Artículo 1:
¿Debió Cristo vivir entre los hombres o llevar vida
solitaria?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no debió vivir entre los
hombres, sino llevar vida solitaria.
1. Era conveniente que Cristo, mediante su vida, se manifestase no
sólo como hombre, sino también como Dios. Ahora bien, a Dios no le
cuadra vivir entre los hombres, pues se dice en Dan 2,11: A no ser
los dioses, cuya morada no está entre los hombres. Y el Filósofo
escribe, en I Pol. I que quien vive en soledad, o es una
bestia, en caso de que lo haga por inhumanidad, o es un
dios, si lo hace con el fin de contemplar la verdad. Luego parece
que no fue conveniente que Cristo viviese entre los
hombres.
2. Cristo, mientras vivió en carne mortal, debió llevar una
vida perfectísima. Pero vida perfectísima es la contemplativa, como se
expuso en la
Segunda Parte (
q.182 a.1 y
2). Y a la vida
contemplativa corresponde en grado sumo la soledad, según las palabras
de Os 2,14:
La llevaré a la soledad y le hablaré al corazón.
Luego parece que Cristo debió llevar vida solitaria.
3. El comportamiento de Cristo debió ser uniforme, porque
siempre debió manifestarse en él lo óptimo. Pero Cristo, a veces,
buscaba lugares solitarios, apartándose de las multitudes; por lo que
dice Remigio Super Matth.: Leemos que el Señor tuvo
tres refugios: La nave, el monte y el desierto; siempre que era
asediado por las multitudes, subía a uno de ellos. Luego siempre
debió llevar una vida solitaria.
Contra esto: está lo que se dice en Bar 3,38: Después de esto,
apareció en la tierra y conversó con los hombres.
Respondo: El género de vida de Cristo debió ser
tal que concordase con el fin de la encarnación, por la que vino a
este mundo. Y vino al mundo, primero, para manifestar la verdad, como
El mismo dijo en Jn 18,37:
Yo para esto he nacido y para esto he
venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Por tal motivo,
no debía ocultarse, llevando una vida solitaria, sino manifestarse en
público, predicando a la luz del día. De donde, en Lc 4,42-43, dice a
los que trataban de retenerle:
También a otras ciudades tengo que
anunciar el evangelio del reino de Dios, pues para esto he sido
enviado.
Segundo, vino para liberar a los hombres del pecado, conforme a lo
que se lee en 1 Tim 1,15: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a
los pecadores. Por esto dice el Crisóstomo: Aunque morando en un mismo lugar, Cristo hubiera podido atraer a sí
mismo todas las gentes para que oyesen su predicación, no lo hizo, sin
embargo, dándonos ejemplo para que corramos y busquemos a los que se
pierden, como lo hace el pastor con la oveja perdida, y como el médico
se acerca al enfermo.
Tercero, vino para que por medio de El tengamos acceso a Dios,
como se lee en Rom 5,2. Y de este modo, conversando
familiarmente con los hombres, fue conveniente que inspirase a los
hombres confianza para que se allegasen a El. De donde, en Mt 9,10, se
dice: Sucedió que, mientras estaba El en la mesa en su casa, muchos
publicanos y pecadores vinieron a sentarse a la mesa con Jesús y sus
discípulos. Jerónimo, exponiendo el pasaje,
comenta: Habían visto que un publicano, convertido del pecado a una
vida mejor, había encontrado lugar para la penitencia, y por eso
tampoco ellos desesperaban de conseguir la salvación.
A las objeciones:
1. Cristo quiso manifestar su
divinidad por medio de su humanidad. Y por eso, conversando con los
hombres, lo que es una actitud propia del hombre, manifestó a todos su
divinidad, predicando y haciendo milagros, y llevando entre los mismos
una vida inocente y justa.
2. Como se expuso en la
Segunda
Parte (
q.182 a.1;
q.188 a.6), la vida contemplativa en absoluto
es superior a la vida activa, que se aplica a actos corporales. No
obstante, la vida activa, por la que alguien comunica a los demás,
mediante la predicación y la enseñanza, lo que antes ha contemplado,
es más perfecta que la vida exclusivamente contemplativa, porque
aquella vida presupone la abundancia de la contemplación. Y por ese
motivo eligió Cristo tal género de vida.
3. El comportamiento de Cristo fue
nuestra propia instrucción. Y por eso, para dar ejemplo a los
predicadores de que no siempre han de ocuparse de la gente, el Señor,
algunas veces, se apartaba de las multitudes. Se lee que hizo esto por
tres motivos. Unas veces, a causa del descanso corporal. Por esto se
lee en Mc 6,31 que el Señor dijo a sus discípulos: Venid a un lugar
desierto, y descansad un poco. Pues eran tantos los que iban y venían,
que ni para comer tenían tiempo. Otras veces, el motivo era la
oración. De donde se dice en Lc 6,12: Aconteció por aquellos días
que salió hacia la montaña para orar, y pasó la noche en oración ante
Dios. A propósito de este pasaje dice Ambrosio
que con su ejemplo nos instruye sobre los preceptos de la
virtud. Otras veces se apartó de las multitudes para enseñarnos a
rehuir el favor de los hombres. Por lo que, a propósito de aquellas
palabras de Mt 5,1: Viendo Jesús aquellas muchedumbres, subió al
monte, comenta el Crisóstomo: Por el hecho de no
comparecer en la ciudad y en las plazas, sino de vivir en el monte y
en la soledad, nos enseñó a no hacer cosa alguna por ostentación y a
alejarnos del bullicio, máxime cuando sea necesario hablar sobre lo
esencial (para la salvación).
Artículo 2:
¿Debió Cristo llevar una vida austera en este mundo?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo debió llevar una vida
austera en este mundo.
1. Cristo predicó la vida perfecta mucho más que Juan. Ahora bien,
Juan llevó una vida austera para mover a los hombres, con su ejemplo,
a una vida de perfección, pues en Mt 3,4 se dice: Juan llevaba un
vestido de pelo de camello y un ceñidor de cuero a la cintura, siendo
su alimento langostas y miel silvestre. Sobre esto comenta el
Crisóstomo: Era admirable ver en un cuerpo humano un
aguante tan grande, lo que todavía atraía más a los judíos. Luego
parece que a Cristo le convino la austeridad de vida en grado mucho
más alto.
2. La abstinencia se ordena a la continencia, pues en Os
4,10 se lee: Comiendo, no se saciarán; fornicaron, pero no se
multiplicarán. Pero el propio Cristo observó continencia y propuso
a los demás guardarla cuando dijo en Mt 19,12: Hay eunucos que se
hicieron tales por el reino de los cielos; el que pueda con eso, que
lo haga. Luego parece que Cristo debió llevar una vida austera,
tanto en su persona como en sus discípulos.
3. Parece ridículo que alguien comience una vida austera,
y pase luego a otra más blanda, pues podría aplicársele lo que se lee
en Lc 14,30: Este hombre comenzó a edificar, pero
no pudo terminar. Ahora bien, Cristo, después del bautismo,
comenzó una vida rigurosísima, morando en el desierto y ayunando
cuarenta días y cuarenta noches (cf. Mt 4,1.2). Luego no parece
haber sido conveniente que, después de una austeridad de vida tan
grande, se volviese a una vida ordinaria.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 11,19: Llegó el Hijo del
hombre, que come y bebe.
Respondo: Como acabamos de afirmar (
a.1),
convenía al fin de la encarnación que Cristo no hiciese vida
solitaria, sino que viviese con los hombres. Ahora bien, el que vive
con varios es convenientísimo que se acomode a su forma de vida,
conforme a lo que dice el Apóstol en 1 Cor 9,22:
Me he hecho todo
para todos. De ahí que fuese oportunísimo que Cristo se comportase
como los demás en la comida y en la bebida comunes. Por eso dice
Agustín en su
Contra Faustum:
De Juan se dijo
que no comía ni bebía, porque no tomaba el alimento común de los
judíos. Si el Señor no lo hubiera tomado, no se hubiese dicho de él,
por comparación con Juan, que comía y bebía.
A las objeciones:
1. El Señor, durante su vida, dio
ejemplo en todo lo que concierne a la salvación. Pero la abstinencia
en la comida y en la bebida no pertenece, por su propia naturaleza, a
la salvación, según Rom 14,17:
El reino de Dios no consiste en la
comida o en la bebida. Y Agustín, en su libro
De Quaestionibus
Evang., exponiendo el pasaje de Mt 11,19,
la Sabiduría se ha
acreditado por sus hijos, dice: Esto es, porque los santos
Apóstoles
entendieron que el reino de Dios no consiste ni en la
comida ni en la bebida, sino en el sosiego del tolerar, a los que
ni exalta la abundancia ni deprime la escasez. Y en el libro III
De
Doctr. Christ. dice que
en todas estas cosas no
está la culpa en el uso de las mismas, sino en la liviandad de quien
se sirve de ellas. Una y otra vida es lícita y laudable, es a
saber: que uno, separándose del trato común con los hombres, guarde
abstinencia; o que, viviendo en sociedad, siga la vida común. Y éste
es el motivo por el cual quiso el Señor dar a los hombres ejemplo de
una y otra vida.
Juan, en cambio, como expone el Crisóstomo In Matth., no dio a conocer nada fuera de su vida y su santidad. Pero Cristo tenía el testimonio de los milagros. Dejando, pues, que Juan resplandeciese por el ayuno, El caminó por la vía opuesta, entrando en casa de los publícanos para comer y beber en su compañía.
2. Como otros hombres logran por
medio de la abstinencia la virtud de la continencia, así también
Cristo, por el poder de su divinidad, reprimía la carne en sí y en los
suyos. De donde, como se lee en Mt 9,14: Los fariseos y los
discípulos de Juan ayunaban, pero los discípulos de Cristo no.
Beda expone esto diciendo: Juan no bebe vino ni
licores, porque la abstinencia aumenta el mérito de aquel que no tenía
poder alguno sobre la naturaleza. Pero el Señor, a cuya disposición
estaba, por su propia naturaleza, perdonar los pecados, ¿por qué iba a
rehuir a aquellos que podía hacer más puros que los que practican la
abstinencia?
3. El Crisóstomo,
In
Matth., comenta:
Para que aprendas el gran bien
que es el ayuno, y qué clase de escudo es contra el diablo, y cómo
después del bautismo, es necesario aplicarse al ayuno y no a la
lascivia, ayunó El mismo, no porque lo necesitase, sino para
aleccionarnos a nosotros. Pero en el ayuno no fue más adelante que
Moisés y Elias, para que no pareciese increíble su
encarnación.
Como dice Gregorio, el misterioso ayuno de cuarenta
días, a ejemplo de Cristo, es observado porque la virtud del
decálogo se cumple en los cuatro libros del santo Evangelio, pues el
diez multiplicado por cuatro nos da cuarenta. O porque vivimos
en este cuerpo mortal de cuatro elementos, por cuya inclinación
guerreamos contra los preceptos del Señor, que están contenidos en el
Decálogo. O, como escribe Agustín en el libro Octoánta trium
Quaest.: Toda la enseñanza de la
sabiduría consiste en conocer al Creador y a las criaturas. El Creador
es la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. De las criaturas, unas
son invisibles, como el alma, a la que se atribuye el número ternario,
puesto que se nos manda amar a Dios de tres maneras: con todo el
corazón, con toda el alma, con toda la mente; otras son visibles, como
el cuerpo, al que corresponde el número cuaternario, por ser cálido,
húmedo, frío y seco. Y el número diez, que expresa la totalidad de la
doctrina, multiplicado por cuatro, que es el número
atribuido al cuerpo, porque mediante éste se realizan los oficios, nos
da el número cuarenta. Y por este motivo, el tiempo consagrado
al llanto y al dolor se afra en el número cuarenta.
Y, sin embargo, nada tuvo de inconveniente la vuelta de Cristo a la
vida normal después del ayuno y de la estancia en el desierto. Esto es
oportuno para la vida de quien comunica a los demás lo que ha
contemplado; vida que decimos haber asumido Cristo, para que primero
se entregue a la contemplación, y pase luego a los lugares públicos
conviviendo con los otros. Por esto dice también Beda In
Man.: Cristo ayunó para que tú no eludas el
precepto; comió con los pecadores para que, viendo su benevolencia,
recomías su poder.
Artículo 3:
¿Debió Cristo llevar una vida pobre en este mundo?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no debió llevar una vida
pobre en este mundo.
1. Cristo debió seguir la vida ideal. Pero tal vida es la
equidistante entre la riqueza y la pobreza, ya que en Prov 30,8 se
dice: No me des ni pobrezas ni riquezas; dame sólo lo necesario para
vivir. Luego Cristo no debió llevar una vida pobre sino
moderada.
2. Las riquezas exteriores se ordenan a las necesidades del
cuerpo en lo que atañe al alimento y el vestido. Pero Cristo llevó una
vida común en lo que se refiere a estas dos cosas, de acuerdo con el
estilo de aquellos con quienes convivía. Luego parece que también en
la riqueza y la pobreza debió seguir la manera común de vivir, y no
practicar la máxima pobreza.
3. Cristo exhortó a los hombres a seguir sobre todo su
ejemplo de humildad, de acuerdo con el pasaje de Mt 11,29: Aprended
de mí, porque soy manso y humilde. Ahora bien, la humildad se
recomienda especialmente a los ricos, como está escrito en 1 Tim
6,17:z4 los ricos de este mundo mándales que no sean altivos.
Luego parece que Cristo no debió llevar una vida pobre.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 8,20: El Hijo del hombre no
tiene dónde reclinar la cabeza. Como si dijera, tal como lo expone
Jerónimo: ¿Cómo deseas seguirme por causa de
las riquezas y las ganancias del mundo, cuando mi pobreza es tan
extrema que no tengo ni una choza, y el techo que me cubre no es
mío? Y a propósito de Mt 17,26 (para no darles motivo de
escándalo, vete al mar) el mismo Jerónimo
comenta: Esto, entendido sencillamente, edifica al
oyente cuando escucha que el Señor vivió una pobreza tan extrema, que
no tuvo con qué pagar el tributo por sí mismo y por el
Apóstol.
Respondo: Convino que Cristo llevase una vida
pobre en este mundo. Primero, porque esto era oportuno para el oficio
de la predicación, por el que El dice haber venido, en Mc 1,38:
Vayamos a las aldeas y ciudades, para predicar en ellas, pues a esto
he venido. Es necesario que los predicadores de la palabra de
Dios, para darse totalmente a la predicación, estén enteramente libres
del cuidado de las cosas temporales. Esto no pueden hacerlo los que
tienen riquezas. De donde el propio Señor, cuando envía a los
Apóstoles a predicar, les dice:
No tengáis oro ni plata (cf. Mt
10,9). Y los mismos Apóstoles dicen en Act 6,2:
No es justo que
nosotros abandonemos la palabra de Dios para servir a las
mesas.
Segundo, porque, lo mismo que aceptó la muerte corporal para darnos
la vida espiritual, de igual modo soportó la pobreza temporal para
darnos las riquezas espirituales, según el pasaje de 2 Cor 8,9: Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por nosotros se
hizo pobre, para que nosotros fuésemos enriquecidos con su
pobreza.
Tercero, para que, en caso de haber tenido riquezas, no se atribuyese
a codicia su predicación. Por lo que dice Jerónimo, In
Matth., que si los discípulos hubieran tenido
riquezas, hubiera parecido que predicaban no por causa de la
salvación de los hombres, sino por motivo de lucro. Y la misma
razón vale para Cristo.
Cuarto, para que tanto más se manifestase el poder de su divinidad
cuanto más despreciable parecía por causa de su pobreza. Por esto se
dice en un Sermón del Concilio de Efeso: Eligió cuanto había de pobre, de vil, de mediocre y, para muchísimos,
de oscuro, para que se comprendiese que la Divinidad
había transformado el orbe de la tierra. Por este motivo escogió una
madre pobre, y una patria todavía más pobre; se hizo falto de dinero.
Y esto es lo que te explica el pesebre.
A las objeciones:
1. Parece que quienes desean llevar
una vida virtuosa deben evitar el exceso de las riquezas tanto como la
mendicidad, en cuanto son ocasiones de pecar, pues la abundancia de la
riqueza da ocasión de ensoberbecerse, y la mendicidad la ofrece para
robar, mentir o incluso perjurar. Pero Cristo, al ser incapaz de
pecar, no tenía motivo para evitar esas cosas por las causas que las
evitaba Salomón. Aunque, sin embargo, no cualquier género de
mendicidad es ocasión de robar o perjurar, como Salomón parece añadir
en el mismo pasaje, sino sólo la que es contra la propia voluntad,
para huir de la cual el hombre roba y perjura. Pero la pobreza
voluntaria está libre de este peligro. Y tal pobreza fue la que Cristo
eligió.
2. Llevar una vida ordinaria en
cuanto al sustento y el vestido puede hacerlo uno no sólo poseyendo
riquezas, sino también recibiendo de los ricos lo necesario. Esto es
lo que aconteció con Cristo, pues en Lc 8,2-3 se dice que algunas
mujeres ricas seguían a Cristo, sirviéndole con sus propios
bienes. Como dice Jerónimo, Contra Vigilantium, fue costumbre de los judíos, y no interpretada como
pecado, por ser costumbre antigua, que las mujeres proporcionasen, con
los bienes propios, alimento y vestido a sus maestros. En cambio,
Pablo recuerda haber renunciado a esa costumbre porque podía ser
motivo de escándalo entre los gentiles. De este modo podía
contarse con el sustento ordinario sin una solicitud que impidiese el
oficio de la predicación; lo que no permitiría la posesión de las
riquezas.
3. En el que es pobre por
necesidad no es muy valorada la humildad. Pero en quien es
voluntariamente pobre, como lo fue Cristo, la misma pobreza es señal
de humildad suprema.
Artículo 4:
¿ Vivió Cristo conforme a la ley?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no vivió según la
ley.
1. La ley mandaba que el sábado no se hiciese obra de ninguna clase
(cf. Ex 20,8; 31,13; Dt 5,12), pues Dios descansó, el día séptimo,
de toda la obra que hiciera (Gen 2,2). Pero Jesús curó a un hombre
en sábado, y le ordenó que tomara su camilla (cf. Jn 5,5). Luego
parece que no vivió según la ley.
2. Cristo hizo y enseñó unas mismas cosas, según expresión
de Act 1,1: Comenzó Jesús a obrar y enseñar. Ahora bien, El
enseñó (Mt 15,11) que todo lo que entra por la boca no mancha al
hombre. Esto es contrario al precepto de la ley, la cual decía que
el comer y el tocar ciertos alimentos manchaba al hombre, como es
evidente por Lev 11. Luego parece que Cristo no vivió según la
ley.
3. Parece que lo mismo ha de juzgarse a quien hace algo
que a quien lo consiente, según el pasaje de Rom 1,32: No sólo
quienes hacen, sino quienes aprueban a los que hacen. Ahora bien,
Cristo aprobó a sus discípulos que quebrantaban la ley arrancando
espigas, excusándolos, como se lee en Mt 12,1-8. Luego parece que
Cristo no vivió según la ley.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 5,17: No penséis que he venido
a abrogar la ley o los profetas. Lo que expone el Crisóstomo,
diciendo : Cumplió la ley, primero, no traspasándola en nada; segundo, confiriendo la justicia mediante la fe, lo
que era incapaz de hacer la ley con sus preceptos.
Respondo: Cristo vivió enteramente conforme a
los preceptos de la ley. Prueba de ello es que también él quiso ser
circuncidado, ya que la circuncisión viene a ser una declaración sobre
el cumplimiento de la ley, conforme a lo que se lee en Gal 5,3:
Declaro a todo el que se circuncida, que está obligado a guardar toda
la ley.
Y Cristo quiso vivir según la ley: Primero, para aprobarla. Segundo,
para consumarla y darla término con su observancia
personal, demostrando que estaba ordenada a El. Tercero, para quitar a
los judíos la ocasión de calumniarle. Cuarto, para librar a los
hombres de la esclavitud de la ley, según aquellas palabras de Gal
4,4-5: Dios envió a su Hijo, nacido bajo la ley, para que rescatara
a los que estaban bajo la ley.
A las objeciones:
1. A este propósito, el Señor se
excusa de tres maneras de haber traspasado la ley. Primero, porque el
precepto de la santificación del sábado no prohibe las obras divinas,
sino las humanas, pues aunque Dios cesó, el día séptimo, de crear
nuevas cosas, obra siempre en la conservación y gobierno de las
criaturas. Y los milagros que Cristo hacía eran obras divinas. De
donde en Jn 5,17, dice:
Mi Padre sigue obrando todavía, y yo obro
también.
Segundo, se excusa porque el precepto aludido no prohibe las obras
necesarias para la salud corporal. Por eso dice él mismo en Lc
13,15: ¿Acaso cualquiera de vosotros, en sábado, no desata del
pesebre su buey o su asno, y lo lleva a beber? Y más abajo, Lc
14,5: ¿Quién de vosotros, si se le cae a un pozo su buey o su asno,
no lo saca en seguida, aun en día de sábado? Y es evidente que los
milagros que hacía Cristo concernían a la salud del cuerpo y del
alma.
Tercero, porque tal precepto no prohibe las obras que pertenecen al
culto divino. Por eso, en Mt 12,5, dice: ¿No habéis leído en la ley
que los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el descanso los sábados, y
no incurren en culpa? Y en Jn 7,23 se dice que el hombre es
circuncidado en sábado. La orden dada por Cristo al paralítico de
llevar su camilla en día de sábado tocaba al culto divino, esto es, a
la alabanza del poder de Dios.
Y así queda patente que no quebrantaba el sábado, aunque los judíos le acusasen falsamente de ello,
diciendo: Este hombre no viene de parte de Dios, pues no guarda el
sábado (Jn 9,16).
2. Con las palabras aludidas,
Cristo quiso demostrar que el hombre no se hace impuro en cuanto al
alma por el uso de cualquier manjar, si se tiene en cuenta su
naturaleza, sino sólo cuando se atiende a su significado. El que la
ley llame impuros a ciertos alimentos se debe a una determinada
acepción. Por eso dice Agustín en Contra Faustum: Si se pregunta acerca del puerco y del cordero, ambos son buenos
por naturaleza, porque toda criatura de Dios es buena; pero, por un
determinado significado, el cordero se tiene por puro, y el puerco por
impuro.
3. También los discípulos cuando,
apretados por el hambre, arrancaban espigas en día de sábado, estaban
excusados de la violación de la ley, a causa de la necesidad; como
tampoco David quebrantó la ley cuando, por la necesidad del hambre,
comió los panes que no le estaba permitido comer.