Corresponde a continuación tratar de la perfección de la prole
concebida.
Y sobre esto se plantean cuatro interrogantes:
Artículo 1:
¿Fue santificado Cristo en el primer instante de su
concepción?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no fue santificado en el
primer instante de su concepción.
1. En 1 Cor 15,46 se lee: No es primero lo espiritual, sino lo
animal; después lo espiritual. Ahora bien, la santificación de la
gracia pertenece a lo espiritual. Luego Cristo no recibió al instante,
desde el principio de su concepción, la gracia de la santificación,
sino después de cierto espacio de tiempo.
2. La santificación parece serlo del pecado, según 1 Cor
6,11: Y esto fuisteis algún tiempo, a saber, pecadores; pero
fuisteis lavados, fuisteis santificados. Pero en Cristo jamás hubo
pecado. Luego no le convino ser santificado por la
gracia.
3. Así como todas las cosas fueron hechas por el
Verbo (Jn 1,3), así también todos los hombres que se santifican,
son santificados por el Verbo encarnado. En Heb 2,11 se escribe: El
que santifica y los que son santificados vienen de uno solo. Ahora
bien, el Verbo de Dios, por quien han sido hechas todas las cosas,
no fue hecho, como dice Agustín en el libro I De Trin.. Luego Cristo, por quien todos fueron santificados, no ha sido
santificado.
Contra esto: está lo que se dice en Lc 1,35: Lo santo que nacerá de
ti será llamado Hijo de Dios. Y en Jn 10,36 está escrito: Al
que el Padre santificó y envió al mundo.
Respondo: Como antes se ha expuesto (q.7 a.9, 10 y 12), la abundancia de la gracia que santifica el alma de Cristo
se deriva de la propia unión del Verbo, conforme a las palabras de Jn
1,14: Hemos visto su gloria, como la del Unigénito del Padre, lleno
de gracia y de verdad. Y arriba se ha demostrado (q.33 a.2 y 3)
que el cuerpo de Cristo fue animado y asumido por el Verbo de Dios en
el primer instante de su concepción. De donde se sigue que, en el
primer instante de su concepción, tuvo Cristo la plenitud de la gracia
santificadora de su alma y de su cuerpo..
A las objeciones:
1. El orden señalado por el Apóstol
en el texto mencionado se refiere a los que llegan al estado
espiritual progresivamente. Pero en el misterio de la encarnación se
atiende más al descenso de la plenitud divina sobre la naturaleza
humana que al progreso de la naturaleza humana, como preexistente,
hacia Dios. Y por eso, en Cristo hombre se dio, desde el principio,
una espiritualidad perfecta.
2. Ser santificado consiste en que
algo sea hecho santo. Y una cosa puede hacerse no sólo
partiendo de su contrario, sino también de su opuesto negativa o
privativamente; como lo blanco se hace a partir de lo negro y también
de lo no blanco. Nosotros, de pecadores somos hechos santos, y así
nuestra santificación parte del pecado. Ahora bien,
Cristo, en cuanto hombre, fue hecho santo porque no tuvo siempre la
santidad de la gracia; pero no fue hecho santo de pecador, porque
nunca tuvo pecado. En cuanto hombre fue hecho santo de no santo, no
por cierto privativamente, como si alguna vez hubiera sido hombre y no
hubiera sido santo, sino negativamente, es a saber, mientras no fue
hombre no tuvo la santidad humana. Y por eso fue hecho a la vez hombre
y hombre santo. Por lo que dijo el ángel en Lc 1,33: Lo que nacerá
de ti (será) santo. Gregorio, en el libro XVIII Moral., expone estas palabras diciendo: Para que
se distinga de nuestra santidad, se asegura que Jesús nacerá santo.
Porque nosotros, si bien nos hacemos santos, no nacemos santos, porque
estamos aherrojados por la misma condición de nuestra naturaleza
corruptible. Solamente nació verdaderamente santo aquel que no fue
concebido por la unión de la cópula carnal.
3. De un modo realiza el Padre la
creación de las cosas por medio de su Hijo, y de otro produce toda la
Trinidad la santificación de los hombres por medio de Cristo hombre.
Pues el Verbo de Dios tiene el mismo poder y la misma operación que
Dios Padre; por lo que el Padre no obra por medio del Hijo como por un
instrumento, que mueve siendo él movido. Pero la humanidad de Cristo
es a modo de instrumento de la divinidad, como antes se dijo
(q.2 a.6 arg.4; q.7 a.1 ad 3; q.8 a.1 ad 1; q.18 a.1 ad 2). Y, por
este motivo, la humanidad de Cristo es santificadora y
santificada.
Artículo 2:
¿Cristo, en cuanto hombre, tuvo el uso del libre albedrio en el
primer instante de su concepción?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo, en cuanto hombre, no tuvo
el uso del libre albedrio en el primer instante de su
concepción.
1. Porque primero es el ser de una cosa que el actuar o el obrar.
Ahora bien, el uso del libre albedrio es una operación. Por
consiguiente, habiendo comenzado a existir el alma de Cristo en el
primer instante de su concepción, como es manifiesto por lo dicho
anteriormente (q.33 a.2), parece ser imposible que tuviera uso del
libre albedrio en el primer instante de su concepción.
2. El uso del libre albedrio consiste en la elección. Y la
elección presupone la deliberación del consejo, pues dice el Filósofo,
en el libro III Ethic., que la elección es el
apetito de lo consultado de antemano. Luego parece imposible que
Cristo tuviese el uso del libre albedrio en el primer instante de su
concepción.
3. El libre albedrio es una facultad de la voluntad y
de la razón, como se ha dicho en la Primera Parte (q.83 a.2 arg.2); y así el uso del libre albedrio es un acto de la voluntad y de
la razón o entendimiento. Ahora bien, el acto del entendimiento
presupone el acto de los sentidos, acto que no puede existir sin la
oportuna armonía de los órganos, que no parece haber existido en el
primer instante de la concepción de Cristo. Luego da la impresión de
que Cristo no pudo tener el uso del libre albedrio en el primer
instante de su concepción.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro De
Trin.: En seguida que el Verbo se hizo presente
en el seno, sin alterar la verdad de su propia naturaleza, se hizo
carne y hombre perfecto. Pero el hombre perfecto tiene el uso del
libre albedrio. Luego Cristo tuvo el uso del libre albedrio en el
primer instante de su concepción.
Respondo: como acabamos de señalar (a.1), a la
naturaleza humana que Cristo asumió le conviene la perfección
espiritual, en la que no hizo progresos, sino que la tuvo
inmediatamente desde el principio. Pero la última perfección no
consiste en la potencia o el hábito, sino en la operación; por lo que
en el II libro De Anima se dice que la operación
es el acto segundo. Y, por este motivo, es preciso afirmar que
Cristo, en el primer instante de su concepción, tuvo aquella operación
del alma que es posible tener en un instante. Y tal es la operación de
la voluntad y del entendimiento, en la que consiste el uso del libre
albedrio. Súbitamente y en un instante se realiza la operación del
entendimiento y la voluntad, con mucha mayor rapidez que la visión
corporal, porque entender, querer y sentir no son movimientos que
correspondan al acto de un ser imperfecto, que
se va realizando sucesivamente, sino que es el acto de un ser que
ya es perfecto, como se dice en el libro III De Anima. Y por tanto es preciso decir que Cristo tuvo el
uso del libre albedrío en el primer instante de su
concepción.
A las objeciones:
1. El ser es anterior al obrar con
anterioridad de naturaleza, pero no con anterioridad de tiempo, pues
en cuanto el agente logra su ser perfecto, comienza a obrar, a no ser
que haya algo que se lo impida. Como acontece con el fuego que, en
cuanto es producido, comienza a calentar e iluminar. No obstante, la
calefacción no queda terminada en un instante, sino al cabo de cierto
tiempo, mientras que la iluminación se produce en un instante. Y de
esta naturaleza es la operación del uso del libre albedrío, como queda
dicho (en la sol.).
2. En cuanto se termina el consejo
o la deliberación, puede realizarse la elección. Los que precisan la
deliberación del consejo, en el mismo límite de éste tienen por
primera vez la certeza de lo que han de elegir, y por eso eligen al
momento. Por lo que resulta manifiesto que la deliberación del consejo
no se exige antes de la elección más que por causa de la
incertidumbre. Ahora bien, así como Cristo en el primer instante de su
concepción tuvo la plenitud de gracia santificante, así también tuvo
la plenitud de la verdad conocida, según las palabras de Jn 1,14: Lleno de gracia y de verdad. De donde, como quien posee la certeza
de todas las cosas, fue capaz de elegir al instante.
3. Como antes se ha expuesto (q.11 a.2), el entendimiento de Cristo podía entender incluso sin conversión
a las imágenes sensibles. Por eso podía darse en él la operación de la
voluntad y del entendimiento sin la operación de los
sentidos.
Sin embargo, también pudo darse en él la operación de los sentidos en el primer instante de su concepción, sobre todo en lo que se refiere a la operación del sentido del tacto, con el que se siente la prole concebida en la madre incluso antes de tener el alma racional, como se dice en el libro De Gen. Anim.''. De donde, por haber tenido Cristo, desde el primer instante de su concepción, alma racional, formado ya y organizado su cuerpo, mucho más podía tener en el mismo instante la operación del sentido del tacto.
Artículo 3:
¿Pudo Cristo merecer en el primer instante de su concepción?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no pudo merecer en el primer
instante de su concepción.
1. Como se comporta el libre albedrío para merecer, así se comporta
para desmerecer. Ahora bien, el diablo no pudo pecar en el primer
instante de su creación, como se dijo en la Primera Parte (q.63 a.5). Luego tampoco el alma de Cristo pudo merecer en el primer
instante de su creación, que fue el primer instante de su
concepción.
2. Lo que el hombre tiene en el primer instante de su
concepción parece que le es natural, porque es el término de su
generación natural. Pero con lo natural no merecemos, como es claro
por lo dicho en la Segunda Parte (1-2 q.109 a.5; q.114 a.2).
Luego parece que el uso del libre albedrío, que Cristo tuvo en cuanto
hombre en el primer instante de su concepción, no fue
meritorio.
3. Lo que alguien ha merecido una vez, de algún modo lo
hace ya suyo, y así parece que no puede merecerlo de nuevo, puesto que
nadie merece lo que es suyo. Si, pues, Cristo mereció en el primer
instante de su concepción, sigúese que luego no mereció nada. Esto es
evidentemente falso. Luego Cristo no mereció en el primer instante de
su concepción.
Contra esto: está lo que dice Agustín, en Super Exod.: Cristo no pudo en modo alguno progresar en lo que se refiere a los merecimientos de su alma. Pero en caso de no haber merecido en el primer instante de su concepción, hubiera podido progresar en lo que atañe al mérito. Luego Cristo mereció en el primer instante de su concepción.
Respondo: Como arriba queda expuesto (a.1),
Cristo fue santificado por la gracia en el primer instante de su
concepción. Pero hay una doble santificación: la de
los adultos, que se santifican por sus propios actos, y la de los
niños, que no se santifican por un acto de fe propio, sino mediante la
fe de sus padres o de la Iglesia. Ahora bien, la primera es más
perfecta que la segunda, lo mismo que es más perfecto el acto que el
hábito, y lo que existe por sí mismo que lo que existe por
mediación de otro. Habiendo sido perfectísima la santificación de
Cristo, puesto que fue santificado para ser el santificador de los
otros, se sigue que él mismo se santificó por un movimiento de su
libre albedrío hacia Dios. Y tal movimiento de libre albedrío es
meritorio. De donde se deduce que Cristo mereció en el primer instante
de su concepción.
A las objeciones:
1. El libre albedrío no se
relaciona con el bien de la misma manera que con el mal, porque la
relación con el bien es absoluta y natural; mientras que la relación
con el mal proviene de un defecto y es contraria a la naturaleza.
Ahora bien, como dice el Filósofo en el libro II De
cáelo, lo que se opone a la naturaleza es
posterior a lo que es conforme a ella, pues lo que es opuesto a la
naturaleza viene a ser una especie de corte respecto de lo que es
conforme a la naturaleza. Y por este motivo el libre albedrío de
la criatura puede, en el primer instante de la creación, moverse hacia
el bien mereciendo, y no hacia el mal, pecando, con tal de que la
naturaleza sea íntegra.
2. Lo que el hombre tiene en el
principio de su creación según el curso ordinario de la naturaleza, le
es natural; pero nada impide que alguna criatura, en el principio de
su creación, obtenga de Dios algún beneficio de la gracia. Y de este
modo el alma de Cristo recibió, en el principio de su creación, la
gracia con que podía merecer. Por este motivo, esa gracia, en razón de
cierta semejanza, se dice que le fue natural, como es manifiesto por
Agustín en el Enchir..
3. Nada impide que una misma cosa
sea de uno por diversos motivos. Y, según esto, la gloria inmortal que
Cristo mereció en el primer instante de su concepción pudo merecerla
también por actos y padecimientos posteriores; no en el sentido de que
le fuese más debida, sino porque le era debida por varias
causas.
Artículo 4:
¿Fue Cristo comprehensor perfecto en el primer instante de su
concepción?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no fue comprehensor perfecto
en el primer instante de su concepción.
1. El mérito precede al premio, lo mismo que la culpa a la pena.
Ahora bien, Cristo mereció en el primer instante de su concepción,
como acaba de decirse (a.3). Por consiguiente, siendo el estado de
comprehensor el premio principal, parece que Cristo no fue
comprehensor en el primer instante de su concepción.
2. En Lc 24,26 dice el Señor: Fue preciso que Cristo
padeciese esto y entrase así en su gloria. Pero la gloria pertenece
al estado de comprehensor. Luego Cristo no tuvo el estado de
comprehensor en el primer instante de su concepción, cuando todavía no
había sufrido pasión alguna.
3. Lo que no conviene ni al hombre ni al ángel, parece que
es propio de Dios, y así no conviene a Cristo en cuanto hombre. Ahora
bien, el ser siempre bienaventurado no conviene ni al hombre ni al
ángel, pues, si hubieran sido creados bienaventurados, no hubieran
pecado después. Luego Cristo, en cuanto hombre, no fue bienaventurado
en el primer instante de su concepción.
Contra esto: está lo que se lee en el Sal 64,5: Bienaventurado aquel
a quien elegiste y tomaste; lo que, según la Glosa, se refiere a la naturaleza humana de Cristo,
que fue asumida por el Verbo de Dios en unidad de persona. Pero
la naturaleza humana fue asumida por el Verbo de Dios en el primer
instante de su concepción. Luego Cristo, en cuanto hombre, fue
bienaventurado en el primer instante de su concepción, lo cual es ser
comprehensor.
Respondo: Como es claro por lo expuesto (a.3),
no fue conveniente que Cristo, en su concepción, recibiese sólo la
gracia habitual sin su acto, pues recibió la gracia sin medida,
como antes se ha demostrado (q.7 a.11). Pero la gracia del viador,
por estar desprovista de la gracia del comprehensor, es menor que la
de este último. De donde resulta evidente que Cristo
recibió, en el primer instante de su concepción, no sólo una gracia
tan grande como la que tienen los comprehensores, sino también mayor
que todos los comprehensores. Y como tal gracia no careció de su acto,
síguese que fue comprehensor en acto, viendo a Dios por esencia con
mayor claridad que todas las criaturas.
A las objeciones:
1. Como antes se expuso (q.19 a.3),
Cristo no mereció la gloria del alma por la que es llamado
comprehensor, sino la gloria del cuerpo, a la que llegó por medio de
su pasión.
2. Da resuelta por lo
anterior.
3. Cristo, por ser Dios y hombre,
tuvo también en su humanidad algo que las otras criaturas no tuvieron,
a saber: el ser bienaventurado desde el mismísimo principio.