Artículo 1:
¿Está bien la enumeración que se hace de las partes de la
fortaleza?
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Objeciones por las que parece que no está bien la enumeración de las
partes de la fortaleza.
1. Tulio, en su
Rhetorica, cita cuatro partes
de la fortaleza, que son
magnificencia, confianza, paciencia y
perseverancia. Y no parece adecuada esta enumeración, porque la
magnificencia pertenece a la liberalidad, ya que una y otra tienen por
objeto el dinero, y
el magnífico debe ser liberal, según el
Filósofo en IV
Ethic.. Pero la liberalidad es
parte de la justicia, como quedó demostrado (
q.117 a.5). Por tanto, la
magnificencia no debe considerarse parte de la fortaleza.
2. La confianza no se distingue, al parecer, de la
esperanza. Pero ésta no parece que sea parte de la fortaleza, sino una
virtud independiente en sí misma. Por tanto, la confianza no debe
incluirse entre las partes de la fortaleza.
3. La fortaleza hace al hombre comportarse bien ante los
peligros. Pero la magnificencia y la confianza no implican en sí
mismas ninguna relación a los peligros. Luego no se citan debidamente
como partes de la fortaleza.
4. Según Tulio, la paciencia implica tolerancia de las dificultades, lo cual él mismo atribuye a la
fortaleza. Luego la paciencia se identifica con la fortaleza y no es
parte de ella.
5. Lo que se requiere en toda virtud no debe citarse como
parte de una virtud especial. Pero la perseverancia es necesaria a
toda virtud, pues se dice en Mt 24,13: El que perseverare hasta el
fin, ése será salvo. Por tanto, la perseverancia no debe colocarse
entre las partes de la fortaleza.
6. Por otra parte: Macrobio enumera siete partes de la
fortaleza, que son: magnanimidad, confianza, seguridad,
magnificencia, constancia, tolerancia y firmeza. Y
Andrónico también cita siete virtudes anejas a la
fortaleza: eupsiquía, lema, magnanimidad, virilidad,
perseverancia, magnificencia y andragacia. Por tanto,
parece que Tulio no enumera adecuadamente todas las partes de la
fortaleza.
7. Aristóteles, en III Ethic.,
distingue cinco formas de fortaleza: la primera es la política, que
obra con firmeza por temor a la deshonra o al castigo; la segunda, la
militar, que obra con firmeza por la pericia y experiencia en asuntos
bélicos; la tercera es la fortaleza que actúa con firmeza a causa de
la pasión, sobre todo de la ira; la cuarta, la fortaleza que actúa con
firmeza por la costumbre de vencer; y la quinta, la que actúa con
firmeza por desconocimiento de los peligros. Pero estas clases de
fortaleza no están incluidas en ninguna de las divisiones anteriores.
Por tanto, las citadas enumeraciones de las partes de la fortaleza
parece que no son adecuadas.
Respondo: Como hemos dicho antes (
q.48), puede
haber tres clases de partes de una virtud: subjetivas, integrales y
potenciales. A la fortaleza, en cuanto virtud especial, no se le
pueden asignar partes subjetivas, porque no se divide en muchas
virtudes específicamente diferentes, al tratar de una materia muy
especial. Sí se le asignan partes cuasi integrales y potenciales: las
primeras, relativas a los principios que deben concurrir al acto de
fortaleza; las potenciales, en cuanto que el modo de conducirse la
fortaleza respecto de las materias más difíciles, es decir, los
peligros de muerte, lo guardan otras virtudes respecto de otras
materias menos difíciles; estas virtudes se incorporan a la fortaleza
como las secundarias a la principal.
Pero, como se ha dicho (q.123 a.3.6), existe un doble acto de
fortaleza: atacar y resistir. Para el acto de atacar son necesarios
dos elementos: el primero pertenece a la preparación del ánimo, es
decir, tenerlo pronto para el ataque. Para ello, Tulio pone la confianza. Por eso dice que la confianza es la
virtud por la cual el ánimo carga sobre sí cosas grandes y honestas
con esperanza y confianza. El segundo pertenece a la ejecución de
la obra, o sea, en no desistir de la realización de lo emprendido con
confianza. Para ello, Tulio pone la magnificencia. De ahi que,
según él, la magnificencia es la reflexión y
administración de cosas grandes y excelsas con una amplia y espléndida disposición de ánimo, es decir, se refiere a la ejecución, de
forma que no falten medios a los grandes proyectos. Así, pues, estos
dos elementos, si se restringen a la propia materia de la fortaleza, o
sea, a los peligros de muerte, serán como partes integrales de ella,
sin las cuales no puede darse la fortaleza. Pero si se refieren a
otras materias, que entrañan menos dificultad, serán virtudes
distintas específicamente de la fortaleza; no obstante, se
incorporarán a ella como lo secundario a lo principal. Así, el
Filósofo, en IV Ethic., asigna como materia de
la magnificencia los grandes dispendios; en cambio, a la magnanimidad,
que parece identificarse con la confianza, los grandes
honores.
Para el otro acto de la fortaleza, que consiste en resistir, son
necesarios dos elementos: primero, que el ánimo no se deje abatir por
la tristeza ante la dificultad de los males inminentes y decaiga su
grandeza. Para ello pone la paciencia, que
consiste en la tolerancia voluntaria y prolongada de
cosas difíciles por amor de la honradez o utilidad. Segundo, que
el hombre, por el aguante continuado de las dificultades, no se canse
hasta el punto de desfallecer, según palabras de Heb 12,3: Para
que no decaigáis de ánimo rendidos por la fatiga. Y para ello
pone la perseverancia, que es la permanencia
estable y perpetua en lo que se ha decidido después de madura
reflexión. Estos dos elementos, si se reducen a la materia propia
de la fortaleza, serán como partes integrales de la misma. Por el
contrario, si se refieren a otras materias difíciles, serán virtudes
distintas de la fortaleza, si bien estarán incorporadas a ella como
las secundarias a la principal.
A las objeciones:
1. La magnificencia añade a la
materia de la liberalidad una cierta grandeza, que pertenece a la
razón de lo arduo, que es objeto del apetito irascible, al que
perfecciona principalmente la fortaleza. Y en este sentido pertenece a
la fortaleza.
2. La esperanza, por la que uno
confía en Dios, forma parte de las virtudes teologales, como quedó
dicho (
q.17 a.5;
1-2 q.62 a.3). Pero por la confianza, que aquí se
incluye como parte de la fortaleza, el hombre confía en sí mismo,
aunque con la ayuda de Dios.
3. Acometer grandes cosas parece
peligroso, porque fracasar en ellas es muy perjudicial. Por tanto, si
la magnificencia y la confianza tienen por objeto realizar y emprender
cualquier clase de grandezas, tienen cierta afinidad con la fortaleza
por razón del peligro inminente.
4. La paciencia no sólo soporta
los peligros de muerte, a los que se refiere la fortaleza, sin una
tristeza desmesurada, sino también todo lo difícil o
peligroso. Por eso se pone como virtud adjunta a la fortaleza. Pero,
en cuanto referida a los peligros de muerte, es parte integral de la
misma.
5. La perseverancia, en cuanto
indica la continuidad en la obra buena hasta el fin, puede acompañar a
toda virtud. Pero se incluye entre las partes de la fortaleza según lo
explicado.
6. Macrobio enumera las cuatro
virtudes puestas por Tulio, es decir,
confianza, magnificencia,
tolerancia —que pone en lugar de
paciencia-y
firmeza —en lugar de
perseverancia—. Y añade otras
tres: dos de ellas,
magnanimidad y
seguridad, están
comprendidas en la
confianza, que pone Cicerón, pero Macrobio
las distingue por lo especial de cada una. Pues la confianza implica
la esperanza del hombre hacia las cosas grandes. Pero la esperanza de
cualquier cosa presupone la tendencia del apetito a cosas grandes por
medio del deseo, que es propio de la
magnanimidad; en efecto,
hemos dicho antes (
1-2 q.40 a.7) que la esperanza presupone el amor y
el deseo de la cosa esperada. Incluso se podría decir con más
propiedad que la confianza se refiere a la certeza de la esperanza, y
la magnanimidad a la magnitud de la cosa esperada. Pero la esperanza
no puede ser firme mientras no se elimine su contrario, ya que a veces
uno, en cuanto está de su parte, algo esperaría, pero la esperanza se
ve frustrada porque se lo impide el temor; pues el temor, en cierto
modo, es contrario a la esperanza, como hemos visto (
1-2 q.40 a.4 ad 1). Y por eso Macrobio añade la
seguridad, que excluye el
temor. Añade también una tercera, la
constancia, que puede
estar incluida en la
magnificencia: ya que conviene tener el
ánimo constante en lo que se hace con magnificencia. Por eso Tulio
dice que es propio de la magnificencia no sólo
la
administración de cosas grandes, sino también
la amplia
reflexión del ánimo sobre ellas. Puede la constancia pertenecer
también a la
perseverancia: de forma que se llame
perseverante al que no desiste de una obra a pesar de la
diuturnidad. Y
constante al que no la abandona a pesar de
cualesquiera otros obstáculos.
También las que cita Andrónico parecen reducirse a éstas.
Efectivamente, enumera la perseverancia y la magnificencia con Tulio y Macrobio, y con este último la magnanimidad. Lema es lo mismo que paciencia o tolerancia: pues dice que lema es un hábito
pronto que capacita para emprender lo que conviene y soportar lo que
dicta la razón. Eupsiquía, esto es, buen ánimo, parece
equivaler a seguridad, pues dice que es la
energía del alma para realizar sus obras. La virilidad
parece identificarse con la confianza: porque
dice que la virilidad es un hábito suficiente por
sí mismo dado para las obras que son según la virtud. A la
magnificencia añade la andragacia, que
viene a ser bondad viril, y que podemos denominar
valentía. En efecto, es propio de la magnificencia no sólo
persistir en la realización de grandes obras, lo cual pertenece a la constancia, sino también realizarlas con prudencia y diligencia
varonil, lo cual corresponde a la andragacia o valentía.
Por eso dice que la andragacia es virtud varonil
descubridora de obras comunicables.
7. Las cinco que pone
Aristóteles se apartan de la verdadera razón de virtud,
ya que, aunque coinciden en el acto de fortaleza, difieren, sin
embargo, en el motivo, como queda dicho (
q.123 a.1 ad 2). Y por eso no
se consideran partes de la fortaleza, sino más bien modos de la
misma.