Artículo 1:
¿La perseverancia es virtud?
lat
Objeciones por las que parece que la perseverancia no es
virtud.
1. Dice el Filósofo en VII Ethic.: La
continencia puede más que la perseverancia. Pero la continencia
no es virtud, como él mismo dice en IV Ethic.. Luego la perseverancia no es virtud.
2. Virtud es lo que hace que vivamos rectamente,
según dice San Agustín en el libro De Lib. Arb.. Pero, como él mismo afirma en el libro De Perseverancia, de nadie puede decirse que es perseverante mientras
vive si no mantiene su perseverancia hasta la muerte. Luego la
perseverancia no es virtud.
3. La permanencia invariable en la práctica de
la virtud es condición necesaria de toda virtud, como se demuestra en
II Ethic. Pero esto es algo esencial a la
perseverancia, pues Tulio, en su Rhetorica,
dice que la perseverancia es la permanencia estable y perpetua en
lo que la razón ha decidido. Luego la perseverancia no es virtud
especial, sino condición de toda virtud.
Contra esto: está el que Andrónico dice que la
perseverancia es el hábito de aquellas obras en las que la permanencia
es necesaria, no necesaria o indiferente. Pero el hábito que nos
ordena a hacer bien una cosa o a omitirla es la virtud. Luego la
perseverancia es virtud.
Respondo: Según dice el Filósofo en II Ethic., la virtud tiene por objeto lo difícil y
lo bueno. Por eso, donde hay una especial dificultad hay asimismo
una virtud especial. A su vez, la obra virtuosa puede resultar fácil o
difícil por dos motivos: primero, por la especie misma del acto, que
depende de la naturaleza de su propio objeto; segundo, por la misma
larga duración del tiempo, pues el mismo hecho de insistir largamente
en una cosa difícil ya tiene una especial dificultad. Por eso el
persistir en la práctica de alguna obra buena por el tiempo que sea,
hasta su consumación, es objeto de una virtud especial. Por
consiguiente, lo mismo que la templanza y la fortaleza son virtudes
especiales, porque una regula las delectaciones del tacto, que de suyo
ofrecen su dificultad, y la otra modera los temores y audacias con
respecto a los peligros de muerte, lo que igualmente es de suyo
difícil, de igual modo, la perseverancia es virtud especial, cuyo
objeto es soportar tanto cuanto sea necesario la larga duración de
estas u otras obras virtuosas.
A las objeciones:
1. El Filósofo
entiende aquí por perseverancia la persistencia en esa
clase de obras en las que resulta muy difícil permanecer largo tiempo.
Lo difícil, claro está, no es soportar los bienes, sino los males. Los
males que constituyen peligro de muerte no tenemos que soportarlos, en
general, durante largo tiempo, porque lo más frecuente es que pasen
pronto. No se merece, pues, de ellos los principales elogios la
perseverancia. Entre los otros males, los principales son los que se
oponen a los deleites del tacto, porque éstos tienen por objeto cosas
de primera necesidad para la vida. Constituyen, pongamos por caso,
esta clase de males la falta de alimentos y de otros
bienes también necesarios, que a veces se han de soportar como larga
amenaza. No les es difícil aguantar esto por largo tiempo a quienes no
se entristecen demasiado porque les faltan estos placeres ni se
deleitan en exceso con su posesión, como sucede con los hombres
sobrios, cuyas pasiones no son vehementes. Pero es sumamente difícil
para aquel que se siente atraído con vehemencia hacia ellos, al no
poseer una virtud perfecta capaz de moderar sus pasiones. Por
consiguiente, si se toma en este sentido la perseverancia, no es
virtud perfecta, sino algo imperfecto en su género: en el de
virtud.
Si, por el contrario, entendemos por perseverancia la permanencia por
largo tiempo en cualquier bien difícil, lo dicho es aplicable también
a quien posee con perfección la virtud. Aunque para un hombre así el
persistir resulta menos difícil, pero lo cierto es que el bien en que
persiste es más perfecto. Por ello, tal perseverancia puede ser
virtud, porque la perfección de la virtud se mide más por lo que tiene
de bien que por su dificultad.
2. A veces se designa con el
mismo nombre la virtud y su acto. Así, por ejemplo, San Agustín
(Super lo.) dice:
Fe es creer lo que no
ves. Puede, sin embargo, acontecer que se tenga un hábito virtuoso
y no se lo ejercite, como el pobre que tiene el hábito de la
magnificencia, aunque no realice acto ninguno. Otras veces, el que
tiene el hábito comienza la obra, mas no la termina; como el que
comienza a edificar una casa y la deja a medio hacer.
Según esto hay que decir que a veces damos el nombre de perseverancia
al hábito por el que uno está decidido a perseverar; otras, al mismo
acto de perseverar. Y en algunos casos el que tiene el hábito de la
perseverancia está decidido a perseverar y pone manos a la obra con
muchísimo entusiasmo durante algún tiempo; pero no completa la obra
comenzada, porque no persevera hasta el fin. Un fin que puede ser
doble: el de la obra virtuosa y el de la vida humana. Es esencial a la
perseverancia el proseguir hasta el término de la obra virtuosa, como
lo es el que el soldado persevere hasta el final del combate y el
magnífico hasta que se acabe la obra. Pero hay virtudes cuyo acto debe
permanecer durante toda la vida, tales como la fe, la esperanza y la
caridad, porque su objeto es el último fin de toda la vida humana.
Así, pues, por lo que se refiere a estas virtudes, que son las
principales, sus actos no se consuman hasta el final de la vida. Según
esto, entiende San Agustín que no hay perseverancia si el acto de
perseverancia no se ha consumado.
3. A la virtud puede una cosa
pertenecer de dos modos: primero, por la misma intención que se tiene
de alcanzar el fin, y así, el permanecer por largo tiempo hasta el fin
en el bien pertenece a una virtud especial llamada perseverancia, que
se propone esto como su fin especial; segundo, por la relación que
existe entre hábito y sujeto, y en este sentido la permanencia
inconmovible es condición propia de toda virtud, en cuanto que ésta es una cualidad difícilmente mutable.
Artículo 2:
¿La perseverancia es parte de la fortaleza?
lat
Objeciones por las que parece que la perseverancia no es parte de la
fortaleza.
1. Porque, como dice el Filósofo en VII Ethic., el objeto de la perseverancia son las aflicciones del tacto.
Pero de éstas se ocupa la templanza. Luego la perseverancia es más
bien parte de la templanza que de la fortaleza.
2. Todas las partes de una virtud moral versan sobre las
pasiones que modera tal virtud. Pero la perseverancia no implica
moderación de pasiones, ya que, cuanto mayor sea la vehemencia de
éstas, tanto más digno de alabanza parece quien persevera en lo que le
dicta la razón. Luego, según parece, la perseverancia no es parte de
una virtud moral, sino más bien de la prudencia, que es una perfección
de la razón.
3. Dice San Agustín en el libro De
Perseverantia que nadie puede perder la
perseverancia. Las otras virtudes, en cambio, pueden perderlas los
hombres. Luego la perseverancia es más excelente que todas las demás.
Pero la virtud principal supera en excelencia y poder a sus partes.
Luego la perseverancia no es parte de una virtud, sino
que entre las otras es ella la principal.
Contra esto: está el que Tulio menciona la perseverancia
como parte de la fortaleza.
Respondo: Que, como hemos explicado (
q.123 a.2;
1-2 q.61 a.3.4), virtud principal es aquella a la que se
atribuyen principalmente obras que constituyen verdaderos méritos y
logros de la virtud, en cuanto que las practica y ejerce en la materia
que le es propia, que es en la que resulta más difícil y perfecto el
practicarlas. A esto nos referíamos anteriormente al decir (
q.123 a.11) que la fortaleza es virtud principal por el hecho de mantenerse
firme en las situaciones en que esto resulta más difícil, es decir, en
los peligros de muerte. Por eso es necesario que a la fortaleza se le
adjunte, como una virtud secundaria a su virtud principal, toda virtud
cuyo mérito y grandeza consiste en soportar firmemente algo difícil.
Pero lo que realmente distingue y engrandece a la perseverancia es el
no ceder ante la dificultad que implica la larga duración de la obra
buena, algo, eso sí, no tan difícil como soportar los peligros de
muerte. Tal es la razón por la que la perseverancia se adjunta a la
fortaleza como una virtud secundaria a su virtud principal.
A las objeciones:
1. La anexión de una virtud
secundaria a la principal no sólo se considera por parte de la
materia, sino también, y principalmente, por parte del modo, porque en
cada cosa es más excelente la forma que la materia. De ahí que, si
bien la perseverancia parece, en lo que a materia se refiere,
coincidir con la templanza más que con la fortaleza, sin embargo, en
cuanto al modo ocurre lo contrario en cuanto que no pierde su firmeza
contra la dificultad procedente de la larga duración.
2. La perseverancia de que
habla el Filósofo no modera cierta clase de pasiones,
sino que consiste únicamente en cierta firmeza de la razón y de la
voluntad. Pero, considerada como virtud, sí que modera cierta clase de
pasiones, a saber: el temor a la fatiga o el desfallecimiento causado
por la larga duración. De ahí el que esta virtud radique, al igual que
la fortaleza, en el apetito irascible.
3. San Agustín habla aquí de la
perseverancia no como hábito de la virtud, sino como acto virtuoso
continuado hasta el fin, conforme a la expresión del Evangelio (Mt
24,13): Quien perseverare hasta el fin, se salvará. Por tanto,
sería contra la esencia misma de la perseverancia, así entendida, el
que pudiera perderse; porque, en este supuesto, ya no duraría hasta el
fin.
Artículo 3:
¿La constancia pertenece a la perseverancia?
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Objeciones por las que parece que la constancia no pertenece a la
perseverancia.
1. La constancia pertenece, como antes se ha dicho (
q.136 a.5), a la
paciencia. Pero la paciencia es diferente de la perseverancia. Luego
la constancia no pertenece a la perseverancia.
2. La virtud tiene por objeto lo difícil y lo
bueno. Pero no parece difícil ser constante en las
obras pequeñas; lo difícil es serlo en las grandes, de las que se
ocupa la magnificencia. Luego la constancia pertenece a la
magnificencia más que a la perseverancia.
3. Si la constancia perteneciese a la perseverancia,
parece que en nada se diferenciaría de ella, pues una y otra entrañan
cierta inmovilidad. Y, a pesar de todo, difieren, pues
Macrobio distingue entre constancia y firmeza,
sinónimo, como antes se dijo (
q.128 a.6), de la perseverancia. Luego
la constancia no pertenece a la perseverancia.
Contra esto: está el que se dice de alguien que es constante porque permanece firme en una cosa. Pero permanecer en una cosa es propio
de la perseverancia, como nos consta por la definición que de ella
propone Andrónico. Luego la constancia pertenece a la
perseverancia.
Respondo: Que la perseverancia y la constancia
coinciden en cuanto al fin, porque lo que se proponen la una y la otra
es mantenerse firmes en la práctica de alguna obra buena. Difieren,
sin embargo, en los impedimentos que hacen que resulte difícil la
persistencia en el bien obrar, pues la virtud de la perseverancia lo
que propiamente hace es que el hombre permanezca en el bien a pesar y
en contra de la dificultad que proviene de la larga duración del acto;
en cambio, la constancia hace que permanezca firme en lo mismo contra
la dificultad proveniente de todos los otros impedimentos externos.
Por consiguiente, entre estas dos partes de la fortaleza —la
perseverancia y la constancia—, la perseverancia es la principal, ya
que la dificultad procedente de la larga duración del acto es más
esencial al acto de virtud que la que proviene de los impedimentos
externos.
A las objeciones:
1. Los principales
impedimentos para persistir en el bien son los que causan tristeza. De
ella se ocupa la paciencia, como queda dicho (
q.136 a.1). De ahí el
que la constancia, en cuanto al fin, coincida con la perseverancia, a
pesar de que, en cuanto a los impedimentos que le crean dificultades,
coincide con la paciencia. El fin, sin embargo, es más importante. Es
la razón por la que la constancia pertenece más bien a la
perseverancia que a la paciencia.
2. Persistir en las grandes
empresas resulta más difícil; pero también el persistir por largo
tiempo en las pequeñas o medianas tiene su dificultad, si no por la
grandeza de la obra, objeto de la magnificencia, sí por lo menos
debido a la misma duración, de la cual se ocupa la perseverancia. Es
por lo que la constancia puede pertenecer a la una y la
otra.
3. La constancia pertenece a la
perseverancia en lo que tiene de común con ella; pero no es la misma
cosa, pues, como acabamos de ver, se diferencia de
ella.
Artículo 4:
¿Necesita la perseverancia del auxilio de la gracia?
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Objeciones por las que parece que la perseverancia no necesita del
auxilio de la gracia.
1. La perseverancia, como hemos dicho (
a.1), es virtud. Pero la
virtud, como dice Tulio en su
Rhetorica, en el
obrar actúa como la naturaleza. Luego la sola inclinación de la virtud
basta para perseverar. No se requiere, pues, para esto la ayuda de la
gracia.
2. Es más lo que se nos dio con la gracia de Cristo que lo
que nos dañó Adán, como consta por lo que se nos dice en Rom 5,15ss.
Pero, antes del pecado, el hombre fue creado de modo y manera que
pudiese perseverar con lo que había recibido, como dice San
Agustín en el libro De Corrept. et Gratia. Luego con mayor razón el hombre reparado por la gracia de Cristo puede
perseverar sin la ayuda de una nueva gracia.
3. Las obras pecaminosas son a veces más difíciles que
las virtuosas. Por eso, en el libro de la Sab 5,7, se ponen estas
palabras en boca de los impíos: Nos cansamos de andar por caminos
difíciles. Pero algunos perseveran en las obras pecaminosas sin
necesidad de ayuda. Luego también el hombre puede perseverar en las
obras de virtud sin el auxilio de la gracia.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en su libro De
Perseverantia: Afirmamos que la perseverancia
es un don de Dios. Por ella se permanece fiel a Cristo hasta el
fin.
Respondo: Que, como se deduce de lo ya
explicado (
a.1 ad 2; 2 ad 3), la perseverancia puede entenderse de dos
modos: Primero, por el hábito mismo de la perseverancia, y en este
sentido es una virtud. Necesita en este caso del don de la gracia
habitual, lo mismo que las demás virtudes infusas. Segundo, por el
acto de perseverancia que perdura hasta la muerte.
Según esto, necesita no sólo de la gracia habitual, sino también del
gratuito auxilio de Dios que conserve al hombre en el bien hasta el
fin de la vida, como queda dicho (
1-2 q.109 a.10) al hablar de la
gracia. La razón de esto es que, como el libre albedrío es de suyo
inconstante y no deja de serlo a pesar de la gracia habitual de la
vida presente, no es capaz, aun después de reparado por la gracia, de
mantenerse inmóvil en el bien, aunque está en su poder elegirlo. De
ordinario, pues, está en nuestra mano la elección; pero no la
ejecución.
A las objeciones:
1. La virtud de la
perseverancia por sí misma inclina a perseverar; pero, porque el
hábito es una cualidad de que uno usa cuando quiere, no es necesario que el que tiene un hábito virtuoso use de él ininterrumpidamente hasta la muerte.
2. Como dice San Agustín en el
libro De Corrept. et Gratia, al primer
hombre le fue concedido no el perseverar de hecho, sino la posibilidad
de perseverar mediante el libre albedrío, ya que no había entonces
ninguna corrupción en la naturaleza humana que dificultase la
perseverancia. Pero ahora, a los predestinados por la gracia, se
les da no sólo el poder perseverar, sino el que perseveren. Por eso el
primer hombre, sin que nadie le metiese miedo, abusando de su libre
albedrío contra el precepto de Dios que le amenazaba, no se mantuvo
firme en tan gran felicidad, a pesar de la gran facilidad suya para no
pecar. Los predestinados, en cambio, a pesar de la ferocidad con que
los trató el mundo, se mantuvieron firmes en la fe.
3. El hombre se basta él solo
para caer en pecado; pero no puede por sí mismo levantarse de él sin
la ayuda de la gracia. Según esto, por el mismo hecho de caer en
pecado, el hombre, en lo que de él depende, sin más se hace
perseverante en el mismo, a no ser que la gracia de Dios lo libere. En
cambio, por el hecho de hacer el bien no se adquiere la perseverancia
en él, porque de suyo el hombre puede pecar. Necesita, por tanto, para
perseverar, del auxilio de la gracia.