Artículo 1:
¿Es correcto asignar partes a la templanza?
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Objeciones por las que parece que Tulio, en su Rhetorica, no está acertado al asignar a la
templanza partes, las cuales, según él, son: la continencia,
la clemencia y la modestia.
1. La continencia se distingue de la virtud, según leemos en
VII Ethic. Pero la templanza es una virtud.
Por tanto, la continencia no es parte de la templanza.
2. Parece que la clemencia mitiga el odio o la ira. La
templanza, en cambio, no se ocupa de ellos, sino de los placeres del
tacto, según dijimos antes (
q.141 a.4). Luego la clemencia no es parte
de la templanza.
3. La modestia tiene por objeto los actos externos. De ahí
que el Apóstol diga en Flp 4,5:
Que vuestra modestia sea
manifiesta a todos los hombres. Ahora bien: los actos externos son
objeto de la justicia, según vimos antes (
q.58 a.8). Luego la modestia
es, más que parte de la templanza, de la justicia.
4. Macrobio, en Super Somnium Scipionis, asigna a la templanza muchas más partes, puesto que dice que siguen a la templanza la modestia, la vergüenza, la abstinencia, la castidad, la honestidad, la moderación, la parsimonia, la sobriedad y el pudor. Y también Andrónico dice que acompañan a la templanza la austeridad, la continencia, la humildad, la sencillez la distinción, el buen orden y la suficiencia. Por consiguiente, parece que Tulio no enumeró todas las partes de la templanza.
Respondo: Como ya se dijo antes (
q.48 y
128),
una virtud cardinal puede tener tres clases de partes: integrales,
subjetivas y potenciales. Llamamos partes integrales de una virtud a
las condiciones que ésta debe reunir. En cuanto a esto, son dos las
partes integrales de la templanza: la vergüenza, que nos hace rehuir
la torpeza contraria a la templanza, y la honestidad, que nos hace
amar la belleza de la templanza. En efecto, tal como quedó demostrado
arriba (
q.141 a.2 ad 3;
a.8 ad 1;
q.142 a.4), la templanza reclama
para sí cierto brillo, mientras que los vicios propios de la
intemperancia presentan un altísimo grado de torpeza.
Las partes subjetivas de una virtud son sus especies. Pero conviene
distinguir las especies de una virtud según la diversidad de su
materia u objeto. La templanza se ocupa de los placeres del tacto, los
cuales se dividen en dos clases. Unos, en efecto, se refieren al
alimento, y dentro de ellos la abstinencia tiene por objeto la
comida y la sobriedad la bebida. Otros se refieren a la
facultad generativa, y dentro de ellos la castidad tiene por
objeto principal el placer del coito mismo, mientras que el pudor se ocupa de los placeres concomitantes, tales como los
besos, tocamientos y abrazos.
Llamamos partes potenciales de una virtud a las virtudes secundarias,
las cuales ejercen, en materias de una menor dificultad, un papel
moderador semejante al que desempeña la virtud principal en una
materia principal. En nuestro caso, corresponde a la templanza moderar
los placeres del tacto, lo cual es enormemente difícil. De ahí que
toda virtud que modere alguna materia y refrene los deseos de
cualquier objeto pueda considerarse parte de la templanza como virtud
asociada a ella.
Esto puede darse de un triple modo. En primer lugar, en los
movimientos y actos internos del alma. En segundo lugar, en los
movimientos y actos externos de la misma. Finalmente, en las cosas
externas. Pero, además del movimiento de concupiscencia, moderado y
refrenado por la templanza, hay en el alma tres clases de movimientos
que tienden a un objeto. En primer lugar está el movimiento de la
voluntad, movida por el ímpetu de la pasión. Este movimiento lo
refrena la continencia, gracias a la cual, aunque el hombre
sufra deseos inmoderados, la voluntad no resulta vencida. Otro
movimiento interior que tiende a un objeto es el movimiento de
esperanza y el de audacia, que la acompaña. Este movimiento es
moderado por la humildad. Y el tercer movimiento es el de la
ira, que busca venganza. Dicho movimiento es frenado por la mansedumbre o por la clemencia.
Los movimientos y actos corpóreos son moderados y frenados por la modestia. Andrónico divide a esta virtud en tres partes. Pertenece
a la primera el decidir qué debe hacerse y qué debe omitirse, qué debe
llevarse a cabo y en qué orden, y perseverar firmemente en ello. Es lo
que él llama recto orden. Un segundo aspecto que debe cuidarse
es el que el hombre observe la decencia, y de ello se encarga el
ornato. Y en tercer lugar están las relaciones con los amigos y con
los demás hombres: de éstas se ocupa la austeridad.
En cuanto a las cosas externas, hay que guardar una doble moderación.
En primer lugar, ha de procurarse que no se apetezca lo superfluo, lo
cual es atribuido por Macrobio a la parquedad y Andrónico a
la suficiencia; segundo, para no desear manjares demasiado
exquisitos, función que Macrobio señala a la moderación y
Andrónico a la simplicidad.
A las objeciones:
1. La continencia se distingue
efectivamente de la virtud como lo imperfecto de lo perfecto, como
veremos (
q.155 a.1), y de este modo se diferencia de la virtud. Pero
coincide con la templanza tanto en la materia, los deleites del tacto,
como en el modo, refrenando. Por tanto, es correcto considerarla como
parte de la templanza.
2. La clemencia y la mansedumbre
no se consideran partes de la templanza porque coincidan en la
materia, sino porque lo hacen en el modo de refrenar y moderar, como
se dijo (In corp.).
3. Acerca de los actos exteriores,
la justicia considera lo que se debe a los demás. La modestia, en
cambio, sólo contempla una cierta moderación y, por tanto, no es parte
de la justicia, sino de la templanza.
4. Tulio incluye dentro de la
modestia todo lo que se refiere a la moderación de los movimientos
corporales y de las cosas exteriores, incluso la moderación de la
esperanza, que dijimos (In corp.) pertenecía a la
humildad.