Artículo 1:
¿La amistad es virtud especial?
lat
Objeciones por las que parece que la amistad no es virtud
especial.
1. Dice el Filósofo en VIII Ethic. que la
amistad perfecta es la fundamentada sobre la virtud. Pero toda
virtud es causa de la amistad, porque el bien es amable para
todos, según dice Dionisio en IV De Div. Nom.. Luego la amistad no es virtud especial, sino que acompaña a toda virtud.
2. El Filósofo, en IV Ethic., habla
de tal amigo que recibe las cosas del modo conveniente sin tener
en cuenta la amistad o la enemistad. Pero el dar señales de
amistad a quienes no se ama parece propio de la simulación, que es
contraria a la virtud. Luego tal amistad no es virtud.
3. La virtud consiste en el justo medio, según una
sabia determinación, como leemos en II Ethic.. Pero se nos dice en Eclo 7,5: El corazón de los sabios está donde hay tristeza, y el de los necios donde el placer. De ahí que es propio del virtuoso evitar por todos los medios el placer, como aparece en II Ethic.. Esta amistad, en cambio, busca de suyo el agradar y teme entristecer, conforme enseña el Filósofo en IV Ethic.. Por tanto, una amistad así no es virtud.
Contra esto: está el que los mandamientos de la ley se dan sobre los
actos de las virtudes. Y leemos en Eclo 4,7: Muéstrate afable con
la asamblea de los pobres. Por consiguiente, la afabilidad, que
aquí llamamos amistad, es virtud especial.
Respondo: Que, según se ha explicado (
q.109 a.2), como la virtud se ordena al bien, donde hay una razón especial
de bien debe asimismo haber una virtud especial. Pero el bien consiste
en el orden, como dijimos antes (
q.109 a.2). Y es necesario que exista
un orden conveniente entre el hombre y sus semejantes en la vida
ordinaria, tanto en sus palabras como en sus obras; es decir, que uno
se comporte con los otros del modo debido. Es preciso, pues, una
virtud que observe este orden convenientemente. Y a esta virtud la
llamamos amistad o afabilidad.
A las objeciones:
1. El Filósofo, en su libro
Ethicorum, habla de una doble amistad. Una, que consiste
principalmente en el afecto con que amamos a otra persona. Tal amistad puede acompañar a toda virtud. Lo referente a esta amistad ya se ha dicho antes (
q.23 a.1;
a.3 ad 1; q.25-33) al hablar de la caridad. Otra, que consiste exclusivamente en palabras o hechos externos, la cual, en verdad, no es amistad perfecta, sino cierta semejanza de ella. Esta forma de amistad es la que guarda las normas de decoro en el trato cotidiano de los hombres.
2. Entre todos los hombres
reina naturalmente una cierta amistad general; en este sentido leemos
en Eclo 13,19 que todo animal ama a su semejante. Y que este
amor se manifiesta en signos externos de palabra o de obra que uno
exhibe incluso a extraños y desconocidos. Por eso no hay en ella
simulación alguna, porque no se ofrecen muestras de perfecta amistad.
En efecto, no nos comportamos con la misma familiaridad con los
desconocidos que con aquellos a quienes estamos unidos por lazos de
especial amistad.
3. El corazón de los sabios está
donde existe la tristeza, pero no porque intente entristecer al
prójimo, pues dice el Apóstol en Rom 14,15:
Si por tu comida tu
hermano se entristece, ya no andas en caridad, sino para consolar
a los tristes, conforme a las palabras del Eclo 7,38:
No te alejes
del que llora, llora con quien llora. En cambio, el corazón de los
necios gusta de la alegría, no porque pretendan alegrar, sino para
aprovecharse de la alegría ajena.
Es, por tanto, propio del sabio el hacer la vida agradable a los que
conviven con él; pero no con una alegría lasciva, que debe evitar la
virtud, sino honesta, conforme al dicho del salmo 132,1: Ved qué
bueno y deleitable convivir juntos los hermanos. No obstante,
habrá casos en que, para evitar un mal, no tendrá inconveniente el
afable en contristar a aquellos con quienes convive, según afirma el
Filósofo en IV Ethic.. Es por lo que dice el
Apóstol en 2 Cor 7,8: Si con la epístola os entristecí, no me
pesa; y añade a continuación (v.9): Ahora me alegro, no porque
os entristecisteis, sino porque os entristecisteis para
penitencia. Así, pues, no debemos mostrar un rostro jovial para
quedar bien con los que son proclives al pecado, no sea que parezca
que condescendemos con sus vicios y de alguna forma les demos excusa
para seguir pecando. Por esto mismo leemos en Eclo 7,26: ¿Tienes
hijas? Vela por su honra y no les muestres un rostro demasiado
jovial.
Artículo 2:
¿Esta amistad es parte de la justicia?
lat
Objeciones por las que parece que esta clase de amistad no es parte
de la justicia.
1. Compete a la justicia el dar a cada uno lo que le es debido. Pero
esto no es lo propio de esta virtud, sino únicamente convivir
afablemente con los demás. Luego esta virtud no es parte de la
justicia.
2. Según el Filósofo en IV
Ethic.,
tal virtud se ocupa
de las delectaciones o tristezas que se dan en
la convivencia. Ahora bien: el regular las máximas delectaciones
pertenece a la templanza, como antes se ha dicho (
1-2 q.60 a.5;
q.161 a.3). Luego esta virtud es parte de la templanza más que de la
justicia.
3. Como quedó demostrado (
q.61 a.2;
1 q.65 a.2 ad 3),
dar lo mismo a los que no son iguales va contra la justicia. Pero,
según el Filósofo en IV
Ethic., esta virtud
trata por igual a los desconocidos y a los conocidos, a los
familiares y a los extraños. Luego esta virtud no es parte de la
justicia, sino que más bien se opone a ella.
Contra esto: está el que Macrobio cita la amistad como
parte de la justicia.
Respondo: Que esta virtud es parte de la
justicia en cuanto se adjunta a ella como a su virtud principal. En
efecto, coincide con la justicia en que una y otra dicen relación de
alteridad, pero se aparta de ella porque no existe en la amistad una
plena razón de deuda, como sucede cuando uno está obligado a otro,
bien sea por una deuda legal, cuyo pago exige la ley, bien por un
deber que dimana de algún beneficio recibido; esta virtud dice
relación sólo a un deber de honestidad que obliga más al que la posee
que al otro, porque el afable debe tratar al otro del modo
conveniente.
A las objeciones:
1., como antes quedó explicado
(
q.109 a.3 ad 1), puesto que el hombre es por naturaleza un animal
social, se le exige por una cierta honestidad decir la verdad a los
demás, sin la cual no sería duradera la sociedad humana. Y que así
como el hombre no podría vivir en sociedad sin la
verdad, tampoco sin la delectación, porque, según el Filósofo en VIII
Ethic., nadie puede convivir todo un día con una
persona triste o desagradable. Por tanto, el hombre está obligado
por un cierto deber natural de honestidad a convivir afablemente con
los demás, a no ser que por alguna causa sea necesario en ocasiones
entristecer a alguno para su bien.
2. Es propio de la templanza el
refrenar las delectaciones sensibles. Pero la virtud de que estamos
hablando se ocupa de las delectaciones de la convivencia, las cuales
proceden de la razón en cuanto que uno se comporta decorosamente con
los que le rodean. Y estas delectaciones no necesitan ser refrenadas
como peligrosas.
3. No hemos de entender estas
palabras del Filósofo como si debiéramos hablar y tratar del mismo
modo a conocidos y desconocidos, porque él mismo añade
a continuación: no conviene ser afable o desagradable lo mismo con
los familiares que con los desconocidos. Quiere decir que, con las
debidas salvedades, debemos comportarnos con todos de la forma más
conveniente.