Artículo 1:
¿Son materia de la lujuria únicamente los deseos y placeres
venéreos?
lat
Objeciones por las que el objeto de la lujuria no son únicamente los
deseos y placeres venéreos.
1. San Agustín dice, en las Confesiones, que la lujuria reclama para sí la saciedad y la abundancia. Pero
la saciedad pertenece al alimento y la abundancia a la riqueza. Luego
la lujuria no tiene como materia propia la concupiscencia y los
placeres venéreos.
2. Leemos en Prov 20,1: El vino es una cosa
lujuriosa. Pero el vino pertenece a los deleites de la comida y de
la bebida. Luego parece que éstos son la materia principal de la
lujuria.
3. Se dice que la lujuria es el apetito de
voluptuosidad carnal. Pero dicha voluptuosidad existe no sólo en
el placer venéreo, sino también en otras muchas materias. Luego los
deseos y placeres venéreos no son el único objeto de la
lujuria.
Contra esto: está lo que se dice en De Vera Relig.: Se dice a los lujuriosos (Gál 6,8): El que siembra en
carne, de la carne cosechará corrupción. Ahora bien: se siembra en
carne por medio de los placeres venéreos. Luego éstos son el objeto de
la lujuria.
Respondo: Como afirma San Isidoro en su libro Etymol., lujurioso viene a significar entregado a los
placeres. Pero los placeres venéreos son lo que más degrada la
mente del hombre. Por eso se consideran los placeres venéreos como la
materia más apropiada de la lujuria.
A las objeciones:
1. Así como la templanza tiene
como objeto principal y propio los deleites del tacto y, como
consecuencia, y por cierta semejanza, algunas otras materias, así
también la lujuria tiene por materia principal los placeres venéreos,
que desatan el alma humana de una manera particular y, de modo
secundario, otras materias pertenecientes al exceso. Por eso la Glosa a Gál 5,19 dice que es lujuria todo
exceso.
2. Se considera que el vino es
lujurioso, bien de igual modo que se relaciona con la lujuria la
abundancia de cualquier materia o en cuanto que el uso superfluo del
vino supone un incentivo para el placer venéreo.
3. Aunque se diga que hay placer
libidinoso en otras materias, este nombre se reserva, de modo
especial, para los placeres venéreos, en los cuales esta palabra tiene
un sentido especial, como dice San Agustín en XIV De Civ.
Dei.
Artículo 2:
¿Puede darse algún acto venéreo sin pecado?
lat
Objeciones por las que parece que no puede darse ningún acto venéreo
sin pecado.
1. Sólo el pecado puede impedir la virtud. Ahora bien: todo acto
venéreo impide en gran manera la virtud, ya que dice San Agustín en I Soliloq.: Creo que nada ablanda el ánimo
varonil tanto como las caricias femeninas y las
intimidades matrimoniales. Luego parece que ningún acto venéreo
puede darse sin pecado.
2. Siempre que se encuentra algo superfluo que nos aparta
del bien de la razón, es vicioso, ya que la virtud se corrompe por exceso o por defecto, como se dice en II Ethic.. Pero en todo acto venéreo hay un exceso de
deleite, que absorbe la razón en tanto en cuanto es imposible
reflexionar sobre nada en ese momento, como dice el Filósofo en
VII Ethic.. Y como afirma San
Jerónimo, en dicho acto el espíritu de profecía no
afectaba al corazón de los profetas. Por consiguiente, ningún acto
venéreo puede darse sin pecado.
3. La causa es más importante que el efecto. Pero el
pecado original en los niños procede de la concupiscencia, sin la cual
no puede darse el acto venéreo, como demuestra San Agustín en su libro De Nuptiis et Concup.. Luego ningún acto
venéreo puede realizarse sin pecado.
Contra esto: Está lo que dice San Agustín en De Bono
Coniug.: Ya se les ha respondido
suficientemente a los herejes, si quieren aceptarlo, que no hay pecado
en lo que no es contrario a la naturaleza, ni al uso, ni al
precepto. Y se trata del acto venéreo, que los antiguos patriarcas
practicaban con varias esposas. Luego no todo acto venéreo es
pecado.
Respondo: Es pecado, dentro de los actos
humanos, aquello que se opone al orden de la razón, el cual hace que
cada cosa se oriente convenientemente a su fin. Por tanto, no se
comete pecado cuando el hombre hace uso de algunas cosas conforme al
fin al que están destinadas, de un modo conveniente, siempre que tal
fin sea realmente bueno. Ahora bien: así como conviene que se conserve
la naturaleza corpórea del individuo, también es un bien excelente el
que se conserve la naturaleza de la especie humana. Y del mismo modo
que, para conservar la vida del individuo, está el uso de los
alimentos, así para la conservación de todo el género humano está el
uso del placer venéreo. Por eso dice San Agustín en De Bono
Coniug.: Lo que es el alimento para la
conservación del hombre es el concúbito para la conservación de la
especie. Por consiguiente, al igual que el uso de los alimentos
puede hacerse sin pecado si se realiza conforme al modo y orden
debido, porque se ordena a la conservación del cuerpo, así también el
uso del placer venéreo puede darse sin pecado si se realiza conforme a
un modo y orden debidos, en cuanto que es conveniente para la
conservación del género humano.
A las objeciones:
1. Una cosa puede impedir la
virtud de dos modos. En primer lugar, en cuanto al estado común de
virtud, en cuyo caso el único obstáculo para la virtud es el pecado.
En segundo lugar, en cuanto al estado perfecto de virtud, y en ese
caso la virtud puede ser impedida por algo que no es pecado, pero que
es menos bueno. Entonces, el uso de la mujer aparta al ánimo no de la
virtud, sino de la cima, es decir, de la perfección de la
virtud. De ahí que diga San Agustín en De Bono
Coniug.: Así como era bueno lo que hacía Marta
ocupada en servir a los santos, pero era mejor lo que hacía María,
escuchando la palabra de Dios, así también alabamos lo bueno de Susana
en su castidad conyugal, pero preferimos el bien de la viuda Ana, y
más aún el de la Virgen María.
2. Como señalamos antes (
q.152 a.2 ad 2;
1-2 q.64 a.2), no se mide el justo medio de la virtud por la
cantidad, sino en cuanto que se acomoda a la recta razón. Por ello, la
abundancia de deleite que se siente en el acto venéreo ordenado por la
recta razón no se opone al justo medio de la virtud. Además, no es
propio de la virtud considerar cuánto deleite experimentan los
sentidos externos, lo cual se logra por la disposición del cuerpo,
sino en qué medida es sensible al placer el apetito interior. Y ni
siquiera el hecho de que la razón no puede producir un acto propio
para considerar las cosas espirituales a la vez que el placer,
significa que ese acto sea contrario a la virtud,
puesto que no es contrario a ella el que el acto de
razón se mezcle a veces con otra cosa que se hace conforme a ésta. De
lo contrario, no sería conforme a la razón el entregarse al
sueño.
Sin embargo, el que la concupiscencia y el placer de lo venéreo no se
sujeten al imperio y moderación de la razón procede de la pena del
primer pecado, en cuanto que la razón rebelde a Dios mereció que la
carne se rebelara contra ella, como nos dice San Agustín en XIII De Civ. Dei.
3. Como afirma San Agustín en el
mismo lugar, de la concupiscencia de la carne,
hija del pecado, pero que no se imputa como pecado a los regenerados,
nace el niño sujeto al pecado original. De lo cual no se deduce
que aquel acto sea pecado, sino que en el acto primero hay algo de
pena, fruto del primer pecado.
Artículo 3:
¿Puede ser pecado la lujuria que trata de los actos
venéreos?
lat
Objeciones por las que parece que la lujuria que trata de actos
venéreos no puede ser pecado.
1. Mediante los actos venéreos se emite semen, que es lo que
sobra del alimento, como afirma el Filósofo en su libro De
Generat. Animal.. Pero cuando hay emisión de otras
sustancias superfluas no se considera que haya pecado. Luego tampoco
puede haber pecado en los actos venéreos.
2. Todos pueden hacer uso de lo que les pertenece, mientras
lo hagan lícitamente. Pero en el acto venéreo el hombre no hace uso
sino de lo que es suyo, si exceptuamos el adulterio y el rapto. Por
consiguiente, en el uso del placer venéreo no puede haber pecado, y
tampoco la lujuria puede ser pecado.
3. A todo pecado se opone un vicio. Pero no parece que
haya vicio alguno opuesto a la lujuria. Luego ésta no es
pecado.
Contra esto: está el hecho de que la causa es más importante que el
efecto. Ahora bien: el vino se prohibe por razón de la lujuria, como
dice el Apóstol en Ef 5,18:
Y no os embriaguéis de vino, en el
cual está la lujuria. Luego también está prohibida la
lujuria.
Además, en Gál 5,19, se cita la lujuria entre las obras de la
carne.
Respondo: Cuanto más necesaria es una cosa,
tanto más necesario es guardar en ella el orden de la razón y, por
consiguiente, más pecado habrá en la transgresión de dicho orden en
ella. Ahora bien, el acto venéreo, como dijimos antes (
a.2), es muy
necesario para el bien común, que consiste en la conservación del
género humano. Por eso debe guardarse de manera especial, en esta
materia, el orden de la razón y, consiguientemente, si se hace algo en
contra de lo que la razón ordena, será vicioso. Pero es propio de la
lujuria el incumplir el orden y moderación que la razón exige en los
actos venéreos. Por tanto, la lujuria es ciertamente
pecado.
A las objeciones:
1. Como afirma el Filósofo en la
misma obra, el semen es algo superfluo, pero
necesario. Es superfluo por ser un residuo de la operación
nutritiva, pero es necesario para la facultad generativa. Ahora bien:
existen en el cuerpo otros productos superfluos y no necesarios, y por
ello no importa cómo se emitan mientras se observen las reglas de la
decencia de la vida en común. Pero no podemos decir lo
mismo de la emisión de semen, la cual debe adecuarse
al fin que lo hace necesario.
2. Como dice el Apóstol en 1 Cor
6,20, hablando de la lujuria, fuisteis comprados a gran precio;
por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo. Por ello, el que
hace un uso desordenado de su cuerpo mediante la lujuria, ofende al
Señor, que es el principal dueño de nuestro cuerpo. De ahí que San
Agustín diga en De Decem Chordis: El
Señor, que gobierna a sus siervos mirando el bien de ellos y no el
suyo propio, mandó que no se destruya, mediante los placeres ilícitos,
el templo suyo que has empezado a ser.
3. El vicio opuesto a la lujuria
no es frecuente, porque los hombres son más bien propensos a la
lujuria misma. Sin embargo, existe ese vicio y es la insensibilidad, que se da cuando se odia tanto el unirse a una
mujer que se niega el débito a la mujer propia.
Artículo 4:
¿Es la lujuria un vicio capital?
lat
Objeciones por las que parece que la lujuria no es un vicio
capital.
1. Parece que la lujuria es equivalente a la inmundicia,
según la Glosa a Ef 5,3. Ahora bien: la
inmundicia es hija de la gula, tal como dice San Gregorio en XXXI Moral.. Luego la lujuria no es un vicio
capital.
2. Dice San Isidoro, en su obra De Summa
Bono, que, así como mediante la soberbia de la
mente se llega a la prostitución del placer, así mediante la humildad
de la mente se salva la castidad de la carne. Ahora bien: parece
contrario a la esencia de vicio capital el que tenga su origen en otro
vicio. Luego la lujuria no es un vicio capital.
3. La lujuria es efecto de la desesperación, según se nos
dice en Ef 4,19:
Desesperados, se entregaron a la lascivia.
Pero la desesperación no es un vicio capital, sino que se considera
hija de la ansiedad, como ya dijimos (
q.35 a.4 ad 2). Luego con mucho
menor razón será vicio capital la lujuria.
Contra esto: está el hecho de que San Gregorio, en XXXI Moral., enumera a la lujuria entre los vicios
capitales.
Respondo: Como queda claro por lo ya dicho
(
q.148 a.5;
1-2 q.84 a.3 y
4), un vicio capital es el que se ordena a
un fin muy apetecible, de tal modo que, al apetecerlo, el hombre llega
a cometer muchos pecados, todos los cuales se dice que proceden de
aquel vicio como de un vicio principal. Pero el fin de la lujuria es
el deleite venéreo, que es el más fuerte. Por ello, tal deleite es
sumamente apetecible por parte del apetito sensitivo, ya debido a la
vehemencia del deleite, ya por lo connatural que es esta
concupiscencia. Queda claro, pues, que la lujuria es un vicio
capital.
A las objeciones:
1. La inmundicia, para
algunos, es hija de la gula y, por tanto, una
inmundicia corporal, como dijimos antes (
q.148 a.6). En este sentido,
la objeción no es válida. Pero si se entiende por tal la inmundicia de
la lujuria, hemos de decir que es efecto de la gula materialmente, en
cuanto que la gula proporciona a la lujuria la materia corpórea, no
como causa final, bajo cuyo aspecto consideramos que otros vicios
tienen su origen en los vicios capitales.
2. Según ya vimos (
q.122 a.4 ad 1) al hablar de la vanagloria, se considera a la soberbia como madre
común de todos los pecados. Bajo este aspecto, también los vicios
capitales tienen su origen en la soberbia.
3. Algunos se abstienen de los
deleites de la lujuria principalmente por la esperanza de la gloria
futura, a la cual hace desaparecer la desesperación. Por eso es causa
de la lujuria, al suprimir el motivo que impide el bien obrar, no como
causa esencial, lo cual parece que se requiere para constituir un
vicio capital.
Artículo 5:
¿Están bien clasificadas las hijas de la lujuria?
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Objeciones por las que parece que no están bien señaladas las hijas
de la lujuria: ceguera mental, inconsideración, inconsistencia,
precipitación, egoísmo, odio a Dios, amor a la vida presente y horror
o desesperación de la vida futura.
1. La ceguera mental, la inconsideración y la precipitación
pertenecen a la imprudencia, la cual se halla presente en todo pecado,
así como la prudencia se halla en toda virtud. Luego no deben
considerarse hijas de la lujuria.
2. La constancia se considera parte de la fortaleza, como
vimos antes (
q.128 a.1 ad 6;
q.137 a.3). Ahora bien: la lujuria no
se opone a la fortaleza, sino a la templanza. Luego la inconstancia no
es hija de la lujuria.
3. El amor de sí mismo hasta llegar a despreciar a
Dios es el principio de todo pecado, como dice San Agustín en XIV De Civ. Dei. Por tanto, el egoísmo no debe
considerarse una hija de la lujuria.
4. San Isidoro señala cuatro hijas de la
lujuria, a saber: palabras deshonestas, necias, lascivas y tontas. Por consiguiente, la enumeración anterior parece
inapropiada.
Contra esto: está la autoridad de San Gregorio en XXXI Moral..
Respondo: Cuando las potencias inferiores se
muestran especialmente sensibles al placer, es natural que las
potencias superiores se vean impedidas y desordenadas en sus actos.
Ahora bien: el vicio de la lujuria hace que el apetito inferior, el
concupiscible, se ordene de un modo vehemente a su objeto propio, lo
deleitable, debido a la impetuosidad del deleite. De ello se sigue,
lógicamente, que las potencias superiores, entendimiento y voluntad,
se sientan altamente desordenadas por la lujuria.
En la vida moral intervienen cuatro actos de la razón. En primer
lugar, la simple inteligencia, que percibe la bondad del fin. Este
acto se ve impedido por la lujuria, conforme a lo que leemos en Dan
13,56: La hermosura te engañó y la concupiscencia pervirtió tu
corazón. Esto lo realiza la ceguera mental. El segundo acto es la
deliberación sobre los medios que han de elegirse, y también se ve
impedido por la concupiscencia de la lujuria. Por eso dice Terencio,
en Eunuco, hablando de un amor licencioso:
lo que no admite deliberación ni medida, no se puede regular por la
deliberación. Para ello ponemos la precipitación, que es privación
del consejo debido, como ya dijimos antes (q.53 a.3). El tercer acto
es el juicio sobre lo que ha de hacerse. También este acto tercero se
ve impedido por la lujuria, pues leemos en Dan 13,9 sobre los ancianos
lujuriosos: Pervirtieron su sentido y no se acordaron de los
juicios justos. Esta función la desempeña la inconsideración. El
cuarto es el imperio de la razón. También lo impide la lujuria, al
obstaculizar la ejecución del decreto de la mente. Por eso dice
Terencio, en su Eunuco, refiriéndose a uno que
aseguraba que dejaría a una amiga: Una falsa lágrima borrará esas
palabras.
Por parte de la voluntad encontramos un doble acto desordenado. El
primero es el deseo del fin. Bajo este aspecto tenemos el egoísmo, que
busca el deleite de un modo desordenado y, como vicio contrapuesto, el
odio a Dios, quien prohibe el deleite deseado. Existe también el deseo
de los medios, que se ve impedido por el amor a la vida presente, en
la cual el hombre quiere disfrutar del placer, y como vicio
contrapuesto, la desesperación de la vida futura, en cuanto que, al
detenernos excesivamente en los placeres carnales, no nos preocupamos
de los espirituales, que nos disgustan.
A las objeciones:
1. Como dice el Filósofo en VI Ethic., la intemperancia corrompe en grado sumo a
la prudencia. Por eso los vicios opuestos a la prudencia tienen su
origen preferentemente en la lujuria, que es la principal especie de
intemperancia.
2. La constancia en cosas arduas
y terribles se considera como parte de la fortaleza. Pero la
constancia en abstenerse de los placeres se considera parte de la
templanza, como dijimos antes (
q.143). Por eso se considera como hija
de la lujuria a la inconstancia, que es opuesta a ella.
Sin embargo, también la primera clase de inconstancia es efecto de la
lujuria, en cuanto que relaja y afemina el corazón del hombre, según
leemos en Os 4,11: La fornicación, el vino y la embriaguez quitan
el corazón. Y Vegecio dice en De Re Militari: Menos teme la muerte quien menos deleite conoció en vida. Y no es necesario, como ya dijimos muchas veces (q.36 a.4 ad 1; q.118 a.8 ad 1), que las hijas de un vicio capital se ocupen de la misma materia que él.
3. El egoísmo es principio común
de pecados por razón de todos los bienes que desea. Pero se considera
hija de la lujuria en cuanto al deseo específico del placer
carnal.
4. Los vicios enumerados por San
Isidoro son actos externos desordenados que se refieren, sobre todo, a
la comunicación externa. En cuanto a ésta, puede darse un desorden por
cuatro conceptos. En primer lugar, por razón de la materia del
discurso, en cuyo caso tenemos las conversaciones torpes. En
efecto, puesto que de la abundancia del corazón habla la boca,
como leemos en Mt 12,34, el lujurioso, cuyo corazón está lleno de
torpes deseos, fácilmente pronuncia palabras obscenas. En segundo
lugar, por parte de la causa. Dado que la lujuria produce
inconsideración y precipitación, es lógico que obligue a pronunciar
palabras poco pensadas, que llamamos tontas. En tercer lugar,
por razón del fin, ya que el lujurioso, al buscar el deleite, ordena
hacia él sus palabras, y así pronuncia palabras jocosas. En
cuarto lugar, en cuanto al sentido de las palabras, que la lujuria
pervierte por la ceguedad mental que produce. De ahí que fácilmente se
incline a pronunciar necedades, dado que con sus palabras
prefiere los deleites que apetece a cualquiera otra
cosa.