A continuación debemos tratar de la audacia. Y planteamos dos
problemas:
Artículo 1:
¿La audacia es pecado?
lat
Objeciones por las que parece que la audacia no es
pecado.
1. Leemos en el libro de Job 39,21, al hablar del caballo, que, según
San Gregorio en Moral., significa el buen
predicador: Lánzase audaz, sale al encuentro de las armas. Pero
ningún vicio debe servir para alabar a nadie. Luego ser audaz no es
pecado.
2. Según el Filósofo, en VI Ethic., conviene reflexionar con lentitud, pero una vez pensado,
realizarlo con rapidez. Como la audacia ayuda a esta rapidez en el
obrar, se sigue que la audacia no es pecado, sino más bien algo
laudable.
3. La audacia es una pasión causada por la esperanza,
como se probó al hablar de las pasiones (1-2 q.45 a.2). Pero la
esperanza no se considera pecado, sino virtud. Por tanto, tampoco la
audacia debe calificarse como pecado.
Contra esto: está lo que dice el Eclo 8,18: No vayas de camino con el
audaz no pesen sus temeridades sobre ti. Pero sólo debemos evitar
las compañías que conducen al pecado. Por tanto, la audacia es
pecado.
Respondo: Como queda dicho (1-2 q.23 a.1.4; q.45), la audacia es una pasión. Ahora bien: la pasión unas veces es
moderada por la razón, otras no se somete a ella, sea por exceso o por
defecto, y entonces es viciosa. Pero con frecuencia damos el nombre de
pasión por lo que tiene de desmesurada, y así llamamos ira sólo cuando
es excesiva, y entonces es viciosa. Igualmente la audacia, en cuanto
desmedida, se pone entre los pecados.
A las objeciones:
1. En esta objeción se toma la
audacia en cuanto moderada por razón. Entonces pertenece a la virtud
de la fortaleza.
2. La acción rápida es
recomendable después de la reflexión, que es un acto de la razón. Pero
si uno quisiera obrar rápidamente sin reflexionar, no será algo
laudable, sino vicioso: sería, en efecto, una precipitación en el
obrar, lo cual es contrario a la prudencia, como quedó dicho (q.53 a.3). Por eso la audacia, que coopera a la rapidez en la acción, es
laudable en cuanto ordenada por la razón.
3. Algunos vicios, como algunas
virtudes, no tienen nombre específico, como consta por el Filósofo en
IV Ethic.. Y por eso fue necesario en algunas
pasiones usar el mismo nombre para designar la virtud y el vicio.
Especialmente para designar el vicio usamos el nombre de aquellas
pasiones cuyo objeto es un mal, como el odio, el temor, la ira y
también la audacia. En cambio, la esperanza y el amor tienen por
objeto un bien. Por eso las usamos más para designar las
virtudes.
Artículo 2:
¿La audacia se opone a la fortaleza?
lat
Objeciones por las que parece que la audacia no se opone a la
fortaleza.
1. Lo excesivo de la audacia procede, al parecer, de la presunción
del ánimo. Pero la presunción es propia de la soberbia, que se opone a
la humildad. Por tanto, la audacia se opone más bien a la humildad que
a la fortaleza.
2. La audacia no parece reprobable sino en cuanto de ella se
deriva o bien algún daño al audaz, que se lanza desordenadamente a los peligros, o bien a los demás, a los cuales ataca o pone en peligro por su audacia. Pero esto parece que corresponde a la injusticia. Por tanto, la audacia, como pecado, no se opone a la fortaleza, sino a la justicia.
3. Hemos dicho (q.123 a.3) que la fortaleza recae sobre
los temores y las audacias. Pero como la timidez se opone a la
fortaleza por exceso de temor, hay otro vicio opuesto a la timidez por
defecto de temor. Por tanto, si la audacia se opone a la fortaleza por
exceso de audacia, de la misma forma se opondría a ella un vicio por
defecto de audacia. Este vicio no existe. Por tanto, tampoco la
audacia debe citarse como vicio opuesto a la fortaleza.
Contra esto: está el que el Filósofo en II y III Ethic. contrapone la audacia a la
fortaleza.
Respondo: Como vimos antes (q.126 a.2), es
propio de la virtud moral guardar la medida racional en su materia. Y,
por tanto, todo vicio que lleva consigo inmoderación sobre la materia
de una virtud moral se opone a tal virtud como lo inmoderado a lo
moderado. Ahora bien: la audacia, en cuanto vicio, importa un exceso
de la pasión que llamamos audacia. Por lo cual es manifiesto que se
opone a la virtud de la fortaleza, que tiene por objeto los temores y
las audacias, como quedó dicho anteriormente (q.123 a.3).
A las objeciones:
1. La oposición del vicio a la
virtud no se considera principalmente según la causa del vicio, sino
según su especie. Y, por consiguiente, no es conveniente que la
audacia se oponga a la misma virtud que su causa, que es la
presunción.
2. Así como la oposición directa
del vicio no se considera según su causa, tampoco se mide por su
efecto. Y como el daño que proviene de la audacia es efecto suyo,
tampoco se debe juzgar por esto a qué se opone la audacia.
3. El movimiento de la audacia
consiste en lanzarse a combatir lo que es contrario al hombre; a ello
inclina la naturaleza si tal inclinación no es obstaculizada por el
temor de sufrir algún daño. Por eso el vicio que se excede por audacia
no tiene más defecto contrario que la timidez. Pero la audacia no
siempre acompaña únicamente a la falta de timidez. Ya que, como dice
el Filósofo en III Ethic., los audaces se
adelantan y buscan primero el peligro, pero una vez en él se vuelven
atrás a causa del temor.