Artículo 1:
¿La carne de Cristo fue tomada de Adán?
lat
Objeciones por las que parece que la carne de Cristo no fue tomada de
Adán.
1. Porque dice el Apóstol en 1 Cor 15,47: El primer hombre, hecho
de tierra, es terreno; el segundo, que procede del cielo, es
celestial. Pero el primer hombre es Adán; el segundo, Cristo.
Luego Cristo no viene de Adán, sino que tiene un origen
distinto.
2. La concepción de Cristo debió ser milagrosa en grado
sumo. Ahora bien, formar el cuerpo del hombre del limo de la tierra es
mayor milagro que formarlo de materia humana, que proviene de Adán.
Luego parece que no fue conveniente que Cristo tomase carne de Adán.
En consecuencia, da la impresión de que el cuerpo de Cristo no debió
formarse de la masa del género humano derivada de Adán, sino de otra
materia distinta.
3. EI pecado entró en este mundo por un hombre,
esto es, por Adán, porque todos los hombres pecaron originalmente en
él, como es claro por Rom 5,12. Pero, en el caso de que el cuerpo de
Cristo hubiera sido tomado de Adán, también él hubiera estado
originalmente en Adán cuando pecó. Luego hubiera contraído el pecado
original. Esto no convenía a la pureza de Cristo. Por consiguiente, el
cuerpo de Cristo no fue formado de la materia tomada de
Adán.
Contra esto: está lo que escribe el Apóstol en Heb 2,16: El Hijo de
Dios no asumió en ninguna parte a los ángeles, sino que tomó la
descendencia de Abrahán. Pero la descendencia de Abrahán fue
tomada de Adán. Luego el cuerpo de Cristo fue formado de la materia
tomada de Adán.
Respondo: Cristo tomó la naturaleza humana para
purificarla de la corrupción. Pero la naturaleza humana no necesitaba
de tal purificación sino en cuanto que estaba infectada por el origen
viciado que traía de Adán. Y por eso fue conveniente que tomase carne
de la naturaleza derivada de Adán, para que esa misma naturaleza
quedase curada mediante la asunción.
A las objeciones:
1. Se afirma que el segundo hombre,
es decir, Cristo, procede del cielo no en cuanto a la materia del
cuerpo, sino en lo que se refiere o a la virtud que formó el cuerpo, o
también a su propia divinidad. Pero, en cuanto a la materia, el cuerpo
de Cristo fue terreno, como lo fue el cuerpo de Adán.
2. Como antes se ha expuesto (
q.29 a.1 ad 2), el misterio de la encarnación de Cristo fue algo milagroso,
pero no en cuanto ordenado a la confirmación de la fe, sino como
artículo de fe. Y por esto en el misterio de la
encarnación no se requiere que se dé el mayor milagro, como acontece
con los milagros que se hacen para confirmar la fe; sino que se dé lo
que sea más conveniente a la sabiduría divina, y lo que conduzca mejor
a la salvación de los hombres, cosa que se requiere en todo lo que se
refiere a la fe.
O puede decirse que en el misterio de la encarnación no se considera
el milagro sólo por parte de la materia de la concepción, sino más
bien por parte del modo de la concepción y del parto, esto es, porque
una virgen concibió y dio a luz a Dios.
3. Como antes quedó establecido
(
q.15 a.1 ad 2), el cuerpo de Cristo estuvo en Adán en cuanto a su
sustancia corporal, es a saber, porque la materia corporal del cuerpo
de Cristo provino de Adán; pero no estuvo en él en cuanto al aspecto
seminal, puesto que tal materia corporal no fue concebida mediante el
semen del varón. Y por eso no contrajo el pecado original, como
acontece en los demás hombres, que provienen de Adán por medio del
semen viril.
Artículo 2:
¿Tomó Cristo carne de la estirpe de David?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no tomó carne de la estirpe
de David.
1. Porque Mateo, al trazar la genealogía de Cristo, la lleva hasta
José. Pero José no fue padre de Cristo, como antes queda demostrado
(
q.28 a.1 ad 1 y
2). Luego parece que Cristo no desciende de la
familia de David.
2. Aarón fue de la tribu de Leví, como es manifiesto por Ex
6,16ss. Ahora bien, María, la Madre de Cristo, es llamada pariente de Isabel, que era hija de Aarón, como es claro
por Lc 1,5.36. Luego, por ser David de la tribu de Judá, como es
notorio por Mt l,3ss, parece que Cristo no descendió del linaje de
David.
3. En Jer 22,30 se dice a propósito de Jeconías: Inscribe a ese hombre como estéril, porque no tendrá descendiente que
se siente sobre el trono de David. Pero en Is 9,7 se escribe a
propósito de Cristo: Se sentará en el trono de David. Luego
Cristo no fue de la estirpe de Jeconías y, por consiguiente, tampoco
del linaje de David, porque Mateo fija la línea generacional de David
por medio de Jeconías.
Contra esto: está lo que se dice en Rom 1,3: Que nació del linaje de
David según la carne.
Respondo: Cristo es llamado hijo especialmente
de dos de los antiguos patriarcas, a saber, Abrahán y David, como es
manifiesto por Mt 1,1. Las razones de eso son varias. Primera, porque
a ellos se hizo especialmente la promesa de Cristo. A Abrahán le fue
dicho en Gen 22,18:
En tu descendencia serán bendecidas todas las
gentes, lo que el Apóstol interpreta de Cristo, cuando escribe en
Gal 3,16:
Las promesas fueron hechas a Abrahán y a su descendencia.
No dice «y a sus descendencias», como si fuesen muchas, sino que
(lo dice)
de uno solo, «y a tu descendencia», que es Cristo. Y
a David se le dijo (Sal 131,11):
Del fruto de tus entrañas pondré
sobre tu trono. Por esto las multitudes de los judíos,
recibiéndole honoríficamente como a rey, clamaban:
Hosanna al Hijo
de David (Mt 21,9).
Segunda, porque Cristo había de ser rey, profeta y sacerdote. Y
Abrahán fue sacerdote, como es manifiesto por las palabras que le
dirigió el Señor en Gen 15,9: Toma una vaca de tres años, etc.
Fue también profeta, conforme a lo que se lee en Gen 20,7: Es
profeta, y rogará por ti. David, a su vez, fue rey y
profeta.
Tercera, porque con Abrahán comenzó la circuncisión por primera vez
(Gen 17,10). Y en David se manifestó principalmente la elección de
Dios, según palabras de 1 Sam 13,14: Se ha buscado el Señor un
hombre según su corazón. Y por eso Cristo es llamado
especialísimamente hijo de ambos, para demostrar que es salvación para
los circuncisos y elección para los gentiles.
A las objeciones:
1. Esta objeción proviene de Fausto
Maniqueo I que intenta demostrar que Cristo no es
hijo de David porque no fue engendrado por José, hasta el que Mateo
prolonga la genealogía. A lo que, a su vez, responde Agustín en el
libro XXIII Contra Faustum: Diciendo el mismo
evangelista que José es el esposo de María, que la Madre de Cristo es
virgen, y que Cristo es de la descendencia de David, ¿qué queda sino
creer que María no fue extraña a la descendencia de David, y que no en
vano es llamada esposa de José, por la unión de corazones, aunque no
hubiera mediado entre ellos unión carnal; y que la lista genealógica
es llevada hasta José más bien a causa de la dignidad del varón? Así
pues, creemos que María fue también del linaje de David, porque damos
fe a las Escrituras, que afirman las dos cosas: Que Cristo es del
linaje de David según la carne, y que María fue su Madre no en virtud
de unión con su esposo, sino virginalmente. Como dice Jerónimo, In Matth., José y María fueron de la misma
tribu, por lo que aquél estaba obligado por la ley a tomarla (por
esposa) como pariente suya. De ahí que se empadronasen juntos en
Belén, como descendientes de una misma estirpe.
2. A esta objeción responde
Gregorio Nacianceno diciendo que, por voluntad divina,
aconteció que el linaje real se juntase con la estirpe sacerdotal, a
fin de que Cristo, rey y sacerdote, naciese de ambos linajes según la
carne. Por lo que también Aarón, primer sacerdote según la Ley, tomó
por esposa a Isabel (Ex 6,23) de la tribu de judá, por ser hija de
Aminadab (cf. 1 Par 2,10). Así pues, pudo suceder que el padre de
Isabel tuviera una mujer de la estirpe de David, con lo que la Virgen
María, que era del linaje de David, sería pariente de Isabel. O mejor,
al revés, que el padre de la Santísima Virgen, de la estirpe de David,
hubiera tomado una esposa del linaje de Aarón.
O, como dice Agustín, en el libro XXIII Contra
Faustum, si Joaquín, padre de María, fue del linaje
de Aarón (como afirmaba el hereje Fausto en virtud de ciertos escritos
apócrifos ), es de creer que la madre de Joaquín fuera
de la estirpe de David, o que también lo fuera su mujer, de modo que
digamos de alguna manera que María fue del linaje de
David.
3. Por la autoridad profética
aducida, como dice Ambrosio In Lúe., no se
niega que de Jeconías habían de nacer descendientes. Y por eso Cristo
es de su linaje. Y el que Cristo haya reinado no va en contra de la
profecía, pues no reinó con honores profanos, puesto que él mismo
dijo: Mi reino no es de este mundo (Jn 18,36).
Artículo 3:
¿Está correctamente trabada por los evangelistas la genealogía de
Cristo?
lat
Objeciones por las que parece que la genealogía de Cristo no está
debidamente trazada por los evangelistas (Mt 1; Le
3,23).
1. Porque, refiriéndose a Cristo, en Is 53,8 se dice: ¿Quién
contará su generación? Luego la genealogía de Cristo no debió ser
narrada.
2. No es posible que un mismo hombre tenga dos padres. Ahora
bien, Mateo dice (1,16) que Jacob engendró a José, esposo de
María, mientras Lucas escribe (3,23) que fue hijo de Helí. Luego
narran cosas contrarias entre sí.
3. Parecen diferir entre sí en algunos puntos. Mateo, al
principio de su libro, comenzando por Abrahán y bajando hasta José,
enumera cuarenta y dos generaciones. Lucas, en cambio, coloca la
genealogía de Cristo después de su bautismo; comenzando por el propio
Cristo y prolongando el número de las generaciones hasta Dios,
establece setenta y siete generaciones, contando los dos extremos.
Luego da la impresión de que describen la genealogía de Cristo
incorrectamente.
4. En 2 Re 8,24 se lee que Joram engendró a Ocozías, a
quien sucedió Joas, su hijo (2 Re 11,12); a éste le sucedió su hijo
Amasias (2 Re 12,22); después reinó su hijo Azarías (2 Re 14,21),
llamado (también) Ozías (cf. 2 Par 26,1), al cual sucedió Joatán, su
hijo (2 Re 15,32). Ahora bien, Mateo dice (1,8) que Joram engendró a Ozías. Luego parece que fijó incorrectamente la
genealogía de Cristo, al omitir los tres reyes que existieron entre
uno y otro.
5. Todos los transcritos en la genealogía de Cristo
tuvieron padre y madre, y muchos de ellos tuvieron también hermanos.
Pero Mateo, en la genealogía de Cristo, sólo menciona tres madres, a
saber: Tamar, Rut y la mujer de Urías. Cita a los hermanos de Judá y
Jeconías; y, en segundo lugar, a Fares y Zara. Ni de aquéllas ni de
éstos habla Lucas. Luego parece que los Evangelistas han narrado
incorrectamente la genealogía de Cristo.
Contra esto: está la autoridad de la Escritura.
Respondo: Como se escribe en 2 Tim 3,16, toda
Escritura sagrada es divinamente inspirada. Ahora bien, las cosas
que hace Dios están perfectísimamente ordenadas, según palabras de Rom
13,1: Lo que procede de Dios está en orden. Por lo que la
genealogía de Cristo está dispuesta por los Evangelistas en el orden
debido.
A las objeciones:
1. Como escribe Jerónimo In
Matth., Isaías habla de la generación de la
divinidad de Cristo. Mateo, en cambio, describe su generación humana;
no, por cierto, explicando el modo de la encarnación, porque también
eso es inefable, sino enumerando los antepasados de los que Cristo
procede según la carne.
2. A esta objeción, interpuesta
por Juliano el Apóstata, se han dado distintas
respuestas. Unos, como escribe Gregorio
Nacianceno, sostienen que ambos evangelistas mencionan
los mismos personajes, aunque bajo nombres diferentes, como si la
misma persona tuviese dos nombres. Pero esto carece de fundamento,
porque Mateo menciona un hijo de David, es a saber, Salomón, mientras
que Lucas cita a otro, Natán, los cuales, según la historia del libro
de los Reyes (cf. 2 Sam 5,14), consta que fueron hermanos.
Por eso dijeron otros que Mateo ha transmitido la
verdadera genealogía de Cristo, mientras que Lucas consigna la
putativa, por lo que comienza (Lc 3,23): según se creía, hijo de
José. Había entre los judíos quienes pensaban que Cristo había de
nacer de David, pero no por línea real, a causa de los pecados de los
reyes de Judá, sino por otra línea de hombres particulares.
Otros han enseñado que Mateo consignó los padres
carnales, mientras que Lucas nos ofrece los espirituales, es decir,
los varones justos que son llamados padres por semejanza en la
virtud.
Pero en el libro De Quaest. Nov. et Vet. Test.
se responde que no debe entenderse que Lucas llame a José hijo de
Helí, sino que Helí y José, en tiempos de Cristo, fueron descendientes
de David de diverso modo. Y por eso se dice de Cristo (Lc 3,23) que se le creía hijo de José, y que el propio Cristo también fue
hijo de Helí. Como si dijera que Cristo, por la misma razón que se
llama hijo de José, podría ser llamado hijo de Helí y de cuantos
descienden de la estirpe de David, como escribe el Apóstol en Rom
9,5: De los cuales, es a saber, de los judíos, procede
Cristo según la carne.
Sin embargo, Agustín, en el libro De Quaest. Evang., ofrece tres soluciones a la cuestión, diciendo: Caben tres posibilidades, de las que el evangelista siguió una. O un evangelista llama padre de José a quien le engendró, y otro da tal nombre al abuelo 'materno o a uno de los ascendientes consanguíneos. O uno era el padre natural de José, y otro lo era adoptivo. O, conforme a la costumbre de los judíos, por haber muerto uno sin descendencia, tomando la viuda un pariente, engendró (en ella) un hijo que destinó al pariente muerto, lo que equivale a una especie de adopción legal, como dice el mismo Agustín en el II De Consensu Evang..
Y esta última solución es la más cierta. También opta por ella
Jerónimo, In Matth.; y Eusebio de Cesárea, en
su Ecclesiastica Historia, dice que esto es lo
enseñado por un Historiador Africano. Sostienen, pues,
que Matan y Melqui, en distintas fechas y de una misma
esposa, llamada Estha, tuvieron un hijo cada uno. Como Matan, que
desciende por medio de Salomón, la tomó primeramente por mujer y,
después de tener de ella un hijo llamado Jacob, se murió, al no
prohibir la Ley a la viuda casarse con otro hombre, tomó a ésta por
mujer Melqui, de la misma estirpe que Matan, por ser de la misma
tribu, aunque no del mismo linaje, y tuvo de ella un hijo llamado
Helí. Y, de esta manera, Jacob y Helí resultan hermanos uterinos
aunque procedan de padres distintos. Uno de ellos, Jacob, tomando por
imperativo de la Ley la mujer de su hermano Helí, que había muerto sin
hijos, engendró a José, hijo suyo por naturaleza, pero hijo de Helí
según un precepto legal. Y por esto dice Mateo que Jacob engendró a
José (Mt 1,16); en cambio, Lucas, al describir la generación
legal, no dice que (Jacob) haya engendrado hijo alguno.
Y aunque el Damasceno diga que la Santísima Virgen
María estaba emparentada con José al proceder éste de Helí por vía
paterna, porque sostiene que aquélla descendía de Melqui, más bien se
ha de creer que (María) traiga también su origen de Salomón de algún
modo, por medio de los antepasados que enumera Mateo, que es quien se
dice que describe la genealogía carnal de Cristo, sobre todo al
afirmar Ambrosio que Cristo descendía del linaje de
Jeconías.
3. Como expone Agustín en el
libro
De Consensu Evang.,
Mateo se había
propuesto darnos a conocer la dignidad real de Cristo; Lucas, en
cambio, la sacerdotal. Por lo que en la genealogía de Mateo
está figurada la asunción de los pecados por Jesucristo el
Señor, es a saber, en cuanto que por su origen carnal tomó
la
semejanza de la carne del pecado (Rom 8,3).
En cambio, en la
genealogía de Lucas está significada la purificación de los
pecados, que se realiza mediante el sacrificio de Cristo.
Y por
eso Mateo cuenta las generaciones en sentido descendente, mientras que
Lucas las enumera en sentido ascendente. Eso explica también
el
que Mateo descienda de David por Salomón, con cuya madre pecó aquél,
mientras que Lucas asciende a David mediante Natán, nombre que llevaba
el profeta por el cual Dios expió el pecado de aquél.
De ahí proviene asimismo el que Mateo, queriendo presentar a
Cristo descendiendo a nuestra mortalidad, refiera las generaciones
desde Abrahán hasta José, y hasta el mismo nacimiento de Cristo, en
sentido descendente desde el mismo inicio de su Evangelio. Lucas, por
el contrario, no cuenta la genealogía desde el principio, sino a
partir del bautismo de Cristo, y no en sentido descendente, sino
ascendente, como señalando al sacerdote que había de expiar los
pecados cuando Juan dio testimonio, diciendo (Jn 1,29): He aquí
el que quita el pecado del mundo. Subiendo, pues, pasa de Abrahán y
llega a Dios, con quien, una vez purificados y expiados, nos
reconciliamos.
Y con razón se fijó en el origen de la adopción, ya que por ella
somos hechos hijos de Dios, mientras que por la generación carnal el
Hijo de Dios se hizo hijo del hombre. Ha demostrado, pues,
suficientemente que no llamó a José hijo de Helí porque éste le
hubiera engendrado, sino porque le adoptó, puesto que llamó hijo de
Dios al mismo Adán, habiendo sido éste hecho por Dios.
También el número cuadragenario concierne al tiempo de la vida
presente a causa de las cuatro partes del mundo, en el que pasamos la
vida mortal bajo el reinado de Cristo. Cuarenta equivale a cuatro
veces diez. Y el propio diez resulta del número que va aumentando
desde el uno hasta el cuatro. El diez podría referirse
también al decálogo, y el cuatro a la vida presente, o a los cuatro
Evangelios, por los que Cristo reina en nosotros. Y por eso Mateo,
al avalorar la persona real de Cristo, contó cuarenta personas,
exceptuando a este último. Pero esto ha de
entenderse así en el supuesto de que sea uno mismo el Jeconías que
figura al final de la segunda serie de catorce y al principio de la
tercera, como quiere Agustín. Dice que esto sucedió
para dar a entender que en Jeconías se produjo cierta declinación
hacia las gentes extranjeras, cuando el destierro de Babilonia; lo
cual también figuraba de antemano que Cristo habría de pasar del
Israel circunciso a los pueblos no circuncidados.
Jerónimo sostiene que hubo dos personas que se
llamaron Joaquín, es decir, Jeconías, a saber: el padre y su hijo. Los
dos figuran en la genealogía de Cristo para que conste la distinción
de las generaciones, que el Evangelista distribuye en tres series de
catorce, lo que nos da un total de cuarenta y dos
personas; número que también conviene a la santa Iglesia. Resulta,
efectivamente, de un senario, que significa los trabajos de la vida
presente, y de un septenario, que da a entender el descanso de la vida
futura. Seis multiplicado por siete hace cuarenta y dos. El mismo
catorce, que resulta de sumar diez y cuatro, puede tener la misma
significación que la asignada al cuarenta, que proviene de los mismos
números por multiplicación.
En cambio, el número utilizado por Lucas en la genealogía de Cristo
significa la universalidad de los pecados. La decena, en cuanto
número representativo de la justicia, se manifiesta en los
diez preceptos de la ley. El pecado es la transgresión de la ley. Y el
once es la transgresión del número diez. Y el
septenario significa la universalidad, porque todo el tiempo
discurre a lo largo de siete días. Siete veces
once son setenta y siete. Y de este modo se da a entender la
universalidad de los pecados, que son quitados por
Cristo.
4. Como expone Jerónimo
In
Matth.,
el rey Joram se unió a la
familia de la impiísima Jezabel, por lo cual
su memoria se borró hasta la tercera generación para que no figurase en la
serie santa de la Natividad. Y así, como dice el
Crisóstomo,
cuanta fue la bendición dispensada a
Jehú, por haber ejercido la venganza sobre la casa de Acaby Jezabel,
tanta es la maldición para la casa de Joram, a causa de la hija del
inicuo Acab y de Jezabel, que sus hijos son eliminados del catálogo de
los reyes hasta la cuarta generación, como está escrito en Ex
20,5:
Castigaré el pecado de los padres en los hijos hasta la
tercera y cuarta generación.
Ha de observarse que hubo otros reyes que también fueron pecadores, y
figuran en la genealogía de Cristo porque su impiedad no fue continua.
Pues, como se dice en el libro Quaest. Novi et Vet.
Test., Salomón fue dejado en el reino por los
méritos de su padre, Roboam por los de Asa, hijo de su hijo Abías. Y
la impiedad de estos tres fue continua.
5. Como escribe Jerónimo
In
Matth.,
en la genealogía del Salvador no se
recoge ninguna de las mujeres santas, sino aquellas que la Escritura
reprende, a fin de que quien había venido por causa de los pecadores,
naciendo de los mismos, borrase los pecados de todos. Por eso se
incluye a Tamar, que es censurada por el trato sexual con su suegro; a
Rahab, que fue una meretriz; a Rut, que fue extranjera; y a Betsabé,
esposa de Urías, que fue adúltera. A ésta, sin embargo, no se la
designa por su propio nombre, sino por el nombre de su marido: sea por
su propio pecado, puesto que fue consciente del adulterio y del
homicidio; sea para que, nombrando al marido, se traiga a la memoria
el pecado de David. En cambio, Lucas, por tratar de representar a
Cristo como el que expía los pecados, no hace mención de tales
mujeres.
Menciona a los hermanos de Judá para demostrar que pertenecen al
pueblo de Dios, mientras que Ismael, hermano de Isaac, y Esaú, hermano
de Jacob, fueron separados de dicho pueblo. De ahí que no se les
recuerde en la genealogía de Cristo. Y también para excluir el orgullo
de la nobleza, pues varios de los hermanos de Judá nacieron de
esclavas, pero todos eran patriarcas y jefes de tribus. Fares y Zara
son nombrados juntamente porque, como dice Ambrosio In
Euc., por medio de ellos se describe la doble
vida de los pueblos: una, según la ley, representada por Zara; otra, por la fe, manifestada por Fares. Y consigna los hermanos de
Jeconías porque todos reinaron en épocas diversas, lo que no había
sucedido con los otros reyes. O porque su iniquidad y miseria fueron
semejantes.
Artículo 4:
¿La materia del cuerpo de Cristo debió tomarse de una
mujer?
lat
Objeciones por las que parece que la materia del cuerpo de Cristo no
debió tomarse de una mujer.
1. El sexo masculino es más noble que el femenino. Ahora bien, fue
sumamente conveniente que Cristo tomase lo que es más perfecto en la
naturaleza humana. Luego parece que no debió tomar carne de una mujer,
sino de un hombre, al modo en que Eva fue formada de la costilla del
varón (Gen 2,21).
2. Todo el que es concebido de una mujer queda encerrado en
el seno de la misma. Pero a Dios, que, como se dice en
Jer 23,24, llena el cielo y la tierra, no le corresponde estar
encerrado en el reducido seno de una mujer. Luego parece que no debió
ser concebido de una mujer.
3. Los que son concebidos de una mujer sufren una cierta
impureza, como se dice en Job 25,4: ¿Puede acaso justificarse el
hombre comparado con Dios, o aparecer limpio el nacido de mujer?
Pero en Cristo no debió haber impureza de ninguna clase, porque El
es la Sabiduría de Dios (1 Cor 1,24), de la que se dice en Sab
7,25: Nada manchado cayó sobre ella. Luego da la impresión de
que no debió haber tomado carne de mujer.
Contra esto: está lo que se dice en Gal 4,4: Dios envió a su Hijo
hecho de una mujer.
Respondo: Aunque el Hijo de Dios hubiera podido
tomar carne humana de cualquier materia que hubiese querido, fue sin
embargo convenientísimo que la tomase de una mujer. Primero, porque de
este modo fue ennoblecida toda la naturaleza humana. De donde dice
Agustín en el libro
Octoginta trium Quaest.:
La liberación del hombre debió manifestarse en los dos sexos. Luego,
al convenir que asumiese al varón, por ser el sexo más noble, era
también conveniente que se hiciese patente la liberación del sexo
femenino, naciendo tal varón de una mujer.
Segundo, porque así se consolida la verdad de la encarnación. Por eso
escribe Ambrosio en el libro De Incarnatione: Hallarás muchas cosas conformes con la naturaleza, y muchas por
encima de ella. Pues fue conforme a la condición de la naturaleza
haber estado en el seno de un cuerpo femenino; pero estuvo por
encima de la condición natural el que una virgen concibió y procreó,
para que creas que era Dios el que alteraba la naturaleza, y que era
hombre el que nada, conforme a la naturaleza, de un ser humano. Y
Agustín, en la Epístola Ad Volusianum, dice: Si Dios omnipotente hubiera creado un hombre, formado en cualquier
parte, (y) no del seno de una mujer, presentándolo de improviso
a las miradas de los hombres, ¿no hubiera confirmado una opinión
errónea?; ¿y no se hubiera creído que no tomó la naturaleza humana en
modo alguno?; y al hacer cosas maravillosas, ¿no
hubiera destruido lo que hizo misericordiosamente? En cambio, ahora,
de tal manera se ha manifestado como mediador entre Dios y el hombre
que, juntando en la unidad de la persona ambas naturalezas, sublimó lo
ordinario con lo insólito y moderó lo insólito con lo
ordinario.
Tercero, porque de esta manera se completa toda la diversidad de la
generación humana. En efecto, el primer hombre fue creado del limo
de la tierra (Gen 2,7), sin varón ni mujer; Eva fue hecha del
hombre sin la mujer (Gen 2,22); y los demás hombres son engendrados
por el hombre y la mujer. De donde quedaba un cuarto modo como propio
de Cristo: el nacer de la mujer sin el varón.
A las objeciones:
1. El sexo masculino es más noble
que el femenino; por eso tomó la naturaleza humana en el sexo
masculino. Sin embargo, para que el sexo femenino no fuese tenido en
poco, fue conveniente que tomase carne de una mujer. Por lo que dice
Agustín en el libro De agone christiano: Hombres,
no os despreciéis a vosotros mismos: El Hijo de Dios tomó la
naturaleza del varón. Mujeres, no queráis teneros en poco: El Hijo de
Dios nació de una mujer.
2. Como escribe Agustín, en el
libro XXIII Contra Faustum, que alegaba esta
objeción: La fe católica, que cree que el Hijo de Dios nació de
una virgen según la carne, en modo alguno encerró ciertamente a ese
mismo Hijo de Dios en el seno de una mujer, de manera que no estuviera
fuera, como si hubiese abandonado el gobierno del cielo y de la
tierra, como si se hubiera apartado del Padre. Pero vosotros, los
Maniqueos, con ese corazón con el que no podéis pensar nada fuera de
las imágenes corporales, no entendéis esto de ningún modo. Y, como
escribe en la Epístola Ad Volusianum: Tal es
el sentido de estos hombres que no alcanzan a pensar sino los cuerpos,
de los que ninguno puede estar en todas partes enteramente, porque es
necesario que, debido a sus innumerables partes, otro ocupe distinto
lugar. La naturaleza del alma es muy diferente de la del cuerpo.
¿Cuánto más lo será la de Dios, que es el Creador del alma y del
cuerpo? Sabe estar todo en todas partes y no ser contenido por
ninguna; sabe venir sin apartarse de donde estaba; sabe marcharse sin
dejar el lugar adonde había venido.
3. En la concepción del hombre por
una mujer no hay nada inmundo, en cuanto que es obra de Dios. Por eso
se dice en Act 10,15:
Lo que Dios ha creado, tú no lo llames
común, es decir, impuro. Hay, sin embargo, en este
caso una impureza que proviene del pecado, al ser uno concebido con
deleite por la unión del varón y la hembra. Pero esto no aconteció con
Cristo, como antes se ha demostrado (
q.28 a.1).
No obstante, si en eso hubiera alguna impureza, no sería contaminado
por ella el Verbo, porque no es mutable en modo alguno. De donde dice
Agustín en el libro Contra quinqué haereses: Dice
Dios, Creador del hombre: ¿Qué es lo que te inquieta respecto de mi
nacimiento? Yo no he sido concebido con la pasión libidinosa. Yo hice
a la madre de la que había de nacer. Si el rayo de sol sabe secar las
inmundicias de las cloacas, no conoce la contaminación de las mismas;
mucho más el Resplandor de la vida eterna puede purificar
cualquier parte que irradie, sin que él pueda contaminarse.
Artículo 5:
¿La carne de Cristo fue concebida de la purísima sangre de la
Virgen?
lat
Objeciones por las que parece que la carne de Cristo no hubiera sido
concebida de la purísima sangre de la Virgen.
1. Se dice en una Colecta que Dios quiso que su Verbo
tomase carne de la Virgen. Pero la carne es diferente de la
sangre. Luego el cuerpo de Cristo no fue tomado de la sangre de la
Virgen.
2. Como la mujer fue formada milagrosamente del varón, así
fue formado milagrosamente de la Virgen el cuerpo de Cristo. Ahora
bien, no se dice que la mujer fuera formada de la sangre del varón,
sino más bien de su carne y de sus huesos, conforme al texto de Gen
2,23: Ahora esto es hueso de mis huesos y carne de mi carne.
Parece, por consiguiente, que tampoco el cuerpo de Cristo hubiera
debido ser formado de la sangre de la Virgen, sino de su carne y de
sus huesos.
3. El cuerpo de Cristo fue de la misma especie que los
cuerpos de los demás hombres. Pero los cuerpos de los otros hombres no
son formados de la purísima sangre, sino del semen y de la sangre
menstrual. Luego parece que tampoco el cuerpo de Cristo hubiera sido
concebido de la purísima sangre de la Virgen.
Contra esto: está lo que dice el Damasceno en el libro
III: El Hijo de Dios formó para sí mismo una carne
animada de alma racional de la casta y purísima sangre de la
Virgen.
Respondo: Como antes queda expuesto (
a.4), en
la concepción de Cristo fue conforme al orden natural nacer de una
mujer, pero fue sobre el orden natural nacer de una virgen. Es propio
de la condición natural que, en la generación del animal, la hembra
suministre la materia, y el macho proporcione el principio activo,
como lo prueba el Filósofo en el libro
De Gen. Anim.. La mujer que concibe de varón no es virgen. Y por eso es propio del modo sobrenatural de la generación de Cristo que el principio activo de la misma fuera la virtud sobrenatural divina; pero pertenece al modo natural de su generación que la materia de que fue concebido su cuerpo sea conforme a la materia que suministran las demás mujeres para la concepción de la prole. Tal materia, según el Filósofo en el libro
De Gen. Anim., es la sangre de la mujer, pero no cualquier sangre, sino aquella que, a través de una mejor elaboración por la virtud generativa de la madre, se convierte en materia apta para la concepción. Y, por eso, el cuerpo de Cristo fue concebido de una materia semejante.
A las objeciones:
1. Siendo la Santísima Virgen de la
misma naturaleza que las demás mujeres, es natural que tuviera carne y
huesos de esa misma naturaleza. Pero en las demás mujeres la carne y
los huesos son las partes actuales de su cuerpo, de las que resulta la
integridad del mismo, y de ahí que no puedan quitarse sin la
corrupción o disminución del propio cuerpo. Y por esto el cuerpo de
Cristo no debió ser formado de la carne o de los huesos de la Virgen,
sino de su sangre, que todavía no es parte en acto, sino pura
potencia, como se dice en el libro De Gen. Anim.. Y por este motivo se dice que tomó carne de la Virgen, no porque la
materia del cuerpo fuera carne en acto, sino porque lo era de la
sangre, que es carne en potencia.
2. Como queda expuesto en la
Primera Parte (
q.92 a.3 ad 2), Adán, por haber sido instituido
como principio de la naturaleza humana, tenía en su cuerpo una porción
de carne y de hueso que no pertenecía a su integridad personal, sino
que sólo le pertenecía en cuanto principio de la naturaleza humana. Y
de esa porción fue formada la mujer, sin detrimento del varón. Pero en
el cuerpo de la Virgen no hubo nada semejante, de lo que pudiera ser
formado el cuerpo de Cristo sin alteración del cuerpo de la
madre.
3. El semen de la hembra no es
apto para la generación, sino que es algo imperfecto en el género del
semen, porque no pudo ser conducido hasta perfecto complemento del
semen a causa de la imperfección de la facultad femenina. Y, por eso,
tal semen no es una materia requerida necesariamente para la
concepción, como dice el Filósofo en el libro
De Gen.
Anim.. Y por ese motivo no existió en la
concepción de Cristo; sobre todo porque, a pesar de ser imperfecto en
el género del semen, se emite, no obstante, con cierta concupiscencia,
igual que el semen del varón. Pero en la concepción virginal no pudo
tener lugar la concupiscencia. Y por eso dice el Damasceno que el
cuerpo de Cristo no fue concebido
por vía seminal.
La sangre menstrual, que cada mes eliminan las mujeres, lleva consigo
cierta impureza natural, lo mismo que las demás superfluidades de las
que no necesita la naturaleza, y que expulsa. De tal sangre menstrual
que incluye corrupción, por lo que la naturaleza la expele, no se hace
la concepción. Es, por el contrario, una especie de purificación de
aquella sangre purísima que, mediante cierta elaboración, queda
preparada para la concepción, como más pura y más perfecta que la otra
sangre. Sin embargo, en la concepción de los demás hombres incluye la
impureza del placer en cuanto que, por la unión del hombre y la mujer,
tal sangre es atraída al lugar apto para la generación. Pero esto no
aconteció en la concepción de Cristo porque, mediante la acción del
Espíritu Santo, esa sangre se juntó en el seno de la Virgen y se
convirtió en la prole. Y por eso se dice que el cuerpo de Cristo fue formado de la castísima y purísima sangre de la
Virgen.
Artículo 6:
¿Existió el cuerpo de Cristo en forma determinada en Adán y en los
otros patriarcas?
lat
Objeciones por las que parece que el cuerpo de Cristo hubiera
existido en forma determinada en Adán y en los otros
patriarcas.
1. Dice Agustín, en el libro X De Genesi ad litt., que la carne de Cristo se halló en Adán y en Abrahán a modo de sustancia corporal. Pero la sustancia corporal es algo determinado. Luego la carne de Cristo existió en Adán y en Abrahán y en los demás patriarcas como una realidad determinada.
2. En Rom 1,3 se dice que Cristo fue hecho del semen de
David según la carne. Pero el semen de David fue algo concreto en
él mismo. Luego Cristo existió en David como algo determinado y, por
la misma razón, en los demás patriarcas.
3. Cristo tiene afinidad con el género humano en cuanto
que tomó su carne del mismo. Ahora bien, si esa carne no existió como
algo concreto en Adán, no parece que tenga afinidad alguna con el
género humano, mediante el cual proviene de Adán, sino más bien con
las otras realidades de donde fue tomada la materia de su carne. Por
consiguiente, parece que la carne de Cristo hubiera existido en Adán y
en los demás patriarcas como algo concreto.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro X
De Genesi ad
litt.: De cualquier modo que Cristo haya estado en
Adán y en Abrahán, allí estuvieron los demás hombres; pero (esas
situaciones) no son intercambiables. Y los demás hombres no estuvieron
en Adán y en Abrahán con arreglo a una materia determinada, sino sólo
por razón del origen, como se expuso en la
Primera Parte (
q.119 a.1;
a.2 ad 4). Luego tampoco Cristo estuvo en Adán y en Abrahán según
algo concreto, y por la misma razón no estuvo tampoco en los demás
patriarcas.
Respondo: Como ya queda expuesto (
a.5 ad 1),
la materia del cuerpo de Cristo no fue la carne y los huesos de la
Santísima Virgen, ni cosa alguna que fuera parte actual de su cuerpo,
sino su sangre, que es carne en potencia. Pero todo lo que la
Santísima Virgen recibió de sus padres fue en ella parte actual de su
cuerpo. Por consiguiente, lo recibido por la Santísima Virgen de sus
padres no fue materia del cuerpo de Cristo. Y por eso es preciso decir
que el cuerpo de Cristo no existió en Adán y en los demás patriarcas
en forma concreta, es a saber, de modo que alguna porción del cuerpo
de Adán, o de algún otro, pudiera designarse determinadamente,
diciendo que de esa materia será formado el cuerpo de Cristo, sino que
Cristo existió en Adán por razón del origen, igual que la carne de los
demás hombres. El cuerpo de Cristo guarda relación con Adán y con los
demás patriarcas mediante el cuerpo de su madre. Por lo que el cuerpo
de Cristo no estuvo en los patriarcas de manera distinta del modo en
que lo estuvo el cuerpo de su madre, el cual no se halló en los
patriarcas como materia determinada, igual que los cuerpos de los
demás hombres, como quedó dicho en la
Primera Parte (
q.119 a.1;
a.2 ad4).
A las objeciones:
1. Cuando se afirma que el cuerpo
de Cristo estuvo en Adán al modo de una sustancia corporal, no
debe entenderse como que el cuerpo de Cristo haya sido en Adán una
sustancia corporal, sino en el sentido de que la sustancia corporal
del cuerpo de Cristo, es decir, la materia que tomó de la Virgen,
estuvo en Adán como en principio activo, pero no como en principio
material, por cuanto que, mediante el poder generativo de Adán y de
los demás descendientes suyos hasta la Santísima Virgen, sucedió que
aquella materia quedase de ese modo preparada para la concepción de
Cristo. No se convirtió, pues, aquella materia en el cuerpo de Cristo
por la virtud derivada del semen de Adán. Y por eso se dice que Cristo
estuvo originalmente en Adán a modo de sustancia corporal, pero no por
vía seminal.
2. Aunque el cuerpo de Cristo no
haya estado en Adán y en los demás patriarcas por vía seminal, sí lo
estuvo el cuerpo de la Santísima Virgen, puesto que fue concebido por
obra de varón. Y por eso se dice que, mediante la Santísima Virgen,
Cristo, según la carne, es del semen de David por vía de
origen.
3. Cristo tiene afinidad con el
género humano por la semejanza específica. Pero la semejanza
específica no se establece de acuerdo con la materia remota, sino
conforme a la materia próxima y según el principio activo, que
engendra un ser semejante a sí en la especie. Así pues, la afinidad de
Cristo con el género humano se salva suficientemente por el hecho de
que su cuerpo fue formado de la sangre de la Virgen, que trae su
origen de Adán y de los demás patriarcas. Y no afecta a esta afinidad
de dondequiera que haya sido tomada la materia de esa sangre, como no
hace al caso en la generación de los demás hombres, según se ha dicho
en la
Primera Parte (
q.119 a.2 ad 3).
Artículo 7:
¿Estuvo la carne de Cristo inficionada por el pecado en los antiguos
patriarcas?
lat
Objeciones por las que parece que la carne de Cristo no hubiera
estado inficionada por el pecado en los antiguos patriarcas.
1. Porque en Sab 7,25 se dice que en la sabiduría divina no hay
nada manchado. Pero Cristo es la Sabiduría de Dios, como se
afirma en 1 Cor 1,24. Luego la carne de Cristo jamás estuvo manchada
por el pecado.
2. Dice el Damasceno, en el libro III, que
Cristo asumió las primicias de nuestra naturaleza. Ahora bien,
en su primer estado la carne humana no estaba manchada por el pecado.
Luego la carne de Cristo no estuvo inficionada ni en Adán ni en los
demás patriarcas.
3. En el libro X De Genesi ad litt.
dice Agustín que la naturaleza humana, con la herida, siempre tuvo
el remedio de la misma. Pero lo inficionado no puede ser medicina
de la herida, sino que más bien necesita de la medicina. Luego en la
naturaleza humana siempre existió algo no inficionado, de lo que
después fue formado el cuerpo de Cristo.
Contra esto: está que el cuerpo de Cristo no se relaciona con Adán y con
los demás patriarcas sino mediante el cuerpo de la Santísima Virgen,
de la que tomó la carne. Ahora bien, el cuerpo de la Santísima Virgen
fue enteramente concebido en pecado original, como arriba se ha dicho
(
q.14 a.3 ad 1); y así también, en cuanto existente en los patriarcas,
estuvo sujeto al pecado. Luego la carne de Cristo, conforme a su
existencia en los patriarcas, estuvo sujeta al pecado.
Respondo: Cuando afirmamos que Cristo, o su
carne, estuvo en Adán y en los otros patriarcas, le confrontamos a él
o a su carne con Adán y los demás patriarcas. Pero es manifiesto que
una fue la condición de los patriarcas, y otra la de Cristo, pues los
patriarcas estuvieron sujetos al pecado, mientras que Cristo fue
totalmente inmune del mismo. Ocurre, pues, que en esta comparación se
yerra de dos modos. Uno, atribuyendo a Cristo, o a su carne, la
condición que se dio en los patriarcas; por ejemplo, si decimos que
Cristo pecó en Adán porque, de algún modo, existió en él. Esto es
falso, porque Cristo no estuvo en Adán de un modo en que pudiera
extenderse hasta él la falta de este último, ya que no procede de él
en virtud de la ley de la concupiscencia o por vía seminal, como antes
hemos dicho (
a.1 ad 3;
a.6 ad 1;
q.15 a.1 ad 2).
Otro, atribuyéndole (a Cristo), desde que estuvo actualmente en los
patriarcas, la propia condición de Cristo, o de su carne, de modo que
la carne de Cristo, tal como existió en El exenta de pecado, fue
también libre de pecado en Adán y en los demás patriarcas en una
porción de la que, luego, sería formado el cuerpo de Cristo, como
algunos han enseñado. Pero esto es inadmisible. Primero, porque la
carne de Cristo no estuvo en Adán y en los otros patriarcas en una
forma concreta, pudiendo distinguirse del resto de su carne como lo
puro de lo impuro, según antes se dijo (a.6). Segundo, porque
inficionándose la carne humana por el pecado al ser concebida a través
de la concupiscencia, así como toda la carne de un hombre es concebida
mediante la concupiscencia, así también está contaminada toda ella por
el pecado. Y por esto es preciso decir que toda la carne de los
antiguos patriarcas estuvo sujeta al pecado, sin que existiese en los
mismos porción alguna exenta de pecado, de la que luego sería formado
el cuerpo de Cristo.
A las objeciones:
1. Cristo no tomó la carne del
género humano sujeta al pecado, sino limpia de toda infección de
pecado. Y, por eso, nada manchado hay en la Sabiduría de
Dios.
2. A la segunda hay que decir: Se afirma que Cristo tomó las
primicias de nuestra naturaleza en cuanto a la semejanza de la
condición, es a saber: porque tomó una carne no inficionada por el
pecado, como había sido la carne del hombre antes del pecado. Pero
esto no se entiende conforme a una continuación de la pureza, de modo
que aquella carne del hombre limpio se conservase inmune de pecado
hasta la formación del cuerpo de Cristo.
3. En la naturaleza humana, antes
de Cristo, existía en acto una herida, esto es, la infección del
pecado original. Pero, en tales circunstancias, no existía la medicina
en acto, sino sólo en cuanto a la potencia generativa, según que de
aquellos patriarcas había de propagarse la carne de
Cristo.
Artículo 8:
¿Pagó Cristo los diezmos en la potencia generativa de
Abrahán?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo pagó los diezmos en la
potencia generativa de Abrahán.
1. Porque en Heb 7,9-10 dice el Apóstol que Leví, biznieto de
Abrahán, pagó el diezmo en Abrahán, puesto que cuando éste dio
el diezmo a Melquisedec, Leví se hallaba todavía en sus
entrañas. Igualmente estaba Cristo en las entrañas de Abrahán
cuando éste dio el diezmo. Luego también el mismo Cristo pagó el
diezmo en Abrahán.
2. Cristo es de la estirpe de Abrahán según la carne que
tomó de su madre. Pero su madre pagó el diezmo en Abrahán. Luego, por
la misma razón, lo pagó Cristo.
3. Pagaba el diezmo en Abrahán lo que necesitaba de
curación, como dice Agustín en el libro X
De Genesi ad
litt.. Y necesitaba de curación toda carne sujeta
al pecado. Luego, por haber estado la carne de Cristo
sujeta al pecado, como antes se ha dicho (
a.7), parece que pagó el
diezmo en Abrahán.
4. Esto no rebaja en modo alguno la dignidad de Cristo.
Efectivamente, nada impide que, por pagar el padre de un pontífice el
diezmo a un sacerdote, su hijo sea un pontífice mayor que el simple
sacerdote. Por consiguiente, al decir que Cristo pagó el diezmo cuando
Abrahán lo dio a Melquisedec, no por eso queda excluido el que Cristo
sea mayor que Melquisedec.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro X De Genesi ad
litt.: Cristo allí, esto es, en Abrahán, no pagó el diezmo, puesto que su carne no trajo de allí el ardor de
una herida, sino la materia de un remedio.
Respondo: Según la intención del Apóstol (Heb
7,6), es preciso decir que Cristo no pagó el diezmo en la potencia
generativa de Abrahán. Demuestra el Apóstol, efectivamente, que el
sacerdocio según el rito de Melquisedec es más grande que el
sacerdocio levítico por el hecho de haber dado Abrahán el diezmo a
Melquisedec cuando todavía estaba en sus entrañas Leví, a quien
pertenece el sacerdocio legal. Pero, de haber pagado Cristo el diezmo
en Abrahán, su sacerdocio no sería según el rito de Melquisedec, sino
inferior al sacerdocio de Melquisedec. Y por eso es necesario decir
que Cristo no pagó el diezmo en la potencia generativa de Abrahán,
como lo pagó Leví.
También, porque quien paga el diezmo retiene para sí nueve partes y
entrega a otro la décima, que es un signo de perfección, en cuanto
que, de algún modo, es el término de todos los números que se suceden
hasta el diez. De ahí que quien paga el diezmo declara que es
imperfecto y reconoce a otro la perfección. Y la imperfección del
género humano proviene del pecado, que necesita de la perfección de
aquel que cura el pecado. Ahora bien, curar el pecado es exclusivo de
Cristo, porque El es el Cordero que quita el pecado del mundo,
como se dice en Jn 1,29. Ahora bien, Melquisedec era figura suya, como
prueba el Apóstol en Heb 7. Por el hecho, pues, de haber dado Abrahán
a Melquisedec el diezmo, figuró de antemano que él, como concebido en
pecado, y todos los que de él habían de descender de modo que
contrajesen el pecado original, necesitan de la curación que viene por
medio de Cristo. Isaac, Jacob, Leví y todos los demás, de tal modo
estuvieron en Abrahán, que descendieron de él no sólo según la sustancia corporal, sino también según la vía seminal,
mediante la cual se contrae el pecado original. Y, por ese motivo,
todos pagaron el diezmo en Abrahán, es decir, prefiguraron que
necesitaban de la curación que viene por Cristo. Solamente Cristo
estuvo en Abrahán de tal manera que no descendiese de él por vía
seminal, sino conforme a la sustancia corporal. Y por eso no estuvo en
Abrahán como quien necesita de curación, sino más bien como medicina
de la herida. Y por lo mismo no pagó el diezmo en las entrañas de
Abrahán.
A las objeciones:
1. Da resuelta por lo que se
acaba de exponer.
2. La Santísima Virgen, por haber
sido concebida en pecado original, estuvo en Abrahán como quien
necesita de curación. Y por eso pagó allí el diezmo, como el que
desciende del patriarca por vía seminal. Pero no acontece así con el
cuerpo de Cristo, como se ha dicho (en la sol.).
3. Se afirma que la carne de
Cristo estuvo sujeta al pecado en los antiguos patriarcas según el
estado que tuvo en éstos, los cuales pagaron el diezmo. Pero no cabe
decir lo mismo en cuanto al estado actual que tiene tal carne en
Cristo, que no pagó el diezmo.
4. El sacerdocio levítico se
transmitía por vía carnal. De ahí que no estuviese menos en Abrahán
que en Leví. De donde, por haber dado Abrahán el diezmo a Melquisedec
como a su superior, queda demostrado que el sacerdocio de Melquisedec,
en cuanto encarna la figura de Cristo, es mayor que el sacerdocio
levítico. Pero el sacerdocio de Cristo no es consecuencia del origen
carnal, sino de la gracia espiritual. Y por eso puede suceder que el
padre haya dado los diezmos a un sacerdote como el menor al mayor y
que, sin embargo, un hijo suyo, si es pontífice, sea mayor que aquel
sacerdote, no por su origen carnal, sino por la gracia espiritual que
recibe de Cristo.