo por la gracia bautismal, así también en los niños muertos por
Cristo actúan los méritos del martirio de Cristo para conseguir la
palma del martirio. Por eso dice San Agustín en un sermón De
Epiphania, como dirigiéndose a ellos: dudará de
vuestra corona en la muerte por Cristo el que piensa que tampoco el
bautismo de Cristo es eficaz en los niños. No teníais edad para creer
en la pasión de Cristo, pero teníais carne para soportar por Cristo la
pasión que él había de padecer.
2. Como enseña San Agustín en el
mismo pasaje, es posible que, basándose en
testimonios fidedignos, la autoridad divina de la Iglesia haya
autorizado venerar la memoria de dichas santas mujeres.
3. Los preceptos de la ley tienen
por objeto los actos de la virtud. Ahora bien: ya hemos dicho
antes (1-2 q.108 a.4 ad 4) que algunos preceptos de la
ley divina han sido promulgados para la preparación del ánimo, de
suerte que el hombre se halle dispuesto a hacer tal o cual cosa cuando
fuere oportuno. Así también algunos actos pertenecen a la virtud en
cuanto a la preparación del ánimo, de forma que, en un momento dado,
el hombre obre conforme a la razón. Y esto parece que debe aplicarse
sobre todo al martirio, que consiste en soportar debidamente las
pasiones injustamente infligidas; ahora bien: no debe uno dar a otro
ocasión para obrar injustamente, pero si el otro obrara así, él debe
soportarlo con moderación.
Artículo 2:
¿Es el martirio acto de la fortaleza?
lat
Objeciones por las que parece que el martirio no es acto de la
fortaleza.
1. La palabra griega martyr significa «testigo». Pero en el
martirio se da testimonio de la fe en Cristo, según las palabras de
Act 1,8: Seréis mis testigos en Jerusalén, etc. Y San
Máximo dice en un Sermón: la madre del martirio es
la fe católica, que atletas ilustres rubricaron con su sangre. Por
tanto, el martirio es más bien acto de la fe que de la
fortaleza.
2. El acto laudable es propio de aquella virtud que inclina
hacia él y se manifiesta por él, y sin la cual ese acto no tiene
valor. Pero al martirio inclina principalmente la caridad; por eso se
nos dice en un Sermón de San Máximo: La
caridad de Cristo venció en sus mártires. Y la caridad se
manifiesta sobre todo en el martirio, conforme a las palabras de San
Juan (15,13): Nadie tiene mayor amor que el dar uno la vida por sus
amigos. Y sin caridad no tiene valor el martirio, según la
expresión del Apóstol en 1 Cor 13,3: Si entregare mi cuerpo a las
llamas y no tengo caridad, nada me aprovecha. Luego el martirio es
acto de la caridad y no de la fortaleza.
3. Dice San Agustín en un Sermón sobre San
Cipriano: Es fácil venerar al mártir celebrando su
fiesta, pero es difícil imitar su fe y su paciencia. Pero en cada
acto de virtud se hace laudable principalmente la virtud de la cual es
acto. Luego el martirio es acto de la paciencia más que de la
fortaleza.
Contra esto: está lo que escribe San Cipriano en su carta Ad
Martyres et Confessores: ¡Oh bienaventurados
mártires!, ¿con qué elogiosas palabras os ensalzaré? ¡Oh soldados fortísimos!, ¿con qué alabanzas explicaré la fortaleza de vuestro
cuerpo? Pero cada uno es alabado por la virtud cuyo acto ejercita.
Por tanto, el martirio es acto de la fortaleza.
Respondo: Como anteriormente se ha probado
(q.123 a.1), a la fortaleza pertenece confirmar al hombre en el bien
de la virtud contra los peligros, sobre todo contra los peligros de
muerte, y especialmente de la muerte en la guerra. Pero es evidente
que en el martirio el hombre es confirmado sólidamente en el bien de
la virtud, al no abandonar la fe y la justicia por los peligros
inminentes de muerte, los cuales también amenazan en una especie de
combate particular, por parte de los perseguidores. Por eso dice San
Cipriano en un Sermón: La muchedumbre de
los presentes vio admirada el combate celestial y cómo en la batalla
los siervos de Cristo se mantuvieron con voz libre, alma inmaculada y
fuerza divina. Por tanto, está claro que el martirio es acto de la
fortaleza. Y por eso dice la Iglesia, hablando de los mártires, que se hicieron fuertes en la guerra.
A las objeciones:
1. En el acto de fortaleza hay que
considerar dos aspectos: Uno es el bien en el que el fuerte se
afianza, que es el fin de la fortaleza. Otro es la misma firmeza que
le hace no ceder ante los enemigos que le apartan de ese bien, y en
esto consiste la esencia de la fortaleza. Ahora bien: así como la
fortaleza natural confirma el ánimo del hombre en la justicia humana,
por cuya conservación soporta los peligros de muerte, así también la fortaleza infusa afianza el ánimo del hombre en el
bien de la justicia de Dios por la fe en Jesucristo, según se
lee en Rom 3,22. Y en este sentido el martirio se relaciona con la fe
como el fin en el que uno se afirma; y con la fortaleza como su hábito
de donde procede.
2. Al acto del martirio inclina
la caridad como primer y principal motivo o como virtud imperante; la
fortaleza, en cambio, como motivo propio y virtud productora. De ahí
que el martirio sea acto de la caridad como virtud imperante y de la
fortaleza como virtud de donde procede. Por eso resplandecen en él
ambas virtudes. Pero el que sea meritorio le viene de la caridad, como
a todo acto virtuoso. Por tanto, sin la caridad no tiene valor
alguno.
3. Según hemos explicado (q.123 a.6), el acto principal de la fortaleza es el soportar, y a él
pertenece el martirio, no a su acto secundario, que es el atacar. Y
como la paciencia ayuda a la fortaleza en su acto principal, que es el
soportar, se sigue que también en los mártires se alabe la paciencia
por concomitancia.
Artículo 3:
¿Es el martirio el acto de mayor perfección?
lat
Objeciones por las que parece que el martirio no es el acto de mayor
perfección.
1. Parece que pertenece a la perfección lo que cae bajo consejo, y no
bajo precepto, porque la perfección no es necesaria para la salvación.
Pero el martirio parece ser necesario para la salvación, pues dice el
Apóstol en Rom 10,10: Con el corazón se cree para la justicia y
con la boca se confiesa para la salvación. Y San Juan (1 Jn 3,16)
añade que debemos dar nuestra vida por los hermanos. Por
tanto, el martirio no pertenece a la perfección.
2. Parece que es señal de mayor perfección el entregar el
alma a Dios por la obediencia que el entregarle el propio cuerpo, que
se hace por el martirio; por lo cual dice San Gregorio, últ. Moral., que la obediencia es preferible a
todas las víctimas. Por tanto, el martirio no es acto de la máxima
perfección.
3. Parece mejor ser útil a los demás que mantenerse uno
mismo en el bien, porque el bien de muchos es mejor que el de uno
solo, en palabras del Filósofo en I Ethic.. Pero el que sufre el martirio es útil sólo para sí; en cambio, el que
enseña lo es para muchos. Por eso el acto de enseñar y gobernar a los
súbditos es más perfecto que el acto del martirio.
Contra esto: está el que San Agustín, en su libro De Sancta
Virginit., antepone el martirio a la virginidad,
que pertenece a la perfección. Parece, pues, que el martirio pertenece
en grado sumo a la perfección.
Respondo: Podemos hablar de un acto de virtud
bajo dos aspectos: Uno, según su especie, comparándolo con la virtud
que lo produce inmediatamente. Entonces el martirio, que consiste en
soportar debidamente la muerte, no puede ser el más perfecto de los
actos virtuosos, ya que soportar la muerte no es de suyo encomiable,
sino sólo en cuanto ordenado a un bien que es un acto de virtud, como
puede ser la fe y el amor a Dios. Y este acto de virtud, por ser fin,
es más perfecto.
A las objeciones:
1. No hay ningún acto de
perfección que cae bajo consejo que en algún caso no caiga bajo
precepto como necesario para salvarse, por ejemplo, según San Agustín
en el libro De Adulterinis Coniugiis, si uno
se ve en la necesidad de guardar la continencia por ausencia o
enfermedad de su mujer. Y por eso no va contra la perfección del
martirio el que en algún caso sea necesario para salvarse. Pero hay
casos en que el sufrir el martirio no es necesario para la salvación,
como leemos muchas veces que los santos mártires, llevados del celo de
la fe y la caridad fraterna, se entregaron voluntariamente al
martirio. Y es que estos preceptos deben entenderse en cuanto a la
preparación del ánimo.
2. El martirio abarca lo que
puede haber de sumo en la obediencia, es decir, el ser obediente hasta
la muerte, como se nos dice de Cristo en Flp 2,8: que se hizo
obediente hasta la muerte. Por tanto, queda claro que el martirio
de suyo es más perfecto que la simple obediencia en
absoluto.
3. Esta objeción procede de
entender el martirio en su especie propia del acto, según la cual no
precede en excelencia a los demás actos virtuosos, como tampoco la
fortaleza es la más excelente de las virtudes.
Artículo 4:
¿Es la muerte esencial al martirio?
lat
Objeciones por las que parece que la muerte no es esencial al
martirio.
1. Dice San Jerónimo en el sermón De Assumptione: Podría decir con verdad que la Madre de Dios fue Virgen y Mártir, aunque terminara su vida en la paz. Y también San Gregorio: Aunque falte la ocasión de persecución, tiene, con todo, la paz su propio martirio, porque, si bien es cierto que no ponemos el cuello de carne bajo la espada, sin embargo, con la espada espiritual sí damos muerte en nuestra alma a los deseos carnales. Por tanto, puede haber martirio sin padecer la muerte.
2. Leemos de algunas mujeres que, por conservar la
integridad de su carne, despreciaron su vida, y por ello son alabadas,
lo cual indica que la integridad corporal de la virginidad es
preferida a la vida del cuerpo. Pero a veces esa integridad de la
carne se arrebata o se intenta arrebatar por la confesión de la fe
cristiana, como sucedió con Santa Inés y Santa Lucía. Parece, pues,
que debe llamarse martirio con más propiedad el que una mujer pierda
la integridad corporal por la fe en Cristo que el que pierda también
su vida. De ahí las palabras de Santa Lucía: Si
haces que me violen contra mi voluntad, se me duplicará la corona de
mi castidad.
3. El martirio es acto de la fortaleza. Y a éste
corresponde no sólo no temer la muerte, sino ni siquiera las otras
adversidades, como dice San Agustín en el libro VI Musicae. Ahora bien: hay otras muchas
adversidades, además de la muerte, que pueden aguantarse por la fe en
Cristo, como son la cárcel, el destierro, el despojo de los bienes,
según consta en Heb 10,34. De ahí que se celebre el martirio del papa
San Marcelo, y eso que murió en la cárcel. Por tanto, no es necesario
para el martirio sufrir la pena de muerte.
4. El martirio es un acto meritorio, como hemos dicho.
Pero no puede haber acto meritorio después de la muerte. Luego debe
ser antes. Así que la muerte no es esencial al martirio.
Contra esto: está lo que dice San Máximo en un Sermón sobre el mártir, que vence muriendo por la fe quien sería vencido viviendo sin la fe.
Respondo: Conforme a lo dicho (a.2 obj.1),
mártir significa testigo de la fe cristiana, por la cual se nos
propone el desprecio de las cosas visibles por las invisibles, como
leemos en Heb 11; 2 Cor 4,17. Por tanto, pertenece al martirio el que
el hombre dé testimonio de su fe, demostrando con sus obras que
desprecia el mundo presente y visible a cambio de los bienes futuros e
invisibles. Ahora bien: mientras vive en este mundo, aún no puede
demostrar con obras el desprecio de los bienes temporales, pues los
hombres siempre suelen despreciar a los familiares y
a todos los bienes que poseen con tal de conservar la vida. Y por eso
incluso Satanás adujo contra Job (2,4): ¡Piel por piel! Cuanto el
hombre tiene lo dará por su alma, es decir, por su vida corporal.
De donde se desprende que para la razón perfecta de martirio se exige
sufrir la muerte por Cristo.
A las objeciones:
1. Todos los argumentos de
autoridad indicados y los que pudieran aducirse hablan del martirio
por una cierta analogía.
2. En la mujer que pierde la
integridad de su carne o es condenada a perderla por la fe cristiana,
no está claro ante los hombres si lo sufre por amor a la fe cristiana
o más bien por el desprecio a su castidad. Y por eso ante los hombres
no es testimonio suficiente, y no tiene propiamente razón de martirio.
Pero ante Dios, que lee en el corazón, puede ser esto motivo
de premio, como dijo Santa Lucía.
3. Como queda dicho anteriormente
(q.123 a.4), la fortaleza se ocupa principalmente de los peligros de
muerte, y de los demás como una consecuencia. Por lo mismo, no se
llama propiamente martirio el soportar la cárcel o el destierro o el
despojo de los bienes, a no ser que de ellos se siga la
muerte.
4. El mérito del martirio no se da
después de la muerte, sino en soportarla voluntariamente, es decir,
cuando uno sufre libremente la inflicción de la muerte. Sucede a
veces, sin embargo, que después de haber recibido heridas mortales por
Cristo, o cualesquiera otras tribulaciones semejantes, que se sufren
por la fe en Cristo, provenientes de los perseguidores, uno puede
sobrevivir largo tiempo. En este estado, el acto del martirio es
meritorio, y también en el mismo momento de padecer estas
penas.
Artículo 5:
¿Sólo la fe es causa del martirio?
lat
Objeciones por las que parece que sólo la fe es causa del
martirio.
1. Se dice en 1 Pe 4,15-16: Ninguno de vosotros padezca por
homicida o ladrón, o algo parecido: pero si padece por ser
cristiano, no se avergüence, antes glorifique a Dios en este
nombre. Pero se llama cristiano a quien tiene la fe de Cristo. Por
tanto, sólo la fe en Cristo da la gloria del martirio a los que lo
padecen.
2. «Mártir» significa «testigo», y sólo se es testigo de la
verdad. Pero no se llama mártir al que da testimonio de cualquier
verdad, sino sólo de la verdad divina. De lo contrario, sería mártir
quien muriera por la confesión de una verdad de geometría o de otra
ciencia especulativa, lo que parece ridículo. Por tanto, sólo la fe es
la causa del martirio.
3. Entre las virtudes parece que son más excelentes las
que se ordenan al bien común, ya que el bien de todos es mejor que
el bien de un solo hombre, según el Filósofo en I Ethic.. Por tanto, si fuese causa del martirio
algún otro bien, serían mártires los que mueren en defensa de la
república. Esto no lo contempla la Iglesia, pues no se celebran los
martirios de los soldados muertos en guerra justa. Parece entonces que
sólo la fe es causa del martirio.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 5,10: Dichosos los que
padecen persecución por la justicia, lo cual se refiere al
martirio, como dice la Glosa en el mismo lugar.
Ahora bien: a la justicia pertenece no sólo la fe, sino también las
demás virtudes. Por tanto, también ellas pueden ser causa del
martirio.
Respondo: Como hemos visto (obj.2 a.4),
«mártires» es lo mismo que «testigos», es decir, en cuanto con sus
padecimientos corporales dan testimonio de la verdad hasta la muerte;
no de cualquier verdad, sino de la verdad que se ajusta a la
piedad (Tit 1,1), que se nos manifiesta por Cristo. De ahí que los mártires de Cristo son como testigos de su verdad. Pero se
trata de la verdad de la fe, que es, por tanto, la causa de todo
martirio. Pero a la verdad de la fe pertenece no sólo la creencia del
corazón, sino también la confesión externa, la cual se manifiesta no
sólo con palabras por las que se confiesa la fe, sino también
con obras por las que se demuestra la posesión de esa
fe, conforme al texto de Sant 2,18: Yo, por mis obras, te mostraré
la fe. En este sentido dice San Pablo (Tit 1,16) a propósito de
algunos: Alardean de conocer a Dios, pero con sus obras lo
niegan. Por tanto, las obras de todas las virtudes, en cuanto
referidas a Dios, son manifestaciones de la fe, por medio de la cual
nos es manifiesto que Dios nos exige esas obras y nos recompensa por
ellas. Y bajo este aspecto pueden ser causa del martirio. Por eso se
celebra en la Iglesia el martirio de San Juan Bautista, que sufrió la
muerte no por defender la fe, sino por reprender un
adulterio.
A las objeciones:
1. Llamamos cristiano al que es de
Cristo. Pero se dice de uno que es de Cristo no sólo por tener la fe
en Cristo, sino también porque realiza las obras virtuosas movido por
el Espíritu de Cristo, conforme al texto de Rom 8,9: Si alguno no
tiene el Espíritu de Cristo, ése no es de Cristo, y también porque
ha muerto al pecado, según leemos en Gál 5,24: Los que son de
Cristo Jesús han crucificado las carnes con sus pasiones y
concupiscencias. Por eso, padece como cristiano no sólo el que
sufre por la confesión de su fe de palabra, sino también el que sufre
por hacer cualquier obra buena, o por evitar cualquier pecado por
Cristo: porque todo ello cae dentro de la confesión de la
fe.
2. La verdad de las otras
ciencias no pertenece al culto divino. Por lo cual no decimos que sean
según la piedad (cf. sol.); de ahí que su confesión tampoco
puede ser causa directa del martirio. Pero, siendo pecado toda
mentira, como queda dicho (q.110 a.3), evitar la mentira, aunque sea
contra cualquier tipo de verdad, puede ser causa del martirio, en
cuanto la mentira es un pecado contrario a la ley divina.
3. El bien de la república es el
principal entre los bienes humanos. Pero el bien divino, que es la
causa propia del martirio, está por encima del bien humano. Sin
embargo, como el bien humano puede convertirse en divino si lo
referimos a Dios, cualquier bien humano puede ser causa del martirio
en cuanto referido a Dios.