Artículo 1:
¿Fue santificada la Virgen María antes de su nacimiento del seno
materno?
lat
Objeciones por las que parece que la Virgen María no fue santificada
antes de su nacimiento del seno materno.
1. Porque dice el Apóstol en 1 Cor 15,46: No es primero lo
espiritual, sino lo animal; después lo espiritual. Ahora bien, por
la gracia santificante nace el hombre espiritualmente en cuanto hijo
de Dios, conforme a lo que se dice en Jn 1,13: Han nacido de
Dios. En cambio, el nacimiento del seno materno es nacimiento
animal. Luego la Virgen María no fue santificada antes de nacer del
seno materno.
2. Dice Agustín en la Epístola Ad Dardanum: La
santificación, por la que somos hechos templo de Dios, no se realiza
sino en los que han renacido. Pero nadie renace si antes no nace.
Luego la Virgen María no fue santificada antes de nacer del seno
materno.
3. Todo el que es santificado por la gracia queda limpio
del pecado original y del actual. Si, pues, la Virgen María fue
santificada antes de su nacimiento del seno materno, se seguiría que
fue limpia del pecado original. Ahora bien, sólo este pecado podía
impedirla entrar en el reino de los cielos. Por consiguiente, en caso
de haber muerto entonces, parece que hubiera entrado en el reino
celestial. Pero esto no fue posible antes de la pasión de Cristo,
conforme a estas palabras del Apóstol: Tenemos confianza para la
entrada en el santuario por la sangre de Jesús (Heb 10,19). Luego
parece que la Virgen María no fue santificada antes de nacer del seno
materno.
4. El pecado original se contrae por el origen, como el
actual se contrae por el acto. Ahora bien, nadie puede
ser purificado del pecado actual mientras se mantiene
en el acto de pecar. Luego tampoco la Virgen María pudo ser limpia de
pecado original mientras permanecía en el mismo acto de su origen,
cuando se hallaba aún en el seno materno.
Contra esto: está el hecho de que la Iglesia celebra la Natividad de la
Santísima Virgen. Pero en la Iglesia sólo se celebra fiesta por un
santo. Luego la Virgen María fue santa en su nacimiento. Por tanto,
fue santificada en el seno materno.
Respondo: Sobre la santificación de la Virgen
María, esto es, que haya sido santificada en el seno materno, la
Sagrada Escritura no dice nada. Ni siquiera menciona su nacimiento.
Sin embargo, así como Agustín, en el escrito De
Assumptione, arguye razonablemente que la Santísima
Virgen fue asunta corporalmente a los cielos, aunque la Escritura no
lo menciona, así también podemos inferir razonablemente que fue
santificada en el seno materno. Es, pues, razonable creer que aquella
que engendró al Unigénito del Padre, lleno de gracia y de
verdad (Jn 1,14), recibió mayores privilegios de la gracia que
todos los otros. Por eso se lee en Lc 1,28, que el ángel le dijo:
Dios te salve, llena de gracia. Pero es sabido que algunos otros
recibieron el privilegio de ser santificados en el seno materno. Tal
aconteció con Jeremías, al que se le dice: Antes de que salieras
del seno materno, te santifiqué (Jer 1,5); y con Juan el Bautista,
del que se lee en Lc 1,15: Será lleno del Espíritu Santo ya desde
el seno materno. Luego es razonable creer que la Virgen María fue
santificada antes de nacer del seno materno.
A las objeciones:
1. También en la Virgen María fue
primero lo animal, y después lo espiritual, porque primero fue
corporalmente concebida, y después espiritualmente
santificada.
2. Agustín habla de la ley
ordinaria, según la cual nadie es regenerado si primero no ha nacido.
Pero Dios no ligó su poder a esta ley de los sacramentos, de modo que
no pueda, por especial privilegio, otorgar su gracia a algunos antes
de que nazcan del seno materno.
3. La Virgen María fue santificada
en el seno materno en cuanto a la mancha personal del pecado original,
pero no fue liberada del reato que pesa sobre toda la humanidad, de
modo que no pueda entrar en el paraíso sino mediante el sacrificio de
Cristo, como se dice también respecto de los santos padres que
vivieron antes de El.
4. El pecado original se adquiere
por el origen, puesto que a través de él se comunica la naturaleza
humana, con la que propiamente se relaciona el pecado original. Y eso
sucede en el momento de la animación de la prole concebida. Por lo que
nada impide que, después de la animación, sea santificada la prole
concebida, pues ésta no permanece en el seno materno para recibir la
naturaleza humana, que ya posee, sino para lograr alguna perfección de
la misma.
Artículo 2:
La Virgen María, ¿fue santificada antes de su animación?
lat
Objeciones por las que parece que la Virgen María fue santificada
antes de la animación.
1. Porque, como queda dicho (
a.1), la gracia otorgada a la Virgen
Madre de Dios es superior a la concedida a alguno de los santos. Ahora
bien, a algunos de éstos parece que les fue otorgada la
santificación antes de su animación. Efectivamente, en
Jer 1,5 se dice:
Antes de formarte en el seno materno, te
conocí. Pero el alma no es infundida antes de la formación del
cuerpo. Igualmente, a propósito de Juan Bautista, comenta Ambrosio
In Luc.:
Todavía no tenía espíritu de vida, y ya
poseía el espíritu de la gracia. Luego, con mucha mayor razón,
pudo ser santificada la Virgen María antes de la animación.
2. Como dice Anselmo en su libro De Conceptu Virginali, fue conveniente que la Virgen resplandeciese con una
pureza tan grande, que sólo en Dios pueda concebirse otra mayor.
Pero eso se dice también en Cant 4,7: Eres toda hermosa, amiga mía,
y no hay mancha en ti. Ahora bien, la pureza de la Santísima
Virgen sería mayor si nunca hubiera sido manchada con la corrupción
del pecado original. Luego le fue concedida la santificación antes de
que su carne fuera animada.
3. Como se dijo (
a.1 sedcontra), sólo se celebra
fiesta de un santo. Ahora bien, algunos celebran la fiesta de la
Concepción de la Virgen María. Luego parece que fue santa en la misma
concepción. Y, en consecuencia, parece que fue santificada antes de la
animación.
4. El Apóstol dice en Rom 11,16: Si la raíz es santa,
también lo son las ramas. La raíz de los hijos son los padres.
Luego la Virgen María también pudo ser santificada en sus padres antes
de la animación.
Contra esto: está que los acontecimientos del Antiguo Testamento son
figura del Nuevo, conforme a lo que se lee en 1 Cor 10,11: Todo les
sucedía en figura. Ahora bien, por la santificación del
tabernáculo, de la que se dice en Sal 45,5: El Altísimo santificó
su tabernáculo, parece significarse la santificación de la Madre
de Dios, llamada tabernáculo de Dios según aquellas palabras de Sal
18,6: Puso en el sol su tabernáculo. Pero del tabernáculo se
dice en Ex 40,31-32: Después de que todo estuvo terminado, cubrió
la nube el tabernáculo del testimonio, y lo llenó la gloria del
Señor. Luego tampoco la Virgen María fue santificada hasta después
de haber sido terminados todos sus elementos, es decir, su cuerpo y su
alma.
Respondo: La santificación de la Virgen María
antes de su animación no es admisible por dos motivos. Primero, porque
la santificación de que hablamos no es otra cosa que la limpieza del
pecado original, puesto que la santidad es la
limpieza
perfecta, según dice Dionisio en el c.12 del
De Div.
Nom.. Ahora bien, la culpa no puede limpiarse más
que por medio de la gracia, cuyo sujeto es solamente la criatura
racional. Y, por tanto, la Virgen María no fue santificada antes de la
infusión del alma racional.
Segundo, porque al ser exclusivamente sujeto de la culpa el alma
racional, antes de la infusión de la misma, la prole concebida no está
sometida a la culpa. Y así, de cualquier manera en que la Virgen María
hubiera sido santificada antes de la animación, jamás hubiese
incurrido en la mancha de la culpa original y, en consecuencia,
tampoco hubiera necesitado de la redención y de la salvación, que
viene por Cristo, de quien se dice en Mt 1,21: El salvará a su
pueblo de sus pecados. Pero resulta inaceptable que Cristo no
sea el Salvador de todos los hombres, como se afirma en 1 Tim
4,10. De donde se concluye que la santificación de la Virgen María
tuvo lugar después de su animación.
A las objeciones:
1. El Señor asegura que
conoció a Jeremías antes de su formación en el seno materno, es
a saber, con el conocimiento de la predestinación; en cambio, dice
que
le santificó no antes de su formación, sino
antes de que
saliera del seno materno, etcétera.
La afirmación de Ambrosio sobre Juan Bautista, de que tenía ya el
espíritu de la gracia antes de tener espíritu de vida, no debe
entenderse en el sentido de que espíritu de vida equivalga a
alma vivificante, sino en cuanto sinónimo del aire exterior que
respiramos. O también se puede decir que todavía no había en él
espíritu de vida, es decir, alma, por lo que se refiere a sus
operaciones completas y manifiestas.
2. Si el alma de la Santísima
Virgen no hubiera estado nunca manchada con la corrupción del pecado
original, eso rebajaría la dignidad de Cristo, que emana de ser el
Salvador universal de todos. Y por eso, después de Cristo, que no
necesitó de salvación, por ser el Salvador universal, la pureza de la
Santísima Virgen fue la máxima. Cristo no contrajo en
modo alguno el pecado original, sino que fue santo en su misma
concepción, según las palabras de Lc 1,35: Lo santo que nacerá de
ti será llamado Hijo de Dios. En cambio, la Virgen María sí
contrajo el pecado original, aunque fue purificada del mismo antes de
nacer del seno materno. Y esto es dado a entender en Job 3,9, donde,
refiriéndose a la noche del pecado original, se dice: Espere la
luz es decir, a Cristo, y no la vea (porque nada
manchado ha entrado en tal luz como se lee en Sab 7,25), ni el
nacimiento de la aurora que despunta, esto es, de la Santísima
Virgen, que en su nacimiento estuvo exenta de pecado
original.
3. Aunque la Iglesia romana no
celebra la Concepción de la Santísima Virgen, tolera, sin embargo, la
costumbre de celebrarla por parte de algunas iglesias. Por eso no debe
reprobarse totalmente tal celebración. No obstante, al celebrar la
fiesta de la Concepción, no se da a entender que fuera santa en su
concepción. Sino que, al ignorarse el tiempo en que fue santificada,
se celebra más bien la fiesta de su santificación que la de su
concepción, en el día que ésta tuvo lugar.
4. Hay dos santificaciones: Una, la
de toda la naturaleza humana, en virtud de la cual ésta queda libre de
toda corrupción de culpa y de pena. Tal santificación tendrá lugar en
la resurrección. Otra, la personal. Esta no pasa a la prole engendrada
según la carne, porque tal santificación no afecta al cuerpo, sino al
alma. Y, por eso, aunque los padres de la Santísima Virgen estuvieron
limpios del pecado original, la Virgen María lo contrajo al ser
concebida según la concupiscencia carnal y en virtud de la unión entre
hombre y mujer, pues dice Agustín, en el libro De nuptiis et
concupiscencia, que toda carne nacida en virtud
de concúbito es carne de pecado.
Artículo 3:
¿Estuvo la Virgen María limpia de la infección del "fomes"?"
lat
Objeciones por las que parece que la Santísima Virgen no estuvo
limpia de la infección del «fomes».
1. Como es pena del pecado original el «fomes», que consiste en la
rebelión de las fuerzas inferiores contra la razón, así también son
pena del pecado original la muerte y las demás molestias corporales.
Ahora bien, la Santísima Virgen estuvo sujeta a estas penalidades.
Luego tampoco el «fomes» fue totalmente eliminado de
ella.
2. En 2 Cor 12,9 se dice: La virtud se perfecciona en la
flaqueza; y se habla de la flaqueza del «fomes», a causa de la
cual sufría el Apóstol el aguijón de la carne (v.7). Pero nada
de lo que afecte a la virtud ha de negarse a la Virgen Santísima.
Luego ésta no debió quedar totalmente exenta del «fomes».
3. Dice el Damasceno que el Espíritu
Santo descendió sobre la Santísima Virgen para purificarla antes
de la concepción del Hijo de Dios. Esto no puede entenderse más que de
la purificación del «fomes», pues no cometió pecado, como dice Agustín
en el libro De natura et gratia. Luego por la
santificación en el seno materno no fue totalmente purificada del
«fomes».
Contra esto: está lo que se dice en Cant 4,7: Eres toda hermosa,
amiga mía, y no hay mancha en ti. Pero el «fomes» implica mancha,
al menos de la carne. Luego en la Santísima Virgen no existió el
«fomes».
Respondo: Sobre este problema hay diversas
opiniones. Unos dijeron que, en la misma santificación
que la Virgen María recibió en el seno materno, le fue totalmente
quitado el «fomes». Otros enseñan que le
quedó el «fomes» en lo que implica dificultad para el bien, pero no en
cuanto supone inclinación al mal. Algunos sostienen que
en Ella fue suprimido el «fomes» en cuanto afecta a la corrupción de
la persona, según impele al mal y dificulta el bien; permaneció, en
cambio, en lo que atañe a la corrupción de la naturaleza, a saber, en
cuanto es causa de transmitir a la prole el pecado original.
Otros, finalmente, defienden que en la primera
santificación permaneció el «fomes» en cuanto a su esencia, pero
ligado, siéndole totalmente quitado en la concepción del Hijo de
Dios.
Para entender estas opiniones es necesario tener en cuenta que el
«fomes» no es otra cosa que la concupiscencia desordenada habitual del
apetito sensitivo, porque la concupiscencia actual es el impulso del
pecado. Se dice que la concupiscencia de la sensualidad es
desordenada, en cuanto que se opone a la razón, al inclinar al mal a
la vez que dificulta la práctica del bien. Y por eso pertenece al
mismo concepto del «fomes» el inclinar al mal y el dificultar el bien.
De donde poner en la Virgen María un «fomes» que no inclina al mal
equivale a poner dos cosas opuestas.
Del mismo modo, también parece incluir contradicción la permanencia
del «fomes» en lo referente a la corrupción de la naturaleza, y no en
lo que atañe a la corrupción de la persona. En efecto, según Agustín
en el libro De nuptiis et concupiscentia, la
libido es la que transmite el pecado original a la prole. Pero la
libido implica una concupiscencia desordenada por no estar totalmente
sometida a la razón. Y por eso, si el «fomes» se suprimiese en lo
referente a la corrupción de la persona, no podría subsistir en lo que
pertenece a la corrupción de la naturaleza.
Queda, pues, decir que el «fomes» o fue totalmente suprimido por la
primera santificación, o permaneció aherrojado. Pudiera entenderse que
el «fomes» fue totalmente suprimido, en el sentido de que a la
Santísima Virgen le fuera concedido, por la abundancia de la gracia
que descendió sobre ella, el que la disposición de las fuerzas de su
alma fuese tal que las fuerzas inferiores no se moviesen en ella sin
la deliberación de la razón, como se dijo que aconteció en Cristo
(q.15 a.2), de quien consta que no tuvo el «fomes» del pecado; y como
sucedió en Adán antes del pecado por virtud de la justicia original.
En este sentido, la gracia de la santificación en la Virgen María
hubiera tenido el vigor de la justicia original. Pero, aunque esta
explicación parece convenir a la dignidad de la Virgen Madre,
menoscaba, sin embargo, en algo la dignidad de Cristo, sin cuya virtud
nadie ha sido liberado de la primera condenación. Y aunque por la fe
en Cristo, antes de su encarnación, algunos hayan sido libres de
aquella condenación según el espíritu, no parece obligado, sin
embargo, que alguno fuese liberado de tal condenación según la carne
sino después de su encarnación, en la que, por primera vez, debió
manifestarse la inmunidad de dicha condenación. Y por eso, como antes
de la inmortalidad de la carne de Cristo resucitado nadie consiguió la
inmortalidad del cuerpo, asimismo no parece conveniente sostener que
antes de la carne de Cristo, en la que no hubo pecado alguno, la carne
de la Virgen, su Madre, o de cualquier otro haya estado exenta del
«fomes», llamado ley de la carne o de los miembros (Rom
7,23.25). Y, por esta razón, parece mejor decir que, mediante la
santificación en el seno materno, no le fue quitado a la Virgen el
«fomes» en cuanto a la esencia, sino que permaneció ligado. Y no por
un acto de su razón, como sucede en los santos, porque no tuvo uso de
razón desde el primer instante de su existencia en el seno materno
—esto fue privilegio especial de Cristo—, sino por la abundancia de
la gracia que recibió en la santificación y, de modo más perfecto, por
la providencia divina, que impidió todo movimiento desordenado en la
parte sensitiva. Después, en la misma concepción de Cristo, en la que
debió brillar por primera vez la inmunidad del pecado, debemos creer
que se produjo en la Madre la supresión total del «fomes» por la
influencia del Hijo en ella. Y esto está figurado en Ez 43,2, cuando
se dice: He aquí que la gloria de Dios entraba por la vía
oriental, es decir, por medio de la Santísima Virgen, y la
tierra, esto es, su carne, resplandecía por su gloria, es a
saber, por la gloria de Cristo.
A las objeciones:
1. La muerte y las penalidades de
este género, por su propia naturaleza, no inclinan
al pecado. Y por eso, aunque Cristo asumió esas penalidades, no tomó,
sin embargo, el «fomes». Por donde también en la Santísima Virgen, a
fin de que se asemejase a su Hijo, de cuya plenitud recibía la
gracia (Jn 1,16), primero permaneció el «fomes» ligado, siendo
luego quitado; pero no estuvo exenta de la muerte y de las otras
penalidades de este género.
2. La flaqueza de la carne,
incluida en el «fomes», es ocasión de virtud perfecta en los hombres
santos; pero no es causa sin la que sea imposible lograr la
perfección. Basta, por tanto, poner en la Santísima Virgen la virtud
perfecta y la abundancia de la gracia, sin que sea necesario asentar
en ella todas las ocasiones de perfección.
3. El Espíritu Santo realizó en
la Santísima Virgen una doble purificación. La primera, como
preparación para la concepción de Cristo, que no consistió en la
limpieza de alguna impureza de culpa o de «fomes», sino en el
recogimiento sobre uno solo y en la elevación por encima de la
multitud. También se dice que son purificados los ángeles, en los que
no hay impureza alguna, como escribe Dionisio en el c.6 del De
Ecclesiast. Hier.. La segunda purificación fue
realizada en ella por el Espíritu Santo mediante la concepción de
Cristo, que fue obra de Aquél. Y, en este aspecto, puede decirse que
la purificó totalmente del «fomes».
Artículo 4:
Por la santificación en el seno materno, ¿fue preservada la Santísima
Virgen de todo pecado actual?
lat
Objeciones por las que parece que, en virtud de la santificación en
el seno materno, la Santísima Virgen no fue preservada de todo pecado
actual.
1. Porque, como acabamos de decir (
a.3), después de la primera
santificación permaneció en la Virgen el «fomes» del pecado. Pero el
movimiento del «fomes», aun cuando se anticipe a la razón, es pecado
venial, aunque
levísimo, como dice Agustín en el libro
De
Trin.. Luego en la Santísima Virgen existió algún
pecado venial.
2. Comentando el pasaje de Lc 2,35: Una espada atravesará
tu alma, dice Agustín, en el libro Quaest. Vet. et Nov.
Test., que la Santísima Virgen, sacudida por un
cierto estupor en la muerte del Señor, dudó. Ahora bien, dudar
sobre la fe es pecado. Luego la Santísima Virgen no fue preservada
inmune de todo pecado.
3. El Crisóstomo, exponiendo las palabras de Mt 12,47: He aquí que tu madre y tus hermanos están fuera buscándote,
comenta: Es claro que sólo por vanagloria hacían
esto. Y a propósito del pasaje de Jn 2,3: No tienen vino,
dice el mismo Crisóstomo que quería conquistar la
gracia de los asistentes, y hacerse a sí misma más célebre por medio
de su Hijo;y, tal vez era víctima de alguna flaqueza humana, como lo
fueron los parientes de Jesús al decirle: Manifiéstate al mundo.
Y, poco después, añade: Aún no tenía de él la
opinión que debía. Todo eso consta que es pecado. Luego la
Santísima Virgen no fue preservada inmune de todo pecado.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro De Natura et Gratia: Sobre Santa María Virgen, por el honor de Cristo, no
quiero plantear absolutamente ninguna cuestión cuando se trata de
pecados. Porque sabemos que a ella le fue conferida más gracia para
vencer al pecado por todos sus flancos, puesto que mereció concebir y
dar a luz al que nos consta que no tuvo pecado alguno.
Respondo: Aquellos sujetos elegidos por Dios
para una misión son preparados y dispuestos por El de modo que sean
idóneos para desempeñarla, conforme a lo que se lee en 2 Cor 3,6:
Nos hizo ministros idóneos de la Nueva Alianza. Y la Virgen
Santísima fue divinamente elegida para ser Madre de Dios. De ahí que
no quepa dudar de que Dios, por medio de su gracia, la hizo idónea
para tal misión, de acuerdo con lo que le dijo el ángel:
Has
hallado gracia delante de Dios: He aquí que concebirás, etc. (Le
1,30). Ahora bien, no hubiera sido idónea Madre de Dios en caso de que
hubiera pecado alguna vez. Ya porque el honor de los padres redunda en
los hijos, según palabras de Prov 17,6:
Gloria de los hijos son sus
padres. De donde también, por el contrario, la
ignominia de la madre redundaría en el Hijo. Ya porque tuvo una
afinidad singular con Cristo, que en ella se encarnó. Y en 2 Cor 6,15
se lee:
¿Qué concordia puede existir entre Cristo y Belial? Ya,
finalmente, porque el Hijo de Dios, que es la
Sabiduría divina
(1 Cor 1,24), habitó en ella de una manera especial, y no sólo en su
alma, sino también en su seno. En Sab 1,4 se dice:
La sabiduría no
entrará en alma que obra el mal, ni habitará en un cuerpo sometido al
pecado.
Y, por tanto, es necesario decir de forma absoluta que la Santísima
Virgen no cometió ningún pecado actual, ni mortal ni venial, para que,
de este modo, se cumpla en ella lo que se lee en Cant 4,7: Toda
hermosa eres, amiga mía, y no hay mancha en ti, etc..
A las objeciones:
1. En la Santísima Virgen, después
de su santificación en el seno materno, permaneció el «fomes», pero
ligado; esto es, para que no prorrumpiese en acto alguno desordenado
que se anticipase al acto de la razón. Y aunque la gracia de la
santificación obrase con esa finalidad, no era suficiente para
conseguirlo. De otro modo, por la virtud de esa gracia se le hubiera
otorgado que no pudiera surgir en sus sentidos movimiento alguno que
no estuviera prevenido por la razón, y esto equivaldría a no tener el
«fomes», hipótesis que contradice lo que acabamos de decir (
a.3). Por
tanto, es necesario decir que el complemento para esa represión
provino de la Providencia divina, que no permitía que brotase del
«fomes» movimiento alguno desordenado.
2. Las palabras citadas de Simeón
son interpretadas por Orígenes y otros Doctores como
referidas al dolor que padeció la Santísima Virgen en la pasión de
Cristo. Ambrosio, en cambio, dice que la espada
alude a la prudencia de María, conocedora del misterio celestial. La
palabra de Dios es viva y poderosa, y más aguda que una espada
afilada.
Pero otros traducen la espada por duda; pero no duda
de infidelidad, sino de admiración y de reflexión. Efectivamente, dice
Basilio en la Epístola ad Optimum que la
Santísima Virgen, situada junto a la cruz y contemplando todo lo que
sucedía, después de la revelación de Gabriel, después del conocimiento
inefable de la concepción divina, y tras una ingente manifestación de
milagros, estaba interiormente indecisa, al ver, por una parte,
que sufría ignominias y al considerar, por otra, sus obras
maravillosas.
3. El Crisóstomo se propasó en las
palabras citadas. Sin embargo pueden interpretarse entendiendo que el
Señor cohibió en ella no el movimiento propio desordenado de
vanagloria, sino el proveniente de lo que otros pudieran
juzgar.
Artículo 5:
¿Alcanzó la Santísima Virgen la plenitud de gracia por su
santificación en el seno materno?
lat
Objeciones por las que parece que la Santísima Virgen no obtuvo la
plenitud de gracia, o la perfección, por la santificación en el seno
materno.
1. Esto parece que es un privilegio de Cristo, conforme a lo que se
lee en Jn 1,14: Lo vimos, como Unigénito del Padre, lleno de gracia
y de verdad. Pero lo que es propio de Cristo no se ha de atribuir
a otro. Luego la Santísima Virgen no recibió la plenitud de gracia en
su santificación.
2. A lo que está lleno y es perfecto no se le puede añadir
nada, porque es perfecto lo que no carece de
nada, como se dice en III Phys.. Pero la
Santísima Virgen recibió luego un aumento de la gracia al concebir a
Cristo, conforme a lo que se le dijo según Lc 1,35: El Espíritu
Santo vendrá sobre ti. Y volvió a recibirlo cuando fue asunta a
los cielos. Luego da la impresión de que no tuvo la plenitud de las
gracias en su primera santificación.
3. Dios no hace nada en vano, como se dice en I De Cáelo et Mundo. Pero hubiera tenido en vano
determinadas gracias, que nunca ejercería, pues no leemos que Ella haya
enseñado, lo cual es un acto de sabiduría; o que haya hecho milagros,
que es un acto de una gracia gratis dada. Por consiguiente, no tuvo la
plenitud de las gracias.
Contra esto: están las palabras del ángel: Dios te salve, llena de
gracia (Lc 1,28). Jerónimo, en el sermón De
A.ssumptione, las expone diciendo: Perfectamente llena de gracia, porque a los demás se les otorga
parcialmente, mientras que en María infundió (Dios) la plenitud
de la gracia.
Respondo: Cuanto algo está más cerca del
principio en cualquier género de cosas, tanto más participa de los
efectos de dicho principio. De donde infiere Dionisio, en el c.4 De
Cael. Hier., que los ángeles, por estar más cerca
de Dios, participan en mayor medida que los hombres de las excelencias
divinas. Cristo es el principio de la gracia: como autor, por su
divinidad; como instrumento, por su humanidad. Por esto se dice en Jn
1,17: La gracia y la verdad vino por Jesucristo. Ahora bien, la
Santísima Virgen María gozó de la suprema proximidad a Cristo según la
humanidad, puesto que de ella recibió la naturaleza humana. Y, por
tanto, debió obtener de Cristo una plenitud de gracia superior a la de
los demás.
A las objeciones:
1. Dios da a cada uno su gracia en
conformidad con la misión para la que le elige. Y como Cristo, en
cuanto hombre, fue predestinado y elegido para ser Hijo de Dios con
poder de santificar (Rom 1,4), poseyó como propio tener tal
plenitud de gracia que se derramase sobre todos, de acuerdo con lo que
se dice en Jn 1,16: De su plenitud hemos recibido todos. Ahora
bien, la Santísima Virgen María poseyó tal plenitud de gracia, que fue
la más próxima al autor de dicha gracia, hasta el extremo de recibir
en sí misma al que está lleno de toda gracia y, al darlo a luz, hacer
llegar la gracia a todos.
2. En las cosas naturales lo
primero es la perfección dispositiva, como acontece cuando la materia
está perfectamente dispuesta para la forma. Luego viene la perfección
de la forma, que es superior, pues el mismo calor que procede de la
forma del fuego es más perfecto que el que dispone para recibir la
forma de fuego. En tercer lugar está la perfección del fin, como
cuando el fuego alcanza de modo perfectísimo sus propias cualidades,
al llegar a su lugar natural.
Y del mismo modo hubo en la Santísima Virgen una triple perfección de
gracia. La primera, en calidad de dispositiva, por la que se hacía
idónea para ser Madre de Cristo; y ésta fue la perfección de la
santificación. La segunda perfección de la gracia se produjo en la
Santísima Virgen con la presencia del Hijo de Dios encarnado en su
seno. Y la tercera perfección es la del fin, que posee en la
gloria.
Que la segunda perfección sea superior a la primera, y la tercera a
la segunda, es manifiesto, en primer lugar, por la liberación del mal.
Pues, primeramente, en su santificación fue liberada de la culpa
original; después, en la concepción del Hijo de Dios fue totalmente
limpia del «fomes»; finalmente, en su glorificación quedó exenta de
toda miseria. En segundo lugar, con relación al bien. Pues,
primeramente, en su santificación alcanzó la gracia que la inclinaba
al bien; en la concepción del Hijo de Dios le fue perfeccionada tal
gracia, confirmándola en el bien; en su glorificación se remató esa
gracia, consiguiéndola la fruición de todo bien.
3. No se puede dudar de que la
Santísima Virgen haya recibido, de modo excelente, ya el don de la
sabiduría, ya el don de los milagros, y hasta el carisma profético,
como los tuvo Cristo. Pero no los recibió para tener el uso de estas y
otras gracias semejantes, como lo tuvo Cristo, sino de un modo
acomodado a su condición. Tuvo, en efecto, el uso de la sabiduría en
la contemplación, según el pasaje de Lc 2,19: María
guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. No tuvo,
en cambio, el uso de la sabiduría para enseñar, porque eso no era
propio del sexo femenino, conforme a lo que se lee en 1 Tim 2,12:
No permito que la mujer enseñe. El uso del don de milagros no
la competía mientras viviera, porque en aquel tiempo la doctrina de
Cristo precisaba de ser confirmada con milagros; y por eso, únicamente
convenía hacer milagros a Cristo y a sus discípulos, que eran los
mensajeros de la doctrina de Cristo. Por lo cual, también de Juan
Bautista se dice en Jn 10,41 que no hizo ningún milagro, esto es, que a fin de que todos concentrasen su
atención en Cristo. Tuvo, en cambio, el uso de la profecía, como
consta por el cántico que compuso: Alaba mi alma al Señor (Lc
1,46).
Artículo 6:
La santificación en el seno materno, después de Cristo, ¿fue algo
exclusivo de la Santísima Virgen?
lat
Objeciones por las que parece que la santificación en el seno
materno, después de Cristo, fue algo exclusivo de la Santísima
Virgen.
1. Porque se ha dicho (
a.4) que la Santísima Virgen fue santificada
en el seno materno con el fin de que se convirtiese en idónea Madre de
Dios. Pero esta dignidad es exclusiva de ella. Luego sólo ella fue
santificada en el seno materno.
2. Da la impresión de que algunos han sido más allegados a
Cristo que Jeremías y Juan Bautista, de los que se dice que fueron
santificados en el seno materno. Cristo, efectivamente, es llamado, de
modo especial, hijo de David y de Abrahán a causa de la promesa hecha
particularmente a ellos acerca de Cristo. Isaías también profetizó
expresísimamente sobre Cristo. Y los Apóstoles vivieron asimismo en
sociedad con El. Y, sin embargo, en ningún sitio se lee que fuesen
santificados en el seno materno. Luego tampoco a Jeremías y a Juan
Bautista les conviene ser santificados en el seno materno.
3. Job 31,18 dice de sí mismo: Desde mi infancia creció
conmigo la misericordía, y del seno de mi madre salió conmigo.
Y, sin embargo, no por eso afirmamos que fuese santificado en el seno
materno. Por consiguiente, tampoco es preciso decir que lo fueran Juan
Bautista y Jeremías.
Contra esto: está lo que se dice de Jeremías: Antes de que salieras
del vientre, te santifiqué (Jer 1,5). Y de Juan Bautista leemos en
Lc 1,15: Estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su
madre.
Respondo: Agustín, en la Epístola
Ad
Dardanum, parece expresarse con dudas sobre la
santificación de estas figuras en el seno materno.
Pudo
suceder, como él mismo dice, que la exultación de Juan en el seno
materno
fuese la señal de un acontecimiento tan maravilloso, es
a saber, que una mujer fuera Madre de Dios,
a fín de que lo
conocieran los mayores, sin que lo conociera el niño. Por eso no se
dice en el Evangelio: Creyó el niño en el seno materno, sino
exultó. Pero vemos que la exultación no sólo se da en los niños, sino
también en los animales. Esta, sin embargo, fue desacostumbrada,
porque se realizó en el seno materno. Y por eso, como suele acontecer
con los milagros, tal exultación fue obra divina en el niño, no obra
humana del niño. Y aun dado que en aquel niño se hubiera acelerado
tanto el uso de la razón y de la voluntad que, dentro de las entrañas
maternas, pudiese y a conocer, creer y consentir, cosas que en los
demás niños han de venir con la edad, pienso que eso debe considerarse
como un milagro del poder divino.
Pero como en el Evangelio se dice expresamente que será lleno del
Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y de Jeremías se lee
claramente: Antes de que salieras del seno materno, te
santifiqué, parece necesario defender que ambos fueron
santificados en las entrañas maternas, aunque todavía no tuviesen uso
de razón, que es la cuestión examinada por Agustín; como acontece
también con los niños santificados por el bautismo, pues no gozan
inmediatamente del uso de razón.
Y no es creíble que algunos otros hayan sido santificados en el seno
materno, puesto que no los menciona la Sagrada Escritura. La razón
está en que privilegios de esta clase de gracia, conferidos a algunos
fuera de la ley común, se ordenan al bien de los demás, conforme al
texto de 1 Cor 12,7: A cada uno se le da la manifestación del
Espíritu para utilidad (de los demás); utilidad que no existiría
si proviniese de una santificación en el seno materno
desconocida por la Iglesia.
Y aunque no podamos señalar el motivo de los juicios de Dios, esto
es, por qué otorga el don de la gracia a éste y no a aquél, parece,
sin embargo, conveniente que ambos fuesen santificados en las entrañas
maternas, para presagiar la santificación que había de ser realizada
por Cristo. Primero, por su pasión, según el pasaje de Heb 13,12:
Jesús, para santificar al pueblo por medio de su sangre, padeció
fuera de la puerta. Pasión que fue clarísimamente pronosticada por
Jeremías con palabras y gestos, y explícitamente prefigurada en sus
sufrimientos. Segundo, por el bautismo, conforme al texto de 1 Cor
6,11: Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados. Para
este bautismo preparó Juan a los hombres con el suyo.
A las objeciones:
1. La Santísima Virgen, que fue
elegida por Dios para madre suya, alcanzó una gracia de santificación
superior a la de Juan Bautista y a la de Jeremías, elegidos para
prefigurar de modo especial la santificación de Cristo. Señal de esto
es que a la Santísima Virgen le fue concedido no pecar jamás ni mortal
ni venialmente; en cambio, a los otros santificados se cree que les
fue otorgado no pecar mortalmente, mediante la protección de la gracia
divina.
2. En otros aspectos pudieron
existir santos más unidos a Cristo que Jeremías y Juan Bautista. Pero
éstos estuvieron muy unidos a él como figuras expresas de su
santificación, como queda dicho.
3. La compasión de que habla Job
no designa una virtud infusa, sino que alude a una inclinación natural
hacia los actos de tal virtud.