Artículo 1:
¿Es el temor una pasión del alma?
lat
Objeciones por las que parece que el temor no es una pasión del
alma.
1. En efecto, dice el Damasceno, en el libro III,
que el temor es una virtud según la sístole, esto es, por
contracción, deseosa de la esencia. Pero ninguna virtud es
pasión, como se prueba en II Ethic. Luego el
temor no es una pasión.
2. Toda pasión es un efecto que proviene de un agente. Pero
el temor no es de algo presente, sino futuro, como dice el Damasceno
en el libro II. Luego el temor no es una
pasión.
3. Toda pasión del alma es un movimiento del apetito
sensitivo, que sigue a la aprehensión del sentido. Luego, siendo el
temor de un mal futuro, parece que no es una pasión del
alma.
Contra esto: está que San Agustín, en XIV De civ. Dei,
enumera el temor entre las demás pasiones del alma.
Respondo: Entre los demás movimientos del alma,
ninguno, excepto la tristeza, tiene más carácter de pasión que el
temor. Porque, como se ha dicho anteriormente (
q.22), el concepto de
pasión implica, en primer lugar, ser un movimiento de una potencia
pasiva, esto es, a la cual se compara su objeto a la manera de un
motor activo, por lo mismo que la pasión es efecto de un agente. Y de
este modo también el sentir y entender se llaman pasiones. En segundo
lugar, en sentido más propio, la pasión designa el movimiento de la
potencia apetitiva que tiene un órgano corporal y que se realiza
acompañado de una transmutación corporal. Y, todavía mucho más
propiamente, se llaman pasiones aquellos movimientos que implican
algún daño.
Ahora bien, es evidente que el temor, refiriéndose al mal, pertenece
a la potencia apetitiva, que de suyo mira al bien y al mal, y
corresponde al apetito sensitivo, pues se realiza acompañado de cierta
transmutación corporal, es decir, con contracción, como dice el
Damasceno. Además importa una relación al mal, en
cuanto el mal vence en cierto modo a algún bien. Por lo tanto, le
compete con toda verdad el concepto de pasión. Sin embargo, menos que
a la tristeza, que se refiere al mal presente; pues el temor mira al
mal futuro, que no mueve tanto como el presente.
A las objeciones:
1. La virtud denota un principio de
acción, y, por consiguiente, en cuanto los movimientos interiores de
la potencia apetitiva son principios de actos
exteriores, se llaman virtudes. Pero el Filósofo niega
que la pasión sea una virtud, que es un hábito.
2. Así como la pasión de un cuerpo
natural proviene de la presencia corporal del agente, así también la
pasión del alma proviene de la presencia psíquica del agente, en
cuanto el mal, que es futuro en realidad, está presente en la
aprehensión del alma.
3. El sentido no aprehende lo
futuro, pero, por el hecho de aprehender lo presente, el animal se
mueve por instinto natural a esperar el bien futuro o a temer el mal
futuro.
Artículo 2:
¿Es el temor una pasión especial?
lat
Objeciones por las que parece que el temor no es una pasión
especial.
1. En efecto, dice San Agustín en el libro Octoginta trium
quaest.: Al que no aterra el miedo, ni le abrasa
la codicia, ni le debilita la enfermedad, esto es, la tristeza,
ni el transporte de vana alegría le agita. Por lo cual parece
que, quitado el temor, todas las demás pasiones desaparecen. Luego no
es una pasión especial, sino general.
2. Dice el Filósofo en VI Ethic. que la prosecución y la huida son en el apetito lo que la afirmación y la
negación en el entendimiento. Pero la negación no es algo especial
en el entendimiento, como tampoco la afirmación, sino algo común a
muchas cosas. Luego tampoco la huida en el apetito. Pero el temor no
es otra cosa que una cierta huida del mal. Luego el temor no es una
pasión especial.
3. Si el temor fuese una pasión especial, se hallaría
principalmente en el irascible. Pero el temor se halla también en el
concupiscible, pues dice el Filósofo en II
Rhetoric. que
el temor es una cierta tristeza; y el Damasceno, que es
una virtud desiderativa. Ahora bien, la tristeza y el deseo se hallan en el concupiscible, como se ha dicho anteriormente (
q.23 a.4). Luego no es una pasión especial, puesto que pertenece a diversas potencias.
Contra esto: está que el temor se distingue de las otras pasiones del
alma, como consta por el Damasceno en el libro II.
Respondo: Las pasiones del alma reciben su
especie de los objetos. De ahí que sea pasión especial la que tiene un
objeto especial. Ahora bien, el temor tiene un objeto especial, como
lo tiene también la esperanza. Pues como el objeto de la esperanza es
el bien futuro, arduo y posible de conseguir, así el objeto del temor
es el futuro difícil, al que no se puede resistir. Por lo tanto,
el temor es una pasión especial del alma.
A las objeciones:
1. Todas las pasiones del alma se
derivan de un solo principio, a saber, del amor, en el que tienen
mutua conexión. Y por razón de esta conexión, quitado el temor, las
demás pasiones del alma desaparecen, no porque sea una pasión
general.
2. No toda huida del apetito es
temor, sino la huida de algún objeto especial, como queda dicho (en la
sol.). Y por eso, aunque la huida sea algo general, el temor, no
obstante, es una pasión especial.
3. El temor no se halla de ninguna
manera en el concupiscible, pues no mira al mal absolutamente, sino al
que presenta una cierta dificultad o arduidad, que apenas se le puede
resistir. Pero como las pasiones del irascible se derivan de las
pasiones del concupiscible y terminan en ellas, como se ha expuesto
anteriormente (
q.25 a.1), por eso se atribuye al temor lo que
pertenece al concupiscible. Se dice, en efecto, que el temor es
tristeza, en cuanto el objeto del temor es contristante, si está
presente. De ahí que el Filósofo diga en el mismo lugar
que el temor procede
de la imaginación de un mal
futuro que destruye o contrista. De la misma
manera, también el Damasceno atribuye el deseo al
temor, porque así como la esperanza nace del deseo del bien, así el
temor, de la huida del mal; mientras la huida del mal nace del deseo
del bien, según se ha dicho anteriormente (
q.25 a.2;
q.29 a.2;
q.36 a.2).
Artículo 3:
¿Hay algún temor natural?
lat
Objeciones por las que parece que hay algún temor
natural.
1. En efecto, dice el Damasceno en el libro III que hay un temor natural por el que el alma no quiere separarse del
cuerpo.
2. Aún más: El temor nace del amor, como queda dicho (
a.2 ad 1). Pero hay un amor natural, como dice Dionisio en el c.4
De div.
nom. Luego también hay un temor
natural.
3. El temor se opone a la esperanza, como se ha dicho
anteriormente (
q.40 a.4 ad 1). Pero hay una cierta esperanza de la
naturaleza, como se ve por lo que dice Rom 4,18 de Abrahán, que
contra la esperanza de la naturaleza
creyó en la esperanza
de la gracia. Luego hay también un temor de la naturaleza.
Contra esto: lo que es natural se encuentra comúnmente en los seres
animados e inanimados. Pero el temor no se encuentra en las cosas
inanimadas. Luego el temor no es natural.
Respondo: Un movimiento se llama natural porque
a él inclina la naturaleza. Pero esto sucede de dos modos. Uno,
completándose un todo por la naturaleza, sin operación alguna de la
potencia aprehensiva, como dirigirse hacia arriba es un movimiento
natural del fuego, y crecer es un movimiento natural de los animales y
de las plantas. De otro modo se dice natural el movimiento al que
inclina la naturaleza, aunque no se realiza sino mediante la
aprehensión, porque, como se ha dicho anteriormente (
q.10 a.1;
q.17 a.9 ad 2), los movimientos de la potencia cognoscitiva y apetitiva se
reducen a la naturaleza como a su primer principio. Y de este modo aun
los mismos actos de la potencia aprehensiva, como entender, sentir y
recordar, y también los movimientos del apetito animal, se llaman a
veces naturales.
Y en este sentido puede hablarse de un temor natural, que se
distingue del temor no natural por razón de la diversidad de su
objeto. Hay, en efecto, como dice el Filósofo en II Rhetoric., un temor del mal destructivo, que la
naturaleza rehuye a causa del deseo natural de existir, y tal temor se
llama natural. Hay además un temor del mal contristante, que no
repugna a la naturaleza, sino al deseo del apetito, y tal temor no es
natural. Como también anteriormente (q.26 a.1; q.30 a.3; q.31 a.7) se
estableció una división del amor de la concupiscencia y de la
delectación en natural y no natural.
Pero, según la primera acepción de lo natural, debe observarse
que algunas pasiones del alma se llaman a veces naturales, como el
amor, el deseo y la esperanza, mientras que otras no pueden
denominarse naturales. Y la razón de esto es porque el amor y el odio,
el deseo y la huida implican una cierta inclinación a proseguir el
bien y evitar el mal, inclinación que, en verdad, corresponde también
al apetito natural. Hay, por tanto, un amor natural, y también puede
hablarse en cierto modo de un deseo o esperanza en las cosas naturales
que carecen de conocimiento. En cambio, las otras pasiones del alma
implican ciertos movimientos para los que de ningún modo es suficiente
la inclinación natural. Ya porque de la naturaleza de estas pasiones
es la sensación o conocimiento, según queda dicho (q.31 a.1 y 3; q.35 a.1), que la aprehensión se requiere esencialmente para la delectación
y el dolor, no pudiendo, por eso, decirse que los seres carentes de
conocimiento se deleiten o se duelan. O bien porque tales movimientos
son contrarios a la razón misma de inclinación natural; por ejemplo,
que la desesperación rehuya el bien a causa de alguna dificultad, y
que el temor rehuse atacar al mal contrario, no
obstante la inclinación natural a ello. Y por eso, tales pasiones no
se atribuyen en manera alguna a las cosas inanimadas.
A las objeciones: es evidente por lo expuesto
arriba.
Artículo 4:
¿Se asignan convenientemente las especies del temor?
lat
Objeciones por las que parece que el Damasceno señala
inapropiadamente seis especies de temor, a saber, la pereza, el
rubor, la vergüenza, la admiración, el estupor y la
congoja.
1. En efecto, como dice el Filósofo en II
Rhetoric., el temor proviene de un mal que contrista. Luego las especies de temor deben corresponder a las especies de tristeza. Ahora bien, las especies de tristeza son cuatro, como se ha dicho anteriormente (
q.35 a.8). Luego solamente deben ser cuatro las especies de temor correspondientes a ellas.
2. Lo que consiste en una acción nuestra, está sometido a
nuestro poder, como queda dicho (
a.4). Luego la pereza, el rubor y la
vergüenza que miran a nuestra operación no deben considerarse especies
de temor.
3. El temor es de algo futuro, como queda dicho (
a.1 y
2).
Pero la vergüenza es de un acto torpe ya cometido, como dice San
Gregorio Niseno. Luego la vergüenza no es una especie
de temor.
4. Asimismo, el temor es solamente del mal. Pero la admiración y el
estupor se refieren a algo grande e insólito, sea bueno o malo. Luego
la admiración y el estupor no son especies del temor.
5. Además, los filósofos son impulsados por la admiración a
investigar la verdad, como dice el principio de Metaphys. Ahora bien, el temor no mueve a
investigar, sino más bien a huir. Luego la admiración no es una
especie de temor.
Contra esto: está en contra la autoridad del Damasceno y
de San Gregorio Niseno, que es suficiente.
Respondo: Como se ha indicado (
a.2), el temor
se refiere a un mal futuro que supera el poder del que teme, esto es,
al que no es capaz de resistir. Mas tanto el bien como el mal del
hombre pueden ser considerados ya en la operación de éste, ya en las
cosas exteriores. En la operación del hombre puede temerse un doble
mal. Primeramente, el trabajo que agobia a la naturaleza, es decir,
cuando alguien rehusa obrar por temor de un trabajo excesivo. En
segundo lugar, la deshonra que daña a la reputación. Y así, si se teme
la deshonra de cometer el acto hay rubor, mientras que, si es de un
acto torpe ya cometido, hay vergüenza.
Por otra parte, el mal que consiste en las cosas exteriores puede
superar la facultad del hombre para resistir por tres razones.
Primera, por razón de su magnitud, esto es, cuando alguien considera
un gran mal cuyo término es incapaz de calcular. Y entonces hay
admiración. Segunda, por la falta de costumbre, es decir, porque se
presenta a nuestra consideración algún mal insólito y, por eso, es
grande en nuestra estimación. Y de este modo hay estupor, que es
causado por la imaginación de algo desacostumbrado. Tercera, por razón
de la imprevisión, es decir, porque no puede prevenirse, y así se
temen las desgracias futuras. Y tal temor se denomina
congoja.
A las objeciones:
1. Las especies de tristeza
establecidas antes (obi.1) no se toman de la diversidad del objeto,
sino de la diversidad de los efectos y de ciertas
razones especiales. Y, por tanto, no es preciso que aquellas especies
de tristeza correspondan a estas especies de temor, que se toman de la
división propia del objeto mismo del temor.
2. La operación, en cuanto está
ejecutándose ya, está sujeta al poder del operante. Pero puede
considerarse algo acerca de la operación que supera la capacidad del
operante, por cuya causa uno rehusa obrar. Y conforme a esto, la
pereza, el rubor y la vergüenza se consideran especies de
temor.
3. Puede temerse una afrenta u
oprobio futuros por una acción pasada. Y en este sentido la vergüenza
es una especie de temor.
4. No cualquiera admiración o
estupor son especies del temor, sino la admiración acerca de un gran
mal y el estupor sobre un mal insólito. O puede decirse que así como
la pereza rehuye el trabajo de la operación exterior, así la
admiración y el estupor rehuyen la dificultad de considerar una cosa
grande o insólita, sea buena o mala, de manera que la admiración y el
estupor son al acto del entendimiento lo que la pereza es al acto
exterior.
5. El que se admira rehusa de
momento dar un juicio sobre aquello de que se admira por temor de
equivocarse, pero inquiere para el futuro. En cambio, el que padece
estupor no sólo teme juzgar al presente, sino también en el futuro. De
ahí que la admiración es el principio de la investigación filosófica,
mientras el estupor es un obstáculo para la consideración
filosófica.