Artículo 1:
¿El nacimiento conviene más a la naturaleza que a la
persona?
lat
Objeciones por las que parece que el nacimiento conviene más a la
naturaleza que a la persona.
1. Dice Agustín en el libro De fide ad Petrum: La
naturaleza eterna y divina no podría ser concebida y nacer, a no ser
sino según la verdad de la naturaleza humana. Así pues, a la
naturaleza divina le conviene ser concebida y nacer por razón de la
naturaleza humana. Por consiguiente, con mayor razón conviene a la
naturaleza humana.
2. Según el Filósofo en el V Metaphys., el nombre de naturaleza se deriva de nacer.
Ahora bien, los nombres se asignan de acuerdo con la semejanza. Luego
parece que el nacimiento es más propio de la naturaleza que de la
persona.
3. Nace propiamente lo que comienza a existir por el
nacimiento. Ahora bien, por el nacimiento de Cristo no comenzó a
existir su persona, sino su naturaleza humana. Luego parece que el
nacimiento es más propio de la naturaleza que de la
persona.
Contra esto: está lo que dice el Damasceno en el libro III: El nacimiento pertenece a la persona, no a la
naturaleza.
Respondo: El nacimiento puede atribuirse a uno
de dos modos: uno, como a sujeto; otro, como a término. Como a sujeto
se atribuye sin duda al ser que nace. Y esto pertenece a la persona,
no a la naturaleza. Por consiguiente, siendo el nacimiento una especie
de generación, así como una cosa es engendrada para que exista, así
también nace para existir. Pero el existir es propio del ser
subsistente, pues de la forma no subsistente sólo se dice que existe
en cuanto que es algo. Y persona o hipóstasis significan algo que
subsiste, mientras que naturaleza da a entender la forma en que una
cosa subsiste. Y por esto el nacimiento se atribuye, como a sujeto
propio del nacer, a la persona o hipóstasis, no a la
naturaleza.
Pero el nacimiento se atribuye a la naturaleza como a término. En
efecto, el término de la generación, y de todo nacimiento, es la
forma, pues la naturaleza se define como una forma. Por lo que se dice
que el nacimiento es vía para la naturaleza, como es manifiesto
por el Filósofo en el II Phys., porque el empeño
de la naturaleza termina en la forma, o en la naturaleza
específica.
A las objeciones:
1. Debido a la identidad que se da
en Dios entre naturaleza e hipóstasis, a veces se pone la naturaleza
por la persona o hipóstasis. Y, de acuerdo con esto,
dice Agustín que la naturaleza divina es concebida y nace, porque la
persona del Hijo fue concebida y nació según la naturaleza
humana.
2. Ningún movimiento o cambio se
denomina por razón del sujeto que se mueve, sino por el término del
movimiento, del que obtiene la especie. Y por esto el nacimiento no se
denomina por la persona que nace, sino por la naturaleza en que se
termina el nacimiento.
3. Hablando con propiedad, la
naturaleza no empieza a existir; es más bien la persona la que
comienza a existir en alguna naturaleza. Porque, como acabamos de
declarar (en la sol.), se entiende por naturaleza aquello por lo que
un ser existe, y por persona aquello que tiene una
subsistencia.
Artículo 2:
¿Hay que atribuir a Cristo un nacimiento temporal?
lat
Objeciones por las que parece que no debe atribuirse a Cristo un
nacimiento temporal.
1. El nacer es como un cierto movimiento de una cosa que no existe
antes de nacer, que, merced al nacimiento, actúa para
existir. Pero Cristo existía desde la eternidad.
Luego no pudo nacer temporalmente.
2. Lo que es perfecto en sí mismo no necesita de nacimiento.
Pero la persona del Hijo de Dios fue perfecta desde la eternidad.
Luego no tuvo necesidad de un nacimiento temporal. Y, por
consiguiente, parece que no nació temporalmente.
3. El nacimiento conviene propiamente a la persona. Ahora
bien, en Cristo sólo hay una persona. Luego en Cristo no hay más que
un solo nacimiento.
4. Lo que tiene dos nacimientos nace dos veces. Pero la
proposición Cristo nació dos veces da la impresión de ser
falsa. Porque su nacimiento del Padre no admite interrupción, por ser
eterno. En cambio, la requiere el adverbio latino bis (dos
veces), pues sólo se dice que uno ha corrido dos veces cuando ha
interrumpido su carrera. Luego parece que en Cristo no debe haber dos
nacimientos.
Contra esto: está lo que dice el Damasceno en el libro III
: Confesamos dos nacimientos en Cristo: uno eterno, por el que nace
del Padre; y otro, acaecido en los últimos tiempos por
nosotros.
Respondo: Como acabamos de afirmar (
a.1), la
naturaleza se compara con el nacimiento como el término con el
movimiento o el cambio. Y el movimiento se diferencia de acuerdo con
la diversidad de los términos, como lo notifica el Filósofo en el V
Phys.. Ahora bien, en Cristo hay dos naturalezas:
una, la que recibió del Padre desde la eternidad, y otra, la que
recibió de la madre en el tiempo. Y por eso es necesario atribuir a
Cristo dos nacimientos: uno, por el que nace eternamente del Padre;
otro, por el que nació temporalmente de la madre.
A las objeciones:
1. Esta objeción fue planteada por
un hereje llamado Feliciano. Agustín la resuelve, en su libro Contra Felicianum, de esta manera: Supongamos,
como quiere la mayor parte, que hay en el mundo un alma universal que
vivifica todos los gérmenes con un impulso tan inefable que, sin
mezclarse con los seres engendrados, da, sin embargo, la vida a los
seres que han de ser engendrados. Es decir: Cuando esta alma general
entra en el seno con el fin de informar una materia pasible para su
uso, hace que exista una sola persona entre ella y esa cosa, que no
consta que tenga la misma sustancia y, obrando el alma y sufriendo la
materia su acción, resulta de las dos sustancias un hombre. Y así
decimos que el alma nace del seno; no como si antes de nacer no
hubiera existido absolutamente. Así pues, de manera más sublime, sin
duda, nació el Hijo de Dios en cuanto hombre, por la misma razón que
decimos que el alma nace con el cuerpo, no porque los dos tengan la
misma sustancia, sino porque de ambas resulta una sola persona. Sin
embargo, no por esto afirmamos que el Hijo de Dios haya comenzado a
existir desde ese momento, afín de que nadie crea que la divinidad es
temporal. Tampoco reconocemos que la carne del Hijo de Dios haya
existido desde la eternidad, para no pensar que no recibió un cuerpo
verdadero sino una apariencia del mismo.
2. Esta razón fue alegada por
Nestorio. Cirilo la resolvió en una Epístola diciendo: No afirmamos que el Hijo de
Dios haya necesitado indispensablemente de un segundo nacimiento,
después del que tiene con relación al Padre, porque resulta necio e
indocto decir que quien ha existido antes de todos los siglos, y es
coeterno con el Padre, necesite de un segundo principio. Mas porque,
por nosotros y por nuestra salvación, uniendo personalmente a sí lo
que es humano, nació de una mujer, por eso decimos que nació según la
carne.
3. El nacimiento pertenece a la
persona como sujeto, y a la naturaleza como término. Pero es posible
le acaezcan muchas mutaciones, las cuales, sin embargo, deben
diferenciarse según los respectivos términos. Pero no decimos esto
como si el nacimiento eterno fuese una mutación o un movimiento, sino
porque lo designamos a modo de mutación o movimiento.
4. Puede decirse que Cristo nació
dos veces, de acuerdo con sus dos nacimientos. Como se dice que corre
dos veces el que corre en dos tiempos, de modo semejante puede decirse
que nace dos veces el que nace una vez en la eternidad y otra en el
tiempo, porque entre la eternidad y el tiempo hay mayor diferencia que
la que media entre dos tiempos, aunque una y otro signifiquen medidas
de duración.
Artículo 3:
¿Puede llamarse la Santísima Virgen madre de Cristo según el
nacimiento temporal de éste?
lat
Objeciones por las que parece que la Santísima Virgen no puede
llamarse madre de Cristo según el nacimiento temporal de
éste.
1. Como antes se ha dicho (
q.32 a.4), la Santísima Virgen María no
hizo nada activamente en la generación de Cristo, fuera de suministrar
exclusivamente la materia. Ahora bien, esto no parece ser suficiente
para la noción de madre; de otro modo, la madera se llamaría madre del
lecho o del escaño. Luego parece que la Santísima Virgen no puede
llamarse madre de Cristo.
2. Cristo nació de la Santísima Virgen milagrosamente. Pero
la generación milagrosa no es suficiente para la noción de maternidad
o de filiación, pues no decimos que Eva fue hija de Adán. Luego parece
que tampoco Cristo debe llamarse hijo de la Santísima
Virgen.
3. Parece que la condición de madre requiere la resolución
del semen. Ahora bien, como dice el Damasceno en el libro
III, el cuerpo de Cristo no fue formado por vía
seminal, sino originariamente por el Espíritu Santo. Luego da la
impresión de que la Santísima Virgen no debe llamarse madre de
Cristo.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 1,18: La generación de Cristo
fue de este modo: Estando desposada su Madre, María, con José,
etc.
Respondo: La Santísima Virgen María es verdadera
y natural madre de Cristo. Porque, como antes se ha expuesto (
q.5 a.2;
q.31 a.5), el cuerpo de Cristo no fue traído del cielo, como enseñó el
hereje Valentín, sino que fue tomado de la Virgen madre y fue formado
de su purísima sangre. Y sólo esto se requiere para la noción de
madre, como es manifiesto por lo antes declarado (
q.31 a.5;
q.32 a.4).
Por lo que la Santísima Virgen es verdadera madre de Cristo.
A las objeciones:
1. Como antes se ha explicado (
q.32 a.3), la paternidad o la maternidad y la filiación no corresponden a
cualquier generación, sino sólo a la generación de los vivientes. De
ahí que, aceptando que algunas cosas inanimadas se hagan de una
materia, no por eso surge en ellas la relación de maternidad y de
filiación, sino sólo en la generación de los vivientes, llamada con
toda propiedad nacimiento.
2. Como escribe el Damasceno en el
libro III, el nacímiento temporal,
con el que Cristo vino al mundo por nuestra salvación, es, de alguna
manera, conforme a nosotros, porque nació hombre de mujer y al cabo
del tiempo debido de la concepción; pero está por encima de nosotros,
porque no fue concebido por obra del semen, sino por obra del Espíritu
Santo y de la Santa Virgen, por encima de las leyes de la
concepción. Así pues, tal nacimiento fue natural por parte de la
madre, pero milagroso por parte de la operación del Espíritu Santo. De
donde la Santísima Virgen es verdadera y natural madre de
Cristo.
3. Como antes se ha expuesto
(
q.31 a.5 ad 3;
q.32 a.4), la resolución del semen de la mujer no es
necesario para la concepción, y por ello tampoco es necesario para la
noción de madre.
Artículo 4:
¿La Santísima Virgen debe ser llamada Madre de Dios?
lat
Objeciones por las que parece que la Santísima Virgen no debe ser
llamada Madre de Dios.
1. Sobre los sagrados misterios no deben hacerse otras afirmaciones
que las ofrecidas por la Sagrada Escritura. Ahora bien, nunca se lee
en la Sagrada Escritura que María sea madre o progenitora de Dios,
sino madre de Cristo o madre del Niño, como consta por
Mt 1,18. Luego no debe decirse que la Santísima Virgen es madre de
Dios.
2. Cristo se llama Dios por razón de su naturaleza divina.
Pero ésta no comenzó a existir en virtud de la Virgen. Luego la
Santísima Virgen no debe ser llamada madre de Dios.
3. El nombre Dios se predica en común del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo. Por consiguiente, si la Santísima
Virgen es madre de Dios, parece seguirse que es madre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo; lo cual es una incongruencia. Luego la
Santísima Virgen no debe ser llamada madre de Dios.
Contra esto: está lo que se lee en los Capítulos de
Cirilo, aprobados por el Concilio de
Éfeso: Si alguno no confiesa que Dios es según
verdad el Emmanuel, y que por eso la Santa Virgen es madre de Dios
(pues dio a luz carnalmente al Verbo de Dios hecho carne), sea
anatema.
Respondo: Como antes se ha expuesto (
q.16 a.1),
todo nombre que signifique una naturaleza en concreto puede aplicarse
a cualquier hipóstasis de esa naturaleza. Por haberse realizado la
unión de la encarnación en la hipóstasis, como antes hemos dicho (
q.2 a.3), es manifiesto que el nombre
Dios puede aplicarse a la
hipóstasis que tiene naturaleza humana y divina. Y, por este motivo,
todo lo que conviene a la naturaleza divina y a la humana puede
atribuirse a la persona, bien se aluda con ella a la naturaleza
divina, bien se signifique con la misma la naturaleza humana. Ahora
bien, el ser concebido y el nacer se atribuyen a la hipóstasis de
acuerdo con aquella naturaleza en que es concebida y nace. Por
consiguiente, habiendo sido asumida la naturaleza humana por la
persona divina en el mismo principio de la concepción, como antes se
ha dicho (
q.33 a.3), sigúese que puede decirse que Dios verdaderamente
fue concebido y nació de la Virgen. Se llama madre de una persona a la
mujer que la ha concebido y dado a luz. De donde se deduce que la
Santísima Virgen es llamada con toda verdad madre de Dios. Solamente
se podría negar que la Santísima Virgen es madre de Dios si la
humanidad hubiera estado sujeta a la concepción y al nacimiento antes
de que aquel hombre fuese Hijo de Dios, como enseñó
Fotino, o si la humanidad no hubiera sido asumida en
la unidad de la persona o de la hipóstasis del Verbo de Dios, como
afirmó Nestorio. Pero ambas
hipótesis son falsas. Luego es herético negar que la Santísima Virgen
es madre de Dios.
A las objeciones:
1. Esta objeción fue propuesta por
Nestorio. Y se resuelve porque, aun cuando en la
Escritura no se encuentre la afirmación expresa de que la Santísima
Virgen sea madre de Dios, sí se dice expresamente en la misma
Escritura que
Jesucristo es verdadero Dios, como es evidente
por 1 Jn 5,20, y que la Santísima Virgen es
madre de
Jesucristo, como es notorio por Mt 1,18. De donde necesariamente
se sigue de las palabras de la Escritura que es madre de
Dios.
En Rom 9,5 se dice también que Cristo procede de los judíos según
la carne, el cual está por encima de todas las cosas (como) Dios bendito por los siglos. Ahora bien, no procede de los judíos
más que por medio de la Santísima Virgen. Luego el que está por
encima de todas las cosas (como) Dios bendito por los
siglos, nació verdaderamente de la Santísima Virgen como madre
suya.
2. También esta objeción proviene
de Nestorio. Pero Cirilo la resuelve en una Epístola contra Nestorio diciendo: Como el alma
del hombre nace con su propio cuerpo, y ambos se toman por una sola
cosa; y si alguien se atreviera a decir que la madre lo es de la
carne, pero no del alma, hablaría con excesiva superfluidad, algo
semejante comprobamos haber sucedido en la generación de Cristo. El
Verbo de Dios ha nacido de la sustancia de Dios Padre; pero, por haber
tomado carne verdaderamente, es necesario confesar que, según la
carne, nació de mujer. En consecuencia, es necesario decir que la
Santísima Virgen se llama madre de Dios, no porque sea madre de la
divinidad, sino porque, según la humanidad, es madre de la persona que
tiene la divinidad y la humanidad.
3. El nombre de
Dios, a
pesar de ser común a las tres personas, unas veces alude sólo a la
persona del Padre, otras se refiere únicamente a la persona del Hijo o
a la del Espíritu Santo, como antes hemos expuesto (
q.16 a.1;
1 q.39 a.4). Y así, cuando se dice que
la Santísima Virgen es madre de
Dios, el nombre
Dios se refiere exclusivamente a la persona
encarnada del Hijo.
Artículo 5:
¿Hay en Cristo dos filiaciones?
lat
Objeciones por las que parece que en Cristo hay dos
filiaciones.
1. El nacimiento es la causa de la filiación. Ahora bien, en Cristo
hay dos nacimientos. Luego en Cristo hay también dos
filiaciones.
2. La filiación por la que uno se llama hijo de alguien en
calidad de madre o de padre depende, en cierto modo, del mismo hijo,
porque la esencia de la relación consiste en
relacionarse de alguna
manera con otro; por lo que, destruido uno de los términos
relativos, se destruye el otro. Pero la filiación eterna, por la que
Cristo es Hijo de Dios Padre, no depende de la madre, porque nada que
sea eterno depende de lo temporal. Luego Cristo no es hijo de la madre
con filiación eterna. Por consiguiente, o no es hijo suyo en modo
alguno, lo que va en contra de lo anteriormente dicho (
a.3 y
4), o es
necesario que sea hijo suyo en virtud de una filiación temporal. Luego
en Cristo hay dos filiaciones.
3. Uno de los términos relacionados entra en la definición
del otro, por lo que es evidente que uno de los términos de la
relación se especifica por el otro. Pero una y misma cosa no puede
estar en especies diversas. Luego parece imposible que una y la misma
relación se termine en extremos totalmente distintos. Ahora bien,
Cristo es llamado Hijo del Padre Eterno y de la Madre temporal, que
son términos enteramente distintos. Por consiguiente,
da la impresión de que, en virtud de una misma relación, Cristo no
puede llamarse Hijo del Padre y de la Madre. Hay, pues, dos
filiaciones en Cristo.
Contra esto: está que, como dice el Damasceno en el libro
III, en Cristo se multiplica lo que pertenece a la
naturaleza, no lo que es propio de la persona. Ahora bien, la
filiación pertenece sobre todo a la persona, puesto que es una
propiedad personal, como es claro por lo dicho en la
Primera
Parte (
q.32 a.3;
q.40 a.2). Luego en Cristo hay una sola
filiación.
Respondo: Sobre esta cuestión hay distintas
opiniones. Algunos, fijándose en la causa de la
filiación, que es el nacimiento, ponen en Cristo dos filiaciones, como
hay también en El dos nacimientos. Otros en cambio, atendiendo al
sujeto de la filiación, que es la persona o hipóstasis, establecen en
Cristo una sola filiación, lo mismo que tiene una sola hipóstasis o
persona.
La unidad o pluralidad de la relación no se toma de los términos,
sino de la causa o del sujeto. En caso de tomarse de los términos,
sería necesario que cada hombre tuviese dos filiaciones: una, la
relacionada con el padre, y otra, la referente a la madre. Pero quien
considere atentamente el problema ve que cada uno está vinculado con
el padre y con la madre por la misma relación, debido a la unidad de
la causa. El hombre procede del padre y de la madre mediante un mismo
nacimiento, por lo que se refiere a los dos con la misma relación. Y
la misma razón se da en el maestro que instruye a los alumnos con la
misma doctrina, y en el señor que gobierna a diversos súbditos con la
misma autoridad. Pero si las diversas causas fueran específicamente
diferentes, parece que, por ello, las relaciones se distinguirán
específicamente. Por lo que nada impide que en un mismo sujeto existan
varias relaciones específicamente distintas. Por ejemplo, si alguien
enseña a unos gramática y a otros lógica, la naturaleza del magisterio
sería distinta en cada caso; y, por eso, un mismo hombre puede ser
maestro de distintos o de los mismos alumnos mediante diversas
relaciones de acuerdo con las diferentes enseñanzas. Pero sucede
alguna vez que uno se relaciona con muchos por diversas causas, pero
de la misma especie; por ejemplo, cuando alguien es padre de varios
hijos de acuerdo con distintos actos generativos. Por lo que la
paternidad no puede ser específicamente diferente, ya que los actos de
la generación son específicamente los mismos. Y como varias formas de
la misma especie no pueden coexistir en un mismo sujeto, no es posible
que haya varias paternidades en el que es padre de muchos hijos por
generación natural. Ocurriría lo contrario en caso de que fuese padre
de uno por generación natural y de otro por adopción.
Ahora bien, es evidente que Cristo no nació eternamente del Padre y
temporalmente de la madre mediante un único y mismo nacimiento. Y el
nacimiento no es de la misma especie. Por lo que, bajo este aspecto,
sería necesario decir que en Cristo hay diversas filiaciones, una
temporal y otra eterna. Pero como el sujeto de la filiación no es la
naturaleza o una parte de la naturaleza, sino sólo la persona o la
hipóstasis, y en Cristo no hay más hipóstasis o persona que la eterna,
no puede haber en El filiación alguna fuera de la que existe en la
hipóstasis eterna. Ahora bien, toda relación temporal que se anuncie
de Dios no pone en el mismo Dios eterno algo real, sino sólo algo
mental, como quedó expuesto en la Primera Parte (q.13 a.7). Y
por eso la filiación que vincula a Cristo con su madre no puede ser
una relación real, sino sólo mental.
Y, de este modo, las dos opiniones resultan parcialmente verdaderas,
pues, si nos fijamos en las nociones estrictas de filiación, es
necesario hablar de dos filiaciones, de acuerdo con la dualidad de los
nacimientos. En cambio, si nos atenemos al sujeto de la filiación, que
solamente puede ser el supuesto eterno, no es posible que exista en
Cristo otra filiación real que la eterna.
Sin embargo, (Cristo) se llama hijo respecto de su madre en virtud de
la relación sobrentendida en la relación de maternidad respecto de
Cristo; como Dios es llamado Señor por la relación
sobrentendida en la relación real con que la criatura está sujeta a
Dios. Y aunque la relación de dominio no es real en Dios, éste es, sin
embargo, realmente Señor, en virtud de la sujeción de la criatura a
El. Y, del mismo modo, Cristo se llama realmente hijo de la Virgen
madre en virtud de la relación real de la maternidad respecto de
Cristo.
A las objeciones:
1. El nacimiento temporal causaría
en Cristo una filiación real en caso de que existiese en El un sujeto
capaz de una filiación de esa naturaleza. Tal sujeto no puede existir
en verdad, porque el supuesto eterno no es susceptivo de una relación
temporal, como acabamos de decir (en la sol.). Ni puede decirse
tampoco que sea capaz de una filiación temporal por razón de la
naturaleza humana, como también por razón de su nacimiento temporal,
porque sería preciso que la naturaleza humana fuera de algún modo
sujeto de la filiación, como de alguna manera lo es del nacimiento.
Cuando a un etíope le llamamos blanco por causa de sus dientes, es
necesario que los dientes del etíope sean el sujeto de la blancura.
Pero la naturaleza humana no puede ser en modo alguno sujeto de la
filiación, porque esta relación mira directamente a la
persona.
2. La filiación eterna no depende
de una madre temporal; pero entendemos que a esa filiación eterna está
unida una referencia temporal dependiente de la madre, en virtud de la
cual Cristo es llamado hijo de su madre.
3. El uno y el ser se implican,
como se expone en el IV Metaphys.. Y por eso,
como acontece que en uno de los extremos la relación es un ser,
mientras que en el otro no lo es, quedándose en un puro concepto, como
dice el Filósofo acerca del objeto de la ciencia y la ciencia misma,
en el V Metaphys., así sucede también que de
parte de uno de los extremos existe una relación, mientras que de
parte del otro hay muchas relaciones. Por ejemplo, en los hombres, por
parte de los padres existen dos relaciones, una la de la paternidad y
otra la de la maternidad, que son específicamente distintas, porque el
padre es principio de la generación por un motivo, y la madre lo es
por otro. (Si fuesen muchos principio de una acción por el mismo
motivo, v.gr. cuando muchos tiran juntamente de una nave, habría en
todos una misma y única relación.) En cambio, por parte de la prole
hay una sola filiación real, aunque mentalmente sea doble, en cuanto
que corresponde a ambas relaciones de los padres en conformidad con
las dos referencias mentales. Y así también, bajo cierto aspecto, hay
en Cristo una sola filiación real, la que mira al Padre eterno, aunque
existe en El otra relación temporal, que se dirige a la madre
temporal.
Artículo 6:
¿Nació Cristo sin dolor por parte de la madre?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no nació sin dolor por parte
de su madre.
1. Así como la muerte de los hombres fue una consecuencia del pecado
de los primeros padres, según Gen 2,17: El día que comiereis,
ciertamente moriréis, así también lo es el dolor del parto, según
Gen 3,16: Con dolor parirás los hijos. Ahora bien, Cristo quiso
sufrir la muerte. Luego parece que, por el mismo motivo, su
alumbramiento debió producirse con dolor.
2. El fin concuerda con el principio. Pero el fin de la vida
de Cristo se produjo con dolor, según Is 53,4: Verdaderamente cargó
con nuestros dolores. Luego parece que también en su nacimiento
debió existir el dolor del parto.
3. En el libro De Ortu Salvatoris se
cuenta que al nacimiento de Cristo asistieron las parteras, que
parecen necesarias para la parturienta a causa del dolor. Luego parece
que la Santísima Virgen dio a luz con dolor.
Contra esto: está lo que dice Agustín, en un Sermón De Nativitate, hablando a la Virgen Madre: Ni en la
concepción se alejó de ti el pudor, ni en tu alumbramiento se hizo
presente el dolor.
Respondo: El dolor de la parturienta se produce
por la apertura de las vías por las que sale la criatura. Pero ya se
dijo antes (
q.28 a.2) que Cristo salió del seno materno cerrado, y de
este modo no se dio allí ninguna apertura de las vías. Por tal motivo
no existió dolor alguno en aquel parto, como tampoco hubo corrupción
de ninguna clase; se dio, en cambio, la máxima alegría porque
había
nacido en el mundo el Hombre-Dios, según palabras de Is 35,1-2:
Florecerá sin duda como un lirio, y exultará gozosa y llena de
alabanzas.
A las objeciones:
1. El dolor del parto en la mujer
es consecuencia de la unión carnal con el varón. De donde, en Gen
3,16, después de haber dicho parirás con dolor, se añade: Y
estarás bajo el dominio del varón. Pero, como dice Agustín en un
Sermón De Assumptione Beatae Virginis '', de tal
sentencia está excluida la Virgen Madre de Dios, la cual, por haber
concebido a Cristo sin la coluvie del pecado y sin el menoscabo de la
unión con el varón, engendró sin dolor, sin violación de su integridad
y permaneciendo intacto el pudor de su virginidad. Y Cristo asumió
la muerte por su libre voluntad, para satisfacer por nosotros, no como
por necesidad emanada de aquella sentencia, porque El no era deudor de
la muerte.
2. Como Cristo muriendo
destruyó nuestra muerte (cf. 2 Tim 1,10), así con su sufrimiento
nos libró a nosotros de los dolores; y por este motivo quiso morir con
dolor. Pero el dolor de la madre en su alumbramiento no pertenecía a
Cristo, que venía a satisfacer por nuestros pecados. Y por eso no fue
necesario que su madre le diera a luz con dolor.
3. En Lc 2,7 se narra que la
propia Santísima Virgen envolvió en pañales y colocó en el
pesebre al Niño que acababa de dar a luz. Y con esto queda
demostrado que la narración de ese libro, que es apócrifo, es falsa. De donde dice Jerónimo en su Contra Helvidium: No hubo allí partera alguna, ni se hizo presente diligencia alguna de mujercillas. (María) fue la madre y fue la partera. Envolvió al Niño en pañales, dice, y lo colocó en el pesebre. Esta noticia pone de manifiesto los disparates de los apócrifos.
Artículo 7:
¿Debió nacer Cristo en Belén?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no debió nacer en
Belén.
1. Se dice en Is 2,3: De Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la
palabra del Señor. Ahora bien, Cristo es verdaderamente el Verbo
de Dios. Luego debió venir al mundo desde Jerusalén.
2. En Mt 2,23 se dice que estaba escrito de Cristo que sería llamado Nazareno; lo cual está tomado de Is 11,1, dónde está
escrito: De su raíz nacerá una flor; y Nazaret significa
flor. Pero uno se denomina principalmente por el
lugar de su nacimiento. Luego parece que debió nacer en Nazaret, donde
también fue concebido y criado.
3. El Señor nació en el mundo para anunciar el testimonio
de la verdad, según aquellas palabras de Jn 18,37: Para esto nací,
y para esto he venido al mundo: Para dar testimonio de la verdad.
Ahora bien, esto hubiera podido cumplirlo mejor de haber nacido en la
ciudad de Roma, que ostentaba entonces el dominio del mundo. De donde
dice Pablo escribiendo a los Romanos (1,8): Vuestra fe es anunciada
en todo el mundo. Luego parece que no debió nacer en
Belén.
Contra esto: está lo que dice en Miq 5,2: Y tú, Belén de Efratá, de
ti me saldrá el que domine en Israel.
Respondo: Cristo quiso nacer en Belén por dos
motivos. Primero, porque
nació de la descendencia de David según la
carne, como se dice en Rom 1,3. A David le había sido hecha la
promesa especial de Cristo, según aquellas palabras de 2 Re (2 Sam)
23,1:
Dijo el varón para quien fue dispuesto lo referente al Cristo
del Dios de Jacob. Y por eso quiso nacer en Belén, donde nació
David, para que por el mismo lugar de nacimiento quedase demostrado el
cumplimiento de la promesa que le había sido hecha. Y esto es lo que
indica el Evangelista (Lc 2,4) cuando dice:
Porque
era de la casa y de la familia de David.
Segundo, porque, como dice Gregorio en una Homilía, Belén se
traduce por casa de pan. Es el mismo Cristo quien dice: Yo soy el pan
vivo que he bajado del cielo.
A las objeciones:
1. Como David nació en Belén (1 Re
17,12), así también eligió a Jerusalén para establecer en ella la sede
de su reino y para edificar allí el templo del Señor (2 Re 5,5; 7),
con lo que Jerusalén se convirtió así en ciudad real y sacerdotal.
Ahora bien, el sacerdocio y el reino de Cristo se realizaron
principalmente en su pasión. Y por eso eligió convenientemente Belén
para su nacimiento, Jerusalén para su pasión.
Con esto confundió a la vez la vanidad de los hombres, que se glorían
de traer su origen de ciudades nobles, en las que buscan también ser
especialmente honrados. Cristo, por el contrario, quiso nacer en una
población desconocida, y padecer los agravios en una ciudad
ilustre.
2. Cristo quiso florecer conforme
a una vida virtuosa, no según el origen racial. Y por este motivo
quiso ser educado y criado en la ciudad de Nazaret. Pero tuvo a bien
nacer en Belén peregrinando como extranjero, porque, como dice
Gregorio, mediante la humanidad que había tomado,
nacía como en casa ajena, no conforme a su poder, sino conforme a la
naturaleza. Y, como también escribe Beda, por
carecer de lugar en el mesón, nos preparó muchas mansiones en la casa
de su Padre.
3. Como se lee en un
Sermón
del Concilio de Efeso,
si hubiese elegido la
grandiosa ciudad de Roma, hubiera pensado que el cambio del mundo
obedeció al poder de sus ciudadanos. Si hubiera sido hijo del
Emperador, hubieran atribuido sus frutos al poder. Sin embargo, para
que se supiese que la divinidad había transformado el orbe, eligió una
madre pobre y una patria todavía más pobre.
Dios eligió la flaqueza del mundo para confundir a los
fuertes, como se dice en 1 Cor 1,27. De ahí que, para demostrar
más su poder, estableció en Roma, que era la cabeza del mundo, la
capitalidad de su Iglesia, en señal de una victoria perfecta, a fin de
que desde allí se extendiese la fe al mundo entero, según palabras de
Is 26,5-6: Humillará la ciudad soberbia, y la pisará el pie del
pobre, es decir, de Cristo, el paso de los menesterosos,
esto es, de los apóstoles Pedro y Pablo.
Artículo 8:
¿Nació Cristo en el tiempo oportuno?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no nació en el tiempo
conveniente.
1. Cristo vino para restablecer la libertad a los suyos. Pero nació
en tiempo de esclavitud, a saber, cuando por un decreto de Augusto
queda empadronado todo el orbe, como hecho tributario, según se lee en
Lc 2,1 ss.
Luego parece que Cristo no nació en el tiempo oportuno.
2. Las promesas sobre el nacimiento de Cristo no fueron
hechas a los gentiles, según palabras de Rom 9,4: De quienes
(los israelitas) son las promesas. Ahora bien, Cristo nació en
un tiempo en que dominaba un rey extranjero, como es evidente por Mt
2,1: Habiendo nacido Jesús en los días del rey Herodes. Luego
parece que no nació en el tiempo conveniente.
3. El tiempo de la presencia de Cristo en el mundo se
compara con el día, puesto que Aquél es la luz del mundo, por
lo que él mismo dice en Jn 9,4: Es preciso que yo haga las obras
del que me envió mientras es de día. Pero los días son más largos
en verano que en invierno. Luego, habiendo nacido en lo profundo del
invierno, el día octavo de las calendas de enero (25 de diciembre),
parece que no nació en el tiempo preciso.
Contra esto: está lo que se dice en Gal 4,4: Cuando llegó la plenitud
de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la
ley.
Respondo: La diferencia entre Cristo y los
otros hombres está en esto: Los otros hombres nacen sujetos a la
necesidad del tiempo; Cristo, en cambio, como Señor y Creador de todos
los tiempos, escogió el tiempo en que había de nacer, lo mismo que
eligió la madre y el lugar. Y porque cuanto procede de Dios está
perfectamente ordenado (cf. Rom 13,1) y convenientemente dispuesto
(cf. Sab 8,1), sigúese que Cristo nació en el tiempo más oportuno.
A las objeciones:
1. Cristo vino para hacernos volver
del estado de esclavitud al estado de libertad. Y por eso, así como
asumió nuestra mortalidad para devolvernos a la vida, de igual modo,
como dice Beda,
se dignó encarnarse en un tiempo en
que, apenas nacido, fuese empadronado en el censo del César y, por
liberarnos a nosotros, quedase él sometido a la servidumbre.
También por aquellos días, en que el mundo entero vivía bajo la
autoridad de un solo Príncipe, reinó la mayor paz. Y por eso convenía
que en tal época naciese Cristo, que es nuestra paz que hizo de los
dos pueblos uno, como se dice en Ef 2,14. Por lo que escribe
Jerónimo en Super Isaiam: Repasemos las
antiguas historias, y descubriremos que hasta el año veintiocho de
César Augusto imperó la discordia en todo el mundo, y que, una vez
nacido el Señor, cesaron todas las guerras, conforme a aquellas
palabras de Is 2,4: No levantará espada nación contra
nación.
Convenía asimismo que, cuando imperaba un solo Príncipe en el mundo,
naciese Cristo, que venía a congregar a los suyos en uno,
para que hubiese un solo redil y un solo Pastor, como se dice en
Jn 11,52 y 10,16.
2. Cristo quiso nacer en tiempos
de un rey extranjero, para que se cumpliese la profecía de Jacob, que
dice en Gen 49,10: No faltará el cetro de Judá, ni un jefe de su
descendencia, hasta que llegue el que ha de ser enviado. Porque,
como dice el Crisóstomo en Super Mt,, mientras el pueblo judío estaba sujeto a los reyes de Judá, aunque
pecadores, eran enviados profetas para su remedio. Pero ahora, cuando
la ley de Dios estaba aherrojada bajo el poder de un rey inicuo, nace
Cristo, porque la enfermedad grande y desesperada requería un médico
más ingenioso.
3. Como se lee en el libro
De
quaest. Novi et Vet. Test.,
Cristo quiso nacer
cuando la luz del día comienza a crecer, para que quedase claro
que él había venido para que los hombres se dirigiesen hacia la luz
divina, según aquellas palabras de Lc 1,79:
Para iluminar a los que
viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Del mismo modo escogió también la crudeza del invierno para nacer, a
fin de sufrir por nosotros las penalidades corporales ya desde
entonces.