En el lenguaje corriente se dice verdadero un pensamiento, una palabra conforme con lo real, o también la realidad misma que se desvela, que resulta clara, evidente al espíritu (verdadero, a-lethés: no oculto). Es la concepción intelectualista de los griegos, que es ordinariamente la nuestra. La noción bíblica de verdad es diferente, pues está fundada en una experiencia religiosa, la experiencia del contacto con Dios. Sin embargo, esta noción experimentó una evolución notable: mientras que en la Biblia es la verdad ante todo la fidelidad a la alianza, en el NT vendrá a ser la plenitud de la revelación centrada en Cristo.
El verbo aman (el amén litúrgico, p. e. 2Cor 1,20), de donde se formó emes (verdad), significa fundamentalmente: ser sólido, seguro, digno de confianza; la verdad es por tanto la cualidad de lo que es estable, probado, en lo que uno se puede apoyar. Una paz de verdad Jer 14,13 es una paz sólida, duradera; un camino de verdad Gen 24,48 es un camino que conduce seguramente a la meta; «en verdad» significa a veces: en forma estable, para siempre. Aplicada a Dios o a los hombres deberá con frecuencia traducirse la palabra por fidelidad, pues la fidelidad de una persona es la que nos induce a fiarnos de ella.
1. La «emes» de Dios está ligada con su intervención en la historia en favor de su pueblo. Yahveh es el Dios fiel Dt 7,9 32,4 Sal 31,6 Is 49,7. La importancia de este atributo no se explica bien más que en el contexto de la alianza y de las promesas: «Yahveh tu Dios es Dios, el Dios fiel que guarda su alianza y su amor hasta mil generaciones a los que lo aman» Dt 7,9. El Salmo 89, a propósito de la alianza davídica, está consagrado todo entero a celebrar la fidelidad de Dios. El sentido básico del término aparece claro en Sal 132,11 («Yahveh juró a David emes y no se apartará de ella»), donde el juramento, llamado emes, se califica por el hecho mismo de infrangible.
Con frecuencia se asocia emet a hesed (p. e. Sal 89 138,2) para indicar la actitud fundamental de Dios en la alianza: es una alianza de gracia, a la que Dios no faltó nunca Ex 34,6s Gen 24,27 2Sa 2,6 15,20. Otras veces la fidelidad va unida con los atributos de justicia Os 2,21s Neh 9,33 Zac 8,8 o de santidad Sal 71,22 y tiene un significado más general, sin referencia a la alianza. En diversos salmos se presenta la estabilidad divina como una protección, un refugio para el justo que implora el auxilio divino: de ahí las imágenes de la muralla, de la armadura, del escudo Sal 91 que ponen en evidencia la solidez del apoyo divino Sal 40,12 43,2s 54,7 61,8.
La emet caracteriza además la palabra de Dios y su ley. David dice a Yahveh: «Tus palabras son verdad» 2Sa 7,28, pues las promesas divinas aseguran la perpetuidad a su casa. Los salmos celebran la verdad de la ley divina Sal 19,10 111,7s 119,86 119,138 119,142 119,151 119,160; según el último texto citado la verdad es lo que hay de esencial, de fundamental en la palabra de Dios: es irrevocable, permanece para siempre.
2. La «emet» de los hombres.
También aquí se trata de una actitud fundamental de fidelidad Os 4,2. «Hombres de verdad» Ex 18,21 Neh 7,2 son hombres de confianza, pero los dos textos añaden «que temen a Dios», lo que enlaza esta apreciación moral con el contexto religioso del yahvismo. De ordinario la «verdad» de los hombres designa directamente su fidelidad a la alianza y a la ley divina. Describe, pues, el conjunto del comportamiento de los justos; de ahí el paralelismo con perfección Jos 24,14, corazón íntegro 2Re 20,3, el bien y el derecho 2Par 31,20, derecho y justicia Is 59,14 Sal 45,5, santidad Zac 8,3. «Hacer la verdad» 2Par 31,20 Ez 18,9 y «caminar en la verdad» 1Re 2,4 3,6 2Re 20,3 Is 38,3 es ser fiel observador de la ley del Señor Tob 3,5.
En cuanto a las relaciones mutuas entre los hombres reaparece la fórmula «hacer la bondad y la verdad» Gen 47,29 Jos 2,14: es obrar con benevolencia y lealtad, con una bondad fiel. La emet es igualmente el respeto de las normas del derecho en el ejercicio de la justicia Prov 29,14 Ez 18,8 Zac 7,9 o la perfecta sinceridad en el lenguaje; pero también aquí se descubre el matiz básico: una lengua sincera «permanece para siempre» Prov 12,19.
3. La verdad revelada.
En la tradición sapiencial y apocalíptica la noción de verdad adopta un sentido parcialmente nuevo que prepara el NT: designa la doctrina de sabiduría, la verdad revelada. En ciertos salmos Sal 25,5 26,3 86,11 la expresión «caminar en la verdad de Dios» deja entender que esta verdad no es sencillamente el comportamiento moral, sino la ley misma que Dios enseña a observar. Los sacerdotes deben transmitir «una doctrina de verdad» Mal 2,6: es la enseñanza que viene de Dios. «Verdad» se convierte en sinónimo de sabiduría: «Adquiere la verdad, no la vendas: sabiduría, disciplina e inteligencia» Prov 23,23 8,7 22,21 Ecl 12,10; «Hasta la muerte lucha por la verdad» Eclo 4,28 LXX.
Puesto que «verdad» designa el plan y el querer de Dios, la palabra se relaciona también con misterio Tob 12,11 Sab 6,22. En el juicio los justos «comprenderán la verdad» Sab 3,9: no ya que hayan de experimentar la fidelidad de Dios a sus promesas o ver el ser mismo de Dios, sino que comprenderán su designio providencial sobre los hombres. Para Daniel «el libro de la verdad» Dan 10,21 es el libro en que está inscrito el designio de Dios; la verdad de Dios es la revelación de su designio 9,13, es también una visión celestial o la explicación de su sentido 8,26 10,1 11,2, es la verdadera fe, la religión de Israel 8,12.
Este empleo del término se mantiene en el judaísmo apocalíptico y sapiencial. En Qumrán «la inteligencia de la verdad de Dios» es el conocimiento de los misterios (Himnos de Qumrán: 1QH 7,26s), pero éste seobtiene por la interpretación verdadera de la ley: «convertirse a la verdad» (Manual de disciplina: 1QS 6,15) es «convertirse a la ley de Moisés» 5,8. La verdad, doctrina revelada, tiene también un alcance moral, se opone a la iniquidad: los «hijos de la verdad» 4,5 son los que siguen «los caminos de la verdad» 4,17. La verdad acaba así por designar en Qumrán el conjunto de las concepciones religiosas de los hijos de la alianza.
1. Herencia bíblica.
En Pablo, más que en el resto del NT, la noción de verdad (aletheia) ofrece los matices que tenía en los Setenta. El apóstol se sirve de ella en sentido de sinceridad 2Cor 7,14 11,10 Flp 1,18 1Cor 5,8 o en la expresión «decir la verdad» Rom 9,1 2Cor 12,6 Ef 4,25 1Tim 2,7. Profundamente bíblica es la fórmula «la verdad de Dios» para designar la fidelidad de Dios a sus promesas Rom 3,7 3,3 15,8 2Cor 1,l8ss: las promesas del Dios fiel tienen su «sí» en Cristo; así también aletheia en sentido de verdad moral, de rectitud: opuesta a injusticia 1Cor 13,6, sinónima de justicia Ef 5,9 6,14, caracteriza el comportamiento que Pablo aguarda de los cristianos Col 1,6 2Cor 13,8. El juicio de Dios estará también marcado de verdad, de justicia Rom 2,2.
La antítesis entre «la verdad de Dios» y la mentira de los ídolos Rom 1,25 1Tes 1,9 se inspira en la polémica judía contra la idolatría pagana Jer 10,14 13,25 Bar 6,7.47.50: el verdadero Dios es el Dios vivo, con el que se puede contar, el que escucha a su pueblo y lo salva.
2. La verdad del Evangelio.
Aquí aparece la noción de verdad cristiana. Se relaciona con el tema sapiencial y apocalíptico de verdad revelada. Los judíos se jactaban de poseer en su ley la expresión misma de esta verdad Rom 2,20, de hallar en ella consignada toda la voluntad de Dios 2,18. Pablo reemplaza la expresión judía «la verdad de la ley» por «la verdad del Evangelio» Gal 2,5.14 o «la palabra de verdad» Col 1,5 Ef 1,13 2Tim 2,15. Objeto de una revelación 2Cor 4,2 con el mismo título que el misterio Rom 16,26 Col 1,26 4,3, esta palabra es la palabra de Dios predicada por el Apóstol 2Cor 4,2.5.
a. La verdad y la fe. Los hombres a los que se dirige este mensaje deben oir la palabra Ef 1,13 Rom 10,14, deben convertirse para llegar al conocimiento de la verdad 2Tim 2,25.
La aceptación de la verdad del Evangelio se efectúa por la fe 2Tes 2,13 Tit 1,1 2Tes 2,12 Gal 5,7 Rom 2,8, pero esta fe requiere al mismo tiempo el amor de la verdad 2Tes 2,10. «Llegar al conocimiento de la verdad» viene a ser en los textos tardíos 1Tim 2,4 2Tim 3,7 Heb 10,26 una expresión estereotipada para decir: adherirse al Evangelio, abrazar el cristianismo, pues los creyentes son precisamente los que conocen la verdad 1Tim 4,3; ésta no es otra cosa que la fe cristiana Tit 1,1.
b. Verdad y vida cristiana. Según las epístolas católicas los creyentes han sido engendrados a la nueva vida por la palabra de verdad Sant 1,18 1Pe 1,23; por la obediencia a la verdad en el momento del bautismo han santificado sus almas 1Pe 1,22. Por consiguiente, no hay que alejarse de esta verdad una vez que se ha abrazado Sant 5,19, hay que afianzarse en la verdad presente en vista de la parusía 2Pe 1,12; hay que continuar deseando esta leche de la palabra a fin de crecer para la salvación 1Pe 2,2 Así, añade Pablo, es como el cristiano se reviste del hombre nuevo y realiza la santidad que pide la verdad Ef 4,24.
c. La sana doctrina y el error. En las pastorales la polémica contra los herejes confiere al tema un nuevo matiz: ahora ya la verdad es la buena doctrina 1Tim 1,10 4,6 2Tim 4,3 Tit 1,9 2,1 opuesta a las fábulas 1Tim 1,4 4,7 2Tim 4,4 Tit 1,14 de los doctores de mentira 1Tim 4,2. Estos han vuelto la espalda a la verdad Tit 1,14 1Tim 6,5 2Tim 2,18 4,4, se alzan incluso contra ella 2Tim 3,8. Pero la Iglesia del Dios vivo sigue siendo «la columna y el fundamento de la verdad» 1Tim 3,15.
d. Entre la verdad y Cristo existe un nexo estrecho. El objeto del mensaje del Apóstol no es una doctrina abstracta, es la persona misma de Cristo 2Cor 4,5 Gal 1,16 1Cor 1,23 2Cor 1,19 11,4 Ef 4,20 Flp 1,15; Cristo, «manifestado en la carne... proclamado entre los paganos, creído en el mundo», es la verdad misma cuya guardiana es la Iglesia, es el misterio mismo de la piedad 1Tim 3,16. El Cristo-verdad, al que anuncia el Evangelio, no es, pues, un ser celestial en sentido gnóstico, sino el Jesús de la historia, muerto y resucitado por nosotros: «la verdad está en Jesús» Ef 4,21.
3. San Juan.
La teología de Juan era ante todo una teología de revelación, la noción de verdad ocupa en ella un lugar considerable. Frecuentemente se interpreta la aletheia joánnica en el sentido dualista metafísico, platónico o gnóstico de ser subsistente y eterno, de realidad divina que se desvela. Pero Juan no llama nunca a Dios mismo la verdad, cosa que sería esencial en estos sistemas. En realidad no hace sino desarrollar el tema apocalíptico y sapiencial de la verdad revelada —reasumido por lo demás en el NT—, pero insistiendo más en el carácter revelado y en la fuerza interior de la verdad.
a. La palabra del Padre y el Cristo-verdad. Para Juan la verdad no es el ser mismo de Dios, sino la palabra del Padre Jn 17,17 1Jn 1,8: «la verdad no está en vosotros» y 1,10: «su palabra no está en vosotros». La palabra que Cristo ha oído al Padre Jn 8,26.40 3,33 ésa es la verdad que él viene a «proclamar» 8,40.45s y de la que viene a «dar testimonio» 18,37 5,33. La verdad es, pues, al mismo tiempo la palabra que Cristo mismo nos dirige y que debe inducirnos a creer en él 8,31s.45s. La diferencia entre esta revelación y la del AT se subraya enérgicamente: «La ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han venido por Jesucristo» 1,17, porque con él y en él apareció la revelación total, definitiva. Mientras que el diablo es el padre de la mentira 8,44, Cristo proclama la verdad 8,45, está «lleno de gracia y de verdad» 1,14. La gran novedad cristiana es que Cristo en persona es la verdad 14,6: la es, no en cuanto posee la naturaleza divina, sino porque, siendo el Verbo hecho carne, nos revela al Padre 1,18. Jesús mismo explica el sentido de este título uniéndolo a otros dos: él es «el camino, la verdad y la vida»; él es el camino que conduce al Padre, precisamente porque él es la verdad y transmite la palabra y la revelación del Padre 17,8.14.17 y así comunica la vida divina 1,4 3,16 6,40.47.63 17,2 1Jn 5,11ss. Este título revela por tanto algo de la persona divina de Cristo: él es la verdad porque es la palabra, el Verbo del Padre, el Hijo único.
b. El Espíritu de verdad. Una vez terminada la revelación al mundo Jn 12,50, anuncia Jesús a sus discípulos la venida del Paráclito, el Espíritu de verdad 14,17 15,26 16,13. Para Juan la función fundamental del Espíritu consiste en dar testimonio de Cristo 15,26 1Jn 5,6, en conducir a los discípulos hacia la verdad entera Jn 16,13, en traerles a la memoria todo lo que Cristo había dicho, es decir, hacerles captar su verdadero sentido 14,26. Dado que su papel consiste en hacer comprender en la fe la verdad de Cristo, a él también se le llama «la verdad» 1Jn 5,6; es en la Iglesia «el que testimonia» y con ello suscita nuestra fe.
c. Verdad y santidad. Juan subraya con fuerza el papel de la verdad en la vida del creyente. Éste debe «ser de la verdad» Jn 18,37 1Jn 3,19: no debe únicamente haber llegado de una vez para siempre a la vida nueva por la fe Sant 1,18 1Pe 1,22s, sino nacer del Espíritu Jn 3,5.8 y estar habitualmente bajo el influjo de la verdad que mora en nosotros 2Jn 4. Sólo el que permanezca así en la palabra de Jesús llegará a conocer verdaderamente la verdad y a verse interiormente liberado del pecado por esta verdad Jn 8,31s: porque la fe purifica Act 15,9, por tanto también la palabra de Cristo Jn 15,3; ésta nos hace vencer al maligno 1Jn 2,14; cuando el creyente deja que la semilla de la palabra «permanezca» activamente en él, se hace impecable 1Jn 3,9, se santifica en la verdad Jn 17,17.19.
Así Juan ve en la aletheia el principio interior de la vida moral; vuelve a las antiguas expresiones bíblicas «hacer la verdad» 3,21 1Jn 1,6, «caminar en la verdad» 2Jn 4 3Jn 3s, pero les da una plenitud de sentido cristiano: es caminar en el precepto de Cristo 2Jn 6, dejarse dirigir en su acción por la verdad, por la fe. Amar a los hermanos «en verdad» 2Jn 1 3Jn 1 es amarlos por la fuerza de la verdad que moraen nosotros 2Jn 1ss 1Jn 3,18; la adoración «en espíritu y en verdad» Jn 4,23s es una adoración que brota del interior sin por ello excluir todo culto exterior; es un culto inspirado por el Espíritu y por la verdad de Jesús, que el Espíritu de verdad hace activa en aquellos a quienes ha hecho renacer. Finalmente, la verdad implica también para el creyente obligaciones apostólicas: colaborar con la verdad 3Jn 8 es cooperar con la Iglesia en la fuerza interna de expansión del mensaje evangélico.
La verdad en sentido cristiano no es, pues, la esfera inmensa de lo real que hubiéramos de conquistar con un esfuerzo de pensamiento: es la revelación del Padre, aparecida en Cristo e iluminada por el Espíritu, a la que debemos acoger en la fe: entonces únicamente transformará nuestras existencias, y por ella, como lo pide la liturgia, «manifestaremos en nuestras obras la luz de la verdad».