Artículo 1:
¿La avaricia es pecado?
lat
Objeciones por las que parece que la avaricia no es
pecado.
1. La avaricia es algo así como «avidez de metal»,
porque consiste en el ansia del dinero, en el que están representados
todos los bienes exteriores. Pero el apetecer los bienes exteriores no
es pecado, pues se desean naturalmente, ya que por su naturaleza están
sometidos al hombre o porque mediante ellos se sustenta su vida; de
ahí que se los llame «sustancia» del hombre. Por tanto, la avaricia no
es pecado.
2. Todo pecado es contra Dios, o contra el prójimo, o contra
uno mismo, como hemos explicado (
1-2 q.72 a.4). Pero la avaricia no es
propiamente un pecado contra Dios, pues no se opone ni a la religión
ni a las virtudes teologales, por las que el hombre se ordena a Dios.
Tampoco es pecado contra uno mismo, lo cual pertenece, hablando con
propiedad, a la gula y a la lujuria, de la que dice el Apóstol en 1
Cor 6,18 que
quien fornica peca contra su propio cuerpo.
Igualmente tampoco parece ser un pecado contra el prójimo, porque a
nadie se hace injusticia reteniendo lo que es propio. Por tanto, la
avaricia no es pecado.
3. Lo que sucede naturalmente no es pecado. Pero la
avaricia acompaña naturalmente a la vejez y a cualquier deficiencia,
como dice el Filósofo en IV Ethic.. Por tanto,
la avaricia no es pecado.
Contra esto: está lo que leemos en Heb, últ, 5: Sea vuestra vida
exenta de avaricia, contentándoos con lo que tengáis.
Respondo: El bien consiste siempre en la
medida justa; de ahí que el mal surge necesariamente por exceso o por
defecto de tal medida. Pero en todo lo que dice orden a un fin, el
bien radica en una cierta medida, pues los medios deben estar
adaptados al fin, como la medicina con respecto a la salud, según
consta por el Filósofo en I
Polit.. Ahora bien:
los bienes exteriores son medios útiles para el fin, como hemos visto
(
q.117 a.3;
1-2 q.2 a.1). Por tanto, se requiere que el bien del
hombre en estos bienes exteriores guarde una cierta medida, es decir,
que el hombre busque las riquezas exteriores manteniendo cierta
proporción, en cuanto son necesarios para la vida según su condición.
Y, por consiguiente, el pecado se da en el exceso de esta medida,
cuando se quieren adquirir y retener las riquezas sobrepasando la
debida moderación. Esto es lo propio de la avaricia, que se
define como
el deseo desmedido de
poseer. Por tanto, es claro que la avaricia es
pecado.
A las objeciones:
1. El deseo de las cosas
exteriores es natural al hombre como los medios para conseguir un fin.
Por eso, mientras se mantenga dentro de los límites impuestos por el
fin, este deseo no será pecaminoso. Pero la avaricia traspasa esta
regla y, por tanto, es pecado.
2. La avaricia puede implicar
inmoderación en los bienes exteriores de dos modos. Uno, inmediato,
referido a la adquisición y retención de los mismos, y se da cuando
uno los adquiere y retiene más de lo debido. En este aspecto, la
avaricia es pecado directamente contra el prójimo, porque uno no puede
nadar en la abundancia de riquezas exteriores sin que otro pase
necesidad, pues los bienes temporales no pueden ser poseídos a la vez
por muchos. En un segundo modo, la avaricia puede importar
inmoderación en el afecto interior que se tiene a las riquezas; por
ejemplo, si se las ama o desea gozar de ellas desmedidamente. Entonces
la avaricia es pecado contra uno mismo, por lo que implica de
desorden, no del cuerpo, como en los pecados carnales, sino de los
afectos. Como consecuencia lógica, es pecado contra Dios, como todos
los pecados mortales, en cuanto se desprecia el bien eterno por un
bien temporal.
3. Las inclinaciones naturales
han de ser regidas por la razón, que tiene la supremacía en la
naturaleza humana. Por tanto, aunque los ancianos, por el defecto de
su naturaleza, busquen con más ansiedad la ayuda de los bienes
externos —como todo necesitado busca suplir su indigencia—, no están
por eso libres de pecado si exceden la justa medida de la razón acerca
de las riquezas.
Artículo 2:
¿La avaricia es un pecado especial?
lat
Objeciones por las que parece que la avaricia no es un pecado
especial.
1. Dice San Agustín en III De Lib. Arb.: La avaricia, que en griego se llama «filargiria», no ha de entenderse
únicamente como el deseo de la plata o del dinero, sino de cualquier
cosa que se desea inmoderadamente. Pero en todo pecado se da el
deseo inmoderado de algo: porque el pecado consiste en adherirse a un
bien caduco despreciando el bien imperecedero, según hemos visto (1-2 q.71 a.6 arg.3). Por tanto, la avaricia es pecado general.
2. Según San Isidoro, en su libro
Etymol., el avaro es como el «ávido de metal», es decir, del dinero; por eso en griego se llama «filargiria», o sea, «amor de la plata». Pero en el vocablo «plata», que es sinónimo de dinero, se significan los bienes exteriores, cuyo valor se mide en dinero, conforme a lo dicho (
q.117 a.2 ad 2). Por tanto, la avaricia consiste en el deseo de cualquier bien exterior. En consecuencia, parece ser pecado general.
3. Comentando el texto de Rom 7,7: Pues no conocía
la concupiscencia, etcétera, dice la Glosa: La ley buena es la que, al prohibir la concupiscencia, prohibe
todo mal. Pero parece que la ley prohibe especialmente la
concupiscencia de la avaricia, al decir Ex 20,17: No codiciarás
los bienes ajenos. Por tanto, la concupiscencia de la avaricia es
todo pecado. Y así la avaricia es un pecado general.
Contra esto: está el que en Rom 1,29 se cita a la avaricia entre otros
pecados especiales, cuando dice: Llenos de toda iniquidad, maldad,
fornicación, avaricia, etc.
Respondo: Los pecados se especifican por sus
objetos, como hemos visto (
1-2 q.72 a.1). Pero el objeto del pecado es
aquel bien al que tiende el apetito desordenado. Por tanto, donde haya
una razón especial de bien apetecido desordenadamente, allí tendrá que
darse una razón especial de pecado. Pero una cosa es la razón de bien
útil y otra distinta la del bien deleitable. Las riquezas tienen de
suyo razón de bien útil, pues se desean porque sirven para utilidad
del hombre. Por tanto, la avaricia es un pecado especial, porque es el
amor desordenado de tener riquezas, que designamos con el nombre de
«dinero», del cual proviene la palabra «avaricia» (arg.2).
Pero como el verbo «tener», en una primera acepción, parece que se
refería a las riquezas de las que somos totalmente dueños, y después
pasó a significar muchas otras cosas —así se dice que el hombre tiene
salud, mujer, vestido, etc., según se explica en Praedicamentis —, como consecuencia lógica también
el nombre de avaricia se amplió a todo apetito inmoderado de tener
cualquier cosa; es lo que enseña San Gregorio en una Homilía: la avaricia no se refiere sólo al
dinero, sino también a la ciencia y a la excelencia, siempre que se
ambicionen desmedidamente. Y en este sentido no sería pecado
especial. Este es el modo como habla San Agustín de la avaricia en el
texto citado.
A las objeciones:
1. Da solucionada con lo que
acabamos de exponer.
2. Todas las cosas exteriores que
se utilizan en la vida humana quedan comprendidas bajo el nombre de
«dinero», en cuanto que tienen razón de bien útil. Pero hay algunos
bienes exteriores que pueden conseguirse mediante dinero, como son los
placeres, honores y demás, los cuales son apetecibles por otra razón.
Por tanto, el deseo de ellos no se llama propiamente avaricia como
pecado especial.
3. La glosa citada habla de la
concupiscencia desordenada de cualquier cosa. En efecto, se puede
entender que por la prohibición de la codicia de los bienes poseídos
quede también prohibida la concupiscencia de cualquier otra cosa que
se consigue por esos bienes.
Artículo 3:
¿La avaricia se opone a la liberalidad?
lat
Objeciones por las que parece que la avaricia no se opone a la
liberalidad.
1. Sobre aquel texto de Mt 5,6: Bienaventurados los que tienen
hambre y sed de justicia, comenta el Crisóstomo que
existe una doble justicia: una «general» y otra «especial», a la que
se opone la avaricia. Y lo mismo enseña el Filósofo en V Ethic.. Por tanto, la avaricia no se opone a la
liberalidad.
2. El pecado de avaricia consiste en traspasar la medida en
los bienes poseídos. Pero esta medida la establece la justicia. Por
tanto, la avaricia se opone directamente a la justicia y no a la
liberalidad.
3. La liberalidad es una virtud intermedia entre dos
vicios contrarios, como nos consta por el Filósofo en el
II. y IV Ethic.. Pero la
avaricia no tiene ningún pecado contrario, como enseña el Filósofo en
V Ethic.. Por tanto, la avaricia no se opone a
la liberalidad.
Contra esto: está el que, como se dice en Ecl 5,9: El avaro no se ve
harto de dinero, y el que ama las riquezas no sacará de ellas provecho
alguno. Pero el no saciarse con el dinero y amarlo
desordenadamente es contrario a la liberalidad, que mantiene el justo
medio en el deseo de las riquezas. Por tanto, la
avaricia se opone a la liberalidad.
Respondo: La avaricia supone cierta
inmoderación con relación a las riquezas en un doble sentido. Primero,
inmediatamente respecto a su misma adquisición y conservación, o sea,
cuando se adquiere el dinero injustamente sustrayendo o reteniendo lo
ajeno. Entonces se opone a la justicia. En este sentido se entiende la
avaricia en Ez 22,27, cuando se dice:
Sus príncipes son como
lobos que despedazan la presa derramando sangre para dar pábulo a su
avaricia.
En un segundo sentido implica inmoderación de los afectos interiores
a las riquezas: por ejemplo, cuando se las ama o desea o se goza en
ellas excesivamente, aunque no se quiera sustraer lo ajeno. En este
aspecto, la avaricia se opone a la liberalidad, que modera tales
afectos, como hemos visto (q.117 a.2 ad 1; a.3.6). Así debe entenderse
la avaricia de que se habla en 2 Cor 9,5: Preparen de antemano la
prometida bendición, y con esta preparación resulte una obra de
liberalidad y no de avaricia, es decir, explica la Glosa, que no les pese haber dado, y que den en
abundancia.
A las objeciones:
1. El Crisóstomo y el Filósofo
hablan de la avaricia según el primer modo de entenderla. Pero a la
avaricia, en su segunda acepción, la llama
«iliberalidad».
2. La justicia establece una
medida en la adquisición y conservación de las riquezas desde el punto
de vista del débito legal; es decir, no tomar y retener lo ajeno. Pero
la liberalidad establece la medida racional en primer lugar en los
afectos interiores, y, como consecuencia, en la adquisición y
conservación y en el uso exterior de las riquezas en cuanto proceden
del afecto interior, pero sin considerar el débito legal, sino el
moral, que se mide según la regla de la razón.
3. La avaricia, en cuanto opuesta
a la justicia, no tiene vicio contrario, porque la avaricia consiste
en tener más de lo debido en justicia, y su contrario, el tener menos,
no tiene razón de culpa, sino de pena. Pero la avaricia, en cuanto
opuesta a la liberalidad, tiene un vicio opuesto, que es la
prodigalidad.
Artículo 4:
¿La avaricia es siempre pecado mortal?
lat
Objeciones por las que parece que la avaricia es siempre pecado
mortal.
1. Nadie merece la muerte si no es por el pecado mortal. Pero por la
avaricia los hombres merecen la muerte, porque, después de decir el
Apóstol en Rom 1,29: Llenos de toda injusticia, maldad,
fornicación, avaricia, etc., añade (v.32): Quienes hacen tales
cosas son dignos de muerte. Por tanto, la avaricia es pecado
mortal.
2. Lo mínimo en la avaricia es retener desordenadamente los
bienes propios. Pero también esto parece ser pecado mortal, pues dice
San Basilio: El pan que tú guardas pertenece al
hambriento, el traje que tú conservas pertenece al desnudo, el dinero
que tú amontonas pertenece al pobre. Por tanto, injurias a todos
aquellos a quienes deberías darlo. Pero injuriar a otro es pecado
mortal, porque va contra el amor al prójimo. Por tanto, con mayor
razón toda otra forma de avaricia es pecado mortal.
3. Nadie queda obcecado con ceguera espiritual sino por
el pecado mortal, que priva al alma de la luz de la gracia. Pero,
según el Crisóstomo, la tiniebla del alma es la
codicia del dinero. Por tanto, la avaricia, que es la codicia del
dinero, es pecado mortal.
Contra esto: está lo que a propósito del texto de 1 Cor 3,12: Si uno
edifica sobre este fundamento, etc., comenta la Glosa que edifica madera, heno o paja el que se
preocupa de las cosas de este mundo, de cómo agradarlo, lo cual es
propio del pecado de avaricia. Pero el que edifica madera, heno o paja
no peca mortal, sino venialmente, pues
de él dice a continuación (v.15) que se salvará, pero como quien
pasa sobre ascuas.
Respondo: Como hemos visto antes (
a.3), la
avaricia puede entenderse de dos modos: Uno, en cuanto se opone a la
justicia. Entonces es pecado mortal por su naturaleza: puesta esta
avaricia, respondería a tomar o retener injustamente los bienes
ajenos, lo cual es propio de la rapiña o del hurto, que son pecados
mortales según lo antedicho (
q.66 a.6). Sin embargo, en este género de
avaricia puede que se dé pecado venial por la imperfección del acto,
como hemos explicado al hablar del hurto (
q.66 a.6 ad 3).
Otro modo de entender la avaricia es en cuanto opuesta a la
liberalidad. En este caso implica amor desordenado de las riquezas. En
consecuencia, si el amor a las riquezas es tan intenso que uno no
tiene reparo por tal amor en obrar contra la caridad de Dios y del
prójimo, entonces la avaricia es pecado mortal. Pero si el desorden de
ese amor no llega a tanto, es decir, si el hombre, aunque ame
superfluamente las riquezas, no antepone este amor al amor de Dios, de
forma que por las riquezas obre contra Dios y el prójimo, entonces la
avaricia es pecado venial.
A las objeciones:
1. La avaricia se cita entre los
pecados mortales en el sentido en que es pecado grave.
2. San Basilio se está refiriendo
al caso en que uno esté obligado por débito legal a dar sus bienes a
los pobres, ya por la situación de necesidad, ya por la superfluidad
de los bienes.
3. La codicia de las riquezas
entenebrece el alma propiamente cuando excluye la luz de la caridad y
antepone el amor de las riquezas al amor de Dios.
Artículo 5:
¿La avaricia es el mayor de los pecados?
lat
Objeciones por las que parece que la avaricia es el mayor de los
pecados.
1. Se dice en Eclo 10,9: Nada hay más abominable que el
avaro, y a continuación (v.10) se añade: Nada más inicuo como
amar el dinero, porque el avaro es capaz de vender hasta su alma.
Y Tulio dice en I De Offic.: Nada hay tan
mezquino y bajo como amar el dinero. Pero esto es lo propio de la
avaricia. Por tanto, es el más grave de los pecados.
2. Un pecado es tanto más grave cuanto más se opone a la
caridad. Pero la avaricia es lo más opuesto a la caridad, pues dice
San Agustín en el libro Octoginta trium Quaest.
que el veneno contra la caridad es la avaricia. Por tanto, es
el más grave de los pecados.
3. A la máxima gravedad del pecado pertenece el que sea
incurable; de ahí que el pecado contra el Espíritu Santo, que es
gravísimo, se dice que es irremisible. Pero la avaricia es pecado
incurable, como dice el Filósofo en IV Ethic.: la vejez y la impotencia hacen a uno más avaro. Luego la
avaricia es el más grave de los pecados.
4. Dice el Apóstol en Ef 5,5 que la avaricia es el
culto a los ídolos. Pero la idolatría está comprendida entre los
pecados más graves. Luego también la avaricia.
Contra esto: está el que el adulterio es un pecado más grave que el
hurto, como tenemos en Prov 6,30ss. Pero el hurto es parte de la
avaricia. Por tanto, la avaricia no es el más grave de los
pecados.
Respondo: Todo pecado, por ser un mal, implica
una cierta corrupción o privación de un bien, y por ser voluntario,
supone el deseo de un bien. Por consiguiente, el orden de los pecados
puede considerarse de dos modos. Uno, por parte del bien que se
desprecia o corrompe por el pecado, el cual será tanto más grave
cuanto mayor sea el bien despreciado o corrompido. En esta
consideración, el pecado contra Dios es el más grave; después está el
pecado contra la persona humana; en tercer lugar, el pecado contra las
cosas exteriores destinadas al servicio del hombre, entre los cuales
se encuentra la avaricia. Otro modo de establecer la gravedad de
los pecados es por parte del bien al que se somete
desordenadamente la voluntad: entonces cuanto menor sea ese bien tanto
más vergonzoso es el pecado; porque es menos noble supeditarse a un
bien inferior que a otro superior. Pero el bien de las cosas
exteriores es el último entre los bienes humanos: pues es menor que el
bien corporal, que a su vez es menor que el del alma, por encima del
cual está el bien divino. En este sentido, el pecado de avaricia, por
el que la voluntad se somete incluso a las cosas exteriores, contiene
en cierto modo una mayor fealdad.
Sin embargo, como la corrupción o privación del bien es lo formal en
el pecado, y lo material es la conversión al bien conmutable, hay que juzgar la gravedad de los pecados por parte del bien que se corrompe más que por parte del bien del cual se hace esclava la voluntad. Por tanto, hay que decir que la avaricia no es en sí, sin más, el mayor de los pecados.
A las objeciones:
1. Los argumentos de autoridad que
se citan se refieren a la avaricia por parte del bien al que se somete
la voluntad. De ahí que el mismo Eclesiástico (10,10) nos da la razón:
porque el avaro es capaz de vender su alma, es decir, su vida,
porque la expone a peligros por el dinero. Por eso añade: Porque
en su vida tiró, o sea, despreció los más íntimos sentimientos por
ganar dinero. Tulio abunda también en esto al decir que es propio de un corazón mezquino el estar supeditado al
dinero.
2. San Agustín entiende allí la
codicia de cualquier bien temporal en sentido amplio, no con el
significado propio y específico de avaricia. Efectivamente, la
concupiscencia de cualquier bien temporal es veneno para la caridad,
en cuanto que el hombre desprecia el bien divino para adherirse a un
bien temporal.
3. El pecado contra el Espíritu
Santo y el pecado de avaricia son incurables, pero de forma distinta.
El primero lo es porque se desprecia, bien la misericordia o la
justicia divinas, bien cualquier otra virtud sanativa del pecado del
hombre. Por tanto, tal insanabilidad indica mayor gravedad en el
pecado. Pero la avaricia es incurable por parte
del defecto humano, al que inclina siempre la naturaleza humana:
porque cuanto más deficiente es uno, tanto más necesita de la ayuda de
las cosas exteriores, y por eso más fácilmente incurre en la avaricia.
Pero esta insanabilidad no es índice de que el pecado sea más grave,
sino si acaso, en cierto modo, más peligroso.
4. La avaricia se compara a la
idolatría por cierta semejanza que tiene con ella: porque el idólatra
se hace siervo de una criatura exterior, lo mismo que el avaro. Pero
no igualmente, ya que el idólatra se somete a una criatura exterior
para darle culto reservado a Dios; en cambio, el avaro se esclaviza de
la criatura deseándola inmoderadamente para uso suyo, no para
adorarla. Por tanto, no es lógico que la avaricia tenga tanta gravedad
como la idolatría.
Artículo 6:
¿La avaricia es un pecado espiritual?
lat
Objeciones por las que parece que la avaricia no es pecado
espiritual.
1. Los pecados espirituales parecen tener por objeto los bienes
espirituales. Pero la materia de la avaricia son los bienes corporales
o las riquezas exteriores. Por tanto, la avaricia no es pecado
espiritual.
2. El pecado espiritual se contrapone al carnal. Pero la
avaricia es, al parecer, un pecado carnal, pues acompaña a la deficiencia de la carne, como se ve en los ancianos, que caen en la avaricia por fallo de su naturaleza carnal. Por tanto, la avaricia no es pecado espiritual.
3. Por el pecado carnal se desordena el cuerpo del
hombre, según palabras del Apóstol en 1 Cor 6,18: El que fornica
peca contra su propio cuerpo. Pero la avaricia también daña al
cuerpo; de ahí que el Crisóstomo, comentando el pasaje
de Mc 5, compare al avaro con el endemoniado, cuyo cuerpo era
atormentado. Por tanto, la avaricia no es, según parece, pecado
espiritual.
Contra esto: está el que San Gregorio, en XXX Moral., enumera la avaricia entre los pecados espirituales.
Respondo: Los pecados consisten principalmente
en el afecto. Pero todos los afectos del alma, o pasiones, desembocan
en los placeres o en las tristezas, según nos consta por el Filósofo
en II Ethic.. Ahora bien: entre los placeres,
unos son carnales y otros espirituales. Placeres carnales se llaman a
los que se completan en la sensación de la carne, como los de la mesa
y los venéreos; los espirituales se consuman en la sola aprehensión de
la mente. Así, pues, se llaman pecados carnales los que se consuman en
los placeres carnales, y pecados espirituales los que se terminan en
los placeres espirituales, sin delectación carnal. A estos últimos
pertenece la avaricia: pues el avaro se deleita al considerarse dueño
de muchas riquezas. Y, por lo mismo, la avaricia es pecado
espiritual.
A las objeciones:
1. La avaricia, que tiene por
objeto lo corporal, no busca un placer corporal, sino sólo espiritual;
es decir, el placer de poseer riquezas. Y, por tanto, no es pecado
carnal. Sin embargo, por razón del objeto está
en un término medio entre los pecados puramente espirituales, que
buscan un placer espiritual en objetos espirituales —como la
soberbia, en el sentimiento de superioridad—, y los pecados puramente
carnales, que buscan el placer puramente corporal en un objeto
corporal.
2. El movimiento se especifica
por su término final y no por su punto de partida. Por eso se llama
pecado carnal al que tiende a un placer carnal, no porque provenga de
algún defecto de la carne.
3. El Crisóstomo compara al avaro
con el endemoniado no porque se vea atormentado en su carne como el
poseso, sino por contraposición porque el endemoniado, de quien se
habla en Mc 5,15, se despojaba de sus vestiduras en cambio, el avaro
se carga con riquezas superfluas.
Artículo 7:
¿La avaricia es pecado capital?
lat
Objeciones por las que parece que la avaricia no es pecado
capital.
1. La avaricia se opone a la liberalidad como a medio y a la
prodigalidad como a extremo. Pero ni la liberalidad es virtud
principal ni la prodigalidad pecado capital. Por tanto, tampoco la
avaricia debe incluirse entre los pecados capitales.
2. Como se ha dicho (
1-2 q.84 a.34), se llaman pecados
capitales a los que tienen fines principales, a los que se subordinan
los fines de otros pecados. Pero esto no ocurre con la avaricia,
porque las riquezas no tienen razón de fin, sino de medio, según se
dice en I
Ethic.. Por tanto, la avaricia no es
pecado capital.
3. San Gregorio dice en Moral. que la avaricia proviene unas veces del orgullo y otras del temor. En
efecto, unos, que creen que les va a faltar lo necesario, caen en la
avaricia, y otros, deseosos de acrecentar su poder, sienten encenderse
en ellos la codicia de los bienes ajenos. Por tanto, la avaricia
se deriva de otros vicios más que ser ella pecado capital de
otros.
Contra esto: está el que San Gregorio (XXXI Moral. ) cita la avaricia entre los pecados capitales.
Respondo: Como hemos visto (
1-2 q.84 a.3.4),
pecado capital se llama a aquel del cual se originan
otros por la razón de fin; porque siendo su fin más
apetecible, el hombre se presta a emplear toda clase de medios, buenos
o malos, con tal de conseguirlo. Pero el fin más
apetecible es la bienaventuranza o felicidad, que es el fin último de
la vida humana, según se ha expuesto anteriormente (
1-2 q.1 a.8 sedcontra). Por consiguiente, cuanto un objeto participa más de las
condiciones de la felicidad, tanto más apetecible es. Y una de las
condiciones de la felicidad es que sea suficiente en sí; de lo
contrario no aquietaría el apetito como fin último. Pero las riquezas
de suyo prometen esta suficiencia en grado máximo, como dice Boecio en
II
De Consol.. La razón es porque, según el
Filósofo, en V
Ethic.,
nos servimos del
dinero como de una garantía para conseguirlo todo. También en Ecl
10,19 se nos dice que
el dinero sirve para todo. Por tanto, la
avaricia, que consiste en el apetito del dinero, es pecado
capital.
A las objeciones:
1. La virtud se perfecciona según
el dictamen de la razón y el vicio según la inclinación del apetito
sensitivo. Pero la razón y el apetito sensitivo no tienen
principalmente la misma especificación. Por eso no es necesario que un
vicio principal se oponga a una virtud principal. De ahí que, aunque
la liberalidad no sea virtud principal, porque no tiene por objeto un
bien principal de la razón, la avaricia sí es pecado capital, porque
tiene por objeto el dinero, que tiene cierta principalidad entre los
bienes sensibles, por la razón ya dicha. La prodigalidad, por
su parte, no se ordena a un fin principalmente apetecible, sino que
más bien parece proceder de una cierta falta de razón. Es por lo que
dice el Filósofo en IV Ethic. que del pródigo
se dice que es vanidoso más que malo.
2. El dinero está subordinado a
otra cosa como a su fin; pero en cuanto es un medio útil para
conseguir todos los bienes sensibles, los contiene virtualmente a
todos. Y, por lo mismo, tiene cierta semejanza de felicidad, según lo
dicho.
3. Nada impide que un pecado
capital proceda en ocasiones de otros vicios, como se dijo en su lugar
(
q.36 a.4 ad 1), siempre que él sea la cabeza y fuente de
otros.
Artículo 8:
¿Es correcta la enumeración que se hace de las hijas de la
avaricia?
lat
Objeciones por las que parece que no son hijas de la avaricia las que
se enumeran, a saber: la traición, el fraude, la mentira, el
perjurio, la inquietud, la violencia y la dureza de
corazón.
1. La avaricia se opone a la liberalidad, según lo dicho (
a.1). Pero
la traición, el fraude, y la mentira se oponen a la prudencia; el
perjurio, a la religión; la inquietud, a la esperanza o a la caridad,
que descansa en el bien amado; la violencia, a la justicia; la dureza
de corazón, a la misericordia. Por tanto, tales pecados no pertenecen
a la avaricia.
2. La traición, el fraude, el dolo y la mentira parece que
persiguen lo mismo: engañar al prójimo. Luego no deben incluirse entre
las hijas de la avaricia.
3. San Isidoro enumera nueve hijas, que
son: la mentira, el fraude, el hurto, el perjurio, el apetito de
ganancias sucias, los falsos testimonios, la violencia, la crueldad y
la rapacidad. Luego la primera relación no es correcta.
4. El Filósofo, en V Ethic., cita
muchos géneros de vicios pertenecientes a la avaricia, a la que
designa con el nombre de «iliberalidad», a saber: los parcos, los
obstinados, los tacaños, los que se dedican a obras serviles, los
rufianes, los usureros, los jugadores, los que violan las
tumbas y los ladrones. Por tanto, es incompleta la
enumeración antedicha.
5. Los tiranos infieren máxima violencia a los súbditos.
Pero el Filósofo dice a continuación del texto citado
que a los tiranos que saquean las ciudades y despojan los templos
no los llamamos iliberales, o sea, avaros. Por tanto, la violencia
no debe ponerse entre las hijas de la avaricia.
Contra esto: está el que San Gregorio (XXXI Moral. ) asigna como hijas de la avaricia las citadas en la primera enumeración (obj.1).
Respondo: Se llaman hijas de la avaricia
aquellos vicios que se derivan de ella, y en especial en cuanto
intentan el mismo fin. Pero como la avaricia es el amor excesivo de
poseer riquezas, peca por dos capítulos: Primero, reteniendo las
riquezas. Y así, de la avaricia surge la dureza de corazón, que no se
ablanda con la misericordia ni ayuda con sus riquezas a los pobres.
Segundo, la avaricia peca por exceso en la adquisición de las
riquezas. Y en este aspecto puede considerarse la avaricia de dos
modos: Uno, según el afecto interior. Y así la avaricia causa la
inquietud, en cuanto engendra la excesiva solicitud y preocupaciones
vanas, pues el avaro no se ve harto del dinero, como leemos en
Ecl 5,9. Otro modo de considerar la avaricia es atendiendo al efecto
exterior. Y así el avaro, en la adquisición de las riquezas, se sirve
unas veces de la violencia y otras del engaño. Si este engaño lo hace
con palabras, tenemos la mentira si se usan palabras sin más, y si lo
apoya con un juramento, tenemos el perjurio. Y si el engaño lo realiza
con obras, tenemos el fraude si se trata de cosas y la traición si de
las personas, como aparece claro en el caso de Judas, que traicionó a
Cristo por avaricia (Mt 26,15).
A las objeciones:
1. No es necesario que las hijas de
un pecado capital pertenezcan al mismo género de éste, puesto que un
pecado puede valerse para sus fines de otros pecados de distinto
género. Por tanto, una cosa son las hijas y otra las especies de un
pecado.
2. Estos tres pecados son
distintos, como acabamos de ver.
3. Esos nueve se reducen a los
siete reseñados. Porque la mentira y el falso testimonio son un mismo
pecado, pues el falso testimonio es una especie de mentira, lo mismo
que el hurto lo es del fraude, y está comprendido en éste. El apetito
de ganancias sucias pertenece a la inquietud; la rapacidad, a la
violencia, de la que es especie. Y la crueldad es lo mismo que dureza
de corazón.
4. Los pecados enumerados por
Aristóteles son especies, más que hijas, de la
iliberalidad o de la avaricia. En efecto, puede uno ser iliberal o
avaro por defecto en el dar; y si da poco es parco, y si no da
nada, obstinado, y si le cuesta mucho dar, tacaño, que
en griego se dice kimibilis — «vendedor del comino», porque
tiene en gran estima cosas insignificantes. A veces uno es iliberal o
avaro por exceso en el modo de conseguir el dinero. Y esto por doble
capítulo. Uno, porque lo gana por medios torpes: entregándose a
trabajos viles mediante obras serviles o porque hace negocio
de actos pecaminosos, como el de la prostitución y otros
parecidos, o porque saca interés de lo que debe prestar gratis, como los usureros, o el que saca poco provecho de grandes trabajos.
Otro, porque lo gana con medios injustos: o usando de la violencia con
los vivos, como los ladrones, o despojando a los muertos; o
enriqueciéndose a cuenta de los amigos, como los
jugadores.
5. La liberalidad tiene por objeto
pequeñas cantidades de dinero, lo mismo que la iliberalidad. Por eso a
los tiranos, que arrebatan violentamente grandes posesiones, no se los
llama avaros, sino injustos.